Aunque no lo veamos (en librerías), Migré siempre está

Fue en el marco de la 13ra edición de las Jornadas Universitarias ‘La Radio del Nuevo Siglo’, que este año tuvo por sede Paraná. La cita era en el auditórium de la Facultad de Ciencias de la Educación. Luego del conversatorio comandado por Oscar Bosetti (ya una institución en materia de docencia e investigación sobre la radio), varias y varios debimos admitir que el prejuicio intelectualoide hacia lo melodramático casi nos hizo perder una gran charla y un gran trabajo para el derribo de esos preconceptos, para una nueva mirada sobre lo popular.

El segundo día había amanecido con gatilladas al compás de los gallos madrugadores y el horario del conversatorio se presentaba como destinado al descanso y almuerzo. Sin embargo, una suerte de deber autoimpuesto de registrar las actividades del encuentro me empujó a asistir… a la presentación de una obra recientemente publicada… y prohibida. ‘Migré. El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país’, de la periodista Liliana Viola, es una revisita como una devolución a escena para las generaciones más jóvenes de este pilar de la historia grande de la radio y la televisión argentinas. Rescate y valorización que quien el propio Migré designó como albacea de sus derechos de autor no permite. Personaje éste que, prohibición de circulación y de venta del libro de por medio, en un claro acto de censura en democracia, intenta enviar al ostracismo al autor y su obra, con alegatos en apariencia leguleyos, en esencia mezquinos, poco honestos… entre la hipocresía, la homofobia y alguna intención monetaria, a costa de un patrimonio cultural.

¿POR QUÉ MIGRÉ?

En estas XIII Jornadas Universitarias ‘La Radio del Nuevo Siglo’, el lema fue ‘Radio de(s)generadas. Medios y modos diversos de producir y escuchar’. En ese marco, el docente e investigador Oscar Bosetti inició su conversatorio con Liliana Viola, advirtiendo sobre el riesgo de “hablar de quien pertenece a otro tiempo, aunque hay una temática que pertenece a todos los tiempos: el melodrama, la ficción, la radio, la televisión, las parejas de actrices y actores que encabezaban compañías radioteatrales y sembraban lo que este personaje denominaba ‘permiso para imaginar’”. En el marco de ese encuentro, Carlos Ulanovsky había señalado que la radio pasó por un primer momento, fundacional, a partir de 1932, cuando se pusieron al aire los primeros radioteatros. Desde aquel entonces hasta la actualidad, con otras formas, otros reciclajes, otras estéticas y otras historias (o, a veces, la misma), lo radioteatral sigue presente.

Ante un auditorio al que llegaron vecinas y vecinos de Paraná, en cuya predisposición ya daban cuenta de su fanatismo por Migré y de su nostalgia por aquellos tiempos, Bosetti sugirió que lo primero a definir, “especialmente para los más jóvenes, es la palabra ‘Alberto’ acompañada del apellido ‘Migré’”. Definición a la que aporta y con creces esta labor de Liliana Viola, directora del Suplemento SOY (dedicado a la diversidad sexual), que sale todos los viernes en el diario Página/12. Periodista que se presenta y confiesa: “Se me fue todo el cerebro haciendo la biografía de Alberto Migré”. Luego de proyectar un audiovisual con palabra y acción de Migré, en donde le preguntaban, en los primeros 2000, si en la radio actual es ‘exótico’ hacer radioteatro, Migré respondía, sin vacilar: “Casi te diría improcedente. Luego del video, Bosetti regresó a las etapas de la radio indicadas por Ulanovsky, que entre 1932 y 1960, tuvo como pilares las transmisiones deportivas, los programas musicales, el radioteatro.

A la pregunta de por qué Migré, Viola puso primera: “Iba buscando hacer una biografía, y me encontré inmediatamente con lo difícil que es escribir sobre la vida de los demás”. Biografía en la que entrevistó a prácticamente todos los actores, actrices y productores que trabajaron con Migré, “y casi me suicido, por lo que tienen para decir de la vida de un otro que ha sido un genio admirado, el dueño de sus vidas, el que podía hacer que se convirtieran en la pareja romántica del año o que terminaran muertos en el segundo capítulo porque a él no le gustaba cómo decían la letra o porque llegaban tarde”. Esa práctica ocurrió durante muchos años, y eso quedó patente en la actitud de esos actores y actrices entrevistados: “Miraban al grabador como si le estuvieran hablando a Migré, ya muerto hacía años”. Durante todo el primer año, Viola se encontró con anécdotas del tipo ‘Era la persona más generosa del mundo, hacía grandes comilonas donde él no permitía pagar a nadie. Ha regalado autos a sus estrellas, vestidos de novia…’, “pero no puedo hacer una biografía con imágenes que se repiten”.

