La ley del pantone rigiendo la vida y la muerte

Desde hace algunas semanas, la situación en materia epidemiológica en Tandil se reescribe día a día. El domingo 5 de septiembre, desde los medios se anunció que el Ejecutivo de Tandil se desligaba del sistema de cinco fases implementado desde los gobiernos provincial y nacional, para pasar a regirse por una suerte de ‘semáforo’ local. «Posiblemente, quien nos trata como a niños en jardín de infantes, creyó que una tríada colorida sería alegremente aceptada en contraposición a un protocolo de cinco fríos escaños», señala la periodista serrana Ivy Cángaro, en este reporte semanal que compartimos…

«Imprevistamente, y por la mañana, el intendente municipal anunció que rompíamos vínculo pandémico con el gobierno de la Provincia y el de la Nación, y nos cortábamos solos con un sistema propio de colorido semáforo. Lo anunció y se fue a dormir la siesta. Al despertar y aún adormilado, descubrió que sus actos anárquicos tuvieron consecuencia inmediata, y decenas de mensajes se atoraban en su teléfono celular. Varios de ellos, del jefe de gabinete provincial, Carlos Bianco.

En conferencia de prensa al día siguiente, ante medios y periodistas amigos que no conocen la repregunta, contó cómo fue la charla con el jefe de gabinete, quien le expresó su malestar por semejante medida inconsulta. La conclusión del intendente fue que posiblemente la molestia de Bianco tuviese que ver con que, aunque el que dormía la siesta era él, el ministro era el que estaba “medio dormido”, pero que volverían a hablar en otro momento. Ese desdén hacia una actitud ajena contraria a su deseo, es natural en el intendente, y quedó evidenciada no solo en su decir, sino en su modo de gesticular frente a la cámara mientras narraba el suceso sacándose los mocos pegados en su nariz.

En la misma conferencia de prensa, Miguel Ángel Lunghi dijo haberse reunido con una comisión de notables, integrada por cien referentes multidisciplinarios, con quienes llegó a la conclusión de que era imperioso regirse por un método propio. La idea fue en sintonía de la expresada por la Cámara Empresaria de Tandil en artículo periodístico publicado en El Eco, donde su gerencia decía que el sistema implementado por la provincia, siguiendo un protocolo mundial de prevención por fases, estaba totalmente perimido y era inconducente. No aclararon, en el recorte, en qué se basaban para decirlo, a contrapelo del mundo todo, pero nadie preguntó y quedó flotando la idea de que los dirigentes de la Cámara Empresaria tienen saberes que el mundo ignora. Quien no ignoró la declaración tan parecida a un reclamo fue el intendente, con el “oído agudo” como para escuchar inmediatamente todo murmullo que provenga de ese sector social, y tan en sordina para lo que clame a gritos el universo vulnerable que rodea las cuatro avenidas.

Cuatro días después de la declaración de la Cámara Empresaria, el intendente anunció la ruptura con la Provincia y el sistema propio del semáforo. Un periodista en esa rueda de prensa atinó a preguntar cómo estaba conformada esa centena de notables, sin decir pero obligándonos a pensar que no se gobierna de ese modo los destinos de la ciudad que aún se rige en democracia parlamentaria desde que un juez de paz y una corte de ciudadanos prósperos sentenciaron a muerte al Tata Dios en 1872. Pero tampoco vamos a andarnos con esos chiquitajes de pensarnos en democracia, con un Concejo Deliberante donde se debata con los representantes votados por el pueblo los destinos a seguir; y entonces prestamos atención a la respuesta.

No hubo respuesta. Fue un balbuceo donde se dejó entrever que los cien notables eran representantes de “organizaciones y clubes” (sic). Ni un dato. Para los ojos más avizores, no hacía mucha falta: los únicos que salieron a apoyar públicamente la medida fueron las dos Cámaras Empresariales.

Soterradamente, se supo que hubo una reunión en zoom de emergencia, entre gallos y medianoche, con alrededor de 80 personas de variopintas organizaciones, y a las que no se dejó prácticamente hablar o comentar un discurso indiscutible: “firman la adhesión o no reciben ningún permiso de apertura comercial ni ninguna ayuda a las organizaciones sociales”. Eso y un apriete es bastante parecido.Sobre todo cuando el lunes y frente a la prensa el intendente dijo: “Quiero ya las firmas de todos”, reafirmando el método.

