El Zen y el arte de desarmar fotocopiadoras

En una casa abandonada encontré hace un tiempo los restos de una fotocopiadora, que comencé a desarmar para ver que podría rescatarle ya que no tenía arreglo. Esa experiencia fue un lento y melancólico viaje, en el que rescaté el sencillo goce de desarmar un artefacto solo por placer. Sin pensar en arreglarlo, solo poniendo los tornillos y arandelas en una lata, las demás piezas a un lado. Reflexión por Jorge Arabito.

Pensando sin pensar en las dos actitudes fundamentales que recuerda Robert Pirsig hacía la tecnología: la actitud romántica, o sea utilizarla sin interesarse por su funcionamiento interno; y la actitud clásica, o sea el predominio de la razón sobre las emociones en el análisis del diseño y manejo de las máquinas que usamos. Un poco como el debate MAC/PC que recorrió la informática en los 80, y que Sherry Turkle recorre en su libro de los 90s desde la interfaz…

 

Charlando conmigo mismo, pude reconocer la calidad de los componentes: “antes hacían las cosas mejor”, la facilidad con la que los tornillos se aflojaban, el espacio entre componentes en el chasis, los pesados transistores de la electrónica de control, gordas resistencias, potentes condensadores pegados en circuitos impresos de trazos muy gruesos… Especular acerca de los tiempos en que la máquina fue armada -un trafo tenía escrito: “setiembre 1974”- … Pensar en las múltiples caras de una fecha: los que ya estábamos en esa fecha, donde estábamos… dónde estaba Cámpora, Isabelita, Bonasso… o John Lennon, quizás comenzando a usar una tecnología que le permitía copiar sus partituras instantáneamente, mientras inauguraba una Nueva York que terminaría por matarlo.

Remember: cuando Rodolfo Walsh escribía, no había computadoras. Los datos de “Operación Masacre” los anotó en un cuaderno y ninguno lo obtuvo de una Red que poco a poco, conectando información y conocimiento articula la Cultura de este tiempo. ANCLA la hizo con un mimeógrafo… Quizás fuera su Red Social, el primer antecedente de auto-publicación de un hombre sólo contra el caos, su Twitter, luchando contra un mundo que se derrumba y le lleva las hijas, el sueño de un país, la propia vida.

Pensar sin un plan es un descanso mental. Desarmar una máquina sin pensar en arreglarla, sin intentar recordar donde iba cada cosa, que hay que volver a poner las cosas en su lugar. Intentar simplemente entender, sin concentrarse demasiado, cómo debió funcionar, para qué servía cada parte. Dónde entraba el papel, cómo lo tomaban los rodillos, cómo corría la luz… Si no llevaba tóner, cómo revelaba la imagen?

Separar alguna cosa que pudiera servir, con estos motores se puede hacer un ventilador, si hay alguno de continua quizás sirva para un autito eléctrico, una silla de ruedas o un generador eólico. Mirar los reflejos de las ópticas buscando su foco. Repartir lo que no sé que hacer: La electrónica para ese viejito que arregla radios, algún motor o los espejos para el museo de ciencias, los tornillos y chapitas en latas. Esa tarde de domingo pasó lentamente y murió. La máquina quedó como un cadáver hueco. Sus entrañas ahora están guardadas en bolsas y cajas. Haré algo con ellos o comenzarán a rodar hasta perderse.

 

Para Pirsig el efecto de esta relación con la tecnología es terapéutico. La práctica transmite un sabio y sereno uso de la razón –ya no eterna enemiga del hombre contemporáneo- y por lo mismo neutraliza la ansiedad. La piedra angular de esta grata sorpresa es la filosofía Zen que subyace en el viaje sin destino ni propósito por el desarmado de una fotocopiadora. Esa búsqueda deliberada de la Nada profundiza las posibilidades de la experiencia sin exacerbar la imaginación, es decir, sin provocar angustia. Gracias a ella, por una vez, la racionalidad se nos aparece como algo verdaderamente trascendente y no una mera pasión inútil.

 

«En el momento de la calidad pura, el sujeto y el objeto son idénticos. Es esta identidad la que se encuentra en la base de la artesanía, de todas las artes técnicas. Y es esta identidad la que falta en la tecnología moderna, concebida de forma dualista (…). La manera de resolver el conflicto entre los valores humanos y las necesidades tecnológicas no es huir de la tecnología. La manera de resolver el conflicto es romper las barreras del pensamiento dualista que impiden la comprensión real de lo que es la tecnología, no una explotación de la naturaleza sino la fusión de la naturaleza y del espíritu humano en un tipo de creación nuevo que trascienda a ambos. Cuando esta trascendencia tiene lugar en acontecimientos tales como el primer aeroplano o los primeros pasos sobre la Luna, hay una especie de reconocimiento de que la trascendencia también deberá tener lugar a nivel individual, sobre la base personal de nuestra propia vida…» Robert Pirsig, en «Zen y el Arte de Afinar Motocicletas, una indagación en los valores «, en donde este texto reconoce en sus orígenes.

 

Para Pirsig, el arte del mantenimiento de la motocicleta tiene como objetivo la paz espiritual, y sólo ésta permite tratar con sobriedad cada uno de los detalles de la tarea, que exige el conocimiento minucioso de cada pieza hasta el último tornillo y de las herramientas para montarlas y desmontarlas, cuidarlas, afinarlas y tener cada una a punto para que la moto funcione con suavidad.

 

Cuando la tarde se hizo noche y quedé sin luz, levanté las herramientas y me fui. Esa cáscara quedó sola. Pero algo me enseñó, en los repliegues de la ingeniería inversa que hice como ejercicio mental mientras realizaba mi autopsia mecánica. Pensé también en aquellos pueblos antiguos cuya ecología, vida, cultura, se basaba en un animal que les daba todo. Quizás llegue el momento en que cacemos maquinarias a desguazar para reciclar nuestra subsistencia de vida.

Habitaremos un paisaje de Terminators. Para ese mundo, hoy hice mi primer entrenamiento.