Una posible respuesta al ‘por qué Migré’ la encontró en el segundo año de trabajo, cuando empezó a hablar con gente de cualquier edad que lo hubiera conocido (o no). Le llamó poderosamente la atención que, independientemente de las varias generaciones, al preguntarles por Migré o por alguna de sus obras, la respuesta era la misma: “Rolando Rivas Taxista. Se paraba el país”. De allí nació el subtítulo: ‘El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país’. “Me interesó mostrar de Alberto Migré, más allá de su vida, el impacto, la razón por la que aún hoy su nombre nos convoca”.

Viola así sondeó lo llamativo de que la gente ‘recuerda’ momentos de telenovelas que nunca existieron, y que olvidó otros que sí. Entre estos últimos: que Mónica Helguera Paz, la protagonista de ‘Rolando Rivas’, se fue de la ficción porque decidió abortar un hijo de Rivas. “Y no se dice al pasar: ocupa un capítulo entero de la telenovela. El personaje entra una clínica privada, mientras la familia de Rivas, sus amigos, intentan frenar ese aborto”. Palabra que no se dice en ningún momento, pero queda claro. En ese contexto, en otra escena olvidada, la mejor amiga de Mónica trata de convencerla de volver con su marido (se habían casado en la primera temporada) y no hacer ese aborto, con un texto bastante largo, porque “lo mejor que le puede dar una mujer a un hombre es un hijo, lo mejor que le puede pasar a una mujer es un hijo”. Mónica, triste y decidida a dejar a Rolando (“por una cuestión de clase, que no se banca vivir en la casa de Boedo del taxista”, señaló Viola), luego de la argumentación, le pregunta: “¿Y eso quién lo dijo?”. Su amiga le contesta: “No me acuerdo si Simone De Beauvoir… O Mirtha Legrand”. En ese punto, Viola remarcó: “En una telenovela romántica, Migré se las rebuscaba para poner todas las voces, por sobre todo la de la disidencia, en 1970”.

Viola se enfrentó con la visión de un Alberto Migré construida desde la crítica de los ’70 como autor ‘berreta’, ‘cursi’ (incluso, propios actores y actrices que triunfaban en telenovelas, luego querían irse al ‘teatro serio’, para lavar esa ‘mancha’); y se encontró con un Migré que, desde la lectura de hoy, “fue absolutamente innovador, y habla muy bien del público, sobre todo el femenino”. ¿Por qué gustaban tanto las telenovelas de Migré? “Porque tenían, aún sin que nos diéramos cuenta, un subtexto que adelantaba y llegaba al siglo XXI, adelantó la autora.

Si hay una escena harto recordada es el final de ‘Piel Naranja’ (1975): todos muertos. Protagonizada por Marilina Ross, Arnaldo André y Raúl Rossi, tuvo la particularidad de una heroína de pelo muy corto (acababa de hacer ‘La Raulito’), algo ‘masculinizada’… ¡Y casada!: no existía en telenovela, salvo que le mataran al marido en el primer capítulo, cosa que Migré no hace. La heroína, más joven que su esposo, se enamora de otro joven (Arnaldo André). Historia que termina mal porque el marido asesina a su esposa y a su amante en el último capítulo. “Una telenovela rosa, romántica, que tuvo en vilo a la gente durante todo el 1975, termina con lo que entonces se decía ‘crimen pasional’ y ahora es ‘violencia de género’”.

La periodista invitó a mirar la telenovela en Youtube, que se encuentra prácticamente completa. Según Viola, la particularidad de Migré, en este caso, residió en que construyó, desde el primer capítulo, lo que hoy se entiende como ‘arqueología de la violencia de género’: “Ese marido es ‘un buen hombre’. El hombre que va a terminar matando a todos, en ningún momento es un villano ni un monstruo, es un hombre preso de la obligación de la masculinidad”. Un hombre que carga con un accidente que lo dejó ‘impotente’ (palabra usada en la telenovela) y que, lejos de hacerse un tratamiento, “va almacenando una impotencia y una bronca que se va manifestando en pequeños detalles que Migré no abandona en ningún capítulo. El asesinato de los enamorados no fue un capricho ni un ataque de último momento: hoy se puede ver como la ficcionalización de la violencia de género en el corazón de las familias y en el hombre como víctima de esa violencia”.

