Las Mujeres Indígenas por el Buen Vivir parlamentaron en Las Grutas

Se trató del 2do Parlamento que llevan a cabo las originarias nucleadas dentro de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. Se realizó los días 18, 19 y 20 de julio en la rionegrina ciudad de Las Grutas, con la energía de la autogestión. Hacia allí se movilizaron cientos de mujeres, desde los más diversos puntos cardinales del territorio argentino y latinoamericano, para encontrarse, entramar luchas por la defensa de la vida y la naturaleza, y fortalecerse en sus identidades de mujeres indígenas y en la ancestralidad. “Nos escuchamos y unimos las voces de los distintos territorios: nuestro dolor lo transformamos en fuerza levantando la voz en todos nuestros idiomas indígenas! Sólo a través de nuestras propuestas seguiremos construyendo nuestra propia agenda de lucha”, indicaron sus organizadoras.

Mujeres indígenas de más de 36 naciones de territorios de provincias argentinas y de Ecuador, Colombia, Chile, Perú y Uruguay, entre otros, se reunieron en Las Grutas, para trabajar y visibilizar en conjunto sus problemáticas cotidianas y sus denuncias, muchas veces subestimadas por mujeres e indígenas. Ya en el primero de estos encuentros, en abril del 2018 en Ensenada, surgió el pedido de que se declare ‘Plurinacional’ el Encuentro Nacional de Mujeres. Compartimos la completa crónica de las colegas Antonela Di Candia y Noralí Aguirre Martí, publicada en Resumen Latinoamericano.

PARLAMENTO DE MUJERES INDÍGENAS POR EL BUEN VIVIR: HISTORIAS DE LUCHA Y RESISTENCIA

(por Noralí Aguirre Martí y Antonela Di Candia, para Resumen Latinoamericano) Son mujeres qom, tobas, wichís, mbya Guaraní, ava guaraní, charrúas, mapuches, mapuche-tehuelches, ranqueles, kichwas, aymaras, diaguitas, mocovíes y kollas; representan a las 36 naciones originarias que existen en el Estado argentino y están en pie de lucha desde hace más de 500 años. Las atraviesan luchas y problemáticas similares, pese a habitar en diferentes puntos de Sudamérica. La persecución policial, la violencia institucional, eclesiástica y de género, el gatillo fácil, los conflictos por la recuperación de territorios ancestrales, las luchas por la libre determinación de sus pueblos, entre otras tantas.

Este es el segundo año que se reúnen en el Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, ante la necesidad de debatir, decidir, trazar líneas de acción para los problemas que padecen desde hace siglos, y también para crear un espacio de discusión que contemple su particularidad de mujeres indígenas y que les viene siendo negado en el Encuentro Nacional de Mujeres, donde un grupo se resiste a reconocer la Plurinacionalidad del territorio que habitamos.

(Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

EL GENOCIDIO QUE CONTINÚA

Alejandra Ciriaco, mujer qom de la provincia de Chaco, se para en medio de la ronda que forman las más de 250 mujeres que se juntaron a parlamentar en la ciudad de Las Grutas. Con una voz suave, mezcla de dulzura y dolor, cuenta cómo fueron los últimos minutos junto a su hijo Ismael Ramírez, un niño de 13 años asesinado por la policía chaqueña en lo que se presentó en los medios masivos de comunicación como un saqueo a un supermercado, pero en realidad fue una protesta de la cual Ismael ni siquiera era parte.

Ese día fuimos de visitas a la casa de una prima con Ismael y otro de mis hijos. Yo me sentía mal y justo me había quedado sin nafta en la moto, entonces ellos salieron caminando antes que yo. En la casa de mi prima me recosté, me sentía muy mal. Ismael vino, se tiró encima mío, me besó y abrazó. Me dijo: ‘Mami, ¿vos sabés cuánto te amo?’, era un nene muy dulce. Ismael y su hermano se fueron caminando, como a los 20 minutos viene mi otro hijo y me dijo que le habían pegado un tiro”. El silencio en el salón de la escuela donde se parlamenta es total. En los ojos de las presentes se ve el dolor y la rabia.

Yo vivía en Rosario, pero un año antes me había mudado al Chaco para protegerlo a Ismael de las drogas, en Rosario hay mucha droga. Yo a veces siento culpa, porque pienso que si me hubiera quedado en Rosario hoy Ismael estaría conmigo. Hoy tengo más fuerza porque no estoy sola, están todas mis hermanas acá”, dice entre lágrimas. Antes de volver a su asiento, las mujeres se acercan a abrazarla y compartir su dolor, que es el dolor de todas. “Ismael, presente!”, grita alguien en la sala.  “Ahora y siempre! Ismael, presente! Ahora y siempre! Ismael, presente!

(Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

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En el primer día del Parlamento, toma la palabra Josefa Vallena. Viene desde El Sauzalito, provincia de Chaco. Habla en Wichí, su lengua materna, y una hermana la traduce. “Mi nombre es Marita, soy de la comunidad Wichí de El Sauzalito, en el Impenatrable -supuestamente- porque para nosotras es fácil entrar ahí, somos de la zona y ahí nos criamos”. Le pasa el micrófono a una de sus hermanas: “Lo que más me preocupa son las niñas, y creo que pasa en todos lados, niñas embarazadas; eso es un gran dolor”.

Otra de las mujeres Wichí de El Sauzalito cuenta cómo se vive en su pueblo: “En nuestra zona, somos las mujeres las que trabajamos. Si van a El Sauzalito van a ver que hay mujeres y ancianas barriendo calles y veredas, trabajan todos los días ganando 1500, 1000 o 500 pesos por mes”, toma aire y continúa: “Hay enfermeras que trabajan como empleadas haciendo limpieza: sacan telarañas, limpian los pasillos, los baños y no cumplen con su función, que es traducir. Con las maestras en las escuelas pasa lo mismo: trabajan como empleadas de directores o directoras, que son subelé (blancos). Nuestros chicos llegan a la escuela y fracasan: no entienden el idioma, no entienden español. Entonces el chico, al no entender el idioma, abandona. No es que no quieran hacer los trabajos, es que no entienden qué dicen los maestros. En la parte judicial también hacen falta traductores, porque en nuestra zona hablamos cien por ciento wichí”.

(Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

La presentación de las mujeres de las distintas naciones lleva un largo rato. Algunas, las que llegaron con tiempo a Las Grutas, se presentaron cuando se dio inicio al Parlamento, pero otras fueron llegando a lo largo del primer o segundo día. Ahora interviene Delia, Wichí de la localidad de Pompeya: “En Pompeya, hay como 150 voluntarios que trabajan cuidando el lugar. Toda la zona es una reserva indígena que está atravesada por una ruta nacional donde todos los días mueren nuestros chiquitos, nuestras abuelas y abuelos, porque no hay control. Allí nuestras abuelas son violadas. Hay sólo 5 o 6 policías para un pueblo de 10.000 habitantes. Todos los días mueren nuestras ancianas embarazadas. El Sauzalito queda a 300km del pavimento, si llueve no podemos pasar. No hay medicamentos, no hay nada: si pasa algo, la gente muere. Cuando las escuchamos a ustedes contar sobre sus comunidades entendemos el dolor. También hay femicidios, hay hombres que matan y quedan libres”.

El silencio sigue siendo total, la escuchan atentas las hermanas de todas las naciones. Toma la palabra otra hermana, y refuerza ante las presentes el relato de Delia: “Esa es una Guardia Comunitaria que se organizó en diciembre. Lamentablemente muchos la critican, los llaman ‘terroristas’. Ellos cumplen la función de salvaguardar a la comunidad, porque ya demasiado nos han atropellado, ya demasiada es la injusticia, entonces lo que hacen es cuidarnos. No tienen sueldo, son voluntarios. Defendemos lo que nos pertenece: nuestra tierra, nuestros hijos, nuestras abuelas, nuestros ancianos”.

Aquí aparece un fenómeno propio de los tiempos que corren: el Estado, principal responsable de la situación de amenaza latente en la que viven cotidianamente las comunidades en todo el país, amparado por los medios de comunicación hegemónicos, decide aplicar la etiqueta de ‘terroristas’ a las comunidades que se organizan para defenderse y vivir dignamente desde su identidad ancestral.

(Foto de Celeste Vientos, en el facebook de 2do Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir)

Diríamos que se trata de una situación inverosímil, si no fuera porque se encuentra atravesada por lo que se considera una estrategia del poder fáctico a nivel mundial. A partir de la generación de definiciones de «terrorismo» y de «terrorista» sumamente laxas e imprecisas, muchos Estados han articulado un consenso en torno a una supuesta «lucha contra el terrorismo», que resulta ser una excelente herramienta para controlar y combatir la disidencia interna, a la vez que para proteger los intereses de los grupos dominantes. Explica Pilar Calveiro, en su libro «Violencias de Estado» (2012).

Surge, así, una oleada de «legislaciones antiterroristas» a nivel mundial en la que se montan los Estados, adaptando el concepto de «terrorismo» de la manera que mejor les permita, fronteras adentro, habilitar la persecución y represión de los movimientos que se rebelen al status quo. El caso emblemático es la aplicación de la Ley Antiterrorista por parte del Estado chileno sobre el pueblo mapuche de Ngulumapu.

(Foto de Celeste Vientos, en el facebook de 2do Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir)

El Estado no actúa sólo: es asistido por los medios de comunicación hegemónicos, que refuerzan la estigmatización social sobre las comunidades en general y sobre lxs miembros más activos y contestatarios dentro de ellas en particular. Tal es el caso de quienes integran las Guardias Comunitarias, y como queda expuesto en la denuncia que hacen las hermanas de la comunidad de El Sauzalito, se consuma, de este modo, la mayor de las injusticias.