Mary Díaz, representando un instituto de danza, contó públicamente lo siguiente: “Hubo reunión entre el municipio y la cámara el viernes, ahí se empezó a correr la bola de que nos iban a dejar abrir a todos. Ayer hubo reunión entre varios sectores. Éramos 83 en el zoom y había varios representantes de cada sector. No fueron 100 sectores. Y en mi visión no hubo consenso: expusieron el sistema municipal, nos dijeron que nos iban a mandar un papel de aval para firmar por sector, y que si no se firmaba no abríamos. Se quisieron hacer varias preguntas ante lo cual Lunghi se puso a dar cátedra de la reforma de 94 para alegar autonomía municipal, y de los problemas del sistema educativo argentino por lo cual, según él, faltan terapistas. También dijo que en Tandil hay un solo muerto (no sé cuántos tiene que haber) y que por ende su política sanitaria era exitosa. Pasada una hora y con varias personas pidiendo la palabra por el chat, dieron por finalizada la reunión”

En ese zoom que fungió como “grupo de notables” con quienes llegó por consenso a determinar lo imprescindible de un método propio, no estuvo ningún representante de la oposición que, en Tandil, es el 47% de la población. No estuvo tampoco ningún representante de la Universidad Nacional del Centro, teniendo en cuenta el peso simbólico y fáctico que tiene el centro de estudios, en cuyos laboratorios se procesan las muestras de virus, por ejemplo. Y tampoco estuvo representado ningún círculo, asociación, agremiación médica. En tiempo de pandemia, no se convocó a los médicos a opinar acerca del método para hacerle frente. Pero aún así, convocadas escuelas de danza, clubes y comerciantes, ni siquiera se los dejó opinar. No es difícil pensar que la reunión fue efectivamente un modo de decir: “acatan o no laburan nunca”, remarcado luego por el público “quiero la firma de todos ahora”. Es en este contexto que surge el sistema propio del semáforo.

De la misma conferencia de prensa, donde nadie repreguntó, y mientras el intendente no podía parar la pulsión de escarbarse la nariz a diez centímetros de la cámara de su computadora, dejó un pensamiento magistral: “La Constitución es inconstitucional”. Nadie ahondó en el asunto. “La Constitución es inconstitucional”, dijo, remarcando las sílabas, para que quede bien claro.

Gastón Morando fue, en el mismo zoom, interrogado acerca del semáforo y qué comprendía cada color. Quienes presenciamos la explicación, una semana después no sabemos cómo entrecruzar el pantone, la tabla periódica de elementos, la boleta del Prode con la que ganó Negrete, la sucesión de Fibonacci y la cantidad de carpinchos que viven en el Lago. Un enigma que, en su explicación, generó la envidia de Fidel Pintos.

El asunto, esta vez, trascendió las fronteras locales y trepó a los medios nacionales. La oficina de prensa municipal tuvo 156 pedidos de entrevistas, que fueron sistemáticamente negados, salvo para La Nación. El cronista de la “tribuna de doctrina” instalado en el pago, dejó constancia en su nota del viernes 11 (ayer) que la ciudad es una isla en un océano de espanto, donde tenemos CATORCE centros asistenciales de alta complejidad, y 250 camas a disposición, de las que solo catorce están ocupadas con covid. Nuevamente, nadie cuestiona cómo es posible que haya diez centros asistenciales (descontando el Hospital Ramón Santamarina, la Nueva Clínica Chacabuco, el Sanatorio Tandil y el Hospital de Niños Debilio Blanco Villegas) que los 140mil tandilenses jamás vimos; y cómo es que hay 250 camas en esos cuatro centros asistenciales, sin que sean cuchetas de ocho superpuestas.

