Día del Trabajador, con olla popular y pidiendo trabajo

En el mediodía del martes, trabajadoras y trabajadores de la economía popular de Tandil conmemoraron su día con una olla popular. En los alrededores de la Glorieta de la Plaza Independencia, integrantes del Movimiento de Trabajadores Excluidos y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular visibilizaron su reclamo y la situación que atraviesa el sector.

Integrantes de las diversas ramas que componen la economía popular se hicieron presentes en horas del mediodía en plena Plaza del Centro tandilense. A medida que se revolvía el guiso, más laburantes aparecían, junto a vecinos que se acercaban a manifestarles su apoyo a la causa.

Una jornada que resultó de la organización colectiva de mujeres y hombres de barriadas tandileras como Villa Gaucho y Movediza. En diálogo con Miradas del Centro, Chachi Milazzo, integrante de la CTEP Tandil, destacó la importancia de estar en la Plaza del Centro en esta jornada de lucha, como una forma de seguir visibilizándose y visibilizando el deterioro de las condiciones laborales de todo el sector trabajador, tanto formal como informal: “Ocupar y reapropiarse del espacio público es siempre una práctica que hay que reivindicar y fortalecer, que tiene que ver con los trabajadores de la economía popular: los cartoneros, los feriantes, los manteros, los vendedores ambulantes, que trabajan en una plaza, en la calle. Por eso, un 1ero de mayo, en el espacio público, en la plaza, en la calle, era donde había que estar”.

Sobre la situación del sector en estos últimos meses, tanto a nivel nacional como local, Milazzo lo definió como “el sector más golpeado”. Un sector que crece en las crisis y que, “cuando un trabajador formal se queda sin su laburo, también hay un trabajador de la economía popular que tiene pérdida de su trabajo”. ¿En qué sentido? Cuando una pareja con trabajo y sueldo garantizado contratan a alguien para que le cuide sus hijos o le corte el pasto (entre la infinidad de tareas que hacen las y los trabajadores de la economía popular), al quedarse sin trabajo, lo primero que recortan es en ese ámbito y ellos mismos se ocupan de esas tareas antes delegadas a esos laburantes.

Cuando la crisis se profundiza y golpea, muchos de los trabajadores, formales o informales, en blanco o en negro, empiezan a producir cosas para vender: desde comidas en la casa hasta hacer cosas en madera”, indicó Milazzo. Un sector que así como claramente crece en momentos de crisis, es también un sector invisibilizado, para el que no hay una política clara en ningún nivel. “Como CTEP, presentamos un proyecto de ordenanza del que no hemos tenido mayores novedades. Seguimos pidiendo y exigiendo que se apruebe, porque el Municipio tiene que tener una política para el sector, como parte de la sociedad tandilense”, señaló y agregó: “Los de la economía popular somos trabajadores que nos reconocemos como tales, pero no tenemos ninguno de los derechos que un trabajador tiene garantizados: desde obra social hasta aportes jubilatorios, vacaciones”.

Chachi Milazzo.

Desde hace tiempo, estos laburantes que se reinventan día a día piden la incorporación de la CTEP en la CGT, en formato sindical. Sin embargo, la discusión está trabada: hay mucha voluntad de abrirles los ámbitos, pero no de hacerlos parte de ese espacio formalmente. “Hay trabajadores que ya han conquistado muchos de sus derechos y tienen más herramientas para hacerlo. Nosotros necesitamos un reconocimiento, como parte del sector, para luchar mejor por nuestros derechos”, subrayó Milazzo.

Las y los trabajadores de la Economía Popular tienen voz y palabra

No sólo de guiso se nutrieron quienes se acercaron a la olla popular en la zona de la Glorieta. También se montó una suerte de radio abierta, en la que muchas y muchos trabajadores pasaron al micrófono para informar a sus compañeros y a los vecinos que pasaban por allí sobre la realidad que viven. “El Estado nos mete muchas trabas para poder llegar a fin de mes, para poder vivir el día a día. A nuestros espacios en los barrios, se están acercando muchas familias que se han quedado sin trabajo, que no tienen para comer, y hay que remarla día a día. Eso duele. Y parece que al Estado no le duele, pero al pueblo sí. El bolsillo, la mayoría lo tenemos vacío: trabajamos el doble y la plata no alcanza. Hay más planes y lamentablemente hay poco trabajo. Demasiado poco”, manifestaba una trabajadora de la rama gastronómica.

Desde el barrio La Movediza, se dio cuenta de un comedor en donde se da comida a los niños de la barriada y a muchas familias; como también de los trabajos de huerta y construcción.  Conmemoración del Día del Trabajador en el que piden ser reconocidos como tales. Asimismo, también hicieron alusión al pedido de aprobación de la Ley de Emergencia Social y de la ordenanza respectiva a nivel local; y de la labor de la mutual social Senderos, “que nos falta mucho pero la tenemos”, señaló una joven trabajadora.

Muchas adolescentes se acercaron a la Glorieta para pedir pañuelos verdes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Marcela Leivas, de la agrupación docente Evelia Murillo Tandil, se refirió a la organización de los docentes (provinciales y universitarios), en torno a asambleas, talleres y difusión de la lucha por la educación pública, “para construir otras trayectorias de vida que no sean los destinos predeterminados por el Estado, que quiere que la injusticia se produzca y se reproduzca. Hay bisagras, hay espacios donde construir resistencia”.

Marcela Leivas.