Este Estado de derecho, mientras que encubre con impunidad un genocidio de siglos perpetuado en los crímenes que se cometen todos los días, tanto a plena luz y en la vista de todos, como en los tugurios donde se encuentran los escritorios sobre los que se escribe la historia y la ley; sólo les reconoce a las comunidades el derecho a morir lentamente, y en silencio.

Interviene otra hermana, que trae la sapiencia de las ancianas a cuento para confirmar la criminal estructura subyacente: “Nuestras ancianas siempre repiten: en la escuela, los maestros dicen ‘Colón llegó tal año…’,’Colon hizo cosas terribles’; y en realidad ustedes no deben pensar que ya se fueron los colonizadores. No, están con nosotros todavía, estamos en lucha todos los días”.

(Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

La intervención de las mujeres Wichí está terminando. Una de las oradoras de la tarde propone que quienes toman la palabra expresen cómo se dice «Fuerza» en cada una de las lenguas, para darse fuerza entre todas. “Waseb se dice ‘fuerza’ en Wichí”. “Waseb, waseb, waseb!”, responden al unísono las mujeres.

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Soy Laura, profe de Historia, mapuche y comencé mi proceso identitario a los 18 años. Quiero hablar con ustedes de la experiencia vivida como mapuche en estas prácticas genocidas que el Estado llevó a cabo hacia nuestros pueblos, sobre nuestra tierra, hacia nuestros cuerpos. Las prácticas llevadas a cabo en el pasado perduran en el presente. Soy de Balchita, uno de los territorios que se encuentra a 120 km del lugar donde estamos reunidas. Balchita tiene una larga historia de despojo, violación y genocidio que es negada hasta la actualidad. Algunas no nos callamos, eso tiene que ver con una forma de resistencia, y muchas veces somos las mujeres las que salimos a hablar sobre esto”.

Balchita aparece en los textos escolares como un ‘descubrimiento’, un 5 de octubre de 1833. A muy temprana edad, recibimos educación y empezamos a hablar del famoso ‘día del pueblo’. Nunca se había detenido (recién en los últimos años hay una suerte de ‘revisión histórica’) sobre el párrafo que, de generación en generación, se transmitía a los niños sobre qué había pasado ese 5 de octubre que era, justamente, la ‘hazaña’ de la campaña militar comandada por Juan Manuel de Rosas, en 1833. Una columna militar de esta campaña, llevada a cabo por el mayor militar Leandro Ibáñez, llega hasta orillas del río Balchita. Lo que yo les comento está textualmente en los libros: ‘y ahí sorprende’, dice, a las tolderías del Lonko Cayupan, arrasando y matando a mujeres y niños; prácticas que están contempladas en lo que es el genocidio”.

(Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

El genocidio en la base constitutiva del Estado nacional. Una vez constituído, los aparatos hegemónicos del mismo entran en escena para trocar los ignominiosos “métodos” criminales de los que se valió, en heroicas “hazañas militares” que se cuentan en libros de historia y manuales escolares. La historia oficial y el sistema educativo, salvando pocas y honrosas excepciones, son y han sido la principal artillería ideológica utilizada para sembrar aquiescencia con el proceder del Estado-nación y con la apropiación de la tierra y de las vidas por parte de las grandes fortunas preeminentes en el país.

Ensambladas en las lógicas del sistema capitalista global, y asumiendo el rol en la división internacional del trabajo que las potencias del momento designaron para las tierras de la Patagonia, las grandes familias oligárquicas usufructuaron, tanto los territorios de los cuales barrieron a las comunidades indígenas, como a los prisioneros y prisioneras que luego explotaron como mano de obra esclavizada.

(Foto de Celeste Vientos, en el facebook de 2do Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir)

Una vez consumado el genocidio militar, para perpetuar la dominación sobre los pueblos indígenas y la explotación de los territorios, el Estado se dotó de un aparato de múltiples brazos a partir de los que emprendió la homogeinización (identitaria, idiomática, cultural e idiosincrática) de una población compuesta por inmigración europea, criollos y las comunidades originarias que habían sobrevivido al genocidio. El fin, la construcción de una única nación “argentina”. Pero la construcción de esta identidad nacional estuvo determinada por la clase dominante que hegemonizó el Estado: las familias oligárquicas, blancas, occidentales, cristianas y eurocéntricas.

En este sentido, la condición sine qua non para el éxito de esta empresa fue, y sigue siendo, la negación de las identidades diversas de las comunidades que habitan los territorios que el Estado y el capitalismo subordinaron; y el consecuente racismo recalcitrante que permea a nuestra sociedad a todo nivel.

