Desmonumentar (mal) la memoria: El busto de Félix Uriburu

En 2014, los imprescindibles de siempre rescataron del olvido un busto que desde hace décadas se encontraba emplazado en la esquina de Brown y Colon: el de José Félix Uriburu.

Opinión (por Jorge Arabito)

Es cierto que los historiadores locales conocían el dato, encontrable en publicaciones periodísticas de la época en la que fue trasladado de Rivadavia y Colón al actual lugar, pero eso no era de conocimiento público.

En vista de ello, y en concordancia con lo propuesto por Osvaldo Bayer y Marcelo Valko, con su propuesta de desmonumentar, pensaron una manera creativa de hacer justicia poética. Más efectivo que quitar la estatua -como si al volver la democracia hubiéramos demolido la ESMA- fue resignificarla. Agregarle una placa que -irónicamente- rotulara al personaje en cuestión, con el texto: «EL PUEBLO DE OLAVARRÍA RECUERDA AL Gral JOSE FELIX URIBURU (1868-1932)» Inauguró la Década Infame. Primer Golpista contra la Democracia. Oficializó el uso de la picana eléctrica. Implanto la ley Marcial (la pena de muerte). Torturó, fusiló y desapareció obreros».

De ese modo, los paseantes que se detuvieran a tomar mate a su lado, podrían informarse de la biografía del sujeto. Desde que esa placa fue colocada -El monumento no fue dañado en el hecho- miles de personas pudieron anoticiarse acerca del prontuario de dicho «prócer»

Una estatua es algo muy peligroso, porque está inmóvil y parece que no dice nada, pero no deja de decir el orden de los amos y los esclavos, quiénes están arriba y quienes la miramos desde abajo. Esa es la violencia de la historia oficial, la que hizo a este país mezquino, miserable, enquistado en el Puerto de Buenos Aires, dándole la espalda a Latinoamérica”, afirma Marcelo Valko, el autor del libro Desmonumentar a Roca, quien además subraya: “La historia oficial lavó, edulcoró, tergiversó, nos mintió, por eso tenemos a estos individuos en altos pedestales. En la Campaña nosotros hacemos hincapié en Roca, pero no es él solamente, él es como la punta del iceberg, hay muchos más, por eso lo defienden, porque si él cae, el país cambia de rumbo”.  Para agregar más tarde “Como esta gente ya murió, la Justicia no los puede alcanzar, pero podemos castigarlos en la memoria, desmonumentar a quienes no merecen pedestales sino prontuarios”. Desmonumentar no simplemente quitar los monumentos, sino restaurar la memoria, resignificar esos espacios de manera que no sean simplemente hoyos en la historia. De ese modo, una placa irónica colocaba al genocida en el ridículo, haciendo que la comunidad olavarriense se mirara a sí misma, y reflexionara sobre la construcción del presente.

Desgraciadamente, tiempo después, una fuerza política local, sin percibir la fina ironía expresada en esa operación, tuvo la brillante idea -que propuso en el Honorable Concejo Deliberante local- de directamente quitar el monumento. Se les observó repetidamente la acción ya realizada, que dejaba sin necesidad de otra intervención, pero no evidenciaron comprender la propuesta.

Así, en la reunión del Honorable Concejo Deliberante realizada en Monte Pelloni el 24 de marzo de 2017 se aprobó quitar el monumento, lo que a toda vista es un error. Sin monumento, habrá una fugaz ausencia y luego quedará la nada como lugar del genocidio. Con monumento resignificado la operación de derribamiento de falsos dioses continuará toda vez que alguien se detenga a leer la placa.

Esto se le expresó a un integrante de la fuerza política que había decidido la remoción, pero siguió en su postura. Incluso algunos pícaros agregan que los militantes no se molestaron en ir a ver la placa en el monumento.

Desgraciadamente el busto fue retirado y sin rumbo, terminó en el Archivo Histórico. La placa fue destruida en el vano intento de retirarla. Queda el pedestal vacío, inútil.

 

Algo así hubiera sido mejor…

Aún peor. Aprovechando el largo paréntesis de la pandemia, la Municipalidad de Olavarría decisió usar la estela para honrar a la Policía Federal. Fue así que en 2021 y 2022 fijó dos placas que honraban a una fuerza del orden muy cara al siniestro personaje originalmente homenajeado.

 

 

El inmenso error de quitar la placa quedó evidenciado. En el espacio vacío resultante, el discurso plaquetario reina sin matices. Si la placa original hubiera quedado, todo el espacio estaría demarcado. No tienen perdón los orates que pidieron sacar la placa original y el busco.

Desgraciadamente, una operación sutil contra la desmemoria no será reconocida. Entretanto, quedan en la localidad monumentos a Alsina, Mitre y otros que continúan proyectando su oscura sombra… Quizás sería más correcto gastar esfuerzos en re significar estos que en demoler uno ya identificado. Desmonumentar es otra cosa, muchachos.