El ADN nos identifica: para bien, ¿para mal? y para la Justicia…

La policía de Los Ángeles consiguió identificar y detener como sospechoso, luego de 42 años de búsqueda, a uno de los mayores violadores y asesinos en serie de la historia de Estados Unidos… usando su ADN. El modo en que lo hicieron, con todas las pistas agotadas desde hacía décadas, así como suena a ciencia ficción, es preocupante respecto al derecho a la privacidad de las personas.

Los investigadores del caso ‘Golden State Killer’ habían recogido ADN en las escenas del crimen, en los ’70s, que habían identificado como del asesino. Sin embargo, éste nunca había coincidido con ninguna muestra que se encontrara en las bases de datos penales: no tenían forma de saber de quién era. Esto fue un callejón sin salida durante mucho tiempo, por lo que el caso se enfrió por décadas.

Recordemos que el ADN, la información genética que posee cada persona, es particularmente única y presenta características distintas para cada individuo. Sólo los gemelos idénticos presentan el mismo perfil genético. Se usa principalmente para identificar a quienes no se puede identificar con métodos tradicionales como observación física o características corporales. En nuestro país, fueron las Abuelas de Plaza de Mayo quienes descubrieron que, además, podría servir para identificar restos de desaparecidos y encontrar a los hijos apropiados por sus captores o dados en adopción, aunque hubieran pasado muchos años. También sirve para ubicar a una persona en un lugar determinado a partir de los vestigios corporales dejados, que es la mecánica empleada en las investigaciones policiales.

Joseph James DeAngelo, de 72 años, fue detenido después de que muestras de ADN tomadas en la escena de un crimen coincidieran con las de un pariente lejano que estaban en el portal GEDMatch, un servicio gratis donde la gente sube perfiles de ADN para estudiar su árbol genealógico y ubicar ancestros. Los investigadores lo emplearon porque esos portales ofrecen menos protección a la privacidad que los bancos de datos regulados del ADN de delincuentes convictos. Ninguna ley impide a la policía examinar el banco de datos de esos servicios en Estados Unidos.

Es cierto que existen empresas privadas que analizan el ADN de cualquiera que lo desee (práctica que está de moda en determinados círculos sociales), pero no comparten datos, y sólo aceptan muestras primarias (tres mililitros de saliva). En su lugar, los investigadores usaron aquellos sitios web en las que se pueden cargar los datos (el archivo de marcadores o perfil) de un ADN y que al mismo tiempo eran públicas. En ellas, cargaron las trazas de ADN que el antes presunto asesino había dejado en la escena de los asesinatos.

La policía encontró que éste coincidía con un grupo de parientes que compartían algo de ese material genético incriminatorio. Luego, usaron demarcadores como la edad, el sexo y el lugar de residencia para descartar a los sospechosos. La búsqueda se redujo entonces a unas cien personas con perfiles similares al del delincuente buscado. Entre ellas, se fijaron en un hombre de 72 años: Joseph James DeAngelo. Aparte de tener una edad compatible con la fecha de los crímenes, había vivido en todos los lugares donde se cometieron: Sacramento, la zona de la Bahía de San Francisco y el sur de Los Ángeles. Lo mantuvieron bajo vigilancia y tomaron muestras de su ADN en sitios públicos y como encontraron plena coincidencia lo detuvieron.

Nadie que conocía a DeAngelo lo asoció con los asesinatos en su momento (que fueron al menos 12), las 50 violaciones y decenas de robos que se le atribuyen entre 1976 y 1986. La mayoría de esos delitos, sobre todo las violaciones y dos asesinatos, ocurrieron en los tres años que sirvió como policía de Auburn, en las afueras de Sacramento. Los ataques a mujeres que dormían en barrios de clase media alta acabaron con la inocencia de gente que no cerraba con llave las puertas de sus casas, y de niños que iban en bicicleta a la escuela y jugaban afuera hasta el anochecer. Aumentaron las ventas de cerraduras, y se mantenían encendidas las luces toda la noche. Todo eso le cambió la vida a mucha gente en su momento.

Apenas DeAngelo fue identificado a partir del perfil genético, las autoridades lo acusaron de ocho asesinatos, en los que se encontró asociado su ADN. Los vecinos, parientes y viejos conocidos de DeAngelo jamás sospecharon que pudiese ser un asesino múltiple: trabajó casi tres décadas en el depósito de un supermercado de Sacramento, como mecánico de camiones, y se jubiló sin problemas en 2017, para ser «el viejo al que le gusta cortar el césped y armar aviones a escala«. Anteriormente, DeAngelo fue policía de 1973 a 1976 en Exter, no muy lejos de donde fueron cometidos varios crímenes, de donde fue despedido en 1979 al ser descubierto robándose un martillo y repelente para perros. Ahora se infiere que esos elementos podrían haberse usado en sus crímenes.

Resumiendo: desde que se cometieron los crímenes, habían quedado vestigios del ADN del criminal. Pero no existe un banco de datos de TODOS los ciudadanos con el que comparar. Existen en Estados Unidos bases de datos de ADN de delincuentes, pero el autor no estaba en ellas porque nunca había sido aprehendido por un delito que lo justificara; en tanto, hay otras bases que tienen el ADN de gran cantidad de personas, pero son privadas, y no es posible acceder a ellas. Solamente una persona real puede mandar su saliva para que la analicen, encuentren su perfil de ADN y lo incluyan. Pero solamente puede acceder a esos datos el implicado. Por otro lado, existen sitios en la web que permiten incorporar el perfil genético de una persona. Sin embargo, sólo tienen los datos de quienes los cargaron por decisión propia.