Laura Manquel, en el centro (Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

En lo que quiero hacer hincapié— continúa Laura— es en la experiencia de esto de negar las identidades. Mi apellido es Manquel. En mi lengua, el mapudungun, soy ‘cóndor’ [mañque]. La ‘L’ fue agregada seguramente después, por todo lo que es el dispositivo de poder del Registro Civil. Entonces yo no tenía idea, hasta los 18 años, de quién era. Pero sí desde muy temprana edad empecé a sentir y ver en las escuelas las prácticas de segregación racial que se llevaban a cabo, la discriminación se hacía por secciones del curso, según el color de la piel. A todas esas prácticas las padecimos: las padecí yo, mi abuela, mi mamá, mi papá… Estamos hablando de generaciones jóvenes, de 50 años atrás. Estas prácticas perduran, y yo vengo a denunciar acá que el famoso 5 de octubre que se festeja como día del pueblo, en realidad, para nosotros, fue el día del comienzo del genocidio de nuestro pueblo”.

Así transcurría el debate, en un círculo asambleario en el que la palabra circulaba, y en ese mismo andar y recorrer los distintos rincones del recinto -y con él, de los territorios del país- , se tornaba cada vez más diversa y profunda. Asumía la raíz ancestral de cada pueblo, y transmitía la crudeza de la realidad que viven las comunidades que habitan los cuatro puntos cardinales de este territorio. Algo quedó claro y se constituyó en la premisa del debate posterior: el Estado fue fundado sobre la base de un genocidio que continúa hasta el día de hoy. Continúa la expropiación de los territorios; continúa la explotación de los cuerpos y la violencia; continúa la negación de las identidades indígenas y el racismo.

A PESAR DE LAS FRONTERAS NAZIONALES

La palabra cambió de rumbo y se hizo presente, por un momento, en idioma quichua. Tomaron el micrófono hermanas provenientes de Bolivia, quienes contaron acerca de un proyecto que vienen construyendo, la «Cooperativa Lucha y Trabajo»: “Somos bolivianas y hemos abierto nuestra cooperativa, que se llama ‘Lucha y Trabajo’. Primeramente, éramos mujeres que escapábamos de los golpes de nuestros maridos o del encierro. En nuestra cooperativa, hay mujeres paraguayas, uruguayas, peruanas, está abierta para todas. Ahí aprendimos a no ser sometidas, a que no pertenecíamos a nuestros maridos. Como dijo una de las compañeras: es nuestro cuerpo y éramos nosotras, pero nos hacían sentir que éramos culpables”.

Aquí les paso con una compañera que habla Aymara”, dijo la hermana. Acto seguido, una nueva sonoridad resonó entre las presentes, en un relato que quienes escriben no comprendíamos, pero que luego fue traducido como sigue: “Mi nombre es María Gómez. Yo soy boliviana, del pueblo aymara, de La Paz, Bolivia. Me encuentro feliz, contenta, porque es la primera vez que llego, y encontrarme con tantas hermanas me pone muy feliz. Me llevo un recuerdo lindo”. “Yo soy Carla, también del pueblo aymara. No hablo el idioma, pero me gustaría mucho aprender. Algo entiendo porque mi madre lo habla. Me pone feliz encontrarme con tantas hermanas de muchos pueblos, y saber de sus problemáticas y luchas. Mucha fuerza porque ahora somos muchas y vamos a salir adelante”.

(Foto de Celeste Vientos, en el facebook de 2do Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir)

Y otra vez la misma coincidencia: en todos los idiomas, en todas las palabras y sinónimos posibles… Lo fundamental es la unidad, la organización, la lucha colectiva. El encontrarse, conocerse y re-conocerse. Darse el espacio, el tiempo y la oportunidad fundamental de compartir los problemas (con lo que tienen en común y con la particularidad de cada caso); pero también compartir el horizonte, el proyecto de un futuro posible y deseable para toda Abya Yala, que se amasa a cada paso, con cada singular y fundamental aporte de las hermanas que vienen llegando, que se vienen sumando en el caminar del Movimiento.

En aymara, fuerza es: Ch’ama kullaka, ch’ama! (Fuerza, hermanas, fuerza!)”. “En quichwa es kaipaj: kaipaj, kaipaj, kaipaj!

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Los ecos de esta expresión alimentaron el raudo recorrido de la palabra ancestral hacia el Este del continente: los territorios charrúas que actualmente comparten Argentina, Uruguay y el sur de Brasil. “Somos todas mujeres Chalonás, del pueblo Charrúa. Es un pueblo transfronterizo, de Uruguay, Entre Ríos y Río Grande do Sul; hoy venimos tres representantes de Montevideo, de Bajo de Inchalá y también de Paraná y Villaguay, en Entre Ríos. Principalmente en Uruguay, pero también en Entre Ríos, nuestra existencia es negada hasta el día de hoy por parte de políticos, de la sociedad y de la educación. Es muy compleja nuestra realidad. El Estado Uruguayo fue creado a partir del genocidio de la población charrúa e indígena; todas las prácticas que el primer presidente de mi país llevó a cabo [José Fructuoso Rivera], desde la matanza de Salsipuedes (que fue una de las más grandes), hasta la persecución, el traslado forzado de niños, mujeres y ancianos, el secuestro de los cinco charrúas que fueron llevados a Francia para ser expuestos en un circo… Todo esto, sumado a la iniciación de la industrialización, la llegada de los ingleses, a la educación vareliana homogeinizadora que prohibió la lengua, a que persiguieron militarmente a todos nuestros guerreros, fue lo que hizo que nos trasladáramos a las ciudades y pueblos… a todo eso lo padecemos hasta el día de hoy”.