Desde la rama de la construcción en la CTEP, se recordó a los mártires de Chicago y su lucha por la jornada de ocho horas de trabajo, y la paradoja de que, hoy día, “no sólo luchamos por las ocho horas, sino que luchamos por trabajo real”, en un contexto de poco trabajo, flexibilización y precarización laboral. En la construcción, un sector dinámico y generador de muchas fuentes de empleo, en plena recesión, achicamiento y desguace del Estado, el impacto lo ven en sus compañeros, hoy changarines, que hace unos años tenían un laburo más fijo. “Hoy se le complica a la gente poder avanzar en el mejoramiento de sus viviendas, y eso impacta en toda nuestra rama”. Desde el MTE quieren conformar una cooperativa, “que vincule el trabajo con las necesidades de mejoramiento de viviendas (desde la electricidad hasta los servicios básicos) de los barrios, ya que el Estado no se ocupa de eso”.

Natalia Draghi, que pertenece a esa rama, remarcó que la lucha es por la vivienda digna: “Desde el programa Argentina Trabaja, estamos haciendo mejoramientos con compañeras y compañeros de los diferentes barrios de las cuadrillas de trabajo, pero no alcanza. El Argentina Trabaja es un plan que se está cayendo y nuestra lucha es por conseguir trabajo que sostenga a la cooperativa”. En ese sentido, se vuelve al reclamo hecho al Municipio por políticas de vivienda y de trabajo en la construcción: “Todas y todos los que estamos en este sector somos trabajadores de la construcción, vivimos de esto y queremos seguir haciéndolo”. Asimismo, Draghi informó que se está conformando una cuadrilla de mujeres dentro de la construcción: mujeres electricistas y plomeras para visibilizar su labor y tenerlas en cuenta, “que no les interesa hacer trabajos domésticos o de cuidados, sino hacer ese trabajo”.

Desde la rama de cartoneros, una promotora ambiental indicó que ayudan a la gente a reciclar y que continúan en la lucha por el galpón. Raúl, cartonero, manifestó que la necesidad del galpón reside en que no pueden seguir reciclando en sus casas, “porque es una molestia para los vecinos”. Además, quieren ese galpón “porque nos pertenece, por todo lo que hacemos y a la Municipalidad la beneficiamos mucho”.

“Los cartoneros le ahorran casi 800 mil pesos anuales al Municipio”

Específicamente sobre la rama cartonera de la CTEP, Miradas del Centro dialogó con Daniel Fernández, integrante del MTE, quien hizo hincapié en la lucha por elevar el piso de condiciones de vida y de trabajo, a través de la obtención del galpón: “Tenemos esperanza de que haya una nueva oferta del Municipio, y que esa oferta sea buena. Hasta ahora, la opción barajada es un subsidio de alquiler, pero era de muy poca plata”. El sector pide que se reconozca, desde la gestión municipal, que el trabajo de reciclado de los cartoneros es un servicio público. “Además, le ahorran mucha plata al Municipio: casi 800 mil pesos al año, según un estudio de la Unicen. Por eso, la demanda tiene más fuerza”. Esperan llegar a un acuerdo con la comuna para trabajar en el reciclaje, “con el eje en los compañeros que hacen de esto su medio de vida y que son totalmente invisibilizados y no tenidos en cuenta dentro de las políticas oficiales. No tienen en cuenta que hay gente que se gana el plato de comida de cada día recuperando residuos”.

Daniel Fernández.

Más allá del censo realizado por el MTE y la Unicen en 2017, quienes se encuentran pateando la calle y reciclando saben que, en el Tandil de los últimos meses, el número de cartoneros ha aumentado y supera el arrojado por ese instrumento. De hecho, “hay gente que, en su momento, se dedicaba esporádicamente a cartonear, quizás con otra changa, con otro laburo, y hoy lo está haciendo a tiempo completo”, señaló Fernández. Hay más gente en las calles dedicándose a la recuperación de materiales, “incluso mucha gente de clase media y media alta, comerciantes, por tratarse de un aporte económico, aunque sea mínimo”.

Volviendo al pedido del galpón, en primera instancia, el objetivo era uno que se encontraba en la Estación del Ferrocarril, sin uso desde hace añares, frente al Centro Cultural La Vía. Sin embargo, el Municipio se los denegó. ¿Por qué? Según adujeron, ese galpón está asignado a un área de Cultura, para un proyecto que parece servir más así, de fantasma y excusa, que materializado. Cartoneros insistieron ahí porque las muchas ventajas: “el Municipio no tenía que pagar un subsidio de alquiler, era un traspaso, con un comodato; las autoridades del Ferrocarril estaban de acuerdo con que estuviéramos ahí; la Dirección de Medioambiente nos dijo que si conseguíamos el lugar tramitábamos las habilitaciones: es un lugar equidistante de donde viven los compañeros, está cerca del tren”.

Desde el pedido formal hasta la negativa final, transcurrieron cinco meses: en el medio, funcionarios que decían que sí, otros que tal vez, y los partidarios del no. Un ‘no’ que, a simple vista, y luego de todos los beneficios expuestos, parece un sinsentido absoluto. Sin embargo, conociendo la cronología del interés sobre esos terrenos de parte de algunos funcionarios que parecen jugar a ambos lados del mostrador, la decisión alarma: huele a proximidad de loteos y proyectos inmobiliarios en esa zona ligada a lo ferrocarrilero. Cuestión de estar atentos.

El galpón se hace esperar y la paciencia se hace finita

Jueves de marcha: la CTEP reclamó respuestas