ESI: mejor (y necesario) hablar de ciertas cosas

Estudiantes y docentes del Instituto 10 apuestan a la ESI por partida doble: para su propia formación profesional, y para cuando ya profesores estén frente a sus alumnas y alumnos. El interés por aplicar la Educación Sexual Integral, discutirla y construirla seriamente, se materializó a lo largo y ancho de los días 18 y 19 de octubre, en el 1° Foro de Educación del ISFDyT 10 ‘Pensar la ESI en educación superior’. Miradas del Centro comparte la segunda parte del panel abierto ‘De lo personal a lo político: educación, género y sexualidades en diálogo’, del que participaron Liliana Giannatasio, Andrea Rossetti, Matías Álvarez y Gisela Giamberardino.

Las instalaciones del propio ISFDyT Nº 10 ‘Osvaldo Zarini’ (en Belgrano y Moreno) y el salón de actos de la Escuela Normal fueron el escenario en el que se habilitó este “espacio de encuentro y de trabajo colectivo interclaustros en pos de la formación profesional”. Todo esto, en un contexto en el que los mismos grupos que se manifestaron furibundamente contra la ley de legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo y que esgrimían la necesidad de aplicación de la ESI, son quienes por estos días luchan contra su efectivización, tras las banderas del ‘Con mis hijos no te metas’ y la supuesta ‘ideología de género’.

En un país en el que, al Norte, en una escuela de Jujuy, se relevó un porcentaje preocupante de alumnas embarazadas, de entre 12 y 19 años, producto de violaciones y abusos intrafamiliares; y al sur, en Río Negro, a raíz de una clase de ESI, una alumna identificó que las prácticas de un docente de su escuela, poco tiempo atrás, eran una forma de abuso: cuando la docente explicó que “sus partes íntimas no podían ser manoseadas”, la nena contó lo que les había ocurrido a ella y a sus compañeras. Y en el medio, diversos sectores y actores, con un ferviente interés en obstruir la aplicación de una herramienta para el empoderamiento de las y los más chicos y adolescentes sobre sus propios cuerpos. Como señaló un tal Francis Bacon, ‘conocimiento es poder’, y más aún para identificar temprana y claramente de qué se trata un abuso, cuando quien lo perpetra pretende hacerlo pasar por un ‘juego’ que implica un ‘secreto’ y una amenaza.

Foto: gentileza Liliana Torres (para Miradas del Centro.com.ar)

“LA ESCUELA SIEMPRE OPERÓ BAJO LOS ‘PÁNICOS MORALES’”

En la tarde del jueves 18 de octubre, luego de Liliana Giannatasio y Andrea Rossetti, le tocó el turno de la palabra a Matías Álvarez, licenciado en Trabajo Social e integrante del CiSoC (Grupo de Estudios Interdisciplinarios de Ciencias, Sociedad y Cultura), para compartir puntos de la investigación que realiza para su tesis doctoral, y sobre cómo llegó al trabajo de estas cuestiones de género, sexualidad y educación, “para pensar el tránsito entre lo personal y lo político”. Si bien caminó la escuela, desde el nivel inicial hasta la secundaria, durante los ‘90 y los primeros 2000, cuando todavía no existía la Ley de ESI, ya había varios procesos en marcha.

Desde la despatologización de la homosexualidad, en 1973, por parte de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), pasando por la presencia de movimientos de mujeres y de la diversidad sexual, en la Argentina del regreso de la democracia (en 1986, se celebra el primer Encuentro Nacional de Mujeres), y el surgimiento de las primeras organizaciones homosexuales y trans, comienza a cuestionarse la idea de ‘familia tradicional’ y de ‘orden heteropatriarcal’. Sin embargo, “no hubo una traducción inmediata en la cotidianidad escolar de esa efervescencia de discursos públicos que, inclusive, llegaron a lugares de visibilidad notorios” como la mesa de Mirtha Legrand, que en 1991 convocó a activistas homosexuales. “Por mi tránsito, la escuela siempre operó bajo los preceptos de lo que algunos autores llaman ‘pánicos morales’”: intentar ‘normalizar’ cualquier expresión de género o de prácticas sexuales que se corrían de los parámetros ‘normales’.