Viola trajo a colación la anécdota de que al día siguiente de ese final, Rossi salió de su casa y una mujer le tiró un balde de agua fría en la cabeza, al grito de ‘¡Asesino!’. “Las telenovelas de Migré producían una sensación en el público de extraña suspensión de la realidad. Esa mujer no está loca: sabe que vio una ficción, pero le destruyeron la ilusión de que, a pesar de lo mal que estaban las cosas en esa telenovela, de última terminaran bien”. A la autora del libro, Marta Albertini le contó que durante dos años no pudo salir a la calle porque la agredían para que dejara en paz a la pareja (en la ficción) de Claudio García Satur y Thelma Biral en ‘Dos a quererse’: “Esta actriz tuvo ataques de pánico y no podía evaluar la relación entre lo que pasaba en la telenovela y lo que le pasaba en la calle”. Por esto, Viola no se quedó sólo en la biografía, sino que intentó entender el mecanismo por el que Migré logró intervenir en los sentimientos de las espectadoras, “al punto que hoy, al nombrarlo, quienes lo vimos o hijas de quienes lo vieron, lo asociemos con anécdotas de nuestra vida, lo familiar, y no con la ficción”.

ENTREVER EN LA TRAMA

El conversatorio se encaminó hacia el rol de la propia familia e historia de Viola en la articulación de la biografía de Migré, a lo que la periodista confesó que se trató de una estrategia. También se refirió a lo mucho que le costó escribir en el primer año de este trabajo: “Tenés que amar a tu personaje, de algún modo, porque te lleva a cuestionarte si no le estás dedicando tu vida a escribir la de alguien que es un berreta. Vas conociendo a tu personaje y te vas convenciendo de que estás haciendo algo importante”. Su objetivo era escribir un libro que fuera también una telenovela: “Aunque todos sabemos que Migré murió, hay un suspenso hasta llegar a qué pasa en ese velatorio”. Entre las estrategias narrativas, Viola inventó unos primos con padres intelectuales, setentistas, de izquierda, que les prohibían las telenovelas a sus hijos. Invento “para pegarle un palito a Ulanovsky”, ya que la crítica de la televisión en los ‘70 “era muy perversa con Alberto Migré, con el género romántico, con la telenovela, con la televisión (llamada ‘caja boba’) y con las mujeres, espectadoras de ese género”.

Concretamente, Humor, que se consideraba ‘la revista más inteligente’, era también la que criticaba a Migré “con una crueldad que hoy merecería cinco INADIs”: crueldad asociada al género como a ‘su’ género, la homosexualidad de Migré en sus gestos, en su manera de hablar, en el estereotipo que la sociedad argentina armó de la marica, aunque nunca lo haya dicho. “En Humor, lo trataban en femenino, le decían ‘bay biscuit’… En los ’70, su época de más éxito, Migré recibió de la crítica inteligente una gran descalificación”, indicó Viola.

En ese punto, Bosetti indagó sobre las formas en que se visibilizaron diversas cuestiones sociales en las tramas de Migré. Viola inició la respuesta con el hecho de que, entre las razones del éxito de sus telenovelas, en su ambición por el éxito, por ser el mejor y más amado y aplaudido (razón por la que  aparecía al principio y al final de sus telenovelas, con una importancia igual a la de sus personajes de ficción), en la radio se percató de que tenía que escuchar lo que a la sociedad le gustaba o importaba, para incluirlo en sus novelas con sutileza. En los ’70, la politización de la sociedad iba de la mano con la muerte de la telenovela, por la baja de la audiencia.

Ante su deseo de hacer telenovelas y la pregunta de cómo seguir dialogando con esa sociedad, Migré decidió meter un taxista como protagonista y ‘heroína’. Para meter a esa sociedad politizada en la telenovela, además, el taxista hizo algo inédito: metió adentro del taxi a políticos. En medio de la historia de amor del taxista con la chica rica, como telenovela más tradicional, el taxista iba por la calle y se le subió Héctor Cámpora, por dar apenas un ejemplo. Las preguntas del tachero “era lo único que Migré no guionó al 100%, por negociar con el político lo que va a decir; y porque el taxista tiene que ser taxista: son preguntas de taxista, reaccionarias, atípicas para las que se podían hacer, en ese entonces, en el programa de Bernardo Neustadt y en los programas de noticias”. Migré, además, metió ese modelo machista de hombre para hacer empatía con el hombre común. Así también les dio a los hombres una razón para mirar la telenovela con las mujeres. A ‘Rolando Rivas’ se la conoció como la primera telenovela que conquistó al público masculino, pero Migré decía que, más bien, fue la primera telenovela que les permitió a los hombres decir que la miraban, porque se llamaba ‘Rolando Rivas’. Los números del rating así lo confirmaron.

