Fiesta Popular del Picapedrero: diálogo entre pasado y presente, de cara al futuro

(por Tefa Schegtel Torres) Cuenta la gente mayor y lo certifican postales y fotos de época, que a poco más de seis kilómetros del centro de Tandil, en tiempos en que esa distancia parecía muy lejana, existió un cerro de granito que semejaba los perfiles de dos leones enfrentados. La explotación minera que se inició a fines del siglo XIX y se intensificó hasta bien entrado el XX, dejó allí dos enormes cavas y una historia de lucha. La vecindad de uno de los barrios más antiguos de la Ciudad de las Sierras, se organizó para dar lugar a una fiesta tan irrepetible y única, como fiel a sí misma.

A modo de previa, en las vísperas de su 5ta edición, compartimos esta nota que retrata lo que se vivió en la 4ta, celebrada el 10 de octubre de 2021. La Fiesta Popular del Picapedrero se presenta como un reconocimiento a Cerro Leones, a su historia invisibilizada como cuna de la unidad obrera, y a su potencialidad desde la memoria, lo ambiental, lo turístico, lo artístico y lo recreativo. Conviven en la participación desde el gremio AOMA hasta la Asamblea en Defensa de las Sierras. Más allá de los salames y quesos, Tandil se inició como ciudad con la labor picapedrera, pero en este siglo la realidad es otra y el debate por un modelo de desarrollo continúa y no escapa a este evento.

UNA CAMINATA QUE HONRA A LA MEMORIA Y LA FRATERNIDAD

Domingo 10 de octubre de 2021, minutos después de las 10 de la mañana. El día asoma nublado y algo fresco, sin amenaza de lluvia a la vista. Desde la esquina de Azucena y Suárez García, en el barrio La Movediza, parte en caminata poco más de una treintena de personas. Avanzan sobre la tierra de calle Azucena: quienes ya han sido de caminatas anteriores, con paso presuroso; quienes se inician y ven por primera vez la postal, quedan más atrás, observan en detalle, comparten sensaciones y descubrimientos. En ese trayecto de tres cuadras, la ruralidad le gana a lo urbano, y a la izquierda de las y los caminantes, lo silvestre se adueña de la banquina. Ante las preguntas que se reiteran, se hace un alto explicativo: la licenciada Cecilia Ramírez, del Instituto Multidisciplinario sobre Ecosistemas y Desarrollo Sustentable, toma la palabra con una rúcula salvaje en mano y señala otros tantos especímenes vegetales comestibles que ha divisado en este breve tramo, que las familias picapedreras incorporaban en su cocina. En esa precisa coordenada, una mujer lleva como prendedor en su campera una fotocopia plastificada en la que se ve a un picapedrero de principios del siglo XX en su plena labor; delante de ella, una joven artista abraza una pancarta de su propia creación, que reza: ‘Defender las Sierras y la Memoria’.

A casi dos kilómetros de allí, en la Plaza de la Democracia, el vecindario de Cerro Leones ultima detalles: integrantes del Club Figueroa prenden el fuego para los choripanes que venderán dentro de unas horas, en instalaciones de la Secundaria N° 16, y con lo que recauden intentarán mitigar las pérdidas que el Club y la Biblioteca del Cerro han sufrido por robos recientes; arriban feriantes que, en lucha con el viento que acaba de levantarse, comienzan a disponer sus stands; estudiantes, docentes y directivos de la Escuela Técnica N° 5 instalan gazebo y consolas, y hacen pruebas para transmitir su ya tradicional radio abierta por el dial de la Radio Mágica 90.3; y llegan ciclistas para dar una vuelta por el barrio. Minutos después, las y los vecinos se concentrarán en Galicia y Basso Aguirre, para esperar a les caminantes: punto de llegada y de partida… incluso, para la Fiesta misma.

Los restos que aún perviven de la vía que unía a las canteras de La Movediza y Cerro Leones.

Unos metros más delante de esa primera parada en la Caminata, la calle Azucena se eleva levemente y emergen de la tierra los restos de la que en vida canteril fuera una vía de trocha angosta. Un hito de parada obligatoria en esta actividad que organiza desde 2018 la Asamblea Ciudadana por la Preservación de las Sierras de Tandil, entidad ambientalista que participa en la Fiesta Popular del Picapedrero. Sobre las vías, el presente se detiene frente al sepia y da lugar al eco de marchas y encuentros: en silencio y con concentración, se hacen oír pasos fuertes de recién llegados a estos lares australes. Pasos de montenegrinos, italianos, croatas, españoles y yugoslavos de botines pesados y suelas reforzadas con tachuelas: unos, provenientes de la cantera de La Movediza, en dirección hacia Cerro Leones; los otros, desde el campamento canteril de Cerro Leones hacia La Movediza. Ambos coinciden en un mismo tiempo y en ese mismo exacto lugar: hacia fines del siglo XIX y principios del XX, esa vía por la que se sacaba el material pétreo para comercializar, conectaba a ambos emprendimientos canteriles y a sus trabajadores. Ana María Fernández Equiza, integrante fundadora de la Asamblea y docente investigadora de la carrera de Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas de la Unicen, revive lo que le contó un señor mayor, de apellido Zampatti, nacido en La Movediza: “Cuando debían resolver cuestiones sindicales y sociales, partían la diferencia: los de Movediza caminaban y los de Cerro Leones se acercaban a este punto de encuentro, la mitad de ese camino. Por eso llamamos a este trecho ‘Caminata de la Amistad y la Solidaridad’ entre ambos barrios”.

Son las 10.35. Sobre Basso Aguirre, a les ciclistas se suma una caravana de patinadores que vienen desde el Club Figueroa. Ya son casi un centenar quienes esperan con ansias a les caminantes. No falta nunca quien da falsa alarma de la proximidad de esa llegada. Sobre calle Azucena la caminata prosigue, esta vez en bajada y por un espacio transformado en basural clandestino. Una de las pancartas que porta un ambientalista reza: ‘Fraternidad entre los seres humanos y con la naturaleza de la que somos parte’, mientras el verde resiste a los embates de una involución sin miras de biodegradarse. Cruzan con cuidado y rapidez la Ruta Provincial 30, para ingresar a Cerro Leones por calle Galicia. En algunos intersticios, las vías vuelven a emerger, pero en propiedades privadas. Un detalle no pasa desapercibido: en una de las cunas del Tandil Picapedrero, no hay siquiera una cuadra adoquinada. Alguien compara la situación con la de la heladería familiar en la que nadie osa hundir una cuchara en el producto que les da de comer.

Para quienes ya han participado de las caminatas del 2018 y 2019, ver el tanque de agua oxidado, que saluda con un ‘Buen día Tía Tere’, es señal de que la llegada está ahí nomás. Ya sobre la parada de la vía se avisó que el último tramo se hará sobre lo que queda de ella, para más simbolismo: “No está del todo bien, en buenas condiciones, pero se puede”, advirtieron. Sobre el pasaje Ferrocarril, las vías vuelven a hacerse públicas. Los relojes marcan las 11 y desde Basso Aguirre se avista a quienes llegan por las vías, recreando lo que solían hacer, un siglo atrás, aquellos picapedreros de esas canteras pioneras de aquel Tandil. Sonrisas en las caras, aplausos, abrazos de bienvenida y emoción. Las remeras con el logo de la Fiesta Popular del Picapedrero identifican a quienes forman parte de la organización, pero también las portan quienes ya son fans de este evento que lleva cuatro ediciones. Bicicletas, patines, caminantes, avanzan hacia la Plaza de la Democracia (en Maderni y Basso Aguirre), fundides en un canto: ‘¿El Cerro está? Sí, está. Entonces, mueva, mueva, mueva el Cerro mueva!’. Así se corta la cinta, invisible, que da por inaugurada la 4ta Fiesta Popular del Picapedrero en Cerro Leones.

En bicicleta, sobre patines, a pie, más de un centenar de personas se dirigen hacia la ‘Plaza de la Democracia’, desde avenida Basso Aguirre.

EL GÉNESIS: DE LA IDEA A LA MATERIALIZACIÓN

Probablemente, en aquel 25 de agosto de 2018 en el que se rebautizaron las antiguas calles ‘3’ y ‘4’, no se cruzó por la mente de les allí presentes que ese humilde y sencillo acto empujaría al nacimiento de una fiesta de tal magnitud. Flavio García es vecino de Cerro Leones desde hace 20 años, integra la Comisión Organizadora de la Fiesta y rememora aquel momento en que al hallazgo de esas dos calles sin nombre, siguieron las clases recibidas por estudiantes de la Escuela Secundaria N° 16. Clases para explicarles sobre la importancia de identificarlas y homenajear: “Los nombres de las calles del barrio de Cerro Leones son de antiguos vecinos, antiguos picapedreros, gente que vivió o hizo cosas en el Barrio”. Quince días después, luego de indagar en la historia del barrio, les chiques (del propio Cerro Leones, de El Tropezón y de La Movediza) propusieron ‘Luis Ricardo Nelli’ y ‘Mateo Galbassini’; y había otro posible, pedido desde la gestión anterior de la Comisión Vecinal. En un acto muy emotivo para la barriada, en 2018, una de las calles pasó a llamarse ‘Luis Ricardo Nelli’, inmigrante italiano y de los primeros dirigentes sindicales canteriles de Tandil; y la otra, ‘Jano Burelle Kluga’, nene de cinco años que falleció de cáncer en 2011, vecino del Cerro y cuyo caso despertó la solidaridad y movilización de todo el partido de Tandil y la región.

Anabela Tvihaug, secretaria de Extensión de la Facultad de Arte de la Unicen e integrante de la Comisión Organizadora, recuerda los proyectos en que estaban ocupades aquelles estudiantes de la Secundaria, cuando Federico Martínez era su director: “Habían trabajado en conseguir juegos saludables para la Plaza y mejorarla; también con energías renovables para la institución y en el cuidado del medioambiente; otro tanto en torno a su historia… Esas ideas y proyectos, latentes y palpables en la propia comunidad de Cerro Leones, fueron la base para pensar una celebración del barrio”. Tvihaug recuerda que el propio Martínez le comentó a ella, como gestora cultural y trabajadora de Extensión de la Unicen, la idea que tenían desde hacía tiempo: “Un evento con eje en la identidad del barrio, para recuperar esa historia lugareña bastante escondida y para poner en la agenda pública a Cerro Leones como barrio, que por quedar pasando la ruta y con un camino de ingreso poco claro, quedaba fuera del foco de la ciudad”.