Matías Álvarez. Gentileza Liliana Torres (para Miradas del Centro.com.ar)

Por ello, desde su experiencia “como varón, de clase media, blanco y no heterosexual”, Álvarez se pregunta por la relación entre esa discursividad pública que se empieza a construir, la emergencia de los activismos de la disidencia sexual y el género, y las prácticas institucionales concretas. En ese sentido, puso sobre la mesa cuestiones relativas a la emergencia de ciertos discursos públicos y la articulación entre género, sexualidad y educación: como corolario del debate sobre la legalización del aborto, “la discusión se trasladó a la Educación Sexual Integral y se propusieron una serie de reformas, para enmarcar la educación sexual en una perspectiva laica, con perspectiva de género y diversidad sexual”. También, para incorporar a la ESI leyes sancionadas con posterioridad (matrimonio igualitario, parto humanizado, trata, protección integral de la mujer, e identidad de género), y declarar a la ESI de orden público, para limitar la discrecionalidad con la que las distintas provincias e instituciones trasladan estos contenidos a las aulas. Último punto que generó la reacción de sectores conservadores, con expresiones como ‘abrazos’ a ministerios de Educación (en las provincias de Santiago del Estero y Tucumán) y la irrupción al plenario de comisiones que discutía estas reformas, en donde acusaron a diputadas y diputados de ‘degenerados’ por querer imponer ‘ideologías’ a sus hijos.

Sin embargo, Álvarez remarcó que estos debates, “que ahora se dan quizás con mayor virulencia y extensión, no son novedosos”. En torno a las últimas dos reformas educativas (de comienzos de los ‘90 y de los 2000), se discutió sobre el rol de la educación en la formación de varones y mujeres: “qué tipo de varones y mujeres, cuáles iban a ser las sexualidades habilitadas”. En los ’90, con la emergencia del activismo feminista y por la diversidad sexual, se logró parcialmente incidir en algunos contenidos propuestos como obligatorios. Álvarez señaló como uno de esos hitos que, en 1991, el Consejo Nacional de la Mujer, el Ministerio Nacional de Educación y el INAP (Instituto Nacional de la Administración Pública) crearon el ‘Programa de igualdad de oportunidades para la mujer en el área educativa’. Funcionó durante tres años. Sus coordinadoras, “expertas en género y sexualidad, tuvieron lazos fuertes con el movimiento feminista”.

Entre los objetivos que se propuso ese programa, uno fue transversalizar los ‘estudios de la mujer’ en la currícula, desde el nivel inicial hasta el terciario. Misma propuesta que, años después, recuperó la Ley Nacional de Educación Sexual Integral. “Estas feministas y esta propuesta lograron incidir en el desarrollo de los contenidos básicos curriculares para la Educación General Básica. No con la profundidad planteada en los documentos, pero sí se incorporaron, en 1994, cuestiones como: la referencia a ‘grupos familiares’ y no a ‘la familia’; la categoría de género; y la utilización de lenguaje inclusivo (las dobles formas -‘todos y todas’- y -‘las y los’-)”.

Foto: gentileza Liliana Torres (para Miradas del Centro.com.ar)

Como si se tratara de un ‘deja vú’, la reacción de las jerarquías católicas no se hizo esperar, con el informe de la Universidad Católica de La Plata y las palabras del entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Quarracino. Como explicó Álvarez, “por esos cuestionamientos, se marchó hacia atrás en esas mínimas modificaciones que se habían logrado incorporar: se quitaron las referencias a ‘género’ y a ‘grupos familiares’, y se volvió a hablar de ‘la familia’”. En Ciencias Naturales, por ejemplo, se eliminaron las referencias a las teorías evolutivas de Darwin y Lamarc; en Formación Ética y Ciudadana se incorporó “el respeto a Dios”. Situación en un contexto nacional e internacional convulsionado, por la realización de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (1994), y la Conferencia Internacional de Beijing (1995). Los países árabes y el Vaticano presionaban para que esas discusiones no tuvieran difusión. Debate que se dio en Argentina, en paralelo a las discusiones de las reformas educativa y constitucional (en la que intentaron incluir el ‘derecho de las personas por nacer’).

Estos debates resurgen hacia los 2000, cuando los activismos nucleados en los Encuentros Nacionales de Mujeres, por Ley 25.673, lograron la creación del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, que preveía incluir contenidos sobre sexualidad y género en la currícula educativa, en 2002. También en tiempos del surgimiento de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, en 2005, con la consigna: ‘Educación Sexual para decidir, Anticonceptivos para no abortar y Aborto Legal para no morir’.