Pero el tema de las camas sigue siendo una mentira dicha a sabiendas de que nadie controla nada. Morando sigue insistiendo con un número falaz de camas y respiradores, triplicado del real. Y ni prensa ni oposición contrastan el brulote. ¿Por qué digo la oposición? Porque en zoom con los concejales opositores, hace más de una semana, intervine para preguntar si era posible constatar que Morando mentía al declarar que contábamos con el triple de camas y respiradores que efectivamente contamos para todos los ciudadanos de Tandil. Lo que creí debe ser una información pública por derecho, puesto que esos insumos los pagamos con los impuestos, además, parece que no, y la presidenta de la comisión de salud, la concejala Silvia Nosei, representante de la oposición, solo atinó a decir que “no tiene facultades para entrar de prepo al hospital a contar camas de terapia”, y que por ende, y como se reúne laboriosamente todas las semanas con Gastón Morando, debe confiar en su información. En el momento de decirlo, recibió el llamado de un médico quien, en el momento, le confirmó lo que como responsable de la comisión debería saber: que la cantidad de camas no es la que decía Morando, sino que mi información era la veraz. Y una se pregunta: ¿algo tan fácilmente chequeable, puedo saberlo yo sin entrar de prepo a ningún lado, cosa ridícula que nadie pretende, y no es de posible acceso para una concejal quien, además, es el contralor del sistema de salud?

Mientras tanto, los medios nacionales se hicieron eco de la “rebeldía del intendente”, algunos a favor, otros en contra, dando voces a unos y otros en el pago chico pero también a los ministros de la provincia, quienes se mostraron sorprendidos primeros y preocupados después por la temeraria decisión que tendrá, a todas luces, un costo político para quienes la ejecutan pero, sobre todo, un costo en vidas y salud para los que nada deciden: los tandilenses del llano. En este ida y vuelta entre funcionarios de provincia y locales, llamó la atención un dato:

El ministro Daniel Gollán mencionó, a mediados de semana y cuando Tandil declaraba en sus partes que teníamos 125 casos activos; que la cantidad de enfermos en la ciudad eran 200. ¿Cómo puede haber semejante diferencia numérica entre lo que dice la ciudad y lo que dice la provincia?

Porque la ciudad nos dice la cantidad discrecional que se le ocurre, siendo el SISP el máximo referente. Mientras que la Provincia se rige por los números, reales e invariables, que obligatoriamente deben figurar en el Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino (SISA). Al SISA reportan los laboratorios privados, los del estado, y los médicos involucrados en las órdenes de estos testeos. Y deben hacerlo por ley, con pena severa de no hacerlo. Pero el SISP no tiene obligación más que la que le dicte la ética y la moral, de ser fidedignos en los datos, de ahí la diferencia numérica, siendo la de SISA real y la de SISP no.

Posiblemente éste también sea uno de los motivos por los cuales desean cortar con Nación y Provincia: porque los números no coinciden.

En paralelo, y mientras Tringler dice por la mañana en un medio local que hay más de 25 personas que laboral en el sistema de salud contagiados de covid, por la tarde del mismo día hace otro recuento diciendo que son “masomeno” unos trece. Y dice así: “más o menos”. Baja la cifra de la mañana a la mitad por la tarde, y la masomenea en franca oposición a cualquier rigor científico o médico o de simple responsabilidad de funcionario. También, el inefable Tringler, que adora las luces de las cámaras, en declaraciones a la prensa sostuvo que los casos estaban bajando, y lo dijo el mismo día que los casos se triplicaron porcentualmente. Remarquemos lo de porcentual y no lo cuantitativo, puesto que como bajaron los hisopados a la cuarta parte, durante toda la semana, de los que venían haciendo las anteriores, claramente también bajaron los casos, pero no así su porcentual que es a todas luces alarmante.

Nuevamente en conferencia de prensa, esta vez bajo los focos y micrófonos se ubicaron: Morando, Tringler, Gentile y la doctora Martens en reemplazo de una desaparecida Florencia Bruggesser, quien en su última aparición mediática se explayó en culpar a los enfermeros y personal administrativo y de limpieza de la Clínica Chacabuco enfermos de covid al decir que “no se enfermaron en la clínica, sino por haber concurrido a reuniones y fiestas en franco descuido”. En esa conferencia, al ser consultados por el personal de la Clínica Chacabuco, que solo ahí trepa a veintidós personas, el director de Salud Morando dijo no poder dar precisiones por no estar presente la responsable de ese centro de salud, Bruggesser. Cuando fue consultado por un periodista acerca de los casos surgidos en la vecina comunidad de Gardey, ignoró la pregunta concreta y respondió otra cosa de otra cuestión, y al ser repreguntado (por fin! Hurras para el periodista cuyo nombre no se hizo público!) dijo ignorar por completo que en Gardey hubiese casos de covid.