Flavio García también recuerda charlas alrededor de ese proyecto, luego del nombramiento de las calles: “Habíamos empezado a hablar con Federico (Martínez) sobre hacer ‘algo más’, para reivindicar al barrio y su identidad. Me comentó lo de hacer una Fiesta, en una charla entre dos. A los días, ya fue una charla entre tres, y al mes, entre varios”.  La idea contagió y se impuso a los miedos e inseguridades de les convidades: “Realmente, a mí me parecía difícil de realizarse… pero se hizo y en pocos meses”.

Desde la Secundaria N° 16 se convocó a los demás actores comunitarios que se aunaron aún más: la Primaria N° 4, el Centro Comunitario, el Centro de Salud, el Bar ‘El Cerro’, la Biblioteca del Cerro, el Club Figueroa, las cooperadoras escolares, la Murga ‘Guardianes del Cerro’, junto a vecinos y vecinas que se unieron para organizar la Fiesta. En tren de colaborar con la concreción de ese aluvión de ideas y propuestas, aparecieron agentes como la Universidad Nacional del Centro y su Punto de Extensión Territorial en el barrio, con su experiencia en la gestión cultural comunitaria.

Uno de los leones de la Plaza de la Democracia, junto al cartel de la edición inaugural de la Fiesta.

Así se construyó, colectivamente, en 2018, la primera Fiesta Popular del Picapedrero, con el ‘6 de octubre’ marcado en el almanaque: fecha en la que se fundó, en 1906, la ‘Sociedad Unión Obrera de las Canteras de Tandil’, de los primeros sindicatos del partido de Tandil. Fiesta, como indica Tvihaug, “con ejes en la Historia y el Patrimonio, en lo festivo y lo recreativo, en los proyectos educativos (el trabajo de estudiantes y docentes involucrados con su historia, generando propuestas para compartir), y en la puesta en valor y en la agenda pública al barrio en sí”. La puesta en agenda de Cerro Leones impuso lemas como el de ‘una fiesta popular del picapedrero, organizada desde las bases’, “porque fue realmente así: ese impulso por decir y hacer por el que múltiples actores se vincularon y establecieron lazos para que existiera esta celebración; y porque había y hay muchos reclamos, como el de un plan de urbanización definido, contemplando las necesidades e idearios de los vecinos ‘históricos’ y de los ‘nuevos’, en donde el progreso también vaya de la mano con la naturaleza”, subraya Anabela.

DE PEDIDOS E INAUGURACIONES

Son las 11.30. El vientito no cesa y refresca el ambiente. Sol y nubes están en intermitencia, y así será toda la jornada. Mientras quienes se acercan a disfrutar de la Fiesta lo hacen por la entrada principal de Basso Aguirre, no son pocos los y las vecinas que pispean el panorama desde sus puertas, con caras de estar ante una invasión alienígena. Otres preparan sus pastas o asados, para recibir a amigues y familiares, con quienes irán a la ‘Plaza de la Democracia’ luego del almuerzo. Peques y no tanto entran en calor en esos juegos conseguidos por el esfuerzo estudiantil, también trepan y saltan desde enormes rocas (una instalada; la otra, por inaugurar), cerca de la escalera de piedra que une a la Secundaria con la Plaza.

Comienzan a llegar integrantes de las colectividades de Tandil: desde croatas, yugoslavos, bolivianos, españoles, originarios, brasileros, italianos, montenegrinos, hasta dinamarqueses, lituanos, portugueses, alemanes, vascos, entre tantos otros. Con sus banderas y ropajes típicos, le inyectan color al momento protocolar del acto: los discursos. Desde los parlantes, no hay centímetro en la Plaza en el que no se escuche lo que está sucediendo en la Radio Abierta: las entrevistas a Federico Martínez y al jefe comunal Miguel Lunghi. Desde el escenario, Jorge Cesario, panadero, vecino del barrio y animador del evento, invita a cantar el himno, mientras las banderas de las colectividades ya se elevan para entonarlo.

Integrantes de la Unión de Colectividades de Tandil arriban a la Plaza de la Democracia y se ubican frente al escenario. Los árboles ocultan las dos enormes cavas en las que la minería redujo al ‘Cerro de los Leones’.

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Como uno de les fundadores de la Fiesta, Federico Martínez (ayer director de la Secundaria 16, hoy jefe de la UDAI Tandil de Anses) inicia la ronda de discursos. Agradece a la Comisión Organizadora y al vecindario del Cerro, por “toda la participación que se tuvo para el día de hoy, en tiempo récord”: luego de la edición virtual del 2020, se enteraron hace mes y medio que la Fiesta se podía hacer de manera presencial en este 2021: “Se fueron dando la apertura, las vacunas que nos están permitiendo salir de esta pandemia, el cuidado que tuvo cada uno en sus casas, y por eso estamos hoy festejando acá”.

Martínez conecta aquel 2018 con este 2021, con un relato que ya es un clásico en los discursos de la Fiesta, pero bien vale historizar ante un público que aumenta y se renueva cada vez. El ex directivo destaca la invitación a las colectividades: “Cada una puede dar cuenta de lo que representó para la historia de sus abuelos y bisabuelos trabajar en Tandil, acá nomás, atrás del escenario, donde no podemos ver el cerro porque apareció la tecnología y la explotación fue mucho más fuerte”. Luego, resalta el hecho por el cual esta celebración tiene su origen: el año 1906, la organización de los picapedreros en pos de más derechos, y la creación de la ‘Sociedad Unión Obrera de las Canteras’ (antecedente de lo que luego sería AOMA –Asociación Obrera Minera Argentina-): “Recomponer y pensar en el trabajo que se hacía en ese momento sirve para tener memoria sobre las luchas de trabajadores que dejaron la vida en lugares como Cerro Leones, trabajando para un jefe que los trataba bastante mal y que no tenían siquiera un salario porque les daban una moneda que sólo podían usar en la proveeduría de la misma cantera”.

Ese espíritu está internalizado en la barriada del Cerro: se materializa cuando como comunidad se organizan, donde la Fiesta es una excusa para mejorar su calidad de vida. Martínez comparte que le escuchó decir al Intendente, en la radio abierta, hace minutos, que siempre que viene a la Fiesta se lleva una carpeta: “Y hoy no va a ser la excepción”, le adelanta. Serán dos pedidos: uno, que se relaciona con el lema de la edición 2019, ‘Que la piedra vuelva al Cerro’. A propósito del trabajo hecho desde Cerro Leones para el crecimiento de la ciudad con el adoquinado, les vecines pedirán que los adoquines que se sacan por obras, vuelvan al Cerro para armar un anfiteatro, monumentos, esculturas, intervenciones en la Plaza u otros puntos del barrio, que puedan ser utilizados por la comunidad para diferentes actividades. “En el lugar donde está el escenario debería haber un escenario natural, hecho con esas rocas que se fueron de acá hace más de cien años y no han vuelto. Queremos recuperar ese trabajo que se hizo con la sangre y el esfuerzo de los trabajadores”, remarca Martínez.

Federico Martínez, ex director de la Secundaria N° 16 y actual jefe de la UDAI Tandil, brindando el primer discurso en la inauguración oficial de la 4ta Fiesta.

El otro pedido: realizar un playón polideportivo, “para que las escuelas tengan un lugar para Educación Física, y para que las y los chicos tengan dónde jugar”, en un barrio en el que el viento y las lluvias se hacen sentir, donde el pasto crece, y desde el Municipio no dan muchas soluciones al respecto. Martínez, García y Cesario entregarán minutos después el petitorio al intendente, con el acompañamiento de todo el Barrio. De un petitorio y una circunstancia así, un pedido se hizo realidad: dos pilares de granito en el inicio de avenida Basso Aguirre, con la leyenda ‘Cerro Leones’, identifica el ingreso y  hace las veces de carta de presentación de uno de los epicentros del Tandil picapedrero.

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El segundo en los discursos es el veterinario Marcelo Aba, Rector de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. En nombre de la casa de altos estudios, agradece a Cerro Leones el permitirles dar cuenta de su compromiso social con el ser parte de esta actividad: “Como universidad nos sentimos realizados cuando en una comunidad observamos el ansia por el crecimiento, esa necesidad de rememorar las raíces, y su organización para mantener presente y viva la historia propia del lugar, su importancia en lo económico y lo cultural, su influencia en el desarrollo de la ciudad y del propio espacio de Cerro Leones”.

Aba da cuenta del rol del Punto de Extensión Territorial, funcionando en esta 4ta edición en las instalaciones del histórico Bar ‘El Cerro’. El trabajo de laburantes de las facultades de Ciencias Humanas, Arte, de su área de Cultura y de la Secretaría de Extensión es lo que considera la forma en que la Unicen aporta su granito de arena para el desarrollo de la comunidad: “Es un enorme orgullo ser parte de esta Fiesta desde la primera edición. La Universidad siempre estará acompañando y aportando a emprendimientos como éste, porque es la forma de construir comunidad para salir adelante. Seguir trabajando en conjunto, en este armado de pasado-presente-futuro que nos permita a todos vivir mejor”. En esta edición 2021, la pandemia no pasa desapercibida: se cuela en los comentarios, en las distancias y los barbijos al aire libre, y en los discursos. Aba resalta que “a través de la vacunación y el cuidado, la situación epidemiológica nos permite tener esta fiesta”. A propósito de ello, la Fiesta también dispondrá de un vacunatorio contra el Covid19 para mayores de 18 años, cerca de los juegos.

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Sin papeles en mano, Miguel Ángel Lunghi, el jefe comunal de Tandil, comienza su discurso en ‘modo chiste’… o a medio camino: dice que no sabe si quedarse en el escenario o bajar, correr y esconderse; que considerará retirar el despacho del palacio municipal y pedirá prestada la Biblioteca Rivadavia, “porque tiene muchos estantes para colocar todos los pedidos que me hacen -y me van a hacer ahora-, así los tengo correctamente archivados y los puedo ir mirando día a día”. Su comitiva de funcionarios lo observa de reojo. El intendente que lleva casi dos décadas al frente de la comuna reconoce la belleza de esta Fiesta, por “recordar a esos hombres que trabajaron a principios del siglo XX, con mucho esfuerzo y sacrificio, en condiciones a veces infrahumanas, que trabajaban la piedra cortándola en forma manual, no como últimamente”. Afirma que durante su gestión “tuvimos la suerte de parar cuatro canteras de la Poligonal que rompían nuestras sierras con seis mil kilos de explosivos”. Y grafica: “Seis mil kilos, cuando en lo de la AMIA se usaron 400”. Por los gestos que se multiplican, muches parecen no dar crédito a lo que acaban de escuchar: “¿En serio nombró el atentado al inicio de una fiesta?”, comentan.

