“La fuerza creo que me la dio ella”

Este 24 de marzo, en la región como en todo el país, se vivió de una manera extraña. De las vigilias, actos y marchas, al mandato de conmemorar y recordar en cuarentena, cada cual en su hogar, conectado a su red social. Pasaron 44 años del inicio de la larga Noche Triste que significó para muchos la última dictadura cívico-militar, y para las y los familiares de los 30 mil detenidas y detenidos-desaparecidos, este aniversario toca de una manera particular y dolorosa, sin los abrazos y el acompañamiento de las y los tantos cientos que tanto ayudan a soportar la ausencia.  Si de honrar la memoria se trata, para ir hacia la verdad y la justicia, Miradas del Centro rescata de los garfios del olvido una nota del extinto portal tandilero 21porciento.com.ar . Una entrevista a Eva Sanllorenti, realizada por Andrea Rossetti y Tefa Schegtel Torres.

La nota, publicada el 22 de marzo de 2011 en aquel portal que hoy es una carpeta en un par de computadoras, así comenzaba: «’El mes próximo cumplo 86 años’, confiesa orgullosa esta mujer activa que fue ‘traída’ por un tandilero a este pago chico, desde La Plata. Allí mismo, en la Ciudad de las Diagonales, desapareció el 1º de diciembre de 1976, a los 16 días de haber sido mamá de Manuel, su hija María Eugenia ‘Maru’ Sanllorenti. En la Semana de la Memoria, 21porciento dialogó con Eva Sanllorenti.”

Eva, que fue enfermera durante 25 años en el Hospital Ramón Santamarina, es muy jovial. Nos abre su casa y nos impulsa a sumergirnos en cada uno de sus ambientes, mientras van emanando sus recuerdos, nuestros recuerdos. Imágenes de una Maru presente a cada paso. “Después de lo que le pasó a Maru, gente conocida, amigos, cruzaban la calle, como si mi situación fuera contagiosa”, recuerda Eva, testimoniando las diversas reacciones que generaban en este pueblo las desapariciones ocurridas durante la última dictadura. A pesar del apoyo de profesionales médicos y de sus compañeros del Hospital, “me iba a llorar a la iglesia Santa Ana”, rememora.

Acá estoy yo. Es lo que parece decir en esta foto”, indica Eva, señalando esa imagen en que Maru soplaba sus tres velitas. “Siempre fue simpatiquísima, amorosa. Siempre ayudando, contenedora, protectora. Un poco fomentado desde casa, porque yo quería que fueran así. En mi casa, traté de promover primero la unión de los hermanos. Les decía: ‘Chicos, peléenme a mí, pero para defenderse entre ustedes. Si a tu compañera le hace falta un lápiz, partilo y dáselo’. Solidaridad… eso lo mamó en casa. La casa siempre estaba llena de compañeros de cada uno, porque venían a estudiar. Y eso que era chiquito el departamento. En tiempo de cuatrimestrales o trimestrales, estaba en el living comedor un grupo, otro en el dormitorio de las chicas, y en otra piecita, otro grupo. Era como una casa tomada, pero yo era muy feliz con que vinieran y se ayudaran con dibujos, bordados y esas actividades prácticas”.

Maru era buena alumna. Fue al Jardín 901, sobre Maipú. En la primaria, en la Escuela Nº 1, salió primera escolta. Y después, aparte del secundario –bachillerato- en Normal a la mañana, hacía Bellas Artes en el Museo. Parece una herencia, pero su hijo pinta”, comenta. María Eugenia, tiempo después, se fue a estudiar la carrera de Arquitectura a La Plata, a la Ciudad de las Diagonales. “Yo sentía que ella no estaba preparada para ir a La Plata todavía. Había tenido tanto trajín ese último quinto año, en el que echaron a cuatro compañeros por problemas con una profesora. Por supuesto, Maru dijo: ‘Yo al baile de egresados no voy’ y se armó un grupo de compañeros que se solidarizaron. Yo pensaba que había salido mal de la escuela, que estaba mal. Entonces, le decía a mi hija mayor: ‘Si se quedara un año acá, si se apaciguara’…

Como un proceso inacabado, así se va tejiendo la memoria colectiva, con retazos que afloran aquí y allá. “Recién ahora me estoy enterando de muchas cosas de Maru. Supongo que militaba en la Juventud Peronista acá, en Tandil. Cuando se fue, después se casó con Carlos Massolo de Olavarría, que era el presidente de la Juventud Universitaria Peronista de Arquitectura y ella era la secretaria. Nosotros a eso no lo ignorábamos, pero ese paso previo sí lo desconocía…

