Democracia de alta intensidad vs Fascismo social

La democracia se volvió una de aquellas palabras vacías de sentido. Como es usada para describir todo lo que no es un régimen político autoritario, tendemos a no ver los tonos grises entre blanco y negro.

En ese sentido, desde Miradas del Centro, creemos necesario y pertinente rescatar algunos de los conceptos expresados por el pensador Boaventura de Sousa Santos en una entrevista especial realizada por Ricardo Machado, para la Revista del Instituto Humanitas Unisinos.

Vivimos en democracias de baja o muy baja intensidad, que conviven con regímenes sociales fascistas. De ahí mi diagnóstico de que vivimos en sociedades que son políticamente democráticas pero socialmente fascistas”, señala Boaventura de Sousa Santos.

Para el sociólogo, las izquierdas precisan hacer una profunda auto crítica y superar un modelo político basado en conciliaciones con el gran capital. “Mientras la izquierda no vuelva a tener en el horizonte una alternativa post-capitalista, llamémosla socialismo u otra cosa, su decadencia seguirá, dado que la derecha es quien sabe dirigir este capitalismo”, crítica.

Boaventura apuesta en la radicalización de la democracia como alternativa para las crisis contemporáneas. “Para el Estado, o algo que lo sustituya políticamente, poder actuar contra el neoliberalismo, tendrá que pasar por una profunda transformación democrática”. Y pondera: “la izquierda no debe aceptar ser poder en la condición de olvidar o renunciar a lo que es.”

Parafraseando la pregunta que abre el prefacio de su libro «A difícil democracia. Reinventar as esquerdas» (2016) ¿hacia adonde va la democracia?

– El ideal democrático sigue captando la imaginación de los que aspiran a una sociedad que combine la libertad con la justicia social, pero en la práctica la democracia está cada vez más lejos de este ideal. Entre las opiniones que abordan ese problema a partir de la izquierda, hay dos posiciones principales. Para unos, la democracia realmente existente perdió de tal modo su característica que solamente por inercia o distracción se puede considerar como tal. Vivimos en regímenes autoritarios que se disfrazan con un barniz democrático. Es, por ejemplo, la posición de Alain Badiou. Para otros, entre los que yo me incluyo, vivimos en democracias de baja o muy baja intensidad que conviven con regímenes sociales fascistas. De ahí mi diagnóstico de que vivimos en sociedades que son políticamente democráticas pero socialmente fascistas.

Ambas posiciones parten de la misma idea de que la democracia liberal, que siempre ha convivido con alguna tensión productiva con el capitalismo, sobre todo desde la segunda guerra mundial, está dejando desaparecer esa tensión y se acomoda cada vez más a las exigencias del capitalismo. Estas, como se sabe, presuponen que la acumulación de capital y su rentabilidad deben prevalecer sobre cualquier otro objetivo. La diferencia entre las dos posiciones no resulta solamente de diagnósticos diferentes. Radica también en el impacto de las biografías de los autores que las proponen. Yo, por ejemplo, viví parte de mi edad adulta en Portugal en una dictadura, el Estado Nuevo de Oliveira Salazar, y estoy viviendo intensamente el período posterior a la Revolución de los claveles en 1974. Los brasileños y las brasileñas de más edad vivieron una situación similar marcada por el regreso de la democracia en 1985.

Para mí, hay diferencias significativas entre una dictadura y una democracia de baja intensidad. Aún así pienso que la democracia liberal para sobrevivir a la agresividad del capital global de los días de hoy, y al modo como arrastra con él nuevas formas de colonialismo y de patriarcado, tendrá de ser refundada a corto plazo, para lo que se necesita una Asamblea Constituyente originaria. Esta necesidad es hoy cada vez más evidente cuando vemos lo que está sucediendo en el país que se auto-designó como la democracia más antigua y más consolidada de nuestra época, los EUA. Es cada vez más evidente que el fraude electoral es constitutivo de ese país, tal como lo es la influencia del dinero en el proceso político, algo que está más allá de la corrupción porque está totalmente legalizado. El fenómeno Donald Trump es sólo un síntoma de algo mucho más profundo y más peligroso.