Son las 12 y el otrora pediatra que asumió la Intendencia en 2003 ilustra sobre las fiestas que se organizan de abajo hacia arriba, que según él tienen más futuro que las que surgen de arriba para abajo, “en un país con mucha inestabilidad”. Felicita a quienes crearon esta Fiesta, además, por “darle aún más vida a Cerro Leones, que estoy seguro que dentro de cinco o diez años no lo van a conocer”. En esa seguridad, hay quienes le sospechan algún proyecto urbanístico entre manos. Continúa con su lista de obras en el barrio: el asfaltado del ingreso principal, la instalación de las cloacas y del agua potable, y adelanta la del gas. Comenta que las escuelas ya le pidieron el playón polideportivo y se excusa con que el Municipio quiere hacer más, pero que la inflación, la pandemia, las idas, las venidas… Anuncia que tratarán de avanzar mediante algún programa de Nación o de Provincia “que nos ayude, porque se lo merecen y les va a hacer muy bien para que hagan deporte, tengan actos, los chicos estén en mejores condiciones”.

Lunghi habla de tener diálogo, de buscar consensos, e intenta citar a John Kennedy cuando asumió, diciéndole al vecindario: “No pidan todo al Estado, que es lo que están haciendo ustedes muy bien: hagan ustedes lo que pueden hacer y que el Estado acompañe”. Se lo dice a ese vecindario, en el marco de una fiesta que surgió, de hecho, para recordarles a muches que, durante añares, olvidaron (u obviaron) la existencia de ese manchón de más de veinte cuadras llamado Cerro Leones. Acto seguido, retoma su ‘show del chiste’ al insinuar la procedencia del par de leones escultóricos que dan la bienvenida a la Plaza de la Democracia. Par de leones con una larga tradición de vandalismo sobre sus lomos y que hace poco han sido restaurados. Para la ocasión, los leones fueron pintados con un dorado furioso, lo que lo confunde a Lunghi y lo lleva a creer que se trata de aquellas dos esculturas idénticas a éstas que fueron robadas de la Plaza del Centro. El detalle es que aquellas eran de metal… y éstas siguen siendo de cemento. Con observarlas unos segundos y tocarlas, la evidencia no deja lugar a dudas. Pero Lunghi prosigue en su confusión y hasta sugiere: “O vinieron caminando solos o alguno me los robó, no sabemos qué ha pasado, pero me parece muy bien que estén acá. El anterior estaba roto y era de cemento. Esperemos que a estos los cuiden”.

En el cierre de su discurso, el intendente remarca que, si bien todos no piensan igual, hay un porcentaje en el que sí y es allí desde donde trabajar “para que la gente viva mejor en un Tandil que progresa, se desarrolla y avanza”: nombra a la producción agraria, más de 500 casas y edificios en construcción, y hasta a las pulseras de ingreso a Disney World, “quizás porque seamos más baratos, pero lo estamos haciendo en Tandil” y remata: “Es un potencial impresionante que nos va a dar una vida mucho mejor a todos los tandilenses”. Las nubes comienzan su retirada y con ellas las palabras del Intendente, que cierra con otro toque ‘humorístico’ de su sello, al decretar que no llueva ni llovizne en toda la jornada.

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Mientras Anabela Tvihaug transmite en vivo para la página de Facebook de la Fiesta Popular del Picapedrero, vecinas y vecinos del Cerro toman el tablado, tradición desde la primera edición de 2018. En su momento, lo hicieron la vecina Lucía Elusich y representantes de la Embajada de Montenegro. Esta vez, el entusiasmo y la notoria alegría son de Gabriel Cadona, propietario del emblemático Bar ‘El Cerro’, y de Lucía Martín, que llegó hace unos años y sube con varies peques. Cadona agradece al público el haberse llegado hasta “¡El barrio más antiguo de la ciudad!”, grita efusivo. Alguna mirada o gesto fulminante del público debe haber observado desde esa altura, porque segundos después aclara, casi a regañadientes: “Bueno… uno de los barrios más antiguos también puede ser, sí”.

Lucía presenta a esas y esos peques que, como integrantes de la murga del Barrio, prepararon una glosa para esta Fiesta: “Somos Guardianes de Piedra, esa murga que se viene desde lejos. Somos de Cerro Leones, donde el bondi pasa poco y nos conocemos todos. Tenemos caballos en las esquinas, tenemos saludos que regalan nuestras vecinas, y tenemos abuelos con mil historias que guardamos en el corazón. Por eso, bailamos, tocamos y  luchamos”. Entre los aplausos eufóricos, Lucía invita a les presentes a comer mucho en la cantina y participar de todo lo que se preparó, “porque se hizo con mucho amor y corazón”.

HUELLAS EN LA PIEDRA QUE LATE

El acto se traslada cerca de la escalera de piedra que une a la Plaza y la Secundaria. Dos enormes piedras emplazadas: una ya tiene una placa de octubre de 2015, ‘En homenaje a los picapedreros montenegrinos, por su aporte al desarrollo de Tandil’, con las firmas de la colectividad en Tandil, el embajador Stojovic y el intendente Lunghi; la otra tiene marcas del trabajo picapedrero y se le colocará una insignia de parte del Punto de Extensión Territorial de la Unicen: ‘En esta piedra, las marcas de un oficio. En la historia, la de sus hombres, mujeres, sus obras y luchas’, frase elegida por voto de les vecines del Cerro.

Este momento de la 4ta Fiesta se titula ‘Una piedra, muchas historias’. Desde el escenario principal hasta ese punto, la distancia de 40 metros parece volverse cuesta arriba: quienes integran la Unión de Colectividades de Tandil se movilizan en lucha contra el viento. Más vehículos llegan y buscan estacionamiento a lo largo de las siete cuadras urbanizadas de la avenida Basso Aguirre. Se acercan más vecines, reconocen a quienes alguna vez fueron parte del Barrio y hay abrazos. Las colectividades rodean el sector de esas piedras. Sale el sol y desde ese lugar, como emergiendo de las sombras y de las copas de los árboles, se distingue un ápice de lo que queda de aquel mítico Cerro de los Leones, con su pétreo brillo gris cubierto de verde.

Son las 12.15. Liliana Lumovich, de la Colectividad Montenegrina tandilera, abrazada a su bandera roja y amarilla, relata pasajes de la vida picapedrera en esas serranías en las primeras décadas del 1900, las diez mil almas “que construyeron costumbres, idiomas, sentires, alegrías y duelos”; y que muchos canteristas ancianos, nacidos en la lejana tierra de Montenegro, “nunca creyeron que lo que habían hecho toda su vida, picar la piedra, constituyese una epopeya, pero fue así”. Para esta colectividad, Cerro Leones fue un hito importantísimo en su historia, por haber cobijado a muchos de sus inmigrantes.

Toca el turno de Néstor Pavić, representante de la colectividad croata, con su gorro típico. La voz se le entrecorta cuando pone en palabras las privaciones y necesidades de los picapedreros italianos, croatas y montenegrinos llegados a principios del siglo XX. Años en los que llegó Juan Vucetich desde Croacia, quien desarrolló en Argentina las fichas dactilares, usadas mundialmente para la identificación. Pavić habla de la formación de las asociaciones laborales, de los conflictos, de las primeras huelgas, de la producción de adoquines y granitullos que empedraron a Buenos Aires: cuando en Capital Federal le dicen no conocer Tandil, Néstor les señala que eso es imposible, porque “todos los días pisas los adoquines y los cordones… ¡cómo no lo vas a conocer!”. Pavić menciona la creación de Yugoslavia, la unión de croatas y montenegrinos mediante el idioma, el castellano sólo aprendido para trabajar; y el hecho de que, proveniente de un mundo de piedras, la familia croata se enfrentó a la dureza del granito fabricando herramientas para cortarlo, con lo que iniciaron los primeros talleres metalúrgicos. Hondamente emocionado, define a sus ancestros como “gente muy trabajadora, respetuosos, reservados, muy conservadores de su cultura y su idioma, que los guiaba y ligaba a su lugar de origen”; y concluye, entre lágrimas y aplausos del público: “Somos seis generaciones de descendientes de aquellos inmigrantes en Tandil, que dejaron, como Juan Vucetich, una huella que nos identifica”.

Integrantes de las colectividades montenegrina, croata e italiana hablan sobre sus antepasados inmigrantes. De fondo, recortándose en el cielo, las retamas sobre uno de los pocos vestigios que quedan en pie del ‘Cerro de los Leones’.

Toma el micrófono Susana Suffredini, de la colectividad italiana, ya con la voz entrecortada. Cerro Leones es sinónimo de los fines de semana de su infancia, en casa de sus tíos Toncovich: el obligado paseo por las cavas luego de almorzar; las conversaciones sobre pinchotes, adoquines, escarpelos, bigornias, accidentes y amputaciones; los difíciles años ’30 cuando la obra pública en Buenos Aires y Rosario se paralizó y los adoquines pasaron a valer nada. “Contaba mi mamá que un croata robó un cordero para dar de comer a su familia, lo apresaron en el Destacamento y en su defensa el señor explicó: ‘Puse a hervir adoquines y no se ablandaron’”, expone, cruda y duramente. Tiempos en que todo giraba alrededor del trabajar la piedra, en adoquines, cordones, bancos, mesas; y la importancia de rescatar la labor de las mujeres: lavaban ropa en la cava, desde allí llevaban agua a sus hogares con el yugo que cargaban entre dos para soportar el peso, y la limpieza de ollas y pavas del tizne de la cocina a leña con el polvo desperdiciado en el barreno que ellas recolectaban. “Cerro Leones, en donde los nombres de sus calles rinden homenaje a gente como Pascucci, Maderni, Cima, Luiggi Poli”, destaca Susana, mientras pide se valore el trabajo picapedrero también presente en varios paseos, como el Calvario, La Movediza, el Castillo Morisco…

Comienza la inauguración de la piedra con marcas del trabajo picapedrero realizado en el Cerro. Sebastián Álvarez, del Punto de Extensión Territorial de la Unicen, cuenta que docentes de la Unicen y vecines se acercaron a un campo lindero al Club Figueroa, porque habían registrado movimiento de suelos: encontraron canteras de arena y mucha, mucha historia. Pidieron permiso para observar lo patrimonial, lo histórico, lo cultural y lo natural. Luego de varias negociaciones, el encargado permitió sacar esta piedra tan singular, que pasó del ámbito privado a ser emplazada en este punto público en agosto.