Maru Sanllorenti llegó a cuarto año de Arquitectura. La desaparecieron en La Plata el 1ero de diciembre de 1976. Tenía 23 años y hacía apenas 16 días que había sido mamá de Manuel, que nació el 16 de noviembre. “Carlos llamó a Mónica, una amiga de la pareja, que estaba estudiando en La Plata, para que llevara al nene en tren a Buenos Aires, para ir a casa de unos familiares. Así se salvó”, relata Eva. “Maru le dio de mamar a Manuel, salió a hacer los mandados, capaz que era un encuentro, y no regresó. Cuando Carlos vio que no venía, el nene lloraba, tenía hambre, y le dieron leche común. Se brotó y lo llevaron al Hospital de Niños y el médico que los atendió les dijo que lo sacaran enseguida de La Plata. Qué gaucho, ¿no? Un gran consejo y a tiempo. Carlos estuvo un año escondido en Olavarría”.

Palabras de Eva, convertidas en una obra de arte por parte de su nieto Manuel Massolo, hijo de Maru.

Eva-abuela se emociona al hablar de Manuel: “Es terapista ocupacional y pinta. Si lo pensás, terapista ocupacional es el que ayuda, ¿no?”, asocia, irremediablemente. “Con Manuel nunca nos hemos adelantado a sus preguntas. A medida que le fueron surgiendo las preguntas, le fuimos contestando. Recién el año pasado reventó. Hizo una exposición y en uno de los cuadros puso, en un costado, un escrito contando todo lo de su mamá”. Carlos, el papá de Manuel, se fue a Olavarría, estudió Educación Física y allí conoció a otra chica, con la que se casó. “Se fueron a vivir a Villa Regina. Manuel era el único chico en su escuela que tenía a su mamá desaparecida… Qué querría decir esto, se preguntaría. Si bien antes la llamaba ‘Laura’ a la pareja de Carlos, cuando empezó la escuela le empezó a decir ‘mamá’, para quedar igual a los demás”.

Sobre el momento en que se enteró de la desaparición de Maru, Eva lo rememora como si se tratara del día de ayer: “Me llamaron desde La Plata, dos días después de su desaparición. Me fui sola a buscarla, por comisarías, por todos lados. Hasta llegué al Regimiento 7, donde te esperaban con ametralladora. No quería que nadie se metiera en problemas… pero nunca supimos nada”.

“Para mi mami”. Eva observa un paisaje dibujado por Maru, que halló recientemente, al momento de la mudanza, en la caja que conserva con los recuerdos de su hija.

Eran tiempos en que la violencia parecía naturalizada. Cuenta Eva que una noche se metió en la cama de su madre, al escuchar una bomba en la calle. Se sentó y dijo: «¡Pobre! ¿A quién le habrá tocado?!» Y no sería la única frase que anticiparía otros dolores por venir. Tras el parto, que fue complicado, “al ser muchos en la sala visitándola, Maru me dijo: ‘¡Ay mamá! ¡Cuánta gente! ¡Pareciera que me están velando!’» Sin embargo, tal vez la más premonitoria fue la que salió inconscientemente y sin explicación a la vista, de propios labios de Eva, en la puerta de la casa de su mamá, en La Plata, en 55 entre 13 y 14, segundos después de una despedida que jamás imaginó: “Pensé: ‘¿Cuándo te vuelvo a ver, Maru?’

Sobre cómo elaboró la situación, Eva parece pragmática: “En mi casa, estaban Pedro y Martín todavía. Maru faltó en el ’76. Mi marido tuvo una leucemia fulminante y falleció en marzo de 1978. Pedro y Martín acababan de salir de la facultad. Había que empujarlos y seguir adelante. Estuve enferma y pensé ‘por fin me toca algo a mí, que no les toque nada a los chicos’”, concluía en aquella entrevista.

La foto de María Eugenia ‘Maru’ Sanllorenti y el festejo de sus tres primeros años, en primer plano. Detrás, su madre Eva.

Esa nota recibió varios comentarios, tales como “Eva, mi mamá de Tandil Madre de la Plaza Te abrazo… Todo el Pueblo te abraza”; “Eva… en tu historia, todas las historias… Gracias por el amor que nos das a todos”; “A todas esas madres paridas por sus hijos, simplemente gracias!”; “Eva! Dulce, comprensiva, contenedora, amiga, alegre! Todo eso fue Eva a pesar de su dolor y su lucha con quienes la visitábamos en su casa allá a fines de los ‘70 y principios de los ‘80! El abrazo que siempre tengo para vos desde la Patagonia, Eva!