Una telenovela en la que, además, le incluyó un hermano guerrillero a Rolando Rivas, en pleno 1972. En una época en la que se estaba conformando el ERP, este hermano guerrillero (más inteligente e ilustrado que el taxista, y que estudia abogacía) se afilió al Ejército Revolucionario Popular: “Más coincidencia, imposible. Pero lo mata la policía por la espalda, como esa fuerza y los militares van a actuar apenas tres años más tarde, y la Triple A, dos años después”.

En torno a la sexualidad, en 1970, Migré colocó a un personaje gay, en la primera y única vez que incursionó en el terror. “La típica escena de chicos de entre 16 y 18 años, que el tío los dejó solos, se van a la quinta y contratan a una puta para hacerse la fiesta esa noche. Mitología muy típica de los años ’70: la iniciación masculina”, comentó Viola. Grupo en el que hay un chico que jamás tuvo relaciones y está tremendamente perturbado. Historia en la que se descubrirá que la prostituta es la novia de uno de los que están ahí, que así se estaba pagando el vestido de novia; y que, por tratarse de terror, termina con un crimen: quién mató a la chica. Todos piensan en el novio, pero se descubrirá que fue este joven, “reprimido sexualmente hacia la homosexualidad, que ante el horror de tener que cumplir con la masculinidad, asesina a la muchacha”. La directora del Suplemento SOY marcó: “No es una imagen muy feliz de la homosexualidad, pero desde el activismo y la mirada actual, era el único modo del que se hablaba de ello en los ’70, como enfermedad o presión que lleva a la criminalidad”.

A su favor, Viola destacó que “Migré jamás puso un mucamo puto ridículo, cuando la ficción argentina siempre tuvo a la marica como personaje cómico, del que había que reírse”; y rescató que en los ’80, en telenovelas de la tarde, como ‘Sin Marido’, aparecen lesbianas coprotagonistas. También se pasó por alto, en tiempos de homosexualidad y ‘closet de cristal’ (gente que ya no estaba dentro del closet, sino circulando y la sociedad no la quería ver), ‘Leandro Leiva, un soñador’, en 1995, en las noches de Canal 9. Sin ser la trama principal, aparece como personaje un autor de telenovelas, que firma como ‘Rosa Ramos’, escondido en el Tigre por su homosexualidad, a quien cada vez que lo ven conversando con algún joven, los ‘machos’ del Tigre le pegan. “Lo veo como una salida política del modo en que Migré lo podía hacer, un señor ‘hecho a la antigua’, nacido en 1930. Había muchas cosas de las que no podía hablar”, analizó Viola. Un Migré que le criticó a la televisión de los ’90 cómo metía la realidad para tener rating: “Ponen un personaje que tiene SIDA, pero ni una vez hace el tratamiento”.

ROLANDO, CLAUDIO, MÓNICA Y SOLITA, 45 AÑOS DESPUÉS

Entre los avatares sorteados por Viola para la hechura del libro, se enfrentó a su propia fobia a lo no guionado, incluso para las llamadas telefónicas. A Soledad Silveyra la siguió desde el primer día, pero reconoció que no le insistió tanto, a pesar de la naturaleza ‘colgada’ de la persona a entrevistar: “Siempre me decía que sí. Llegó el último día y yo no tenía la entrevista a Soledad Silveyra”. De la lectura de todas las entrevistas que le hicieron, descubrió que muchos entrevistados contestan siempre lo mismo: “Todo lo ya escrito sobre Rolando Rivas, de los ‘70 hasta hoy, no salen de esas anécdotas ni de ese modo de verse”. Ese no menor detalle la calmó para darle cierre al libro sin Soledad Silveyra entre las ‘directamente’ entrevistadas: aparecen ‘sics’ de Solita “que los dijo, sólo que no a mí”.

Al momento de presentar el libro, Viola le envió un mensaje: “Solita, no estuviste en el libro, pero espero que estés en la presentación”. La culpa de haberle fallado a Migré hizo que el celular de la periodista recibiera una catarata de audios, donde Silveyra le contó que cuando le avisaron por teléfono de la muerte de Alberto, se tomó un taxi hasta la casa de Migré y le dejó una flor en la puerta. Efectivamente, Solita fue a la presentación. A García Satur, Viola lo invitó por mail, a lo que el actor le respondió: “Primero quisiera leer el libro”, a dos días de la presentación y recién editado. Minutos después de enviado, recibió otro correo: “A qué hora y dónde”. Al finalizar la presentación, todos los presentes se pusieron de pie y les pidieron a estas dos personas, a casi 50 años después de la telenovela, que se dieran un pico: “Se lo dieron y la gente salió muy contenta”, detalló Viola.