Son casi las 12.30 y entre el público de pie se distinguen el Rector de la Unicen y el Intendente. Ana Fernández Equiza, como docente e investigadora de Geografía de la Unicen, explica el por qué del nombre de este segmento y la historia de esta piedra a la que se le colocará una placa. ‘Una piedra que cuenta Historias’, primeramente la suya, la de la Tierra, la de sus 2.200 millones de años, cuando América y África eran un mismo continente. Una piedra que cuenta, además, la previa a la vida canteril: “Cuando se piensa en un cerro llamado ‘de los Leones’, o en La Movediza, lugares emblemáticos en torno a este trabajo picapedrero, seguramente también fueron importantes para los pueblos que nos precedieron y nombraron con la voz ‘Tandil’, Chapaleofú, Langueyú y tantas más”. Fernández subraya el significado de “referenciar y simbolizar en esta piedra el valor de la naturaleza y la necesidad de preservarla, junto a su historia”.

Ana señala que las marcas del trabajo en esta piedra van más allá de lo picapedrero; no es la única huella pero sí la más visible: “El brazo que hizo estas marcas fue de una persona con una familia que vivió y se alimentó de lo rural, que también fue su trabajo. Las familias picapedreras también se nutrieron de la quinta, de los animales y del trabajo de las mujeres: un trabajo que es necesario rescatar en esta memoria”. Mucha gente se acercó a brindar testimonios en estos días, y Ana destaca la historia de una madre de casi cuarenta años que ya tenía artrosis e iba con su hijo a la laguna a lavar ropa: “Una época en la que todo lo que se hacía giraba alrededor del trabajo”.

Piedra que en sus marcas llama a pensar en la fraternidad nacida desde el sacrificio de la barriada de Cerro Leones, ya sin el Cerro ni sus leones, ni los granitullos ni los adoquines. Atenta a las entrevistas que hizo y a los testimonios de hace minutos, Ana encuentra que hay algo que hace a la memoria de todos: “Recuerdan como lo más preciado su pertenencia a la escuela. Como miembros de la Universidad, es importante trabajar con la comunidad, más aún recordando que Argentina es Educación Pública”. Fernández pone el foco sobre esas instituciones creadas desde la organización obrera, tales como el Sindicato y su legado: “Pensamos en la lucha por los derechos laborales y nos vienen a la mente imágenes de la Patagonia Rebelde o de otras causas con más visibilidad, pero en este lugar los picapedreros lucharon mucho antes por la jornada de ocho horas, para que las canteras no tuvieran una tranquera, para que no les pagaran con plecas sino con monedas de uso corriente”.

A modo de conclusión, con más gusto a invitación a la reflexión y el debate, la docente e investigadora dispara una pregunta frente a las autoridades del Municipio de Tandil y de la Unicen. Pregunta sobre cuál es el compromiso como sociedad para valorar ese patrimonio cultural y el patrimonio natural. Mientras algunes quedan con la mente y la mirada fijas sobre esa piedra, procesando esa cuestión, Fernández resalta que “el progreso en el siglo XXI no es transformar la identidad de un lugar, sino valorizarla, reconstruyendo la memoria colectiva, respetando la naturaleza y buscando formas de desarrollo que sean propias del siglo XXI, basadas en la fraternidad entre los seres humanos y para con la naturaleza de la que somos parte”. Los aplausos se multiplican, mientras el vecino Oscar Alfonsín se dispone para cortar la cinta y así oficializar la presencia de esa piedra con trabajo impreso y ahora con placa.

Bárbara Sosa y Flavio García sostienen la cinta. Oscar Alfonsín, vecino de Cerro Leones, la corta e inaugura a la piedra con marcas y a su placa alusiva.

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Son las 12.34 y Bárbara Sosa, de la Organización de la Fiesta, presenta a Ariel Díaz y Paola Chiavaro, que conforman La Cantería de Tandil. Comienza la demostración en vivo del trabajo picapedrero, de sus herramientas y del corte del granito. Cerca de cincuenta personas ya les rodean, con caras de fascinación y curiosidad. Ariel y Paola han sido de las ediciones anteriores, con charlas, exposición de esas herramientas en su tablero y las historias de cómo las fueron consiguiendo, incluso con investigación previa.

Paola muestra los martillos de un kilo y 800 gramos, y caracteriza el sistema de uso personal que tenía cada picapedrero: para que esas sus herramientas no se dañaran y para que sus muñecas no acusaran recibo del desgaste ni de los golpes de manera temprana. Muestra las ‘adoquineras’ para cuadrar, como su nombre lo indica, adoquines y determinar, según el golpe, si su destino era ser material de primera calidad o de segunda. Prosigue con la bucharda, las cuñas, la martelina, la seda, la barreta, el scarpel marcador de línea por donde pasará la seda y las puntas para la hechura de los agujeros cónicos. La piedra recién inaugurada forma parte de la demostración de esos agujeros en los que se colocan los famosos pinchotes, con sus puntas mochas para no tocar la base, y se los martilla para asegurarlos bien. Paola y Ariel explican que luego de esos golpes, se deja descansar a la piedra, para que le llegue debidamente el efecto y no apurar el proceso. “A la piedra hay que ir escuchándola y esperar a que haga el ruido sordo del corte, que vaya marcando la línea del corte en bajada”, remarca Ariel y todos los ojos se posan sobre su mano ilustrando el proceso sobre ‘la piedra con historias’. Explica que luego de la espera, una nueva batida con un sendo golpe del ‘marrón’ asentará más los pinchotes, para ayudar a continuar el camino de la rajadura por la veta.

Ariel acomoda en el suelo el pedazo de granito que cortará y los corazones comienzan a acelerarse. Para muches, esta demostración es casi un show de magia. Paola habla del rol del herrero en el arreglo, afilado y recuperación de piezas y herramientas, y Ariel profundiza sobre las funciones de las pinzas, pero las miradas están fijas sobre ese granito en el suelo. La presentación de los barrenos vuelve todos los sentidos hacia el muestrario de instrumental: barrenos para los cortes más grandes, para los que se requerían tres personas, con el ritual del girado, el ‘hop’, los golpes de mazas y la necesidad de reafilado ya al centímetro de profundidad.

Paola Chiavaro junto al muestrario donde exponen las herramientas que los picapedreros de antaño utilizaron para su labor. A poca distancia, Ariel Díaz apoyado en la piedra con marcas, a la que utilizó varias veces para ejemplificar en su explicación.

Ariel se arrodilla y presenta a la ‘plota’ más pequeña, pedazo de piedra, rectangular, que será partido al medio… o más bien, cortado. Les pide a chicos y grandes que se distancien, que se muevan hacia atrás, aunque pareciera haber un magnetismo que les acerca peligrosamente hacia la escena del corte. Explica que la forma más fácil de cortar una piedra es rayarla de un lado, darla vuelta y aplicarle un golpe en seco. Acto seguido, se pone antiparras y comienza a marcarla: con 27 golpes de maza y scarpel, la raya. Con diez golpes más sobre el scarpel, la recorre y termina de ahondar el surquito. La da vuelta, la asienta bien, incluso le da unas palmaditas. Con dos golpes suaves y uno más fuerte del ‘marrón’, a modo de ultimátum, el primer acto mágico sucede: con menos resistencia que una barra de chocolate, el granito cede y se divide en dos. Los gritos de asombro y los multiplicados ‘Guau!’ se extienden, hasta que unas palmas se encuentran, chocan y así los aplausos inundan la escena.

La demostración continua y la exposición también. Los ojos de les chiques arrodillades continúan sobre la pieza de granito que Ariel sostiene en sus manos. La siguen en sus movimientos, hipnotizades. Ariel relata que primero llegaban los bloques grandes, del tamaño de la piedra con marcas, para luego ser reducidos según su destino: cordones, adoquines, granitullo; y que a ello se sumaba la deliberación colectiva entre los trabajadores de la piedra para analizar desde qué veta comenzar cuando se trataba de un corte de grandes dimensiones, trabajo que hasta podía durar una semana. Cuando esa primera veta de corte no era la mejor ni la indicada, complicaba toda la labor por venir… O, directamente, era motivo para desechar ese material.

Comienza la segunda etapa de cortes y en este caso, por su profundidad y dimensión, la plota será cortada con pinchotes. Más gente se suma al público, a muy pocos metros de Ariel. Nuevamente con antiparras, entre giros y golpes a la punta, raya y profundiza la superficie para este nuevo corte. En el 80, para y cambia de punta. Ya van más de 60 y se detiene para insistir en la importancia de encontrar la veta adecuada para que todo ese trabajo no sea en vano. Los nenes le preguntan si alguna vez se martilló un dedo, y su risa habla de la triste cotidianeidad de esos golpes accidentales. 52 nuevos golpes a la punta, con el murmullo de la impaciencia como música de fondo, y se quiebra la punta. Toma una nueva y empieza el segundo agujero cónico: 32 golpes y prosigue con el primero, con 16 golpes más. Vuelve a escena el scarpel y la hechura de la raya con otros 32 golpes. Con la punta, vuelven los golpes sobre el segundo agujero y el primer agujero cónico, para profundizar donde en segundos colocará a los pinchotes. Debidamente ubicados, les da unos diez golpes, repartidos en dos veces de cinco, a cada uno. Luego, como a cada chancho su San Martín, a cada pinchote sus golpes de batida: nuevamente, repartidos, cinco a cada uno. Y si aún con todo eso el corte no sobreviene, se lo ayuda con el scarpel.

Vuelven los golpes de batida sobre los pinchotes, y ya da vuelta a la plota para rayarla por el costado. Su olfato y vista deben haber encontrado señales de la pronta partición que aún requiere asistencia. Un par de golpes de batida sobre los pinchotes y el último recurso: el golpe con el ‘marrón’ sobre la espalda de lo plota. Y allí, el granito cede, con más trabajo que la demostración anterior, pero cede al fin. Los aplausos se encaminan hacia el picapedrero y su obra, pero en muchas caras emocionadas, con la mirada perdida sobre esa piedra que ahora son dos, ese aplauso también se dirige hacia el legado y la memoria de algún antepasado que tuvo en ese sonido metálico de choques de puntas, pinchotes, scarpeles y golpes de maza, multiplicado por miles durante horas, días, meses, años, a su paisaje cotidiano. Como cierre, exponen la escultura en piedra de un pez, para demostrar el arte logrado con el buen manejo de la técnica.