La Educación Sexual Integral es el corolario de todos esos procesos enumerados por el integrante del CiSoC, y de las distintas posiciones en juego. En los proyectos que se discutían hasta llegarse a la ley aprobada, “se ve un espectro más amplio. Algunos de esos proyectos planteaban mismas cuestiones de este momento: el derecho de los padres a la ‘objeción de conciencia’ para eximir a sus hijos de participar en clases de ESI; límites etarios para la ESI (que debía empezar a enseñarse a partir de los 11 años); los programas debían estar orientados a los padres y no a les chiques”. En la vereda contraria a ‘reaccionarios y antiderechos’, “la referencia explícita a los derechos sexuales y reproductivos, y a la perspectiva de género”, excluidas del articulado de la ley que se aprobó.

Foto: gentileza Liliana Torres (para Miradas del Centro.com.ar)

El trabajador social subrayó que la importancia de recuperar esta trayectoria reside en colocar el escenario actual “en un proceso más amplio, incluso regional, con avances y retrocesos en pos de transversalizar la perspectiva de género en el sistema educativo y las mismas fuertes reacciones y sus retrocesos; no un proceso lineal y evolutivo de conquistas sucesivas”.

Álvarez señaló que entre las cuestiones que “han permanecido en los márgenes de estos debates”, se encuentra “la dimensión positiva y placentera de la sexualidad” y la determinación, excluidas de la discusión para lograr la aprobación de la ley. En ese punto, citó a la antropóloga feminista Gayle Rubin, sobre pensar la sexualidad asociada al ‘dominio de la peligrosidad sexual’. “Sexualidad siempre vinculada a los peligros de los que debemos protegernos: la prevención de embarazos, del aborto, la protección frente a abusos sexuales o a la violencia de género”. Quienes se oponen a la Ley de ESI (o a la perspectiva con la que se enseña la Educación Sexual Integral) como otras y otros que adhieren, “nos hemos entrampado en perpetuar esta idea de asociar la sexualidad al peligro y hemos descuidado el costado del placer”.

Aún en este panorama, herramientas como los principios de Yogyakarta (2007), para interpretar los derechos humanos en clave de género y sexualidad, dan cuenta de la incorporación progresiva de esa dimensión, “para pensar la multiplicidad de orientaciones sexuales y de identidades de género, no sólo como un contenido, sino como perspectiva que debe atravesar al sistema educativo en general”. Las primeras orientaciones técnicas internacionales sobre orientación sexual, producidas en 2009, entre otros, por el Fondo de Población de Naciones Unidas y Unicef, incorporan la cuestión del placer como dimensión central. En 2010, el relator especial sobre el derecho a la educación de las Naciones Unidas, en un informe dedicado a la ESI, también planteó que ‘el placer y el disfrute de la sexualidad, en el marco del respeto a los demás, debiera ser una de las perspectivas buscadas por la Educación Sexual Integral, desterrando visiones culpabilizadoras del erotismo que restringe a la sexualidad a la mera función reproductiva’.

Por último, Álvarez hizo referencia a “una herramienta para recuperar: la Ley Provincial de Educación Sexual Integral, aprobada en 2015, cuando el primer ‘Ni una menos’”. Ley que incorpora explícitamente la autodeterminación, la libertad y el placer sexual como derechos a ser reclamados y exigidos. Y planteó algunos interrogantes: “¿Cómo colocar los escenarios actuales y los desafíos futuros, en el marco de procesos más amplios que implican, necesariamente, la articulación entre actores, el tejido de redes? ¿Cómo empezar a darle cabida a estas cuestiones que han permanecido en los márgenes, inclusive, de las discusiones públicas, en torno a la educación sexual? ¿Cómo traducir eso a los escenarios cotidianos de las escuelas?

Foto: gentileza Liliana Torres (para Miradas del Centro.com.ar)

HETERONORMA, DISCURSOS Y TOLERANCIA AL PATRIARCADO

Gisela Giamberardino, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Humanas de la Unicen, fue la encargada de la última intervención del panel. Gratamente impactada “por la cantidad de gente que en Tandil se junta, después de un día de trabajo, a escuchar y a seguir reflexionando”, pidió un aplauso “para este primer foro educativo” e indicó que “para que la educación pública siga siendo laica, gratuita y de calidad, va a necesitar de nuestras luchas. Los derechos hay que conquistarlos y los espacios hay que ocuparlos”. Giamberardino subrayó: “eso hace que lo personal sea político y que tengamos que responsabilizarnos, subjetivamente, por lo que queremos colectivamente. Cada cual tiene que aportar como y desde donde puede”.

