FANAZUL, la tristeza infinita

Después de varios meses de haber cerrado la Fábrica de Explosivos para los 220 operarios contratados que quedaron sin trabajo desde el 28 de diciembre, la situación que se vive día a día es de mucha tristeza. Compartimos la nota de Matías Verna

La planta actualmente funciona con no más de 35 empleados permanentes que según datos extraoficiales a partir de una reunión con quien sería el Director de la Fábrica, un Teniente Coronel de apellido Tadeo, podrían ser cesanteados en el mes de agosto y no a fin de año como les habían prometido.

Omar Menchaca, uno de los referentes y vocero de los ex empleados, relató cómo se sienten y qué expectativas tienen de recuperar la fábrica.

M.V ¿Cuál es la situación actual de los ex empleados?

O.M La situación actual es de tristeza e impotencia. Algunos compañeros han perdido prácticamente hasta a su familia, se separaron de sus parejas y tenemos trabajadores en situación de calle. En general es de angustia permanente. En el acampe, en el veredón de la Municipalidad de Azul, se vive mucho dramatismo, pero de todas maneras es un lugar de contención.

M.V ¿Qué les genera ver a Luis Riva (interventor) con custodia, ver vehículos de FM circulando por la ciudad y localidades vecinas y recientemente ver que se está desmantelando la fábrica?

O.M Siento que lo están haciendo todo a propósito y nos dan palo tras palo con estas cosas. Creo que atrás de todo esto hay un gran negocio, por momentos tenemos que resignar que Fanazul ya fue y buscar otros horizontes y por otro lado nos adentramos que la fábrica con otro Gobierno puede ser reabierta.

M.V ¿Se sabe que harán en ese predio?

O.M Mira por comentarios extraoficiales se dice que van a poner un hotel y también molinos para un parque eólico.


No hace mucho, el Diputado Nacional por Santa Fé Agustín Rossi estuvo con los fabriqueros con promesas de que si obtenían buenos resultados en las elecciones de 2019, podría reabrirse la fábrica.

Lo cierto es que para los empresarios dominantes la idea parece ser que no quede nada y que desaparezca hasta la última letra que integra la cartelería.

El acampe continúa y no hay miras de levantar la medida. La ciudad sigue con el acompañamiento, algunos acercan alimentos, profesionales en psicología se suman para dialogar y otros levantan el puño en alto en señal de resistencia.

El desprecio por la mano de obra no tiene límites. Portazos, espaldarazos, oídos sordos, todo lo que se pueda imaginar y más es lo que estos nuevos desocupados están viviendo. Bajar los brazos, no. Aunque a veces se sientan sin fuerzas.

Una situación de tristeza infinita, dura, en la que algunos ex empleados ya han empezado a buscar otra salida aunque siempre con el impulso y el corazón intacto en el motor que los sigue teniendo ahí: la esperanza.