DE PICAPEDREROS, CANTERAS, PRESERVACIÓN AMBIENTAL… ¿Y QUÉ FUTURO?

Lo afirman en la propia contextualización hecha desde la Comisión Organizadora, ya en 2018, sobre los objetivos de la Fiesta del Picapedrero: “Desde los comienzos de su existencia, la humanidad depende de la naturaleza para su subsistencia. La historia de cada lugar está ligada tanto a sus recursos como a las circunstancias de su época”. La Fiesta intenta visibilizar el trabajo humano en la piedra, “reconociendo y abrazando las distintas coyunturas sociales y políticas que nos han permitido, como sociedad, comprender la necesidad de planificar, cuidar el ambiente y compensar el uso de los recursos naturales; definir y redefinir la industria minera y de reconocer el trabajo como derecho”.

La Fiesta Popular del Picapedrero conjuga constantemente pasado picapedrero con presente de revalorización de aquello artesanal, en una ciudad que se debatió hasta hace poco entre la extracción minera con destrucción irreversible del patrimonio natural, frente a un intento de protección de lo serrano; y sin dar mucho tiempo a ese proceso, el nuevo embate lo da el lobby inmobiliario con la construcción sobre el faldeo. En el medio, postergada, la posibilidad de la preservación efectiva de las sierras de Tandil y el planteo de otro tipo de turismo. Esta Fiesta se anima a proyectar un futuro posible desde la consolidación de la identidad histórica de Cerro Leones, el rescate de su memoria histórica en torno al trabajo artesanal de la piedra; junto a sus recursos naturales, sus circuitos culturales y emprendimientos económicos, todo eso a compartir y ser disfrutado por tandilenses, vecines de la región y turistas.

El picapedrero que Poshy está dando a luz en esta 4ta Fiesta, y el que ‘Nico Ilustraciones’ plasmó sobre el paredón que une a las escuelas N° 4 y N° 16. Entre ellos, un banco de piedra, otra de las producciones que realizaban los picapedreros del Tandil de antaño.

En Cerro Leones funcionó una de las primeras y más importantes canteras de extracción de granito de Tandil. Alrededor de esta actividad se forjó una barriada de cerca de cuatro mil almas, pionera en la lucha por el reconocimiento de los trabajadores de la piedra, de quienes se llegó a decir que podían leer el interior de la piedra. En 1913, desde todas las canteras de Tandil el ferrocarril transportó más de 410 mil toneladas de piedra labrada en el año. Sin embargo, la crisis de 1930 y el aumento de la explotación mediante la mecanización y trituración de la piedra para los planes viales, dejó a muchos picapedreros sin trabajo, entre el éxodo y la reconversión. Más producción pero con más destrucción y en menos tiempo, y sin el valor agregado de la labor a maza, punta y pinchote. Muchos cerros del partido fueron reducidos a enormes y profundas cavas en pocos años, mientras comenzaba a perfilarse la veta turística de la región.

Se llega a los ’90 con una ciudad sacudida por las intensas vibraciones, casas que se rajan y voladuras cada vez más recurrentes que ponen en peligro a las barriadas de los alrededores de las canteras. La población de Tandil ya no puede obviar la destrucción serrana y se inicia un proceso de concientización ambiental, mediante la labor de hormiga de la Multisectorial y luego de la Asamblea Ciudadana por la Preservación de las Sierras, entidad apartidaria de vecines autoconvocades que pide al Estado, en todos sus niveles, que declare como ‘Áreas Protegidas’ a las sierras de todo el partido, reconvierta productivamente los emprendimientos canteriles, y garantice los puestos de trabajo de esos trabajadores. Provincia y Municipio firmaron en 2010 la ‘Ley de Paisaje Protegido’, de temple más laxo que lo propuesto por la Asamblea: así como detuvo la actividad de las canteras de la Poligonal formada por las rutas provinciales 30 y 74 y la nacional 226, empoderó al lobby inmobiliario de la construcción sobre las sierras. Los efectos de ese ordenamiento territorial de hecho ya se sienten en pleno corazón de la ciudad ante la más ínfima llovizna.

En la Fiesta Popular del Picapedrero, de entre la multiplicidad de organizaciones que han participado en estas cuatro ediciones, hay dos que se encuentran desde la primera hora y resaltan por su antagonismo: la seccional Tandil del gremio AOMA (Asociación Obrera Minera Argentina) y la Asamblea Ciudadana por la Preservación de las Sierras de Tandil. En el tren de debates y replanteos que propone, la Fiesta quizás sea el ‘eslabón perdido’ para entender los distintos capítulos de esta historia de luchas diversas alrededor de las sierras. Walter Marcovich, secretario general de AOMA Tandil, no deja de remarcar lo mucho que al gremio y a la familia minera le encantó el proyecto de la Fiesta. El sindicato colabora con el evento con el préstamo de elementos históricos como libros y la bandera-estandarte que se utilizó en tiempos de la ‘Sociedad Unión Obrera de las Canteras Tandil’, resguardados en su sede: “Soy descendiente de canteristas y vivimos este proyecto con una gran emoción, para que quede viva la historia de la familia minera”.

Bárbara Sosa, Walter Marcovich y demás integrantes de AOMA Tandil, junto al estandarte de la ‘Unión Obrera de las Canteras Tandil’.

Luego de un silencio, habla por sus afiliados: “Sentimos que estamos mal vistos frente a nuestra ciudad. Nos han pegado muy duro como ‘destructores de las sierras’: nosotros somos trabajadores que con nuestro trabajo digno podemos dar de comer a nuestras familias y educar a nuestros hijos, para que tengan un mejor futuro. Con el único ingreso que tenemos, a través de nuestro trabajo, le damos trabajo al mercadito del barrio, al club que van nuestros hijos, a las ferreterías, a las tornerías, a los gomeros, a tantos comercios”. Con la oportunidad que brinda la Fiesta, esperan que la sociedad tandilera “se dé cuenta de que somos ni más ni menos que trabajadores que nos ganamos el pan dignamente”.

Hay quienes ven ‘paradójica’ la participación de la Asamblea por las Sierras, que prácticamente ‘corta la cinta’ de todas las ediciones de la Fiesta Popular del Picapedrero con la ‘Caminata de la Amistad’. Ana Fernández Equiza, que además de docente universitaria es motor fundador de la Asamblea, subraya que la participación de la entidad ambientalista se da desde el hecho de la importancia que tiene para la Asamblea la idea de ‘patrimonio’, del legado de una generación a otra: “No tenemos duda de que así como las sierras son el principal patrimonio natural de Tandil, la historia de los picapedreros es de los principales legados que tiene la cultura y la historia tandilenses”.

Desde la Asamblea siempre se ha diferenciado la explotación minera de estas últimas décadas, con la situación de los picapedreros a fines del siglo XIX y comienzos del XX, “donde el conocimiento que había sobre las sierras y su importancia era mucho menor; donde las posibilidades para elegir trabajos eran realmente muy acotadas; donde ese trabajo era muy noble, fruto del conocimiento no de un solo picapedrero, sino de un conjunto de oficios, en equipo, que formaban ese sistema artesanal”. Tiempos en los que para esos productos y obras “la extracción de naturaleza era mínima y el agregado de valor de un cordón, un adoquín, un granitullo, era muy grande”. Como contracara, la minería de finales del siglo XX y nuestros días “está basada en el uso de grandes cantidades de explosivos que destruyen a los cerros rápidamente y los han convertido en enormes cavas”. Por ello, incluyen al conocimiento sobre ese oficio artesanal como patrimonio cultural de Tandil: “Los primeros picapedreros llegaron a canteras cerradas, donde no podían entrar ni salir libremente y cobraban en plecas. Las luchas que los picapedreros dieron, a principios del siglo XX, por otro tipo de organización de la producción y por derechos laborales, son un legado fundamental y un gran antecedente para los movimientos que luego permitieron lograr un derecho laboral que mejoró las condiciones de vida de todos los argentinos”.

Fernández explica que como Asamblea participan con la caminata para honrar aquella práctica que existía entre los pobladores de las canteras de La Movediza y de Cerro Leones, que transitaban a pie el trayecto de la trocha angosta que los unía, y a mitad del recorrido se reunían para tratar cuestiones sindicales o de las otras tantas instituciones que generaron, tales como sus propias escuelas públicas, en una ciudad que todavía tenía muy pocos establecimientos educativos: “El nivel de organización fue muy grande en esa sociedad marcada por la vida de los picapedreros. Nos interesa marcar esa caminata que también es ‘de la fraternidad’, valor muy presente entre los picapedreros y que es un legado que en la actualidad debemos conservar”. La Asamblea siempre ha planteado que gran parte de los actuales problemas ambientales “tienen que ver con modelos de desarrollo que se impusieron sin discutir sus implicancias ambientales. Hoy necesitamos repensarlos, y creemos que el progreso bien entendido del Tandil del siglo XXI requiere de la protección tanto del patrimonio natural como del patrimonio histórico-cultural”.

POSTALES QUE SON MARCA REGISTRADA Y EL COMPROMISO DE LAS ESCUELAS

Son las 13. En la Plaza de la Democracia, sobre calle Maderni hasta la Escuela N° 4, una postal se repite en cada edición de la Fiesta: ambas veredas se pueblan de stands de la Feria de la Economía Social y Solidaria y de les productores de Cerro Leones. En esta oportunidad, hay poco más de una decena: entre la venta de ropa, equipos materos, medias, sahumerios, cuchillos, lencería y plantines, se encuentran la cerveza ‘Cantera Leones’, los quesos, los ladrillos y los frascos con miel, hechos por manos de la propia barriada anfitriona. En el aire se olfatea la ‘choriseñal’ que empuja a muches a enfilar hacia la cantina.

La ‘Plaza de la Democracia’, del lado de calle Maderni, hacia Lamberto. Al fondo, el antiguo y emblemático edificio de la Escuela Primaria N° 4.