La directora del programa de Género de la Unicen se ‘zambullió’ en el feminismo “no de un modo cómodo: desde el lesbianismo, cuando fui a estudiar un doctorado a Italia, con mi pareja, ya mujer”. Aclaró que, “como nadie nace mujer, nadie nace torta”, y que tuvo novios varones. “Tieneque ver con cómo pensar la propia identidad sexual: se puede ir y venir, y no pasar nada”. Remarcó la importancia pedagógica de decir públicamente desde dónde se habla: “Muchas veces, quienes somos disidentes sexuales, pensamos que somos los y las únicas a las que nos pasa. Si hay niñas jóvenes, adolescentes, que les parece que se enamoraron de una mujer y sienten que es a la primera que le pasa, no es así: habemos millones y es una responsabilidad decirlo”. En ese sentido, han sido muchos los intentos de reconstruir la historia sociocultural y política de los movimientos de la disidencia sexual. A remo, uno de esos intentos lo está haciendo el CiSoC: registrar la historia de los movimientos de mujeres y de la disidencia sexual del centro de la provincia de Buenos Aires.

En Italia, militando con un grupo de mujeres lesbianas, a Giamberardino se le hizo carne aquello de que ‘lo personal es político’, “en un país que tiene al Vaticano adentro, pero que desde los ’60 el aborto es legal”. Allí leyó un trabajo de la teórica lesbo-feminista Monique Wittig: ‘El pensamiento heterocentrado’ (1978), que evidencia cómo la sociedad está organizada en un régimen sexogenérico, centrada en la heteronorma: el pensar o ver a les otres con una presunción de heterosexualidad. “Tiene que ver con la invisibilización de opciones no heterosexuales desde instituciones que imponen la heteronorma: la familia, la educación, la justicia, el Estado nacional”.

Gisela Giamberardino. Gentileza Liliana Torres (para Miradas del Centro.com.ar)

Sobre cómo se llegó a que en la Unicen se tengan herramientas como un protocolo de actuación ante situaciones de violencia de género (aprobado en 2016), y un programa de abordaje integral contra la violencia por cuestiones de género u orientación sexual (en noviembre de 2017), Giamberardino señaló que el objetivo de las mismas es “desandar estas estructuras heterocentradas, sexistas, machistas, jerárquicas, dicotómicas y que nos hacen transitar a las mujeres situaciones desfavorables, de cosificación”.

Para entender esos procesos, la docente citó categorías, como los mecanismos de distribución de la palabra, de circulación de algunos discursos (y otros no). “¿Por qué ahora estamos hablando, en Argentina, de ESI, de aborto y antes no se hablaba hegemónicamente? Hubo grupos que se lo propusieron, como ahora están siendo ustedes protagonistas de esta preocupación”. Asimismo, Giamberardino recordó que cada vez que se construye el programa de una materia, se hace pone en juego un mecanismo de redistribución de los discursos: de autores y categorías con los que se trabajará (y miles que no). Otro autor que citó para pensar estas cuestiones es Marc Angenot, que propone un ‘pensable’ y un ‘decible’ histórico: “cada época nos permite pensar y decir ciertas cosas, y no otras”. Así se evidenció “en las aulas, en las casas, en los recreos, en los colectivos, respecto del aborto: empezamos a hablar de lo que no hablábamos, menos en familia”.

Para Giamberardino, “no es casual que en septiembre de 2015 se forme la Red Interuniversitaria en Género: en junio de ese año, las mujeres salimos a la calle a decir ‘Ni Una Menos’”, y permeó “a las docentes, a las mujeres que hacemos gestión en las universidades, o a las que investigamos”. Que en la Unicen, en 2016 y 2017, se haya empezado a pensar el género como política universitaria, según la integrante del CiSoC, tiene que ver con pensar la Universidad “como un territorio, atravesado por violencias y discriminación”, en un contexto en el que, de 57 universidades nacionales, 50 rectores son varones y 7 son mujeres. “No decimos que el hecho de que una mujer esté a cargo de algo lo va a hacer mejor. Siempre damos el ejemplo de Margaret Thatcher”.

