Loprimeroeslafamiglia

La mafia es así. Amorosa con los propios, despiadada con los ajenos, siempre reunida en torno a una mesa de negocios donde los leales son protegidos de las inclemencias judiciales. (Opinión Por Alejandro Ippolito)

La foto que encabeza esta nota es una postal de la impunidad mafiosa, un mensaje de protección para uno de los suyos en donde el fiscal Stornelli, declarado en rebeldía por el juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla, se exhibe escoltado por el capo de la mafia local, Mauricio Macri, y autoridades del Ejército Nacional aliado de otros tiempos – y de estos – de esa misma mafia que gobernó el país durante la última dictadura cívico – militar – periodística – eclesiástica – empresaria.

El mensaje es claro: “Nadie toca a los amigos del capomafia, la impunidad es una garantía frente a los imprudentes que intenten detener nuestras acciones”.

Las bases del Poder Real, el que recorre las arterias no solo de nuestro país sino del mundo entero, están sostenidas en la mentira, la manipulación, las estafas, la circulación y acopio de billones de dólares y metales preciosos y la corrupción de los principales líderes de gobiernos e instituciones, para promover el bienestar de un reducido grupo de personas – en comparación con los 7 mil millones de seres comunes que rellenan nuestro planeta – y perpetuarse en una orgía interminable de sádica satisfacción por ser los herederos históricos de El Secreto.

En este reducido pero poderosísimo núcleo, encontramos a la Iglesia, las agencias de Inteligencia, los principales Estados imperialistas (Inglaterra, EEUU, Israel) los banqueros hegemónicos, industrias de la fe en creciente dominio como la Iglesia Evangélica, los grandes conglomerados informativos y a políticos de todos los rincones del mundo que actúan de oficiales de esta mafia instalando sucursales en los 5 continentes.

Mauricio Macri responde a su ADN, sus cromosomas mafiosos se remontan a Calabria con su ancestro Antonio Macri miembro de la Ndrangheta, tal como se conoce a la mafia calabresa.

En sus inicios, a fines de 1800, la ‘Ndrangheta era una organización ligada a la propiedad de la tierra. En un segundo momento, relacionado con el proceso de urbanización de la región, se dio un encuentro con la política y empezó a especializarse en la obra pública, la edilicia y la infraestructura. La ‘Ndrangheta empezó a codearse con administradores, hombres de la política y de gobierno. En apenas dos generaciones dejó de ser una organización regional y rural para transformarse en otra, integrada por modernos empresarios, cosmopolitas y refinados, con doctorados de universidades muchas veces privadas, capaces de expresarse y hacer negocios en varias lenguas.

La mafia es indudablemente un fenómeno económico y social; pero es también un fenómeno cultural, una mentalidad, una cultura que se expresa en valores personales y colectivos, un modo de pensar y de ser que se ha sedimentado en la sociedad (meridional) italiana y en otras sociedades lejanas del Sur de Italia gracias a la migración. La migración ha creado un terreno fértil para las mafias, pues a las organizaciones les brindaba dos cosas a las cuales siempre habían aspirado en sus lugares de proveniencia: opacidad y anonimato. Esto es: empezar una nueva historia, paradójicamente, sin pasado. A través de las distintas olas migratorias italianas –en sus líneas mayores: 1880-1914, 1919-1940, 1945-1950– las organizaciones mafiosas italianas se expandieron a nivel mundial y empezaron a tener proyección global.”

 

La sociedad prospera bajo la cáscara del miedo, debajo de cualquier armadura con tintes de moda, perfumes y maquillajes, se esconden seres dominados por el miedo. El temor a todo, la amenaza permanente es una herramienta de control de masas dentro de una realidad demencial en donde el verdugo, apoyando su espada en nuestro cuello, nos dice que el peligro está en otro lugar. El miedo atonta, hace que los individuos tomen decisiones desesperadas, frecuentemente equivocadas, que los colocan en situaciones aún peores que las que tanto temían. De esta manera y por medio de un mecanismo bien aceitado de hostigamiento permanente, avanzan aquellos que tienen todos los recursos mientras convierten en cenizas a todos los demás.

Las personas comunes son una eventualidad, una molestia manifiesta, los pobres que el sistema crea son el residuo de la máquina, deshechos inmundos que deben barrerse periódicamente para mantener la higiene del capitalismo.

La mafia es la forma de gobierno imperante, con el mismo modus operandi de su socia la Iglesia, señala los males del mundo y se propone como la solución divina, mientras protagoniza las más atroces bajezas. La estupidez, la ignorancia, la pobreza intelectual; son propiciadas en favor de alivianar la tarea de dominar a las mayorías. En donde no hay sumisión se debe utilizar la fuerza y eso ocasiona gastos mayores. En condiciones ideales el dominado se siente feliz con su situación e incluso la financia, pagando grandes cantidades de dinero por mantenerse desinformado y mediáticamente idiotizado.