Es tal el fanatismo despertado por este evento que cada año está presente el puesto de estampado del logo de la Fiesta. Aparece gente de todas las edades, con remeras, bolsos, parches o lo que sea de tela y se tenga a mano. De manera gratuita, estudiantes de la Facultad de Arte pasan el rodillo… Incluso, les prestan las herramientas a corajudes (y testarudes también) que se animan a hacerlo por sí mismes. En otra coordenada de la Plaza, la murga del barrio, ‘Guardianes de Piedra’, organiza la muestra fotográfica en la que recorren sus vibrantes y coloridos diez primeros años de vida en el Cerro.

Mientras las familias ubican sus asientos y bolsos materos a lo largo y ancho de los 3.400 metros cuadrados de la ‘Plaza de la Democracia’, en la mitad de este inmenso espacio verde, ‘Poshy’ (Javier Silvera Sicco) dispone el lienzo para la hechura de un mural en grafiti que concluirá al atardecer. Ya está rodeado de peques (y no tanto) inundades de curiosidad. Por la paleta de aerosoles que asoma, le dará vivos colores (con predominancia del rojo y el negro, colores anarquistas) a un picapedrero de principios del XX, con boina y pañuelo, en pleno trabajo sobre una piedra. Entre gatilladas de spray, la radio abierta de estudiantes de la Técnica N° 5 transmite lo que pasa a su alrededor y entrevista a promotores y participantes de la Fiesta. El trabajador de la piedra que inmortalizó Nico Vilela (‘Nico Ilustraciones’ en las redes sociales) en octubre de 2018, no deja de picar, acaparar miradas y observar el panorama desde lo alto del paredón que une a las dos instituciones educativas del Barrio.

En aquellas primeras Fiestas, además, la Plaza cobijó las exposiciones de los trabajos en piedra del Taller Municipal de Picapedreros y Escultores; la presencia de la Unión de Colectividades; la muestra de producciones de los talleres de bordado mexicano, de huerta orgánica de niños, de plástica y de artesanías, entre tantos otros oficios impartidos en el Centro Comunitario de Cerro Leones; y hasta hubo lugar para una kermes de juegos tradicionales, a cargo de estudiantes y docentes de la Secundaria N° 16.

A propósito de la Secundaria, la docente Natalia Álvarez Pascucci cuenta cómo trabajaron les estudiantes para esta Fiesta: “Integraron los contenidos en distintas materias, aprendiendo sobre el origen de los picapedreros, sus colectividades, la historia de las canteras, también desde lo geográfico y lo social. Se hizo un trabajo de guía turística para la gente que no conoce el barrio (gente incluso de Tandil) y así contarles la historia de los picapedreros y de Cerro Leones, en diferentes puntos específicos del barrio”.

En la comunidad de esta escuela, se iluminan las miradas al rememorar su participación en la primera fiesta, aquel 6 de octubre de 2018. Anabela Tvihaug se emociona, hasta se le quiebra la voz de sólo revivirlo: “Fue muy impactante entrar a una escuela muy humilde, con muchas falencias edilicias, donde el corazón, la pasión y los proyectos hacían brillar a toda esa institución. Era sorprendente: había calles, estampas, cuadros, maquetas, vestuario de época, plecas, espectáculos; habían montado una experiencia sonora sensible, entrabas en un lugar con los ojos cerrados e ibas escuchando sonidos. Los pibes contando la historia, proponiéndonos hacer un recorrido turístico por el barrio… Fue muy fuerte”. Anabela se refiere a la ‘Experiencia Picapedreros’, donde les estudiantes fundieron creatividad e investigación. Presentaron intervenciones artísticas como las maquetas ‘El recorrido de la piedra’ y ‘Primeras huellas arquitectónicas’; el teatro de sombras ‘Cuerpos de piedra’; el reconocimiento a los obreros de la piedra en la reproducción de cartelería urbana de Cerro Leones, con el nombre ‘Calles con historia’; recrearon minuciosamente una fonda de los primeros tiempos canteriles, con el título ‘Tradiciones que perduran’; videos sobre la vida cotidiana de las familias picapedreras, ‘Un entorno con Historia’, junto a la proyección de ese trabajo en la escuela… hasta el ‘Juego Interactivo Picapedrero’. En 2019, las instalaciones de la secundaria fueron el escenario de la muestra ‘Imágenes de mi barrio’, de la presencia de estatuas vivientes, y de la proyección del film ‘Cerro de Leones’, que Alberto Gauna estrenó en 1975.

En la Primaria N°4 ‘Mariano Moreno’, antigua construcción en la esquina de Lamberto y Maderni, estudiantes y docentes del Segundo Ciclo exponen ‘Las piedras hacen historia’, junto a la recopilación de información histórica sobre la barriada. En las aulas de esta escuela creada en 1881, fruto de la gestión de esos inmigrantes recién llegados de Europa a trabajar en el cerro ‘leónido’, quienes integran el Primer Ciclo comparten la instalación artística en la que han trabajado arduamente: ‘Piedras primarias’, con producciones en arcilla, piedras, papel, porcelana fría, junto a la proyección de fotos que recrean esas jornadas creativas. El Centro de Educación de Adultos N° 713 también exhibe allí.

El equipo docente de la Primaria hace memoria y recuerda que en la primera Fiesta, en esta institución estuvieron presentes la entonces ‘Fototeca de la UNICEN’ con una exposición fotográfica y escaneo-digitalización de archivos de las familias del barrio; el Museo Histórico del Fuerte y el área de ‘Patrimonio Cultural y Archivo Histórico del Municipio de Tandil’, con una muestra temática; la obra ‘Hijo de la piedra’, interpretada por Martín Rosso junto a Rafael Rodríguez; y se proyectó ‘Bepo. La búsqueda de la Libertad’, de Marcelo Gálvez. En 2019, alumnos y alumnas de la escuela representaron ‘Leyenda del Cerro’, obra teatral de su propia autoría; y hubo muestras, como la de fotografías históricas del Archivo Histórico Digital Unicen; ‘Trabajar la Piedra’, del Museo Histórico del Fuerte; ‘Herramientas del Picapedrero’, de Ariel Díaz; y ‘Los descendientes’, con proyección de entrevistas y fragmentos de la puesta en escena escrita y dirigida por Julia Lavatelli, vinculada al Teatro Nacional Cervantes.

LA EDICIÓN DEL REENCUENTRO

La pandemia de Covid19 ya es un mojón en la historia de la humanidad. Afectó a cada centímetro del planeta a lo largo del 2020 y aún se sufren coletazos en el 2021. La Fiesta Popular del Picapedrero no escapó a la peculiar coyuntura: mientras para cientos de eventos se decidió su postergación hacia tiempos mejores en lo sanitario, la Comisión Organizadora decidió que la Fiesta tuviera su tercera edición, aunque en un formato acorde a los tiempos que corrían. Así fue que la del 2020 se realizó en el territorio virtual de las redes sociales y Youtube.

Experiencia ‘rara’ para algunes, porque la esencia de la Fiesta está en el encuentro con la gente; ‘novedosa’ para otres a quienes la virtualidad les era absolutamente ajena y aún así se prendieron y participaron activamente de la propuesta. En el canal de Youtube ‘Fiesta Popular del Picapedrero Cerro Leones’ se encuentran disponibles los más de veinte contenidos audiovisuales que se produjeron al efecto: documentales como el realizado sobre Ariel Díaz y el trabajo picapedrero hoy, y sobre la lucha de los picapedreros desde los archivos históricos de AOMA; conversatorios con Mirta Bujan, Ana Fernández, Lucía Jelusich, Julia Lavatelli, Sara Arrizabalaga, Gabriel Cadona, María Celia García, y a Leonor Alicia y Delia Susana Pascucci, nietas de Roberto Pascucci; dos miniseries, llevadas adelante por el Taller de Teatro de Cerro Leones y un grupo de teatro comunitario de Villa Laza, a cargo de Carolina Giovanini; recetas de la colectividad montenegrina, a cargo de Karina Orahovak, y de facturas por el panadero del barrio, Jorge Cesario. Audiovisuales también sobre las producciones actuales en el Cerro, sobre los Guardianes de Piedra, trabajos hechos por estudiantes de la Secundaria N° 16, por alumnos de la Escuela Primaria de Adultos del barrio, junto al cortometraje de animación ‘El último adoquín’ realizado por la Técnica N° 5.

En esa particular puesta en escena, no sólo jugaron las energías para que la Fiesta no se estancara: también pesaba la necesidad de generar encuentros, aún desde lo virtual, para continuar alimentando el fuego del trabajo “como comunidad y equipo, y generar un poco de alegría en ese contexto tan complejo. En el grupo con vecinos y vecinas nos sentimos muy cerca, muy contentos, y fue hermoso”, pondera Tvihaug.

Para esta cuarta edición, estaba decidido que sólo la realizarían si les habilitaban la modalidad presencial. En agosto les llegó la buena nueva desde el Municipio. Los motores se pusieron en ‘turbo’ para trabajar intensivamente en el mes y medio que restaba para este 10 de octubre, con reuniones semanales de la comisión, hasta en la Plaza con les vecines que se acercaban a aportar: “Y salió lo que estamos viendo: algo hermoso. Se notan las ganas de la gente de querer salir, de querer estar. Es totalmente diferente”, comparte orgulloso Flavio García, mientras se prepara para coordinar el conversatorio. Anabela Tvihaug sigue con celular en mano, transmitiendo en vivo fragmentos de esta tarde de domingo, y reflexiona sobre este regreso a la celebración presencial: “Nos da mucha felicidad y se ve reflejado en las actividades. Está siendo, quizás, la edición más festiva: hay mucha euforia, mucha adrenalina, mucha alegría, mucha comunión. Este año se ve, sobre todo, esa alegría de encontrarnos, la fortaleza recuperada de acompañarnos y compartir un tiempo y un espacio común, fundamental para la comunidad”.

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Hora 14. Sigue llegando gente y estacionan sus vehículos, con suerte, antes de llegar al Club Figueroa. Pasan frente al Bar ‘El Cerro’ para comprar algo fresco, pero grande es la sorpresa que se llevan cuando descubren que las instalaciones del histórico bar en el que supieron consumir en fiestas anteriores hoy es sede del Punto de Extensión Territorial de la UNICEN. Aún así, se quedan en ese ambiente con tanta historia entre sus paredes de chapa, mientras estudiantes de la Orientación en Servicios Turísticos de la Escuela Técnica N°5 les brindan una suerte de visita guiada.

