«La bella y la bestia»: Un cuento de hadas de los ochenta 

Los ochenta tuvieron varios relatos característicos. Uno de ellos fue un cuento de hadas posmoderno, más exactamente una revisión a uno de los más populares: La serie de televisión “La bella y la bestia”, emitida originalmente de 1987 a 1989 y promocionada con el slogan “¿Estás listo para otro tipo de pasión?” desarrollaba sus tramas como una mezcla de romance, fantasía e intriga detectivesca. Se basaba en la relación entre Catherine, una glamorosa abogada de Nueva York, interpretada por Linda Hamilton, y Vincent, un muy educado pero monstruoso personaje, interpretado por Ron Perlman, quien vivía bajo los túneles de la ciudad.

A pesar de que la serie pertenece a la década de los años 80 y después de tres temporadas no se siguieron grabando episodios, sus continuas re-emisiones en canales de televisión de todo el mundo mantienen vivo el espíritu del  «fandom», del cual siguen surgiendo a través de los fans arte, fanzines, publicaciones, webs, rarezas inimaginables, poetas etc. Wendy Pini publicó dos novelas gráficas adaptando la serie, porque su espíritu todavía sigue activo sigue generando noticias, sigue viviendo.

Esta serie trata acerca de la relación entre Catherine, una abogada de Nueva York, interpretada por Linda Hamilton, la misma que luego conoció la fama con el filme “Terminator”. Aunque para algunos círculos, esta es una actriz de culto que nunca ha logrado despegar su carrera, y Vincent, un educado personaje con apariencia de león, interpretado por Ron Perlman, que vive bajo los túneles de la ciudad. Ambos establecen una relación empática en la que comparten sus emociones. Un amor platónico, que finalmente sorprendió a sus fans con el embarazo de Catherine. Para muchas fans, él era el amor perfecto: gentil, fuerte, culto educado.

El sello distintivo de esta ficción respecto del cuento original, es que la “bestia” no se transforma en un ideal de belleza luego de conquistar amor. Por el contrario, la belleza interior de Vincent es la que transforma la vida vacía de Catherine. La aceptación de ella le permitió a él mostrar su belleza interior, aunque con el tiempo sus demonios lo torturarían. La transformación de Vincent en algo diferente a lo que era implicaría que ya no fuera una bestia. Y a quién le interesaría una bestia sin bestia, sería como el quijote sin delirio ni molinos de viento. Con la muerte de Catherine, la historia se queda definitivamente renga. Tampoco podía haber una «bella y bestia» sin bella.

La serie funcionó en base a la química entre los personajes. Cuando Linda Hamilton abandonó la producción por motivos personales -y en la ficción fue asesinada- intentaron reemplazarla por una policía que investigaba su muerte, pero la magia había desaparecido y no fue posible remontar la historia, por lo que la serie fue cancelada debido a su baja audiencia tras la segunda temporada.

Algo de la magia de esta serie es difícil de describir. Muchos episodios no tenían un argumento en el sentido estricto. A veces el placer residía en ver a Ron Perlman recitando poesía. Y los diálogos sonaban sofisticados. Es una de las series que preferimos volver a ver en la edición doblada en latino que conocimos en televisión antes que la original subtitulada. Una serie para románticos incansables, pero no solo para ellos. Quizás seguida mayormente por mujeres, pero no solo por ellas, una historia que hizo repensar a lo fantástico como opuesto a  lo romántico. Una serie podía ser romántica Y fantástica al mismo tiempo, porque nos habla de lo que queremos ser y buscamos.

Esta fábula trata de los opuestos que se buscan, y allí juegan los símbolos arcanos, un leve toque de esoterismo. Los fans encontraban un significado “oculto” en ella… y con eso ganaban su membresía a la comunidad. Es una historia que funciona en varios niveles. En uno, una historia de amor que mucha gente podría no entender o aceptar. En otro, la captura de una relación imposible, sugerida, insinuada, imaginada… Domesticar al bárbaro es la historia de la civilización. Que salga bien o mal es la historia del progreso. Al final, Vincent controla a su bestia y se convierte realmente en un hombre. En un rey, dos cosas que quizás sean lo mismo para él.

Otro hallazgo de la serie es presentar un mundo perdido, el de los túneles, un santuario donde se refugia el humanismo perdido en los ochentas. Una comunidad utopista de marginales. Un mundo antiguo, oculto, encantado aún. Los túneles son el mundo aparte del de Catherine y el nuestro.

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Un lugar donde muchos fanáticos de la serie desearían residir que ha creado en esa ciudad el mito urbano de que realmente existe. Así, la serie es un lugar donde caer de visita una hora por semana del que no querrían retornar, la posibilidad de que otro mundo ideal exista. Y el final, el cierre de la tercera temporada muestra que los sueños, los cuentos de hadas tienen un final. Funcionó en un tiempo en que necesitamos historias como esta. Aventuras para el pensamiento y la emoción, simplemente una bella historia que nos toque el corazón.