Distintas latitudes, un mismo problema que parece apuntar a un único culpable: el Estado-nación, la plaga que vino a intentar de terminar el trabajo iniciado en tiempos de la conquista. El Estado-nación, la peste que pretende diezmar a quienes resisten a pesar de la muerte que ofrece este sistema civilizatorio como única opción para perpetuarse y expandirse.

(Foto de Celeste Vientos, en el facebook de 2do Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir)

Nuestra memoria aún queda en las mujeres que han sobrevivido. Nosotras venimos de ‘mujeres de estancia’, las cuales ocultaron durante muchísimo tiempo su identidad, y recién hoy estamos pudiendo decir ‘somos charrúas, somos indígenas, somos boanes’. Aún seguimos, en ámbitos internacionales y en nuestro propio país, sensibilizando a la población para que comencemos a mirarnos entre nosotros como un pueblo no puramente europeo. La historia de todas las hermanas que estuvieron hablando hoy, fue parte de nuestra historia también, y nos sentimos sumamente identificadas”.

Las mujeres, la memoria, la vida, el futuro. En sus cuerpos-territorios puede leerse el saqueo, la mercantilización y el despojo que un sistema, basado en el ejercicio de un poder despótico, racista y patriarcal, que prioriza el afán de lucro por sobre el valor de la vida; ejerce sobre los territorios y sobre todo lo que toca. Son los cuerpos-territorios de las mujeres los que, de manera particular, sufren esta violencia y todas las formas de violencia sexista, machista, racista e institucional que este sistema supo generar.

Pero también son cuerpos-semilla, que guardan el germen de una identidad ancestral negada, para transmitirla a la vida parida de un presente de lucha. Son ellas las que celosamente protegen el arraigo profundo de la identidad ancestral en sus memorias. Son ellas las que, atravesadas por el fluir de los ritmos de la naturaleza, recrean la capacidad de resiliencia propia de la gran madre de todes. Son ellas, también, las sostenedoras y tejedoras de las redes comunitarias que luego fungen de piedra basal para prefigurar futuros posibles, asentados sobre pilares de justicia, reciprocidad y armonía entre los seres humanos y la naturaleza. Casi un poema de rebeldía a la luz del Sol. Casi una disyuntiva resuelta al arrullo de copiosas lunas.

(Foto de Celeste Vientos, en el facebook de 2do Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir)

DEFENDER EL TERRITORIO

Territorio es lo que está abajo de la tierra, lo que está arriba, lo que está alrededor. El territorio es más grande que la comunidad. En él hay cantidad de animales, es donde aprendemos, danzamos y cantamos. Si estamos fuera del territorio, ya estamos perdiendo todo. A mí nunca me importó vivir en el pueblo, quiero estar en el territorio y seguir aprendiendo, enseñarle a mis hijos a danzar, a no olvidar su lengua materna. Todo eso es el territorio”.

Quien habla es Pará Mir ĩ Poty de la Nación Mbya Guaraní, comunidad de Mgokajaty, en la provincia de Misiones. El diálogo aconteció en una de las aulas del Centro Educativo Medio N° 98 «Quimel Niyeu», donde se desarrolló el Parlamento. Pará Mir ĩ Poty tiene 21 años y es lideresa de su comunidad. Estudió hasta 4to año de la secundaria, pero su sueño es ser abogada para poder defender los derechos de las comunidades Mbya Guaraní que habitan el territorio misionero.

En la comunidad somos 17 familias, 86 personas con chicos y mujeres. La principal problemática que estamos atravesando es el tema del territorio— continúa la lideresa —. Estábamos en un territorio muy chiquito y no podíamos plantar semillas, no podíamos plantar maíces, sandías. Entonces, decidimos entrar un poco más. Marcamos 1.500 hectáreas en ese territorio y estábamos tranquilos, pero hace un año vinieron policías y abogados, nos dijeron que teníamos un día para desalojar: no sabíamos qué hacer. Nos mostraron la orden del juez, estaba firmada. Por suerte, yo sabía un poco de la ley, la constitución nacional nos ampara a los indígenas. Enfrentamos a esos policías, les dijimos que teníamos derechos, que no nos podían desalojar porque el territorio es nuestro. Ya antes estaban nuestros ancestros, a esas tierras nos la regaló Dios para cuidarlas, porque los otros que no son indígenas usan el monte para su economía, y nosotros no lo usamos para eso, no nos importa el dinero. Nosotros lo cuidamos porque ahí encontramos las frutas, los animales, las plantas medicinales”.

