Las callecitas de Tandil tienen ese ‘qué se yo’ llamado adoquinado

Hace un mes, ocurrió un hecho por demás insólito en pleno corazón de Tandil: un colectivo del transporte público de pasajeros pisó algunos centenarios adoquines sueltos que, al contacto con las ruedas del coche, volaron y se estrellaron contra la vidriera de un bar. El caso sirvió de excusa a muchos tandilenses para despotricar contra este pavimento que puebla las calles de la zona más céntrica de la ciudad, y algunas de los alrededores, con elementalidades posmodernas y vacuas como ‘rompemos los autos’ o ‘es estético, pero ya no va’. Son las mismas personas que luego se expresan sorprendidas y hasta furiosas respecto a cómo se está inundando Tandil en los últimos años.

Calles que aún sobreviven al cemento invasor (el de tiempos electoralistas y el que no). El multimedios de calle Yrigoyen, abonando poco felizmente a la cuestión, no tuvo mejor idea que plantear como tema de encuesta si se deberían reemplazar los adoquines de las calles céntricas, o no (desconociendo, tal vez, la existencia de la ordenanza que los protege). Podría haber preguntado más bien sobre la opinión de los vecinos para que se cambien los recorridos de los colectivos o del tránsito pesado en general… Pero no.

Compartimos en nuestro portal el análisis exhaustivo del profesor y ex concejal Eduardo ‘Toni’ Ferrer, en defensa, ni más ni menos, que de una de las patas principales de la identidad que se precia de tandilera. Y a quienes no gusten preservar a nuestros queridos e históricos adoquines, bien pueden caminarse el centro, sin tener que ‘estropear’ su vehículo, y así podrán apreciar la labor de esos antiguos artistas que supieron ser los picapedreros de las primeras décadas del siglo XX.

EL GRANITULLO DE LAS CALLES ES PARTE DE LA IDENTIDAD DE LOS TANDILENSES

(por Eduardo ‘Toni’ Ferrer) El patrimonio de un pueblo es la raíz sobre la cual se construye la identidad o las identidades. Su conocimiento, investigación, preservación y difusión no es un lujo ni una actividad lúdica, sino una auténtica necesidad. Por otra parte, el granitullo no sólo es patrimonio material de los tandilenses, sino también inmaterial, porque preserva el oficio de los picapedreros.

El Patrimonio Cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, artesanos, músicos, escritores, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular y el conjunto de valores que dan sentido a la vida. El concepto de patrimonio cultural es subjetivo y dinámico: no depende de los objetos o bienes, sino de los valores que la sociedad en general les atribuyen en cada momento de la historia, y que determinan qué bienes son los que hay que proteger y conservar para la posteridad.

Hoy son varios los documentos internacionales que consolidan una visión amplia y plural del patrimonio cultural, que valoran todas aquellas entidades materiales e inmateriales significativas y testimoniales de las distintas culturas.

Un poco de historia

En este caso, resulta significativo preservar el patrimonio de la ciudad. Tandil tiene una historia rica vinculada al oficio del picapedrero. Es una parte importante de la memoria comunitaria y del patrimonio inmaterial de la región, ya que la industria picapedrera en la ciudad registra sus primeros pasos a partir del año 1870, cuando un grupo de italianos enviaba carretas con adoquines a Buenos Aires para la pavimentación de sus calles más importantes. En ese momento, la capital recibía piedra de la Isla Martín García e incluso compraba adoquines de origen extranjero. Como bien señalaba Hugo Nario en sus investigaciones: con la llegada del tren en 1883, se hizo posible enviar grandes cantidades de adoquines a Buenos Aires en no más de 10 horas. Es gracias a este medio de transporte que la explotación de la piedra comienza a crecer hasta convertirse en una de las principales actividades de aquel pueblo; y aún más la producción de adoquines, granitullo y cordones, que sirvió para el empedrado de calles de Tandil y de otras ciudades de la provincia de Buenos Aires.

Esta actividad congregó a italianos y españoles -en su gran mayoría- que conocían el oficio de picapedreros. Incluso, muchos de ellos trabajaban en canteras de piedra o mármol en Europa. Junto a otros inmigrantes, dieron origen a una multiculturalidad respetuosa de la identidad local.

Preservar y difundir este patrimonio es fortalecer una parte de nuestra identidad

En muchas inauguraciones oficiales, he escuchado que «el paisaje de nuestra ciudad está dominado por sus antiguas sierras”; y que “las manos, los brazos y el corazón de aquellos trabajadores picapedreros, crearon un mundo propio y a golpe de martillo esparcieron los genes de la materia más formidable de nuestra identidad cultural». Pues entonces, no descuidemos nuestro patrimonio material e inmaterial y vinculémoslo con la cultura, desarrollando acciones educativas, de sensibilización y participación comunitaria, que garanticen el desarrollo con pleno respeto a las costumbres y tradiciones locales, así como el conocimiento, aprecio y protección del patrimonio cultural.

El valorar, restaurar, proteger el patrimonio cultural es un indicador claro de la recuperación, reinvención y apropiación de una identidad cultural. Cuando nos preguntamos por nuestra identidad, comenzamos a construir e imaginar, a descubrir todo aquello que nos identifica, que nos refleja; aquello que nos nombra, que nos define, que nos modela, que nos inspira y/o que nos impulsa a ser como somos.

El granitullo es parte de nuestra identidad y está resguardado por ordenanza como patrimonio material. Estas técnicas artesanales tradicionales también están contempladas en una normativa que contempla el patrimonio inmaterial del cual Tandil es una ciudad pionera en su preservación. «Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos».

Fuentes consultadas por el autor: Hugo Nario, ‘Tandil Historia Abierta’; Eduardo Ferrer, ‘De los corrales de piedra al ferrocarril’; http://www.lospicapedreros.com.ar/tandil.php; UNESCO; José Saramago.