Y si se habla de paso del tiempo, así como las bandas sonoras están muy asociadas a la radio, también lo están con Migré, quien fue, “más que un radioescucha, un espectador de radio: escuchaba con el cuerpo”. Perteneciente a una generación ligada a Paco Jamandreu y Manuel Puig, de “hombrecitos educados con las voces de las grandes actrices románticas, es lo que lo hace a él escribir melodrama (drama con música)”. A Viola no le extraña ya que cada vez que la entrevistan en alguna radio, le ponen el tango de Rolando Rivas o la canción de alguna telenovela, “porque se recuerda la música más que los personajes. Fue una gran genialidad de Migré: cada personaje tenía una música, cada situación amorosa”. Ante los estrenos, Migré iba al cine, escuchaba la música, analizaba su efecto inmediato. Así convirtió tres acordes de la música de ‘El padrino’ en música original de Rolando Rivas, como también hizo a Chopin “un autor popular, que pega en la fibra más sentimental, y lo puso en un montón de momentos y personajes”. Viola también le adjudicó a Migré ser “casi el inventor del multimedia y el merchandising: la gente se sacaba fotos disfrazada de Rolando Rivas; los discos vendidos por el Paz Martínez con ‘Una voz en el teléfono’, que a 30 años de la novela, se la siguen pidiendo”.

Personajes icónicos y bandas sonoras decantaron la charla en el día de la muerte de Migré, en marzo de 2006. Era el presidente de Argentores y hacia el cementerio de Chacarita se dirigió una caravana de autos con actores y actrices, para darle el último adiós. Mientras pasaba el coche fúnebre, ocurrió lo inesperado: uno atrás del otro y sin convocatoria alguna, llegaron casi 50 taxis, en total silencio. “Cuando está por pasar el féretro, los taxistas, sin haberlo coordinado, salen de sus autos, se paran y bajan la cabeza. En esa ceremonia absolutamente improvisada, va hacia su tumba Alberto Migré”, contó Viola, en la pauta de “esa fusión entre realidad y fantasía. Esos taxistas le estaban agradeciendo una imagen inmortal, heroica y amorosa que este señor les había entregado con Rolando Rivas hacía más de 30 años atrás”.

ENTRE LA HOMOFOBIA, LA HIPOCRESÍA, LA AVARICIA Y LA MEZQUINDAD

La escritora Gabriela Cabezón Cámara, el último 28 de febrero, escribió en su perfil de Facebook: “El heredero de los derechos de Migré buscó cualquier excusa para retirar de circulación el hermoso libro que escribió Liliana Viola, ‘Migré’: dijo que usaban textos del telenovelista sin permiso -sólo se usaban a los efectos de su análisis-. Dijo que el libro era «amarillista». Y no, ni siquiera nos sugiere quiénes fueron los amantes de Migré. Y es obvio que entre ellos habría varios actores muy famosos, pero eso no está en el libro. Lo que no se bancó el tipo es que no se oculte que Migré era puto. Así que amenazó con juicio a autora y editorial, y los forzó a todos a un acuerdo que implica sacar el libro, que es un librazo, de circulación. El heredero de Migré, Víctor Agú, es un homofóbico de mierda”. Así. Directa y sin vueltas.

Al volante del conversatorio, Oscar Bosetti llegó a la paradójica esquina de hablar sobre un libro allí de cuerpo presente, pero no encontrable en su lugar obvio: las librerías. Viola bromeó: “Tanto que quería hacer una telenovela… se cumplió”. Ya pasó un tiempo y pudo resignificar esta censura, de las pocas en democracia, como un capítulo más del libro: “Ha permitido que siga circulando”. ‘Migré. El maestro…’ vio la luz en diciembre de 2017 y se vendió bastante bien durante un año, por lo que aún es hallable en bibliotecas y algunas casas. Víctor Agú, heredero de los derechos de autor de Migré, “fue muy importante en el libro y en la investigación; fue la primera persona que consulté, porque tiene en su departamento los 700 libretos originales y registrados de Migré, de radio como de televisión”, resaltó Viola. La periodista sondeo que, en torno a Migré, “hay una idea de respeto entendido como secreto, por su sexualidad”. De hecho, para entrevistar a las y los más íntimos de Migré, tenía que pedirle permiso a Agú, “que lo daba, como también me dio todos los libretos que fotocopié y trabajé. Conmigo fue muy generoso… Hasta que censuró el libro”.