(Foto de Celeste Vientos, en el facebook de 2do Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir)

Si bien no se sabe exactamente el nombre de quien pretende quedarse con esas tierras, hay información de que es un hombre que vive en Buenos Aires. El negocio forestal hace años que se desarrolla en la provincia de Misiones, donde las comunidades son desplazadas o deben adaptarse a vivir sin los beneficios que representa el monte nativo.

Una noche, vinieron a la comunidad hombres que no son de ahí, ni sabemos quiénes son. Le apuntaron en la cabeza a mi papá con una pistola. Dijeron que desalojemos porque lo iban a matar e iban a matar a todas las personas que estábamos ahí. Yo tengo un abuelo de 86 años que casi murió de un infarto esa noche por el miedo. Reconocimos sólo a uno: es un sacerdote que vive en el pueblo de San Ignacio, a 8 kilómetros de la comunidad. Mi papá fue a hablar con él y le preguntó porqué había hecho eso, como es que si él cree en dios hace esas cosas”.

En la voz de Pará Mir ĩ Poty se lee la determinación de quien se sabe peleando por una causa justa, vital. “Seguimos en la lucha y no vamos a salir de esa comunidad”.

Jachuka Rerepoty es otra joven lideresa Mbya Guaraní del territorio misionero: “En mi comunidad pasó que entraron empresarios, un hombre vino y dijo ‘yo ahora me voy ocupar, voy a plantar pinos, ustedes tienen que salir porque esto es mío, yo soy el dueño’. Nosotros resistimos, somos los dueños, estamos asentados en el territorio, lo ocupamos. Así fuimos ganando de a poquito hasta que salió la Ley de emergencia”. En noviembre de 2017 el Senado de la nación prorrogó la Ley de emergencia territorial indígena 26.160 por cuatro años más.

Casi todo lo que ocupamos está rodeado de pinos. No tenemos título pero tenemos marcación territorial, tenemos papeles, posesión para vivir. Para nosotros es más importante vivir en comunidad, donde cultivamos, plantamos, protegemos el monte en el que conseguimos plantas medicinales, animales, frutas. Ya no hay mucho pero protegemos y queremos seguir protegiendo lo que quedó en este territorio. En Misiones ahora sólo hay pino, pino por todos lados. Eso a mí me duele mucho porque mis abuelos contaban cómo vivían antes mis antepasados: eran felices, no pasaban hambre, no pasaban enfermedades. Pero ahora, como estamos en el medio de la ciudad, que está rodeando a la comunidad, muchos chicos están muriendo de desnutrición, de enfermedades que nunca antes hemos tenido, enfermedades espirituales. Mis abuelos me contaban que ellos vivían de la chacra, del cultivo, ellos eran felices de tener un campo sembrado de semillas de maíz y mandioca”.

Jachuka tiene un hablar lento y pausado, no eleva el tono de voz: “Al lado vive una vecina que entró en 2016 y sacó todas las casitas que tenía la comunidad. Lo denunciamos y la señora hizo contradenuncias. Un día queríamos entrar y sacar algunas cosas, de ahí sacamos alimentos y medicinas. Cuando vio que entramos, fue a la policía y puso amenazas, aparecieron hombres con machetes. Resistíamos hasta que el juez se puso al lado de la señora y dijo que ella era la dueña de ese lote. Las intenciones de ella eran plantar maíz, pero las tierras son de la comunidad. Vinieron y pusieron alambrados para que no podamos bajar. Ahí hay un arroyo donde a los chicos les gustaba bañarse. Ellos usan el arroyo porque les gusta nadar, disfrutan de la naturaleza y entonces como vieron eso, vinieron y pusieron alambre. Los chicos no sabían cómo entrar, querían entrar pero como respetaban no entraban. Hasta ahora, no lo podemos usar. Todavía están ahí. Si entramos, seguramente llamen a la policía. Estamos ahí resistiendo de una señora que es muy mala. Nosotros queremos entrar a plantar de nuevo. Ahí ya teníamos plantado, pero como vino la señora se apropió del lote. Estábamos hablando con todos los integrantes de la comunidad para que volvamos a plantar porque sin plantación no vivimos. Nosotros creemos que los empresarios están ayudando a la señora, porque es un lote muy lindo para plantaciones de maíz y mandioca, para todo lo que es alimento. Pero nosotros creemos que ellos lo que quieren es apropiárselo para plantar pinos”.

Jachuka -izquierda- y Pará Mir ĩ Poty -derecha- (Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

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En la plenaria toman la palabra mujeres de la nación guaraní, de la ciudad de San Pedro, Jujuy: “Para nosotras, es nuevo estar en este parlamento de mujeres indígenas, y la verdad es impresionante ver que, dentro de esta movilización, somos casi todas líderes mujeres indígenas. Escuchando cómo las hermanas están dando su vivencia de todos los días, nosotras tenemos la problemática de que se están ingresando las drogas en las comunidades. Más allá de que pertenezcamos a comunidades ya urbanizadas, tenemos el problema de mostrar nuestra identidad, y el 80% de los habitantes de San Pedro son indígenas”.