El miedo a los de abajo tampoco es algo nuevo. Por sus poros circula el sudor de una grieta que arranca en los orígenes de la República. Desde un inicio nuestro país se ha visto dividido por una lucha sin cuartel entre los pocos que tienen mucho y los muchos que nada tienen. Estas luchas nunca fueron saldadas y sus turbulencias impregnaron la visión del mundo y de la historia que emanó de los intelectuales que durante mucho tiempo hegemonizaron el discurso de la República. Así, por ejemplo, ese miedo se filtra en el asombro de Juan Bautista Alberdi al conocer a San Martín en 1843 en Francia y darse cuenta de que “no era un indio, como tantas veces me lo habían pintado. no es más que un hombre de color moreno”. El miedo irrumpe descontrolado en la ira de Sarmiento contra los gauchos, esa “chusma de haraganes… incivil, bárbara y ruda” contra la que “no hay que economizar sangre (que) es lo único que tienen de humanos”. (Carta del director de la guerra de policía, Domingo F. Sarmiento, al presidente Bartolomé Mitre, 20 de septiembre de 1861). También aparece en su apelación al exterminio de los indios “porque son incapaces de progreso. Se los debe exterminar sin siquiera perdonar al pequeño que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado” (El Nacional, 25 noviembre 1876).

«Se podrían dar muchos otros ejemplos del miedo y el odio por el que transpira la grieta en el discurso de los que hicieron nuestra historia. Estos sentimientos han coagulado en una cosmovisión transmitida a lo largo del tiempo y de las generaciones por aquellos que han controlado por décadas y décadas los resortes del poder. Esta cosmovisión, filtrada al resto de la sociedad, se ha convertido en un “sentido común” que reinterpreta el presente de acuerdo a intereses que muchas veces no solo no son compartidos, sino que son antagónicos con los propios.” (El Cohete a la Luna)

Stornelli es un alfil de la mafia gobernante, uno de sus “recaudadores” que utiliza el apriete extorsivo para ablandar voluntades y aleccionar rebeldes. La persecución política y las ejecuciones mediáticas son sostenidas por mercenarios de la talla de Lanata, Leuco, Majul, Longobardi, Morales Solá: entre otros y otras, con la inefable ayuda de operadores de la política como Elisa Carrió, Laura Alonso, Federico Pinedo, Margarita Stolbitzer y siguen las firmas.

Pero un capítulo aparte merece la encargada de la cachiporra mafiosa, ya que los matones son fundamentales en la organización y Patricia Bullrich se ha calzado con premura y orgullo el traje que le ofrecieron en pago por los servicios prestados junto con Laura Alonso en la fantochada del caso Nisman.

Y si hablamos del caso Nisman, vale la pena preguntarse ¿Por qué tantos mensajes de Laura Alonso y Patricia Bullrich al fiscal que terminó muerto en el baño de su departamento? ¿Qué fue de la vida del periodista Damian Pacher, quien dio la primicia sobre la muerte de Nisman y luego huyó a Israel? ¿Acaso la mafia nos estaba demostrando su inmenso poder e impunidad empujando al suicidio a uno de sus miembros de poca monta y endilgándole, de paso, esa muerte a una enemiga declarada, como es Cristina Kirchner?

El “mejor equipo de los últimos 50 años” no es otra cosa que un rejunte mafioso de brabucones de guante blanco con cuantiosas estafas, desfalcos y muertes en su haber. Responde a su naturaleza, un modus operandi que tiene tradición histórica y que funciona a la perfección hace décadas. Se han modificado algunos mecanismos pero la esencia es la misma. El miedo, el coscorrón a los insurrectos, la patada en las puertas de las casas y el ingreso de la patota para destrozarlo todo y apoderarse de las cosas del enemigo (y del enemigo), las “vendettas” como la expresada hace poco por el propio Mauricio Macri contra el juez Ramos Padilla en un reportaje televisivo: “Ese juez ya hizo varias”, y el caso de espionaje y extorsiones a empresarios que destapó la mugre de una de las principales guaridas de la mafia argentina, Comodoro Py.

La imagen de Stornelli, el fiscal rebelde, custodiado y respaldado por el propio presidente de la Nación es un escándalo sin precedentes, es una foto de la corrupción y decadencia de una clase política que utiliza las instituciones del gobierno para multiplicar sus negocios ‘familiares’. Stornelli es un peón de un poder mucho mayor que se mueve bajo nuestros pies mientras caminamos los pasillos de este laberinto de pesadillas en las que nos metimos por propia voluntad gracias a los que nunca se enteran de nada, a los que el odio los atrae mucho más que la esperanza, los que prefieren la televisión a las ventanas y rechazan el espejo que los expone a sus miserias.

Es tan descomunal la impunidad de los mafiosos que no tienen que preocuparse siquiera por esconderse, se muestran con total desparpajo, no ocultan sus negociados y en el peor de los casos rebautizan un blanqueo de dinero sucio con el más piadoso nombre de “reparación histórica”.

Foto Julio de 2016: de derecha a izquierda: Presidente de la República, titular de la Bolsa, Ministro de Hacienda y Finanzas Públicas, empresario automotriz y presidente del Banco Central en el acto realizado en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.

“Todos debemos sincerar nuestra situación. No vamos a tener que protegernos ni escondernos”, dijo el primer mandatario al hablar como un ciudadano más al que está dirigido el blanqueo de capitales impulsado por su Gobierno. Fue en el acto por el 162 aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.

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