Según lo interpretado por Viola, a Agú “no le gustó, concretamente, que en el libro hubiera referencia explícita a que Migré era gay. Él considera que se debe hacer biografía de la gente sin contar la vida de la gente; o que no se debería decir algo que el personaje no dijo en vida”. A sabiendas de la coyuntura política actual respecto a la heterosexualidad, la masculinidad y la homosexualidad, “donde este argumento no es válido legalmente”, Agú argumentó que hay citas de fragmentos de telenovelas, “que me las dio, pero no me firmó una autorización”. Ahondando en lo leguleyo, se pueden citar hasta mil palabras y, de hecho, Viola citó menos de mil. Pero se debería ir a juicio y la editorial, multinacional, como había vendido los libros que tenía que vender, no prefirió esa vía (que se podría haber ganado) y cedió a lo que Agú pedía: que no se vendiera más. Al día siguiente, “este señor escribe en Facebook una carta a Alberto Migré, donde le confiesa a él (y a quienes miraron el posteo) que por fin pudo bajar el libro de circulación porque hablaba de su sexualidad. Una vez que salió a la luz, esto se convirtió en un escándalo y apareció en todos los medios como lo que fue: una censura por homofobia”.

Que esto le pase a quien dirige el suplemento que, en nuestro país y la región, se dedica a la diversidad sexual y la disidencia en género con un gran profesionalismo, respeto y rigor, parece el colmo. ‘Sudamericana’ le ofreció hacer lo mismo pero quitando las citas (utilizadas para justificar lo narrado), pero Viola lo rechazó: “El trabajo de resucitación de un personaje que tenemos todos en la memoria, sin las citas, habría sido imposible”. Por otra parte, Viola señaló que “mantener oculta la homosexualidad de un personaje como Migré, de quien todos sabían que era gay y todos lo respetaban por ello o a pesar de ello; que intentó decirlo de las maneras en que pudo, o que no lo pudo decir pero que sí circuló ese secreto entre amigos y actores, callarlo yo hoy como si esa parte de su vida fuera el estigma que él mismo sintió de ser gay siendo niño, cuando el mundo ha cambiado, me estaría convirtiendo en una policía de la sexualidad, algo que no estoy dispuesta a ser”. Si pretenden encontrar en el libro los nombres de los actores con los que se acostó Migré, será en vano, “por respeto al closet de esas personas; y porque no supe cómo escribirlo sin que fuera un chismerío que a nadie le importa”.

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Desde el público, llegaron preguntas y anécdotas, como la de la mujer que recordó a una amiga que nunca le acepto la invitación a concurrir a los ‘jueves culturales’ que organizaba, porque no quería perderse la telenovela. “Me da remordimiento, a la distancia, porque una vez la reté muy mal: ‘Vos te perdés la realidad por la novela’. Me parecía que no vivía, pero para ella eso era la vida”, comentó, y agregó el detalle de que mucha gente no salía ni recibía llamados telefónicos en esos determinados horarios. Viola refirió que en horarios de radioteatros, bajaban las llamadas telefónicas y en los grandes shoppings se reducían las ventas. “Por eso, pusieron radios con el radioteatro adentro del shopping, para que las señoras no pararan de comprar en esas horas”. Anécdotas como las de esta mujer, Viola las incluyo en el libro como ‘notas al pie’, como la de una mujer que le confesó que salía a la calle, en época de Rolando Rivas, y que antes de tomar el taxi, miraba dos veces a ver si no era Rolando.

A una señora de la audiencia le impactó que en algunas casas no se dejara ver telenovelas, frente a su hogar muy abierto, en el que no veía mal que su padre se sentara a ver ‘Rolando Rivas taxista’ y otras novelas. “Tuve ese ejemplo masculino, que tenía ese entronque entre el espíritu masculino y el femenino, que nos hace personas”, a lo que Viola citó el subtítulo de su obra: ‘el maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país’.

Subtítulo que fue eje de una de las preguntas del público, sobre si era su conclusión o un ‘gancho’ para la venta. Viola respondió con un sonoro “¡No! ¡Si es larguísimo!”, y habló del proceso de hacer un libro en una editorial multinacional: “Está lo que se empieza a hacer, lo que cree que va a hacer, y lo que luego sale”. Propuso títulos que fueron sistemáticamente rechazados por la editorial, hasta que llegaron a un acuerdo entre lo que les parecía bien a ambas partes: “Lo mejor era poner directamente Migré, pero para ellos con eso solo no estaba, y teníamos que hacer un subtítulo para decir lo que yo quería decir”.

