Las margaritas y el silencio

Silencio. Si hubo algo que definió a esta marcha, además de las miles de personas que se acercaron, fue el silencio. Silencio rotundo, tan movilizante como paralizador. Silencio que, a una semana del femicidio de Ailín Torres, marca el dolor y el estado de shock en el que aún se encuentra no sólo la familia, allegados y afectos de Ailín, sino de toda la comunidad de Tandil.

 

Como pocas veces en la historia de las manifestaciones y reclamos en la Ciudad de las Sierras, la puntualidad fue tomada a rajatabla. Hacia las 17, en avenida España e Yrigoyen, punto de encuentro para la marcha, ya se encontraba buena parte de la concentración. En ese mismo momento, los medios fueron informados de que la familia no iba a dar testimonio ante los micrófonos. El propio Gabriel Torres, papá de Ailín, agradeció el acompañamiento de la gente, pidió justicia por su hija, y confesó: “No quiero hablar ante los micrófonos porque sé que me voy a quebrar”.

Miles de vecinos se fueron sumando a una marcha que, desde el primer paso dado por la familia, encabezando el andar, se colmó de silencio. Un silencio pesado, hecho materia, que consustanciaba la angustia; las miles de lágrimas que se descolgaron de esos tantos rostros que siguen mirando a la nada sin encontrar un por qué; la perplejidad en la que aún se encuentra inmersa la sociedad tandilense. Miles caminando por Rodríguez sin hablar, incluso llorando en silencio, acompañando en ese mar de silencio a una familia destrozada.  Quienes se encontraban en los negocios, salían de los locales para observar la manifestación, también en silencio, tal vez así sumándose a ese acompañamiento.

Más de mil vecinos que fueron a pedir que el grito urgente de “Ni una menos” pase de la consigna a la realidad. Miles que exigen políticas públicas para evitar nuevos casos como el femicidio de Ailín. Miles que respondieron a la convocatoria realizada por la familia Torres desde la página oficial de Justicia por Ailín Torres en Facebook. Miles que respetaron el pedido de no llevar banderas partidarias, pero sí pedidos políticos, porque pedir que ningún macho más se piense con el poder de disponer y sentenciar sobre la vida de una mujer es político; pedir que haya justicia para Ailín es político, en el más pleno sentido de la palabra: es pararse en una determinada vereda, es tomar una decisión.

En las puertas del palacio municipal, se encontraban algunos funcionarios, entre ellos el presidente del Concejo Deliberante, Juan Pablo Frolik, y el secretario de Protección Ciudadana, Atilio Della Maggiora. Luego de algunos minutos de silencio, desde el Foro de la Promoción y Protección Integral de los Derechos de las Mujeres se leyó un documento. Lectura que, dicho sea de paso, se debió realizar a viva voz, ya que hubo alguna desinteligencia con desde el sonido. Sonido que sí llegaba desde el interior, con una música en tan alto volumen que se escuchaba hasta desde el veredón y desentonaba absolutamente con todo el silencio, a modo de respeto ante el dolor de lo irreparable.

Pureza, sol y luz

Luego de la lectura del comunicado del Foro, familiares de Ailín dieron su testimonio y se leyó un texto titulado “Mi hoja arrugada”, escrito por Gabriel Torres, su papá. Con fecha del 14 de noviembre último, Gabriel narra las sensaciones vividas desde el momento en que, con su mujer, escuchan ladrar los perros de la casa, despiertan, se incorporan de la cama, miran por la ventana y ven que se trata de la policía. Policía que pregunta si esa casa es la de la familia Torres y que se les daba aviso de que deben dirigirse a la Comisaría 1era.

En medio de ese desgarrador relato,  entre sensaciones contradictorias y el advenimiento de la devastación, ante el conocimiento de la trágica noticia y el tener que despedir a su hija, Gabriel escribió que alguien le dijo que no se preocupara, porque Ailín “’siempre va a estar con ustedes y todos los que la quieren. Ella eligió ser una flor, una margarita. Me dice que no la busques. Cuando vayas y te sorprenda una margarita, ella estará ahí’. Me alegre, sentí paz, como somos nosotros, sin rencores, ni odios hacia nadie. Y me pregunté: ¿una margarita? Habiendo flores mucho más bellas… Inmediatamente reflexiono: digo ‘no, la más bella es la margarita; representa todo su ser, es una flor simple, espontánea’. Me viene a la mente, hace años atrás, cuando donde vivimos, antes del avance del urbanismo, había mucho campo; y me recuerdo que se tapizaba de blanco y oro con el florecimiento de margaritas silvestres. ‘Y sí – digo- es ella’: simple, blanco pureza y en el medio el sol, su propia luz”. Margaritas que aparecieron, junto al nombre de Ailín, en una de las banderas que encabezó la marcha.