Sin una profunda refundación de la democracia, podremos llegar a la conclusión a corto plazo de que no es posible corregir por vía democrática las distorsiones cada vez más grotescas de los procesos democráticos reales como, por ejemplo, el golpe parlamentario-mediático-judicial en Brasil que hizo bajar la calidad de la democracia brasileña de manera dramática. Si antes era de baja intensidad, ahora es de bajísima intensidad.

Cuando se llegue a la conclusión de que por vía pacífica no es posible corregir tales distorsiones, tendremos llegado al grado cero de la democracia. Espero vivamente que tal nunca suceda, pero esto tiene más que ver con mi optimismo de la voluntad que con mi pesimismo de la razón.

¿De qué manera sociedades políticamente democráticas se transforman, al mismo tiempo, en sociedades socialmente fascistas?

– Las situaciones de fascismo social ocurren siempre que personas o grupos sociales está sometidas a las decisiones unilaterales de aquellos que tienen poder sobre ellos sin poder defenderse en términos prácticos, invocando derechos que efectivamente los defienden. Ejemplos de fascismo social: cuando una familia tiene comida para dar a los hijos hoy pero no sabe si la tendrá mañana; cuando un trabajador desempleado se ve en la contingencia de tener que aceptar las condiciones ilegales que el patrón le impone para poder matar el hambre de la familia; cuando una mujer es violada a camino de casa o es asesinada en casa por el compañero; cuando los pueblos indígenas son expulsados de sus tierras o asesinados impunemente por matones a servicio de los agro-negociantes y latifundistas; cuando los jóvenes negros son víctimas de racismo y brutalidad policial en las periferias de las ciudades. En todos estos casos me estoy refiriendo a situaciones en que las víctimas son formalmente ciudadanos, pero no tienen realísticamente cualquier posibilidad de invocar eficazmente derechos de ciudadanía a su favor. La situación se agrava cuando se trata de inmigrantes, refugiados, etc. Por ejemplo, la situación de trabajo esclavo de miles de inmigrantes bolivianos en las fábricas de São Paulo. Las víctimas del fascismo social no son consideradas plenamente humanas por quién impunemente las puede agredir o explorar.

Pero el fascismo no tiene solamente la cara violenta. Tiene también la cara benevolente de la filantropía. En la filantropía quien da no tiene el deber de dar y quien recibe no tiene el derecho a recibir. En tiempos recientes, la clase alta y media alta de Brasil se resintió mucho porque las empleadas domésticas o los motoristas ya no necesitaban los favores de los patrones para comprar una computadora para los hijos o hacer un curso. Se resentían con el hecho de que sus subordinados se habían liberado del fascismo social. Cuánto más vasto es el número de los que viven en fascismo social, menos es la intensidad de la democracia.

¿Qué puede explicar la declinación de las izquierdas en Europa y América del Sur?

– El hecho de haber aceptado que el capitalismo era eterno, que el neoliberalismo era una fatalidad y que no había cualquier alternativa post capitalista. La queda del Muro de Berlín significó tanto la caída del socialismo de Estado como de la social-democracia, que se creyó, a esa altura, triunfante. Por el contrario, a partir de entonces el capitalismo dejó de tener miedo a la competencia y el ataque a los derechos sociales y económicos se agudizó y se sigue agudizando en Europa y en todo el mundo.