Sobre el tiempo que le insumió esta producción y el cómo se orientó, frente a tanto material y a tantos abordajes posibles, Viola marcó que debía ser un año y fueron casi cuatro. Compartió que el primero fue un año caótico, en el que tuvo que tomar antidepresivos, porque “sentía que no podía escribir nada, asociado a la consideración de ‘berreta’ que tenía el personaje. No estaba haciendo la biografía de Silvina Ocampo ni la de Borges: estaba dedico años de mi vida a hablar con actores, a leer telenovelas de las que no fui fanática”. También le costó el para quién escribir, ya que “no quería hacer un estudio crítico para entendidos: quería revivir, de algún modo, lo que se sentía con esas telenovelas”, sin hacer lo que pretendía Agú, una suerte de apología de la genialidad de Migré y de la nostalgia de que ya no se escuchan radioteatros.

Viola habló de la importancia y utilidad de leer los libretos y mirar las telenovelas. Los actores le dieron anécdotas como la de María Valenzuela, que contó lo mucho que adoraba a Migré, el mismo que se molestó cuando “ella no le contó que terminaba de grabar y se iba a Mar del Plata a hacer una obra de teatro y volvía. Él hizo que a su personaje le tiren ácido en la cara, para hacerle un maquillaje que tardaba seis horas. Le permitía tomarse el avión pero a las corridas. La tuvo tres meses así”. Más que la vida de Migré, Viola se centró en “cómo su vida nos impactó. Para ello, más que con los actores, le sirvió mucho hablar con la gente”.

Desde el público también aportaron que en sus últimas décadas, Migré volvió a la radio. En ese punto, Viola subrayó que él nunca quiso abandonar la radio: “En la década del ‘70, llego a la televisión diez años después que todos, porque no la quería largar y la radio no lo quería largar a él”. Mientras hacía ‘Rolando Rivas’, escribía una telenovela, dos miniseries para Canal 13 y los radioteatros de Radio ‘El Mundo’. Recién en la década del ’90, cuando empieza su caída en la televisión, volvió a la radio, porque era su amor y lo que realmente sabía hacer, y porque el cambio en la metodología de la producción televisiva lo eyectó: “Migré no aceptaba el trabajo en equipo, en escritura de guión; no escribía en computadora y necesitaba escuchar el teclear de la máquina de escribir. La producción exigía, por ejemplo, que tuviera que entregar un montón de capítulos por adelantado, cosa que Migré no hacía”, ya que no escribía el capítulo siguiente sin mirar el anterior: “Se sentaba con sus padres, la miraba y, de acuerdo a lo que veía, escribía el capítulo siguiente, algo ya imposible en esa televisión”.

En los últimos años, Migré hizo algo para su público, casi a modo de despedida: una suerte de radio en vivo en el Teatro Maipo, ‘Permiso para imaginar’. “Recuperó a su viejo elenco, él hacía de relator, estaba quien hacía los sonidos y la gente podía revivir eso”, recuperó Viola, que lamentó que, ya para ese tiempo, Migré no tenía una gran llegada en los oyentes “como para que pudieran entender efectivamente de qué estaba hablando”.

El asesinato del hermano montonero de Rolando Rivas volvió a la escena, con la pregunta sobre la reacción de Montoneros al respecto. Viola hizo un racconto del contexto: a propósito de la asociación entre realidad y ficción, en pleno gobierno de Lanusse había ocurrido el secuestro de Oberdan Sallustro, gerente de la FIAT, en manos del ERP, poco antes de la telenovela. Duró dos meses y podría calificarse como el primer secuestro ‘televisado’: su señora y sus cuatro hijos aparecían pidiendo su aparición. Luego de la negociación, cuando lo están por liberar, lo matan. Nunca se supo si lo mató el ERP o lo mató la policía ya liberado.

Migré vio el impacto que esto tuvo en la sociedad y le pareció que tenía que ponerle un hermano al taxista, sin mucha onda en los primeros capítulos. “El taxista es el único que labura en esa casa donde viven seis y mantiene a todos los hermanos, incluido al estudiante de abogacía que viene con ideas de liberación. Taxista que no tiene ni televisión en su casa, por lo que hay una crítica solapada de Migré hacia el problema de la clase media”, indicó Viola, y sumó que varias corrientes militantes estaban hasta ‘contentas’ con la aparición de este personaje que “estaba casado con una bomba… y ponía bombas”.