Floja memoria la de Morando. Dos días antes de negar el suceso, fue informado por el delegado municipal de que una ingeniera de la empresa ASP y dos personas de contacto directo están infectados de covid en Gardey y que fueron hisopados en el ámbito privado. El delegado luego habría argumentado que por directivas del secretario de salud no podía dar a conocer el asunto porque la empresa ASP, a la que pertenece la ingeniera, es una empresa privada y que, además, “para qué preocupar a la población”. Argumentos inentendibles, absurdos y peligrosos. No hay protocolo que diga que no pueden hacerse públicos determinados casos en función del lugar donde trabaje el enfermo, y menos que no deben saberse para no “preocupar a la población”. La negativa de Morando en conferencia de prensa es absolutamente incomprensible si no es pensando solo en sostener apertura económica por encima de la verdad.

En el comienzo de la semana se supo de los 19 casos del Geriátrico Arcángel, de la calle San Martín casi esquina Paz. De ellos, hay catorce ancianos internados y uno–porque sería prudente tomar dimensión de los hechos poniéndole rostro y nombre por sobre anonimatos estadísticos- es el querido y mítico cafetero Basso, que por décadas vimos trajinar con lluvia, sol o viento, las callecitas tandileras ofreciendo su café. Basso está en sala común, y posiblemente no hubiésemos sabido de él y sus compañeros y asistentes del geriátrico si los contagios no hubiesen salido a la luz cuando uno de los abuelos quedó internado por una fractura de cadera y al hisoparlo, dio positivo.

Los hisopados siguen esperando su resultado en montón. Ya escalamos las tres centenas de personas que esperan saber si son positivos o no, que además se suman a los que esperan ser hisopados, que son casi un millar. Eso sin contar a las personas que no serán hisopadas, por proximidad o por considerar que no se justifica su ejercicio. Se supone que hoy, hay en Tandil entre siete y diez veces más de enfermos asintomáticos o con síntomas leves de lo que dice el parte, precisamente por formar fila en este pelotón de espera o ausencia.

En la semana se difundió en La Voz de Tandil el caso de Silvina Renis, que se suma al que publicó hoy el portal ABC, de Carolina. Las dos cuentan como fueron hisopadas en ámbitos donde tuvieron que esperar junto a enfermos o consultantes por otras patologías, sin ningún protocolo preventivo, y cómo tuvieron que esperar, insistir y penar durante más de diez días hasta tener el resultado. Silvina, contó por ejemplo que luego de hisoparla, no le preguntaron ni la dirección ni el teléfono, y que solo le dieron un número de teléfono al que ella debía llamar para conocer su resultado. Un teléfono que no atendió nadie por días, sin que ella supiera a quien recurrir para saber si estaba enferma o no, mientras se mantenía aislada por decisión propia, sin dinero ni sustento alguno.

Y la muerte rondando, siniestra, bailando entre mentiras y ocultamientos. Cuatro muertos, hoy, que se presumen más. Las perspectivas no son alentadoras en lo más mínimo, y más allá de lo que diga en intendente en el diario La Nación, estamos al borde del colapso sanitario, con más de 30 personas del servicio de salud enferma, un piso entero de la Clínica Chacabuco cerrado por contagios, con los enfermeros clamando ser oídos en comunicados públicos donde desgarradoramente nos cuentan de su agotamiento, falta de recursos, escasez de personal, y falta de reconocimiento.

El problema de mentir, es que para tapar una mentira suele recurrirse a otra mayor. Pasa con los niños, que por ocultar alguna travesura, mienten, y luego vuelven a mentir sobre la mentira, hasta que el relato es tan delirante que causa mucha gracia a quienes los escuchan.

Es mucho trabajo mentir. Hay gente experta, y gente que no lo es. Hay mentirosos que ni se preocupan demasiado en pulir el relato, porque más allá de lo que digan, saben que hay un público cautivamente cómplice dispuesto a creerles todo, por más delirio que sea.
El asunto pasa de largo cuando no está la vida en riesgo. La vida del público cautivo. Entonces ahí, algunos solemos salir de la comodidad complaciente y ponemos un parate al delirio.