Como integrantes del Grupo ‘Memoria por la Vida en Democracia’, Eva Sanllorenti y Adeli Peña, en una charla en el Colegio Nacional Ernesto Sábato (Tandil), a propósito del 30º aniversario de la última dictadura cívico-militar (2006).

Meses antes de esta entrevista, en diciembre de 2010, en el Aula Magna de la Unicen, un grupo de adolescentes del Colegio Nacional Ernesto Sábato le dio en mano a Eva un dvd, en el marco de la muestra anual del Programa Jóvenes y Memoria. Ese dvd tenía un audiovisual, y en la tapa se leía ‘Pasos en la Escalera’, una recopilación de testimonios que recupera la historia de su hija Maru, desde las voces de sus hermanos Martín y Ana (militante en aquel tiempo pero en la izquierda no peronista), la propia Eva, Ernesto Valor (compañero de la secundaria), Arturo de Felice como compañero de militancia y amigo, hasta Emilce Moller. En 21porciento resaltábamos que “todos y cada uno rememoraron un aspecto de Maru: su eterna sonrisa, como también lo mucho que costó volver a matear en casa de los Sanllorenti, con el peso de semejante ausencia. A algunos les costó alrededor de 20 años el regreso, siquiera a saludar, a la casa de Belgrano al 600”.

De la crónica de esa muestra, también se rescata “el contagio de emoción cuando en el video, Eva rememoró el momento en que recibió la noticia, de parte de sus hijos, de la aparición de los restos de Maru. Los tres en la mesa, más allá de los pasos en la escalera que Eva escucha en las noches, con la esperanza que nunca se perdió del regreso de Maru y el despertar de una pesadilla que lleva 34 inviernos”. Restos óseos que fueron recuperados en los cementerios de San Martín y Vicente López, entre 2002 y 2007, e identificados tras un arduo trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense. Los restos de Maru, desde la mañana del 29 de octubre de 2011, descansan en el cementerio municipal de Tandil. En el íntimo acto de restitución, estuvieron familiares y amigos de Maru, de Eva, e integrantes de organismos de Derechos Humanos.

Eva, en la marcha del 24 de marzo de 2011, observando el departamento desde donde escuchó durante tantas noches aquellos pasos en la escalera.

En esa oportunidad, Pedro Sanllorenti, hermano de Maru, había indicado en un comunicado: «A pesar de lo ingrato que resulta no tenerla a ella con su alegría, vivacidad, calidez y compañerismo cómplice que todos extrañamos, ésta no deja de ser una buena noticia. Saber qué fue de ella, aún 35 años después, permite cerrar un ciclo que muchas familias de desaparecidos quisieran realizar. Reina en nosotros la sensación de que en Argentina se está haciendo justicia. De hecho, la identificación surge precisamente de un expediente judicial y su caso se convierte en una prueba más del terrorismo de Estado. Pero esa sensación también está alimentada por saber que uno tras otro se están realizando los juicios a represores, y que estos juicios fueron posibles por la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto final; y porque se entendió que los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado fueron considerados de lesa humanidad y por lo tanto imprescriptibles«.

12 de junio de 2015. Colocación de Baldosas de la Memoria, frente a la Escuela Normal, de la que fue alumna Maru Sanllorenti.

Este 24 de marzo de 2020, Eva tiene 94 años. Como en aquella nota de 2011, el mes venidero cumple un año más. Es una de las almas fundantes del Grupo ‘Memoria por la Vida en Democracia’, que aún espera por la realización del Juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención, tortura y muerte ‘La Huerta’. Desde Memoria por la Vida en Democracia pensamos que los golpes de la década del ’70 tienen total vinculación con lo que pasa en el continente, con el extractivismo, los golpes blandos, las leyes de militarización, la represión, el no reconocimiento y la intimidación de los pueblos originarios, los presos políticos, la persecución judicial, las matanzas, la extranjerización y la concentración económica… Mientras miles de pañuelos blancos de todo tipo de material y tamaño flamean en balcones y ventanas, Eva, como buena parte de aquellas y aquellos que abrieron el camino de la Memoria hacia la Verdad y la Justicia, en tiempos en que estos pueblos chicos aún eran cómplices del infierno, están en sus hogares, haciendo la cuarentena, porque las luchas continúan… Y de eso, Eva sabe.

Eva, sosteniendo la bandera del grupo Memoria por la Vida en Democracia, en una de las ùltimas marchas que se realizaron por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, sobre el adoquinado tandilero.

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