La líder guaraní continúa el relato: “Tenemos espacios públicos que se les han otorgado a las comunidades, pero lamentablemente sólo son una pantalla dentro de la política municipal o provincial. Nosotras tenemos un espacio como organización de mujeres indígenas, que lo conforman artesanas, historiadoras, maestras que están luchando porque no se pierda nuestra danza, que es el Pin Pin. Tenemos maestros bilingües que están ingresando a las escuelas con muchos desafíos, porque todavía no tenemos la igualdad de poder poner maestros idóneos dentro de las escuelas. Es una lucha porque, más allá de que venimos dándole pelea al ministerio de Educación, los maestros bilingües tienen las enseñanzas de nuestras abuelas. Son nuestras, no las traemos de otras lenguas. Nuestros docentes idóneos tienen que entrar por ley a las escuelas”.

Dentro del mismo grupo, una de las hermanas comparte su historia personal, en la que la Pacha le tenía preparada una sorpresiva e imperceptible brújula hacia sus raíces: “Soy Karumanta. Estoy viviendo en General Pico, La Pampa, pero mi papá era Ava Guaraní y mi mamá era Kichwa de Villazón, entonces yo tengo mitad y mitad. Les voy a contar algo de cómo nuestra Pacha siempre nos cuida, porque naturalmente mi mamá era de Santa Rosa, y ella se enamoró de un kolla… ella ya estaba dada para matrimonio con un hombre. Entonces había roto una regla, y su papá la corrió de la comunidad. Ella fue a parar a Orán, Salta; y no podía seguir adelante conmigo, y me regala, ¿y dónde voy a caer? Mi mamá que me cría… kichwa de Villazón; y mi papá… Ava Guaraní. La Pacha nunca permitió que yo pierda mis raíces, me mantuvo dentro del círculo natural en el que tengo que estar. Yo me siento orgullosa de ser quechua y aba guaraní, y agradezco que el universo y la Pacha nos reúna a todas; porque cargamos con lo mismo, con distintas historias, aunque todas sufrimos de la misma forma. Creo que esto nos hace fuertes”.

(Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

Karumanta lleva dos largas trenzas que le llegan hasta las caderas. A pesar de su edad, detenta la dulzura de una niña. Con un hablar que más bien parece susurro, por lo lento, suave y pausado, agrega: “Cuando nos despedimos decimos: Yasurupay! Yasurupay! que quiere decir gracias”. Antes de despedirse, una de las hermanas recuerda algo que no puede dejar pasar: “Nuestro territorio son 800 hectáreas que están siendo masacradas por la tala ilegal en la zona de Calilegua. Hoy en día están pasando muchas injusticias allí. ‘Fuerza’ se dice: Muranta!, Muranta! Muranta!

EL PARLAMENTO: UN ESPACIO POLÍTICO Y ESPIRITUAL

En los tres días que duró el Parlamento, entremezclado en el continuo de asambleas, charlas y entrevistas, la conexión entre las hermanas se expresó en un plano diferente que hace a la particularidad de este tipo de organización política: el sustrato que se encuentra en la base de las propuestas surgidas del Parlamento y del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir está anclado en la espiritualidad. No es un mero detalle ni una nota de color. Se trata de un aspecto central de la identidad ancestral desde la que este grupo creciente de mujeres mira y analiza el contexto en el cual vivimos. Compone, de un modo filosófico e idiosincrático, todo aquello que luego se transforma en propuestas políticas de construcción de una sociedad diferente. Es aquella rendija por la cual se vislumbra la posibilidad de pensar en una verdadera alternativa civilizatoria.

Entre panel y panel, al comenzar o finalizar el día, en los pasillos de la escuela, en la vereda o a la hora del almuerzo, las mujeres se fundían en abrazos, llantos, arengas. Se veían rituales de sanación, se escuchó música de todas las naciones y se bailó durante horas para aliviar el cuerpo y la mente.

(Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

Conmueve y emociona desde las fibras más profundas a cada ser sintiente, porque una vibración de unidad fundamental nos recorría a todes y hasta la naturaleza del lugar formó parte en esto. La organización del Parlamento contempló un espacio para realizar una ceremonia a la orilla del mar: fue allí que la gran madre que nos cobija a todes nos dejó atónitas.

Las playas de la ciudad de Las Grutas se caracterizan por su línea de acantilados que trazan una pared de roca, el relieve patagónico en esta parte genera un quiebre vertical de 90 grados. El pueblo se extiende por sobre los acantilados, a 10 o 15 metros de altura respecto del nivel del mar, en el golfo de San Matías.

