Lugar Sonado

Hace un tiempo, el slogan que utilizaba el Municipio de Tandil solía ser así ‘trastocado’ por la ciudadanía que denunciaba los daños de las explosiones canteriles y la consecuente destrucción serrana (que no cesa). En estos días, la aún Ciudad de las Sierras se encuentra en pleno estado de alarma y conmoción ante la irrupción de más de 40 casos positivos de Covid-19 y una víctima fatal. Sin embargo, muchos indicios dan cuenta de que, más que de un brote en sí del virus, se trata de un ensayo de ‘sinceramiento’ de la situación sanitaria en ese punto bonaerense. Cuando rebeldía y soberbia, unidas, se transforman en negligencia para con la salud de toda una vecindad, obra de una gestión comandada desde hace dieciséis años por el pediatra afiliado a la UCR.

El aislamiento social, preventivo y obligatorio, en Tandil, duró un mes y medio, o quizás dos. En los primeros días de junio, el intendente Miguel Ángel Lunghi (de profesión ‘médico pediatra’) se paseó por cuanto medio nacional se cruzó en la agenda, para, en una actitud de ‘rebeldía’ (poco ubicada en tiempo y espacio, por sobre todo por tratarse de un momento de pandemia), vociferar que en ‘su’ municipio “vamos a tener que abrir actividades, aunque no nos autoricen”, debido a una supuesta “tensión social importante”. «Tensión social» más relacionada con presiones de la Cámara Empresaria y ‘emprendedores’ ligados al gobierno comunal, que con reales necesidades y urgencias de la gente del común en sí. Mientras clamaba por la reapertura de bares, restaurantes, el ‘turismo de cercanía’ y gimnasios, desde aquel entonces comenzaron a hacerse oír voces, vía redes sociales y medios alternativos, que le imploraban a la vecindad que, en la medida de lo posible, continuaran respetando el estado de cuarentena y aislamiento.

Días después, desde el Municipio (por ejemplo, en la voz de Oscar Teruggi, jefe de gabinete comunal) se dio inicio a una serie de mensajes que expresaban una preocupación de los funcionarios, ante el relajamiento de la sociedad, depositando la responsabilidad de ese inicio de situación preocupante en las y los vecinos, días después de hacer gala de la citada ‘rebeldía’ de Lunghi y sus coequipers. Un comportamiento parecido al de ‘tirar la piedra’ de la incitación, para luego opinar como meros observadores y parroquianos llanos, escondiendo la mano de su propia responsabilidad para con ese estado de situación. En este par de meses, luego de aquella ‘liberalización’ de actividades, se sucedió casi una decena de gacetillas (de la Dirección de Comunicación y Prensa), en las que desde el Ejecutivo municipal se instaba e insistía a las, les y los tandileros a seguir respetando todas y cada una de las medidas de prevención.

Entretanto, infografías de mapas inverosímiles de un partido de Tandil cual ‘isla impoluta’, frente al rodeo de localidades vecinas con sus brotes y rebrotes. Cifras ‘sospechosas’ entre los resultados de los hisopados, para así no retroceder de la ficticia fase 5. Vecinos que en las redes señalaban la presencia de turistas en esquinas y negocios céntricos, preguntando por calles y lugares turísticos. Oscar Teruggi nuevamente dando que hablar, al iniciarse agosto, con su frase: “Después de 150 días de pandemia, ningún DNU nos puede decir lo que tenemos que hacer”. Alertas de juntadas, fiestas y asados de muchos más que dos y que diez personas. La propia hermana de la Defensora del Pueblo, en su emprendimiento turístico cabañeril, alojando a (al menos) cinco ciudadanos del área metropolitana (descubierta por agentes del área de Inspección y Habilitaciones cuando se acercaron a controlar la instalación, luego de que ella pidiera habilitación). Desde los primeros días de julio, hubo muchas y muchos que documentaban que en el área céntrica, más de la mitad de quienes caminaban esas cuadras, lo hacían sin barbijos ni distancia social. También se supo de efectivos policiales que, llegados de otros puntos del territorio bonaerense, no han realizado la debida cuarentena exigida al resto de las y los mortales, poniendo en peligro a la propia integridad de oficiales locales. El infectólogo Jorge Gentile, uno de los firmantes de los informes diarios del Sistema Integrado de Salud Pública (por parte del Sanatorio Tandil), participó de la marcha del último 17 de agosto, para luego seguir su día a día reuniéndose con demás agentes de la salud (y el Municipio, lejos de dar el ejemplo que tanto pide y exige a la ciudadanía serrana en esas gacetillas ‘abreparaguas’, salió en defensa del profesional).