Padres y hermanos de Ailín, entre abrazos y aún la búsqueda de algún consuelo, agradecieron el acompañamiento de sus vecinos, y subrayaron: “Vamos a seguir pidiendo justicia por Ailín y por todas las mujeres”. Al finalizar la concentración, y cuando ya prácticamente quedaba muy poca gente en los alrededores, la familia de Ailín fue recibida por integrantes del Ejecutivo local. Ingresaron los familiares más cercanos y directos al despacho del Intendente. No ha trascendido hasta el momento en qué consistió ese encuentro.

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Comunicado del Foro por la Promoción y Protección Integral de los Derechos de las Mujeres

Estamos acompañando en este día a la familia y seres queridos de Ailín Torres, con la claridad de que saldremos a las calles las veces que sea necesario para que ningún femicidio quede impune.

Porque si algo aprendimos es que ninguna mujer asesinada por el machismo puede ser un número en las estadísticas, esas que nos pegan en la cara todos los días, y hoy nos golpea de cerca porque, seguramente, hay mucha gente acá que compartió el proyecto de vida con Ailín.

Creemos que la consigna NI UNA MENOS no es sólo un slogan, y sabemos que muchas veces ha sido menospreciada como reivindicación. Sin embargo, no nos cansaremos de reafirmar que las mujeres históricamente hemos sido subordinadas en esta sociedad, y cada vez somos más las que reconocemos las violencias que vivimos en nuestras vidas por el simple hecho de ser mujeres. Y eso que para nosotras es obvio, para muchos y muchas todavía parece un reclamo exagerado.

Entonces, un nuevo femicidio nos obliga a todos y todas a pensarnos como parte de esta sociedad y nos desafía a ver qué podemos hacer o dejar de hacer para construir un mundo distinto. Y con esto nos referimos a un mundo donde se nos deje de violentar en los medios, en nuestras casas, en la calle, en las instituciones. Porque si algo aprendimos en este camino es que somos blanco de múltiples violencias, las cuales que se expresan en los mandatos de mujer sumisa, y, frente a un hecho que nos sitúa como víctimas, se vuelve a expresar en la culpabilización con discursos como “algo habrán hecho”.

Por esto,  creemos necesario remarcar que este conjunto de prácticas machistas no las revertimos sólo si nos decimos entre nosotras que nos queremos vivas y libres. Necesitamos que se entienda que los femicidios no son producto de ninguna patología que sufren exclusivamente los hombres. Por ende, no podemos salir a responder con tratamientos psiquiátricos o penas de muerte. Sí con justicia, aún a sabiendas de que la justicia también ha sido siempre patriarcal y que, inclusive, la carátula de femicidio ha significado una lucha.

Entonces, debemos ser claras y claros en la lectura de lo que está pasando detrás de cada femicidio, debemos dejar de reproducir ideas que avalen la VIOLENCIA MACHISTA. Cuando decimos que vivimos en un sistema patriarcal, estamos denunciando que los femicidios son la expresión última de todo ese conjunto de prácticas cotidianas que todas y todos avalamos y reproducimos con mayor o menor grado de conciencia.

Si no empezamos a cuestionarnos qué idea del amor practicamos y enseñamos al resto; si es que seguimos reproduciendo valores de “amor romántico” que justifican y avalan relaciones absorbentes, basadas en los celos posesivos disfrazados de amor verdadero, estamos lejos de poder revertir desenlaces trágicos que, no por casualidad, siempre nos tienen a las mujeres de víctimas.

El llamamiento de pedido de justicia nos tiene que lograr hacer no sólo participes en las calles, sino que debemos ser protagonistas de un cambio que nos encuentre cuidándonos entre nosotras; sumando a los varones que quieran empezar a cuestionarse sus privilegios y sus prácticas; y entendiendo que el Estado también es parte responsable en el acompañamiento  de los casos de violencia de género.  Reforzamos cada día nuestro compromiso social con la lucha histórica del movimiento de mujeres, que hace unos tres años se viene sintetizando en la consigna “¡NI UNA MENOS! ¡Vivas y libres nos queremos!

¡Ailín Torres Presente! ¡Ahora y siempre!

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