Mientras la izquierda no vuelva a tener en el horizonte una alternativa post-capitalista, que se llame socialismo u otra cosa, seguirá declinando, dado que la derecha es quién sabe dirigir este capitalismo. En América Latina, el avance de la izquierda en la primera década del milenio pareció desmentir esta tendencia histórica. Fue posible debido a una coyuntura excepcional que no se repetirá en los años más cercanos; la subida de los precios de los productos primarios, agrícolas y minerales, debido a la explosión de China. Este hecho, al mismo tiempo que remitía estos países para la continuidad con el colonialismo (proveedores de materias-primas, y que ahora llegó a provocar la desindustrialización de Brasil), permitió a los gobiernos de izquierda efectuar una impresionante redistribución de riqueza sin alterar el modelo de desenvolvimiento o el sistema político. En el momento en que eso dejó de ser posible, el capitalismo quiso mantener su rentabilidad a toda costa y logró su objetivo fácilmente, precisamente porque no hubo cambio en el sistema político (y en la práctica política), ni reforma tributaria, bancaria o de los medios.

¿Cómo ve usted el caso brasilero, en que las izquierdas sufrieron un profundo revés en las elecciones para las principales municipalidades del país?

– El revés en las elecciones municipales fue una consecuencia directa del proceso político iniciado con el impedimento de la presidente Dilma Rousseff. Fue un proceso bien orquestado de demonización del PT que aprovechó al máximo los errores de gobierno del partido, apoyado por una impresionante manipulación de los grandes medios y la actuación cómplice del sistema judicial que incluyó violaciones flagrantes de la legalidad. Las fuerzas del grande capital no han tenido paciencia para esperar cuatro años más y contaron con un apoyo mucho más importante de lo que se piensa del imperialismo norteamericano. Algún día se sabrá hasta que punto esa intervención fue decisiva. Brasil era una pieza importante en los BRICS y esta alianza era importante para proyectar la posición de China, el gran enemigo y gran acreedor de los EUA. Era preciso neutralizar Brasil como se está haciendo con Rusia. Es la única forma de poder aislar a China que en 2030 podrá ser ya la primera potencia económica mundial.

En una sociedad racista e oligárquica como la brasilera el prejuicio clasista es siempre mezclado con el prejuicio racista y sexista. El gobierno Temer ha mostrado eso a la sociedad y las políticas que están siendo propuestas confirman las más pesimistas previsiones. Pero el racismo y el sexismo no son, infelizmente, un monopolio de la derecha. El modo como en el gobierno Dilma fueron tratados los pueblos indígenas siempre que se atravesaron en el camino del agro-negocio fue chocante.

Ante esta demonización, el PT poco podía hacer a corto plazo a menos que hubiese decidido hacer una profunda refundación política. Eso implicaba rupturas y no era posible dada la decisión del ex presidente Lula de mantenerse como garante de la política de izquierda. Una decisión totalmente comprensible, sobre todo por acreditar demasiado en las trampas de las encuestas que lo hacen el político más popular de Brasil, precisamente para mantenerlo activo y así impedir una renovación profunda de las fuerzas de izquierda. Tal como están las cosas parece que las fuerzas de derecha podrá liquidar políticamente Lula como quieran y cuando quieran. Es este el estado a que llegó gran parte de la izquierda brasileña.

¿Qué quedó de los ideales de izquierda del siglo XX? ¿La igualdad sigue siendo el gran ideal de izquierda?

– Los ideales de izquierda del siglo XX siguen vivos porque vienen del final del siglo XVIII e no son sino los grandes objetivos de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. El problema está en la vigencia de los presupuestos y en la eficacia de los procesos que han presidido las luchas para que esos valores tuviesen alguna realización, lo que para unos solamente era posible en una sociedad socialista, y para otros en una profunda regulación del capitalismo. Tales presupuestos y procesos se han asentado en la centralidad del Estado y en la organización nacional del capitalismo. Así fue posible hacer del Estado un agente de intervenciones no mercantiles (nacionalizaciones y políticas sociales en el dominio de la salud, educación y previdencia). Ahora bien, hoy el capitalismo es global y está poniendo al Estado en su estricta dependencia. El Estado es ahora un agente de intervenciones mercantiles (privatizaciones, asociaciones público-privadas, tercerización). Por haber sido “prohibido” por el capitalismo financiero global de tributar a los ricos, tiene que endeudarse en los mercados financieros donde no tiene ningún privilegio soberano (el cinismo de la designación “deuda soberana”). Para el Estado, o algo que lo sustituya políticamente, poder actuar contra el neoliberalismo tendrá que pasar por una profunda transformación democrática.