Casa por medio, en el frente del Centro Comunitario, una enorme imagen del fotógrafo italiano Carlos Pierroni estampa para la posteridad a un nutrido grupo de personas, enorme mayoría de niños y niñas, frente a una construcción de chapa. En blanco y negro, y con una nitidez que asombra, se lee claramente en aquel óvalo metálico ‘Escuela N° 4’. La fotografía ejerce un magnetismo que detiene a quienes se encaminan hacia la Plaza: comienzan a señalar, a reconocer rostros, a llamar a sus acompañantes y compartir pareceres. Desde hace una hora, integrantes de ese Centro y de la Facultad de Ciencias Humanas recepcionan testimonios e historias que filman y fotos a las que digitalizan, en el marco de la actividad ‘Haciendo el álbum de Cerro Leones’. Los ‘históricos’ del barrio se acercan con imágenes, cuadernos, y quienes alguna vez vivieron en el barrio hacen memoria, recuerdan a familiares, relacionan apellidos, relatan anécdotas con el Cerro y la barriada como escenario.

El reloj marca las 14.30. Como desde 2018, en la esquina de Maderni y Lamberto, frente al centenario edificio de la Primaria 4, algunas decenas de personas se acercan al punto de encuentro desde donde partirá el Recorrido Turístico 2021. Estudiantes de la Secundaria N°16 por un lado, de la carrera de Turismo de la Facultad de Ciencias Humanas de la Unicen por el otro, repasan lo que dirán en minutos en ocho sitios de interés. El primero de ellos es la propia Escuela N° 4. Bajan por Maderni hacia Basso Aguirre y el ‘Monumento a la Madre’ es la segunda parada. El grupo cruza la calle, con el debido cuidado porque los automóviles continúan en llegada incesante (ya sin encontrar lugar para estacionar cerca de la Plaza). Llegan a la entrada del Circuito ‘Basso Aguirre’, otrora escenario de carreras de autos y motos. Continúan hacia la intersección con Cadona y les aprendices de guías se ubican frente a la ‘Casa Histórica’, de chapa, construida por picapedreros a fines del siglo XIX. Mucha gente en la Plaza observa el movimiento y se suma, sin saber a ciencia cierta de qué se trata.

Nuevamente cruzan, nuevamente con cuidado, y se disponen alrededor de la tranquera de ingreso de la que supo ser la cantera hasta fines de la década del ‘90. En este mojón del recorrido, se detalla sobre el enlace entre la historia de la explotación de la piedra en Tandil y la de la inmigración que fue su mano de obra. Una cuadra más adelante, el sexto hito es el Monumento al Picapedrero, inaugurado en 2007, en homenaje a aquella iniciática ‘Unión Obrera de las Canteras’ que con el tiempo devino en AOMA. Sobre la piedra, la figura inclinada y ensimismada de un picapedrero se adivina en la disposición de los pinchotes y en el rayado del scarpel. Alguien en el público estuvo presente en la edición de 2019 y rememora el emotivo homenaje que se le hizo al artista padre de la criatura, Eduardo Rodríguez del Pino; y en ese homenaje, además, la revalorización de esa escultura que ya es parte de la identidad del barrio y de esa otra manera de contar la historia. Queda atrás el Bar ‘El Cerro’ y no entienden el por qué: el Club Figueroa es la anteúltima estación, y hacia allí camina el casi centenar de voluntades ávidas de conocer. Club fundado en 1922, institución más que representativa del barrio, por la vida deportiva como por su actividad social. En la Fiesta de 2019, Silvia Melo y Mariana Irigoin inauguraron el mural ‘Leyenda de Cerro Leones’.

La caravana retorna en sentido hacia la Plaza, y a las 15 el circuito que plantea a Cerro Leones como una alternativa turística hace su cierre en el Bar ‘El Cerro’. Los pifies de les estudiantes de la Secundaria, más allá de las cohortes, se ha vuelto un clásico. Es evidente el pánico escénico, pero las ganas que le ponen a esta propuesta para el desarrollo del barrio son más fuertes y la gente les agradece la energía puesta en la investigación.

En la Plaza, integrantes de ‘Granja Los Pibes’ comienzan su charla sobre especies autóctonas y conservación. En las afueras del Bar, se disponen sillas y se acomoda la mesa porque comienza un nuevo conversatorio. Mientras Juan Onofre Rodríguez anima la espera con su bandoneón, se van ubicando el medio centenar de personas prestas a escuchar. El rojo rojísimo estandarte que supo hacer flamear la ‘Sociedad Unión Obrera de las Canteras de Tandil’, extendido dentro de un nylon, parece agigantarse con el tiempo. No pasa desapercibido. Hay quienes se emocionan ante su presencia y su carga histórica, y también quienes creen estar ante un fantasma. La gente de AOMA Tandil lo preserva como uno de sus mayores tesoros y no es para menos. Su presencia es imponente, a la derecha de la mesa de la disertación.

Flavio García presenta y comienza el conversatorio Jorge Bidaure, que comparte su experiencia como antropólogo en el estudio de Cerro Leones y de las demás canteras históricas y prehistóricas de la zona. Luego, la gestora cultural Bárbara Sosa aborda lo relativo al patrimonio industrial y a los archivos de la historia de los picapedreros que se conservan en la sede de AOMA Tandil, sindicato de los trabajadores de canteras. Como cierre, las vecinas Nilda Álvarez y Paola Rodríguez, madre e hija, cuentan anécdotas que ilustran sobre cómo era y es vivir en Cerro Leones. Integrantes de AOMA filman la charla. Detrás de ellos, hacen su aparición unos personajes que no parecen pertenecer a esta época: llevan atuendos antiguos y filman, pero con un artefacto tan llamativo como extraño. Alguien comenta que son estudiantes de la Facultad de Arte haciendo su registro audiovisual de la Fiesta, mientras se alejan en dirección a la Plaza.

El conversatorio 2021 a pleno, afuera del histórico y legendario Bar ‘El Cerro’, de la familia Cadona.

Los conversatorios son de las actividades tradicionales que caracterizan a la Fiesta Popular del Picapedrero, siempre moderados por el vecino Flavio García. Anabela Tvihaug los sitúa entre las propuestas relativas a lo histórico y lo patrimonial, para charla y debate, siempre en el emblemático Bar ‘El Cerro’: “Se invita a referentes para que las vecinas y vecinos de Cerro Leones les entrevisten. A través de sus expresiones se cuenta la historia desde distintos ángulos”. Desde descendientes de picapedreros y vecinos, hasta historiadores, investigadores y escritores, en la edición de 2018 se reconstruyó la historia de Cerro Leones, sus mujeres, sus luchas y sus trabajadores a través de los aportes de Ivy Cángaro, Ana María Fernández Equiza, Gustavo Primucci, Karina Orajovac, Magdalena Conti, Lucía Jelusich, y demás vecines históriques del barrio. En 2019, el conversatorio homenajeó al historiador y periodista Hugo Nario, autor de un libro imprescindible para el rescate y preservación de esta historia: ‘Los Picapedreros. Tandil, Historia Abierta 2’. Un conversatorio en el que se volvió sobre la historia de Cerro Leones, el rol de las mujeres y las Fiestas Populares, con muestra de herramientas de picapedreros, donde dialogaron Néstor Dipaola, María E. Argeri, Tony Ferrer y Ariel Díaz.

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La tranquera de la cantera es trepada, dominada y superada por cientos de personas durante las horas en las que se desarrolla la Fiesta. Muchas de esas visitas a las cavas las hacen quienes acaban de realizar el recorrido guiado. La curiosidad por ese punto al que no se accedió puede más y hacia allí van. La Fiesta es, quizás, el único momento en el año en el que ese paseo por las cavas, por ese lugar que alguna vez fue la altura de dos leones graníticos enfrentados, está ‘permitido’, legitimado socialmente. Poco más de 300 metros de llano camino de pedregullo y árboles separan a la tranquera de la primera cava. Esa que está antecedida por una piedra de enormes dimensiones que recuerda a desprevenides e incrédules, propios y extraños, que está prohibido bañarse allí… e ingresar, aunque para leer la advertencia se haya tenido que violar esa prohibición.

Luego de las 16, circo y teatro se unen en ‘Nace un Puente’, una intervención artística que hermana a estudiantes y graduades de la Facultad de Arte de la Unicen, con la Cooperativa NACE (Núcleo de Artistas Callejeres Emprendedores) y ‘Cocoliche y Peter’. Esa paradojal convivencia entre las escenas del pasado revividas en el presente, recuerda la intervención que en 2019 realizó el Grupo de Mujeres Teatristas, en homenaje a las ‘Mujeres del Cerro’.

Son las 18 y el sol comienza lentamente su marcha. En la Plaza, se divisan más tandilenses que turistas. No es un detalle menor: Tandil está colmadísima, desbordada de turistas, por tratarse de un fin de semana con puente turístico incluido. Pero allí está la barriada de Cerro Leones, en una Fiesta que parece un oasis para les lugareños. Algunos artistas ya pasaron por el tablado mayor, José Gabriel canta, y otros se preparan al lado del escenario. ‘Poshy’ le da sus últimos aerosolazos a la obra y muches peques se acercan a ver el mural terminado. No son indiferentes a ese señor de boina: lo observan, lo estudian, posan junto a él. El color que adquiere el paisaje por los últimos rayos del sol intensifica al rojo. Mucha gente emprende su ida, quizás por el frío, tal vez por el partido de la Selección Argentina de Fútbol; pero como ha sucedido durante toda la jornada, la llega de gente no cesa. Lúcida sube a escena, con Gio Latella, Laura Escofet, Clara Herbon y Lara Nicole Buena. Más tarde hará lo suyo ‘La Viajera –Tango’. Este año, el cierre promete ser a todo ritmo con ‘Los Tapitas’, como lo supo ser en las ediciones anteriores con ‘Ajenjo Show’.

LA FIESTA COMO INSTITUCIÓN: DE REPERCUSIONES, CAMBIOS Y LEGADOS

Al interior de la vecindad de Cerro Leones, la Fiesta toca distintas fibras, atraviesa las historias familiares con diversos efectos y reacciones. Como en toda cuestión que implica convivencia y heterogeneidad, los bemoles emergen. Uno de ellos: cierto pensamiento conservador, cierta resistencia hacia ‘lo nuevo’, de parte del vecindario cuyos apellidos están en sus calles: novedad que implica desde la gente que se muda al barrio hasta la Fiesta misma. Flavio García recuerda lo mucho que costó la organización y aceptación de la primera edición de la Fiesta: “Era algo nuevo. Teníamos que convencer a la gente, ir a buscarlos”. Sin embargo, a las y los escépticos que creyeron que sólo irían diez personas a la Plaza de la Democracia aquel 6 de octubre de 2018, la cantidad de gente que ha llenado ese ámbito del barrio en las tres fiestas presenciales, venida de diversos puntos de la ciudad y la región, “les cambia la forma de verlo”.