Cuando se entera que su hermano ha muerto, Rolando Rivas hace un monólogo que, según el recuerdo de Viola, dice: “¿En qué me equivoqué? ¿Cómo no hablé antes con vos? ¿Por qué elegiste las bombas antes que la palabra?’”. El taxista llora, pero le recrimina al hermano que haya encarado la vía de la violencia, que recién comenzaba en la no ficción. Una crítica del héroe a la guerrilla, que “traduce tanto el pensamiento de Migré como la tirada de orejas que le hizo Lanusse de ‘si seguís con esto, te mato’. Los directivos lo llamaron. Migré hacía lo que quería porque la censura desestimaba y ni miraba las telenovelas, pero de pronto esto”. Viola detalló que la revista de Montoneros le dedicó un número completo a ‘Rolando Rivas’; Beatriz Sarlo analizó el monólogo de Rolando: “Salieron a matarlo por esta muerte, cuando era toda una toma de partido. No se vio en ese entonces, pero el modo en que muere no habla bien del poder ni de la policía: muere asesinado por la espalda, sin juicio previo”. Además, en ese mismo monólogo, “Rolando mira su casa reventada y dice: ‘Destruyeron todo’, acusando a una policía que mató al hermano en la calle, se metió en la casa y les revisó todo”.

Sobre la telenovela y la mutación del género, se le preguntó a la periodista sobre qué hubiera diría Migré respecto al rol de la telenovela en el reflejo de lo social, como se está haciendo en relación al género. Nuevamente desde la ironía y el humor, Viola respondió: “Por suerte me curé y ya no pienso que soy Migré. Qué diría, no sé, pero yo diría en relación a Migré: las telenovelas de hoy y las series de Netflix tienen el grave de problema de que, ante la crítica del amor romántico, han retirado brusca y equivocadamente la pasión romántica”. En ese sentido, resaltó que se perdió algo que nunca perdió Migré: “Hablar de amor, ¿por qué no?”. Cuestión que la autora denuncia que en las series de Netflix “ni siquiera se sugiere. Antes, al menos, los detectives tenían una tensión sexual entre ellos. Hoy es más fácil hablar de crímenes y no comprometerse en ver cómo le generamos suspenso al amor. Migré diría: ‘Les falta eso’”.

Una docente de radio le agradeció a Viola la interpelación que este trabajo hizo en muchos temas en comunicación. Más cuando al hablar de telenovelas, desde el intelectualismo se las definía como ‘alienantes’: “Son procesos donde se van desarmando algunas estructuras. Más allá de la intencionalidad de Migré, como televidentes tenemos nuestras propias armas para leer, desde la propia cosmovisión”. Un trabajo que rescata discusiones como la de si la telenovela y lo que ven las clases bajas es ‘lo popular’: “Enriquecen, aportan otras miradas para ser más abiertos y desestructurados al analizar cuestiones conceptuales”.

Alguien volvió a la anécdota de la señora y su amiga, como “una escapatoria de la realidad que ella tenía. Muchos nos vemos en esa situación, un escape de nuestro cotidiano”. Viola lo relacionó con la telenovela como manera de ficcionar temas como el derecho de familia, las herencias, la patria potestad, los hijos separados al nacer, el divorcio, el casamiento, “una zona del derecho y de la política social que la telenovela lo trata a su manera”.

Con la publicación del libro, a Viola se le acercó una productora para ofrecerle realizar una miniserie, que está en Youtube y se llama ‘Mirándote’, de la que también es autora del guión: “Está basada en una de las anécdotas: Mirta Palermo, una señora ciega, directora de la Biblioteca Popular Parlante Sur. Me asombró cuando me dijo: ‘Me quedé ciega justo cuando estaba por terminar la telenovela’. Ciega casi toda su vida, su preocupación era que a los 20 se perdió la novela. Me contó cómo la vio sin mirar, por esto del sonido de Migré”. Actúan Sofía Gala, Claudio García Satur y todos los actores, diciendo lo que dicen en el libro para contar un poco la historia, entre una ficcionalización y un documental.

Y para completar la pregunta de por qué Migré, Viola finalizo: “Porque es un personaje de la cultura popular que no estaba siendo revisitado y estábamos quedándonos casi sin público que lo haya conocido. Me quedaban pocos años para hacerlo”. La velada se cerró con una regalada de libros, “porque lo mejor que puede pasar es que lo lean”. Por ello, también se encuentra disponible en la web, descargable en .pdf, para sentarse a leer, a comentar con tías, madres y abuelas, y descubrir cómo Alberto Migré sigue como vivo recuerdo y parte de la actualidad.