¿Falta autocrítica a la izquierda?

– La auto crítica evoca procesos menos democráticos, pero tiene que hacerse de modo democrático e ir lo más profundamente posible. He escrito mucho sobre ese tema. He aquí algunas ideas para el debate.

Primero, en las actuales circunstancias, la izquierda será siempre una contracorriente que no puede gobernar como la derecha gobierna ni hacer alianzas contra-natura con la derecha. Si tiene que hacerlo debe renunciar a ser gobierno. Por ejemplo, puede volver a centrarse en el gobierno municipal donde es posible una política de proximidad y donde el impacto en lo cotidiano de las personas es decisivo.

Segundo, la democracia representativa perdió la lucha contra el capitalismo y no tiene futuro caso no sea complementada con genuina democracia participativa a todos los niveles de gobernación. Esta complementariedad entre democracia representativa y democracia participativa debe estar presente en los partidos políticos. Solamente así se podrá decidir participativamente cuales son las políticas y quiénes son los candidatos.

Tercero, los partidos dejan de tener el monopolio de la representación política de intereses y los ciudadanos organizados deben poder participar.

Cuarto, siempre que tenga oportunidad, la izquierda debe crear o apoyar la creación de zonas libres del capitalismo neoliberal por más circunscrito que sea su ámbito. Funcionarán como pedagogía de un futuro post capitalista, la tal alternativa sin la cual la izquierda pierde el sentido de existir.

Quinto, en las próximas décadas, y dada la escandalosa concentración de riqueza y la alarmante destrucción de la naturaleza, la política va a ser ejercida sólo en parte en las instituciones democráticas; la otra parte será extra-institucional pacífica (acciones directas, huelgas, marchas, protestas, ocupaciones). La izquierda va a tener que saber estar en los dos lados sin contradicción y maximizar las contribuciones de cada tipo de práctica política para la democratización de la sociedad.

Sexto, nada de eso será posible sin una profunda transformación del sistema judicial, político, de comunicación social y tributario. Es preciso aislar el mercado de las ideas políticas del mercado de los valores económicos. La izquierda no debe aceptar ser poder en la condición de olvidar o renunciar a lo que es. Debe construir una alternativa post capitalista apostando en que el capitalismo, como cualquier otro hecho histórico, tuvo un principio y habrá de tener un fin.

¿Estaría en las ocupaciones de los estudiantes el embrión de una nueva izquierda?

– Estuve reunido con algunos de ellos recién en Brasilia. Son jóvenes maravillosos precisamente porque no se dejan convencer por la idea de que no hay alternativas a las políticas en curso. Siempre he mantenido que los jóvenes nunca están despolitizados. Solamente no se interesan por el tipo de política que ha sido dominante. La prueba está ahí. En varios países del mundo estamos asistiendo a un nuevo tipo de movimiento estudiantil, en Chile, México, India, Sudáfrica, Inglaterra y ahora también en el Brasil. Es difícil prever cómo evolucionará. Una cosa es cierta, muestra que la política no morirá y las alternativas no dejarán de estar en los horizontes y sueños de los más jóvenes mientras vivamos en sociedades tan repugnantemente injustas, tan destructivas de la naturaleza y tan mediocremente democráticas como aquellas en que vivimos.

Original de la Revista del Instituto Humanitas Unisinos http://www.ihu.unisinos.br/563035-a-dificil-reinvencao-da-democracia-frente-ao-fascismo-social-entrevista-especial-com-boaventura-de-sousa-santos