En la Comisión Organizadora han ensayado un esquema de heterogénea respuesta barrial: están las muchas y muchos vecinos que son arte y parte, que se involucran en la organización y realización de actividades; otres encuentran en la Fiesta una oportunidad para vender y hacer conocer sus emprendimientos; están quienes lo viven como una verdadera fiesta, que la esperan con mucha ansiedad durante todo el año, a punto tal de invitar a familiares y amigues a acercarse a Cerro Leones para esa fecha; para quienes desde hace añares no han vuelto a entrar a las instituciones del Barrio, la Fiesta les permite reencontrarse con sus recuerdos; y para las personas que alguna vez fueron vecinas del Cerro, el evento les significa una excelente razón y excusa para volver, al menos por ese día, a ese terruño parte de sus vidas.

En la edición 2021, casi pospandémica, las ganas por salir y reencontrarse vencieron reticencias. García no puede disimular su sorpresa: “La gente nos busca a nosotros: se cambió la historia. Muchos vecinos se incorporaron, se acercaron a ayudar, a dar una mano… Hasta organizaron actividades!”. Observa a su alrededor y encuentra, a golpe de vista, a gente del Barrio que nunca había estado, ahora en pleno disfrute de la Fiesta: “De a poco se van metiendo. Vi gente que jamás pensé que iba a estar en la Fiesta, y en eso tienen que ver las instituciones: el Club, la Biblioteca, las escuelas”. Lo mismo opina Luciana Pillado, vecina de Cerro Leones, que llegó al lugar hace poco más de una década: “Como la Fiesta va saliendo cada año mejor que la anterior, se van entusiasmando más los vecinos para participar y hasta para disfrutarla más”.

Tvihaug no duda de la existencia de aquelles habitantes del barrio “que no se sienten interpelados por semejante barullo o que incluso les genera alguna incomodidad”. De lo que sí tiene evidencia es de los mensajes de agradecimiento y de las demostraciones de entusiasmo que despierta la Fiesta, porque alrededor de esta conmemoración popular se palpan las mejoras en el barrio: “En la Fiesta, se habla de Cerro Leones, de su gente, de su historia, pero también de su actualidad y sus necesidades”.

Todavía no llegaron los aplausos que cerrarán el show de Los Tapitas y le pondrán el broche a la cuarta edición, pero la próxima Fiesta Popular del Picapedrero 2022 ya está germinando en la mente de varies de la Comisión Organizadora. Los mensajes de felicitaciones comenzarán a llegar, quizás hasta con sugerencias: ¿Faltará mucho para que la Fiesta se divida en dos días, por las actividades que se superponen? ¿Habrá más FoodTrucks? A diferencia de aquel 2018 en el que no sabían hacia dónde apuntar la brújula ni en dónde desembocarían esos esfuerzos, el esquema ya está resuelto y establecido. La fecha está: girará alrededor del 6 de octubre. Otra certeza es que en el Cerro las instituciones seguirán trabajando. Entre los compromisos instaurados por la Fiesta, está la vinculación entre las escuelas Secundaria N° 16 y Primaria N° 4 y la Técnica N° 5 que, sin ser de Cerro Leones, participa todos los años. Orientada hacia la producción audiovisual y el turismo, organiza sus proyectos institucionales en torno a la historia de los picapedreros. En el camino, además, también surgen nuevos vínculos, actividades y proyectos que se suman a la formación de la Fiesta como un vagón más.

Natalia Álvarez Pascucci, además de ser docente de la Secundaria N° 16, es bisnieta de Roberto Pascucci: tiene una calle en Cerro Leones por la importancia de su figura en la historia grande de las luchas del Tandil picapedrero. Como descendiente, esta Fiesta le devuelve al presente el legado familiar, incluso cierta responsabilidad, pero sobre todo orgullo: orgullo por ese bisabuelo al que no conoció en persona, pero sí a través de libros y relatos que plasman su lucha y su defensa del trabajo y de los derechos de mucha gente. Orgullo, además, por saberse parte de la historia de la comunidad de Cerro Leones. “El peso de ese legado familiar, de alguna manera, lo tenés… Y no es fácil”, reflexiona, y su voz se quiebra, emocionada. Para ella, la Fiesta Popular del Picapedrero, ya como institución de Cerro Leones y del partido, “sirve para que, como sociedad, hagamos memoria y revaloricemos el legado construido por estos antepasados que levantaron al pueblo de Tandil de ese momento y fueron generando y dejando legados a las siguientes generaciones”.

Mural homenaje a los picapedreros de Tandil, en la plazoleta de avenidas Alvear y Avellaneda.

Fiesta que le aporta a la sociedad tandilera la instancia para visibilizar y transmitir una parte vedada de su historia: “Mucho queso, mucho salamín, mucha cruz… Pero de la piedra y de la lucha de los picapedreros, nada, cuando fue la actividad que, a principios del siglo XX, hizo mover a la ciudad”, señala Flavio García. Para el Secretario General de AOMA Tandil, “es un verdadero orgullo que se reconozca la historia de la gran lucha de pioneros como Luis Negri y Roberto Pascucci, que en 1906 crearon nuestra seccional en pos de un trabajo digno para todos los mineros”. Son los únicos que a nivel nacional festejan su día cada 6 de octubre: “La Fiesta Popular del Picapedrero mantiene viva la historia de la familia minera”, afirma Walter Marcovich.

Una de las enormes cavas a las que quedó reducido el Cerro de los Leones.

Para la Asamblea Ciudadana por la Preservación de las Sierras, esta Fiesta es una instancia “sumamente positiva, no sólo para el barrio, sino para todo Tandil, porque empieza a visibilizar y valorizar la historia de los picapedreros, una deuda que tenemos con todos los aportes que hicieron”, afirma Ana Fernández Equiza, y resalta lo fundamental de esa valorización del patrimonio histórico tandilense: “Una ciudad que no reconoce los principales aportes históricos-culturales y naturales, no es una ciudad en donde podamos hablar de verdadero desarrollo”. Fundamental también “para recuperar y convertir el pasivo ambiental que dejó la extracción, en una oportunidad para hacer un gran parque público con circuitos patrimoniales ligados a la naturaleza de Tandilia y a la historia de los picapedreros”.

Según Anabela Tvihaug, con aportes históricos como los brindados por gente como Hugo Nario, la Fiesta “pone en relieve la historia de los picapedreros, un capítulo doloroso de la historia: desde el progreso que come y carcome a la naturaleza, que en la piedra se nota y más aún en Cerro Leones, donde directamente el Cerro ya no está; y desde la realidad de esas familias picapedreras que trabajaban ahí, la pasaron mal y lucharon por sus derechos incluso con sus vidas”. Para Tvihaug, en vista de que en ciudades prósperas y pintorescas, los dolores de su historia se suelen ocultar y se prefiere poner la energía sobre lo superficial, “aquí se trabaja precisamente en lo profundo: en el sentido de la identidad local, en la cultura que se sucede entre los lazos, entre las historias familiares y barriales, en las anécdotas entre mates. Esa es la historia que intentamos poner en relieve en la Fiesta Popular del Picapedrero”.

‘Monumento a los picapedreros’, emplazado en el Cerro El Mate-Paseo de los Pioneros (inaugurado en 2016).

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19 horas. El sol se oculta detrás de una pequeña elevación, en donde se desvanece la huella en la tierra y desaparece el trazado de la avenida Basso Aguirre. En la dirección contraria, dos hombres de mediana edad se suben a sus bicicletas y se despiden de Cerro Leones. Atrás quedan los dos inertes leones dorados que hace algunas horas les dieron la bienvenida a la Plaza de la Democracia. Un par de suaves pedaleos más y se percatan frente al Bar ‘El Cerro’ que no se calzaron sus respectivos cascos. A su lado pasa un grupo de caminantes a quienes les espera un largo camino por andar: hacia las 16, lograron estacionar el auto en un recoveco, a casi diez cuadras de la Plaza. Los ciclistas vuelven al ruedo y dejan a sus espaldas al picapedrero recreado sobre la piedra con pinchotes. Por el otro carril, siguen llegando vehículos al barrio. Alcanzan a los caminantes, los superan y en ese cruce, frente al Club Figueroa, se escucha claramente que un ciclista le pide al otro que le explique qué era eso de las ‘plecas’. Casi dos kilómetros después, lo aprendido sobre la historia de la gran familia picapedrera en Tandil sigue alimentando la conversación. Los ciclistas dejan atrás el arco de ingreso y creen despedirse de Cerro Leones.

La Fiesta Popular del Picapedrero es un paso enorme en el rescate del legado de aquellos obreros de la piedra que, con su trabajo y lucha, convirtieron a Tandil en ciudad. Desde 2018, sobre los adoquines de Rodríguez, se sienten pasos fuertes. Remiten a La Movediza, a Cerro Leones, a San Luis, a Albión, a Federación, a La Aurora… Avanzan y el centro tiembla. Parece ruido de botines con tachuelas. Se reconocen estrofas de ‘Hijo del Pueblo’ en el susurro de voces graves. Lo desvanecido va tomando cuerpo, forma: un ejército de enormes abandona la invisibilidad. ‘Los desconocidos de las sierras’ flamean su rojo estandarte. Los pasos se multiplican y se hacen cientos, miles… Pero hay algo que en este 2021 cambia: ya no se oye, simultáneo al avance de la marcha, el estrepitoso golpe en seco de persianas y puertas, como en 1908. Quizás ahí reside la fuerza de esta Fiesta surgida a seis kilómetros de la pirámide de la Plaza Independencia. La sociedad de Tandil ya no los niega: los reconoce y les agradece. Ahí están, en cada cordón, en las sierras, en cada adoquín, en escalinatas de granito, hasta en los talleres metalúrgicos. Ahí están, visibles, otra vez en lucha, batallando contra el olvido.

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[Fotos de Tefa Schegtel Torres. Nota realizada como trabajo final de la cátedra ‘Redacción Periodística II – Periodismo Narrativo’, de la carrera de Periodismo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Unicen. Noviembre de 2021.]