En los últimos meses, los investigadores se han dedicado a comparar muestras de ADN de viejas escenas del crimen dentro de bases de datos de genealogía de libre acceso. Así cargaron el perfil genético encontrado en las escenas de los crímenes, que era indudablemente el mismo, a partir de lo cual sabían que era UN delincuente el autor de varios crímenes desperdigados en tiempo y espacio. Deangelo no había cargado su perfil genético en el sitio, pero sí lo habían hecho otros integrantes de su familia, quienes indirectamente abrieron el atajo hacia él. Algunos de los asesinatos no se pudieron agregar al caso porque en la época en que fueron cometidos, no estaban desarrollados adecuadamente los protocolos de cuidado, y se había contaminado la escena del crimen con ADN de los policías.

La identificación del Golden State Killer como Joseph James DeAngelo, gracias a los sitios de ADN , alentó a los investigadores de otro famoso caso, el del Asesino del Zodíaco que, entre octubre y diciembre de 1969 cometió —según su confesión en cartas que firmaba con una cruz y un círculo— 37 homicidios,: de ellos, se confirmaron cinco víctimas y otras dos personas que sobrevivieron. La policía de Vallejo, California, envió muestras a un laboratorio privado y se encuentra actualmente a la espera de resultados.

En la película «Gattaca» se describe un posible futuro en el cual, las familias pueden diseñar el perfil genético de sus descendientes, y de ese modo se establece una sociedad en la que quienes no son «perfectos» genéticamente son parias. El protagonista, que no lo es, acoge en su casa a un discapacitado «puro» genéticamente y asume públicamente su identidad, con lo que consigue trabajo. Pero debe cuidarse de no dejar tras de sí ninguna muestra. En ese mundo, los mingitorios analizan la orina, e incluso una pestaña caída al piso o la transpiración dejada en un pasamanos pueden llevar a que lo atrapen.

En nuestra realidad, la incógnita es acerca de qué pasa si el Estado comienza a usar estas herramientas para crímenes mucho menores. Si estas técnicas se usan ampliamente, existe el riesgo de que muchas personas inocentes se vean atrapadas en una red de sospecha genética y estén sujetas a un mayor escrutinio. Si bien la sociedad está impresionada con el ingenio de los investigadores para rastrear a su sospechoso en este caso, y la tecnología parece justificada en caso de crímenes atroces… Las cosas serán diferentes si a partir de esto se establece una trama de sospechas que abarca e investiga a toda la sociedad.

En otro sentido, la ciencia pudo ayudar a las Abuelas de Plaza de Mayo a identificar a muchos nietos recuperados, que a partir de eso recuperaron su identidad hasta entonces robada. En 2013, Juan Pablo Villeres, un olavarriense hijo de detenidos-desaparecidos, presentó un Proyecto para encontrar a los 400 jóvenes que aún nos faltan. El resumen del anteproyecto de Ley decía: “El propósito fundamental es ampliar la base de datos genéticos comparables con los existentes en el Banco Nacional, a través de un llamado a comparecer, de modo escalonado y ante la administración, a los ciudadanos nacidos entre 1975 y 1980 para que datos brinden fidedignos de su identificación. En el supuesto de detectarse inconsistencias en ese sentido (y potencialmente vínculo con la naturaleza del delito objeto de este estudio) se les solicitará su consentimiento para la extracción de su ADN, a los fines de ser cotejados con las familias que están en la búsqueda de las personas apropiadas ilegalmente en la última dictadura”. Concretamente, proponía la comparecencia obligatoria previa a renovar documentos identificatorios o solicitarlos a personas cuyo número de documento esté entre los 24 y 28 millones. Detectadas inconsistencias en su identidad por un equipo de abordaje especializado y previa manifestación de su voluntad, el ciudadano podría brindar su ADN para ser cotejado con el de familiares que están en búsqueda de los nietos.

La idea era relacionar a aquellas personas cuyo rango de edad era coincidente con las que aquellos que podrían haber sido apropiados, para luego cotejarlos con los familiares de desaparecidos, en caso que hubiera sospechas acerca de su identidad. La idea es la misma: ellos andan entre nosotros, pero no podemos identificarlos. A menos que tengamos el ADN de TODO el universo posible a los fines de compararlos. La propuesta fue presentada y debatida en muchos centros de estudio, concejos deliberantes -en Olavarría fue declarada por unanimidad de interés legislativo-, y presentada en la Casa Rosada ante Oscar Parrilli nos recibió. También recibió atención de la Secretaría de Derechos Humanos, la SIGEN y otros. Era intención del Poder Ejecutivo darle curso a través de un proyecto legislativo. Pero, cambiaron los aires y no avanzó ostensiblemente. Aún así, estableció un panorama acerca de los alcances de la información que el Estado puede tener de los individuos. El peligro es cuando el Estado cambia de manos. Valga de ejemplo las utilizaciones realizadas por el Gobierno de la información de las bases de datos de Anses, que algunos analistas opinan es empleada para propaganda y control de actividades de los ciudadanos.

El ADN es nuestra «firma», nuestra identificación más íntima. Quizás, en un futuro no muy lejano, cuando tramitemos nuestro documento de identidad, además de una foto y la huella dactilar, tendremos que aportar un pelo o una muestra de saliva como obligación de entrega de nuestro ADN. Para entonces, deberemos tener claro el panorama acerca de sus alcances y peligros.