Australia en llamas, una postal de la crisis climática

A causa de la sequía y las altas temperaturas se han visto afectadas por el fuego más de 5 millones de hectáreas en Australia, en una de las peores temporadas de incendios forestales de la historia. Se trata de una catástrofe histórica que ya cuenta con 17 víctimas, entre muertos y desaparecidos, y que aún está lejos de terminar.  Nota de Abel Sberna compartida desde El Rompehielos.

 

La crisis climática es un fenómeno global que impacta en todos los rincones del planeta y en mayor o menor medida nos afecta a todos. Desde el mes de septiembre pasado, la isla continente australiana se encuentra afectada por una serie de incendios forestales que se ubican entre los más graves que la región ha afrontado. Si bien los incendios son esperables con la llegada del verano, lo que viene sucediendo escapa a lo normal para la época del año y el país se encuentra en alerta.

Según las estimaciones se han visto afectadas por el fuego más de 5 millones de hectáreas, de las cuales alrededor de 3 millones pertenecen a la región costera sur oriental del país, donde la situación es más grave debido a las altas temperaturas, los fuertes vientos y el avance de las llamas hacia la costa.

Las dimensiones de la catástrofe que afectan a Australia no tienen precedentes y su impacto es tanto ambiental como social. Se estima que más de 500 millones de animales han muerto, incluyendo al 30% de la población total de koalas. Hasta el momento los incendios han provocado 17 víctimas humanas entre muertos y desaparecidos, miles de viviendas han sido destruidas y cientos de miles de personas han evacuado sus hogares.

Instadas por las autoridades, unas 100.000 personas tuvieron que abandonar el lunes cinco localidades cercanas a Melbourne debido a la proximidad del fuego.

Este martes, en la localidad costera de Mallacoota, a unos 500 kilómetros al este de Melbourne, unos 4.000 lugareños y turistas tuvieron que refugiarse en la playa. Algunos incluso lo hicieron con salvavidas y a bordo de embarcaciones, en medio de un cielo rojo oscuro y un denso humo por las llamas.

En todas las zonas asediadas por el fuego escasean los alimentos, el combustible, la electricidad y el agua. Desde hace semanas, los habitantes de Sydney respiran bajo una nube de humo tóxica que convierte a su aire en uno de los más contaminados del mundo.

 


La situación que se vive en Australia es uno de los peores escenarios imaginados para la crisis climática, en el cual se conjugan las altas temperaturas con la profunda sequía como catalizadores para la catástrofe. Luego de cuatro meses de incendios continuados, con el verano recién comenzando y temperaturas récords, las condiciones no son prometedoras.

Australia es la luz roja que llama la atención urgente del mundo sobre la crisis ambiental, sin embargo, los líderes mundiales, lentos de reflejos y aferrados a políticas de producción y consumo obsoletas, continúan sin tomar las decisiones adecuadas.

El reciente fracaso de la COP25 es el ejemplo más claro de que la voluntad política no está a la altura de las circunstancias. El propio primer ministro australiano, Scott Morrison, a pesar de reconocer el vínculo entre la catástrofe de su país y el calentamiento global, insiste en una política de explotación carbonífera.

Según Morrison su país es responsable únicamente del 1,3% de las emisiones globales y que, por lo tanto, son otros Estados los que deben llevar a cabo políticas medioambientales más eficaces.

Por una de las decisiones más irónicas de las autoridades australianas, y a pesar de la terrible emergencia que atraviesa el país, Sydney recibió el 2020 con su tradicional despliegue de fuegos artificiales, espectáculo que pudo ser apreciado por millones de personas, a pesar de la atmosfera cargada de humo proveniente de los incendios que azotan al país a pocos kilómetros de distancia.

A pesar de que una petición con más de 280.000 firmas pedía anular la ceremonia por respeto a las víctimas, las autoridades dieron luz verde al espectáculo de fuego artificiales en el cual cientos de miles de bengalas iluminaron durante un cuarto de hora el cielo de la ciudad.

Nota de Abel Sberna, publicada en El Rompehielos