La ceremonia había comenzado y transcurría tranquilamente en la playa, acantilados abajo para quienes escriben. Lo que inicialmente contemplábamos como una suerte de caracol humano, lentamente se fue estabilizando en un círculo silencioso de mujeres en la arena donde sólo se escuchaba el golpe de un kultrun, acompañado por el siseo del frío viento patagónico y por el parloteo de los loros barranqueros. De pronto, como si fuera todo parte de una misma ceremonia, algo comenzó a asomarse detrás de las rocas del lecho marino que el retroceso de la marea deja al descubierto: entre las olas, mar adentro, un grupo de toninas, en una suerte de danza circular, rompían, de vez en vez, con su aleta dorsal, el paño azul profundo del mar patagónico. Quien dijera, en un hermanado rito de la vida en aquel sitio.

(Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

PALABRAS FINALES

Toda esta energía, tanto espiritual como material y física, desplegada en organización y lucha para hacer posible este encuentro, todas las realidades y las voces de cada territorio expresadas, todas las batallas cotidianas contra las injusticias que cada una de estas mujeres libra en cada rincón del país y del continente, confluyeron en el gran plenario final de cierre del Parlamento.

En este espacio, las hermanas hicieron una puesta en común de los principales puntos consensuados y proyectos a desarrollar, como también se comunicaron las informaciones importantes para el devenir del Movimiento de Mujeres Indígenas. Una de ellas fue que Moira Millán decidió dejar la coordinación del mismo, dado que en este momento necesita disponer de mayor tiempo para ella y su familia, para la lucha que se está librando en Pillán Mahuiza, a veinte años de la recuperación territorial y para apuntalar otros proyectos. Uno de ellos tiene que ver con su novela recientemente presentada, ‘El Tren del Olvido’, cuya temática se vincula también con el pueblo mapuche de Puelmapu. Esta novela en sí misma constituye un acontecimiento histórico, ya que se trata de la primera en su tipo publicada por una mujer indígena en América Latina.

(Foto de Celeste Vientos, en el facebook de 2do Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir)

Si bien el momento en que se anunció esta noticia fue muy intenso y emotivo, cargado de cierta tristeza nacida del cariño y el respeto que Moira supo construir entre las hermanas, también es un hecho que refuerza un aspecto fundamental y que no debe perderse de vista: el Movimiento son todas las mujeres indígenas que lo componen. Para que no pierda su potencialidad transformadora, es fundamental que cada hermana que se integra se identifique con él y se sienta parte. El Movimiento no es una estructura verticalista y centralizada, sino una construcción colectiva y diversa, y esa es una de sus mayores fortalezas. Este también es uno de los sentidos profundos de la decisión de Moira: no se trata de un alejamiento en sí mismo, sino de pasarle la posta al colectivo que se ha conformado en el transcurso de los años, desde su génesis en el 2012/2013 hasta la actualidad.

Con todas las esperanzas y esfuerzos puestos en ensanchar el camino para que cada vez más hermanas quepan en la senda de la rebelión de las flores, comenzaba a tomar forma la conclusión de este Parlamento. Para volver más grande y visible la huella fundamental de las naciones ancestrales, que la historia oficial quiso y aún quiere negar y silenciar. Para que las relaciones armónicas y recíprocas con la madre tierra constituyan los cimientos de nuestros futuros posibles. Para derrocar al patriarcado, bregando por el respeto, la complementariedad y la amorosidad entre los géneros. Para revertir siglos de genocidio e ignominia, de sufrimiento y explotación, en una nueva y revolucionaria alternativa civilizatoria. Para hacerlo desde las raíces profundas de la identidad de las 36 naciones, asumiendo activamente el rol de ser las mujeres de las comunidades y los territorios, con las particularidades que ello implica…

(Di Candia/Aguirre Martí – Resumen Latinoamericano)

Para transformar no sólo el destino, sino la forma de caminar, un grito retumbó en la sala: “¡Vamos a tomar una decisión colectiva para hacer Justicia! ¡Justicia por todos los abusos! ¡Justicia por toda la violencia! ¡Justicia por todas las violaciones y por tanta muerte! Queremos Justicia, y el Estado huinca no nos va a dar justicia. El marido golpeador y los caciques cómplices no nos van a dar justicia. ¿Dónde vamos a conseguir la justicia? ¡Entre nosotras! ¿Y cómo la vamos a construir, hermanas? Este es el momento en que empecemos a tomar la palabra. Toda la que se sienta con deseos de decir algo, lo dice. Vamos a tomar nota, y después vamos a consensuar la decisión que va a salir de este Parlamento. Y va a recorrer todo el país, mañana, en los diarios, medios electrónicos, medios alternativos. Las organizaciones feministas van a saber que en Las Grutas, el día 18 de julio del 2019, las mujeres indígenas de todo el país, de las 36 naciones, dijimos ¡BASTA! ¡ES TIEMPO DE JUSTICIA!

"Las mujeres Indígenas, caminamos Fortalecidas y Hermandadas en nuestra Identidad" @Movimiento de mujeres indígenas por el buen vivir.#2doParlamentoMujeresIndígenasPorElBuenVivir #LasGrutas

Publicado por 2do Parlamento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir en Lunes, 29 de julio de 2019

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