Posiblemente eso esté pasando hoy, en Tandil, y con el intendente municipal y su séquito, y un semáforo que no se sabe si es rojo, rojo bermellón, violeta, morado morando. La mayoría de los ciudadanos estamos diciendo: “Basta, aflojen. Que nos hagamos los bobos no significa que lo seamos. El límite a sus mentiras es la vida de nuestras familias”


Quien tenga sangre en la cara, sabrá qué cosas lo ocupan

El día que todo colapse en Tandil, que será más pronto de lo que creemos, no quiero escuchar una voz culpando al personal sanitario que nos atiende exponiendo su propia salud, tiempo, vida.

Los responsables del espanto son muchos, y no son ellos.

Cuando los muertos no puedan ocultarse, cuando haya muertos porque no hay camas ni respiradores, cuando las secuelas que nos queden sean permanentes en nuestro cuerpo y nuestra mente, cuando sintamos que si zafamos fue por puro azar, cuando veamos que no seremos nunca más los mismos y que hay gente que deberá esquivarnos la mirada, sepamos que los responsables serán los irresponsables, los mezquinos, los perversos, los cómplices.

Los que nunca entendieron que nadie se salva solo. Los que les importó más una birrita y «todo me chupa un huevo» que la vida de sus abuelos, hermanos, amigos.

Los mezquinos que envalentonados por otros iguales, sostuvieron que «esto no se aguanta más». Como si «no aguantar más» fuese una opción de límite muy cercano, faltándole el respeto a los que no tienen más remedio que aguantar, a los que aguantaron cosas mucho peores: guerras, hambrunas, desapariciones, torturas, y siguen bregando.

Los que priorizan vender un par de zapatos más, a costa de la vida de Matilde, o Augusto, o Brian. Porque los zapatos son zapatos pero las personas no son números, tienen nombre y tienen historia. ¿Cuánto vale una vida? ¿Un par de zapatos más? ¿Un auto? ¿Una casa? ¿Nada vale más que tu negocito abierto, sin que pienses y pensemos entre todos una alternativa a tu única visión de subsistencia?

Cuando en Tandil dicen: Hace seis meses que no tenemos ingresos, y lo dicen los comerciantes, mienten. Los comercios funcionaron prácticamente siempre. Sin trabajar estuvieron algunos sectores que, encima, son los que menos se escuchan quejar. ¿Quien troca un hijo por una venta? Nadie, ¿verdad? ¿Entonces por qué yo tengo que inmolar la vida del mío en función de tu negocio?

Responsables serán los perversos que sabiendo, mienten. Y mienten por interés político, personal, chiquito, oscuro. Por un puesto futuro a vicegobernador, o a un quinto mandato de intendente. O a diputado provincial, o a director de un hospital, o vaya a saber qué mierda que pretendan sin pensar que no hay banca, ni título, ni dinero que justifique que tarde o temprano, o en el ultimo segundo de sus vidas, tengan que mirar a sus hijos, y ser mirado por ellos, y no poder sostenerles la mirada.

Serán responsables también los cómplices, los negadores, los que hacen ominoso silencio por imbecilidad o especulación política.

Nadie se salva solo. Nadie trabaja mucho, si no es del personal de salud. Decir eso en cualquier otra función, es miserable. Si creen que están a salvo, lamento decirles que no. La pandemia no es democrática. No lo es. Quien decide desde la Cámara Empresaria que se abra todo, va a quedarse a resguardo en su casa, y mandará al muere a su empleado, que para él es un número, y que irá a trabajar porque no tiene de dónde agarrarse, ni quién lo defienda, ni cuide el plato de morfi de sus hijos. Pero aunque no sea democrática, igual, no estás a salvo. Si no te contagiás de covid, ya estás contagiado de una enfermedad peor: la miserabilidad.

Mi solidaridad con los que batallan, los que luchan en el frente, los que hacen honor a un juramento hipocrático y no lo mancillan como algunos pocos pero muy visibles. Mi abrazo a los que vamos a contrapelo, a contramano, a contravida, con un costo alto en desprestigio, críticas, olvidos, retos, y que para plantarnos en donde nuestro deber ordena, tarde o temprano tendremos que cortar lazos.Hace unos días mencioné una frase de Ezequiel Martínez Estrada que por otra circunstancia me dijo mi padre cuando tenía quince años, y no olvidé nunca. Hoy me la digo a mí, y se la digo a todos: QUIEN TENGA SANGRE EN LA CARA, SABRÁ QUÉ COSAS LO OCUPAN.