Foto: gentileza Liliana Torres (para Miradas del Centro.com.ar)

Para reflexionar sobre el surgimiento de ese interés en la ‘academia’, no sería en términos de ‘hegemonía’ o antagonismos, sino de ‘agonismos’ del afuera y el adentro: “no de oponer resistencia al otro para ganarle, sino para una incitación recíproca”, para generar este tipo de herramientas. Sobre las condiciones de posibilidad para su surgimiento, “los diálogos con el movimiento feminista y de la disidencia sexual (la población LGTBI) crearon condiciones”, pero también “adentro de la universidad hubo gente que pudo decodificar esa tensión que las mujeres evidenciamos en las calles y en las plazas”: grupos de investigaciones por los derechos de las mujeres, de las disidencias sexuales, y con perspectiva de género. “Sin esas mujeres adentro de la Universidad, no hubiese sido posible retomar el eco de los gritos de afuera”.

Aunque herramientas recientes, ya se han recibido denuncias de situaciones de acoso, discriminación, maltrato, por cuestiones de género o de orientación sexual. Denuncias hechas por mujeres. Entonces, a la pregunta de ‘¿por qué no Nadie Menos?’, la respuesta es “porque no es lo mismo: el heteropatriarcado nos pone a las mujeres en situación de vulnerabilidad. En este régimen, las mujeres no violamos, no empalamos, no matamos a un hombre cada 16 horas”.

La salida es colectiva”, remarcó Giamberardino, y en esa dirección destacó: “Las herramientas nos las tenemos que inventar las mujeres” e invitó a “los compañeros varones” a hacer un paso atrás, “no en acompañarnos, sino en repensar sus privilegios”, situación en la que los posiciona objetivamente el propio heteropatriarcado. “No porque como varones sean malos ni lo pretendan, pero nos la pasamos criando chicos, novios, maridos, padres… Es un privilegio que tengan quien les sirve, les lava los platos, les cuelga la ropa. Está naturalizado”, aseguró la investigadora, y agregó: “Esta ‘Ola Verde’ invita a varones, a mujeres, a disidencias sexuales, a desnaturalizar el régimen. Si las mujeres podemos repensarnos, los varones también pueden”.

Antes del cierre, Giamberardino acercó una última categoría para pensar instituciones: los ‘umbrales de tolerancia del patriarcado’. “Tenemos que avanzar en estos espacios, porque el patriarcado opone tal resistencia que llega a matarnos, golpearnos, encerrarnos”, denunció, y completó: “No podemos caminar por la calle sin tener miedo, no podemos ir solas, no nos podemos vestir como queremos, nos revisan los celulares… Expresiones del micromachismo que sostienen el día a día de un régimen sexista y machista”. Cerró su alocución planteando: “Nadie lo hará por nosotras. Para lo que falta, lo que viene, lo que están proponiendo: lucha y organización”.

Foto: Gentileza Liliana Torres (para Miradas del Centro.com.ar)

FORMARSE PARA GARANTIZAR UN DERECHO

No son pocas las instituciones de Tandil que se encuentran comprometidas con la aplicación de la ESI. Desde septiembre, en Lobería 750, la Biblioteca Popular de las Mujeres y el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N°166 implementaron una Cátedra Abierta de Educación Sexual Integral, para estudiantes del 3er año de los profesorados de Educación Inicial, Primaria y Especial. Finalizará a mediados de noviembre, en la Escuela Normal (sede del ISFDyT N°166).

Ante el desguace de las políticas públicas relacionadas con el PNESI, estas instituciones entienden que “capacitar a las y los futuros docentes en la Ley 26.150 garantiza y fortalece el cumplimiento del derecho a que todas las personas que transiten el sistema educativo de nuestro país (de gestión pública o privada, en todos los niveles) reciban Educación Sexual Integral”; y de la normativa vigente, relativa a los derechos de niños, niñas y adolescentes.

Mientras por WhatsApp y demás redes sociales circulan audios de supuestas madres y memes basados en mitos y falacias sin raigambre alguna con la realidad, vale recordar, a quienes militan furibundamente contra este derecho, que la ESI permite reconocer y rechazar toda forma de acoso, abuso, explotación sexual y trata de personas; valora las diferencias y promueve la eliminación de toda desigualdad y discriminación; y promueve la visión de niñas, niños y adolescentes como sujetos de derechos. “En este contexto de resistencia y lucha permanente, en defensa de la Educación Pública, exigimos la aplicación plena de la ESI, laica, científica y actualizada”, sostienen desde la BPM Tandil y el ISFDyT 166.

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