Pasada la mitad de agosto, y ante el ´blanqueo’ oficial de más de cuarenta casos positivos, Teruggi dice que no dijo lo que dijo hace unas semanas sobre el DNU de Presidencia de la Nación (como si no existieran Google, ni los archivos en los medios, y subestimando a la memoria de corto plazo de la sociedad). Este último domingo, el intendente M. A. Lunghi brindó una entrevista al multimedios hegemónico local, en la que confesó que, a pesar de la gravedad de este panorama sanitario, no es su intención que se restrinjan más actividades. Al 24 de agosto de 2020, Tandil ya cuenta con una víctima fatal de coronavirus; y con varios integrantes del gabinete comunal en aislamiento (incluyendo al propio intendente, ya que su hijo -Miguel Lunghi ‘junior’-, que ocupa la Secretaría de Gobierno, dio positivo de Covid19). Compartimos desde Miradas del Centro, la crónica del puño y letra de Ivy Cángaro, periodista y escritora de la tandilidad, para ampliar sobre el recorrido que depositó a la aldea serrana en la preocupante situación en la que hoy se encuentra.

Frente de la Nueva Clínica Chacabuco, donde se registró el deceso de la primera víctima fatal de coronavirus en Tandil. [Gentileza: El Diario de Tandil.com]

¡QUE VIVA EL DOTOR!

(por Ivy Cángaro) La primera semana de junio, cuando ya habían pasado los peores días de cuarentena y Tandil no registraba –aparentemente- casos de Covid19 más allá de los cuatro (que luego declararon ser ocho) casos primigenios, el intendente Miguel Ángel Lunghi, un pediatra en la medianía de los setenta años, nacido en lo que en la ciudad serrana se da en llamar “las cuatro avenidas” (la zona del centro cívico donde aún perviven las familias patricias tandileras, las que forjaron el perfil social del pueblo, los hijos dilectos de los primeros profesionales, terratenientes o pequeños industriales del lugar) y referente indiscutido de la alianza radical-pro, elegido por un quinto mandato con el 54% de los votos en la última elección; dijo a los medios de prensa nacionales, haciendo alarde de su modo de hablar de médico de pueblo con giros de estanciero acomodándose el verijero: “Aunque el gobierno nacional no nos autorice, nosotros igual vamos a abrir actividades”.

La presión ejercida por la flor y nata del patriciado vernáculo, en franca mistura con los nuevos ricos (unos aportan apellidos; los otros, plata) era por entonces absolutamente feroz. No había día en que los ciudadanos no escucharan por la radio, leyeran en el diario, o vieran por el único canal de televisión del mismo conglomerado hegemónico, El Eco de Tandil; acerca de la necesidad imperiosa de abrir comercios, industrias, paseos turísticos y actividades deportivas, porque, de no hacerlo, una enorme catástrofe caería sobre el valle serrano. Y talló, como siempre, el viejo axioma con que el tandilero típico fue educado: “No solo hay que ser, sino parecer”. Y se unieron en un mismo lamento y una idéntica exigencia, el dueño del Golf Club, el gastronómico de la parrillita, y el remisero que nunca vio ni la pelotita de golf ni probó una entraña digerible, simplemente porque nunca dejaron que acceda a esos círculos virtuosos de los que son y no quieren que otros sean. Pero el peso de la frase no está en el ‘ser’, sino en el ‘parecer’, y entonces se unieron en alegre montón los Pereyra Iraola y los Rabufetti, para supuesta conveniencia de ambos, clamando por la apertura de todas las actividades y por una ‘rebeldía’ que el intendente, haciéndose eco para no perder un solo voto pero, sobre todo, un solo apoyo económico y social, dijo ejercer alegremente y sin que le cueste mucho: el odio a todo lo que huela a peronismo o kirchnerismo le genera repulsa y que sabe compartido con la mayoría del pueblo, algunos por conciencia de clase, los más por su total ausencia.

Quien rige los destinos de la salud en Tandil es un regordete treintañero –NdR: corregimos, más bien cuarentón, por ende, más ‘madurito’ debiera ser el asunto– llamado Gastón Morando. Radical fervorosamente macrista, militó en Franja Morada, se recibió, fue concejal y luego de tomar licencia de su banca para hacer un master en el exterior en administración, a su regreso le ofrecieron manejar las decisiones de la cartera de Salud, aunque el joven Morando es contador público.

Con la llegada de la pandemia, Morando se encontró con un panorama que escapaba por completo a lo trabajado hasta entonces y que no iba más allá de decir: “No compren esas cánulas para el Hospital Municipal, compren estas otras que son más baratas”. Por orden de Lunghi, se armó un comité de emergencia integrado por Morando como máximo responsable, el médico Matías Tringler (vicepresidente del Sistema Integrado de Salud Pública por el Hospital Municipal) y dos médicos infectólogos en representación de las dos clínicas privadas con internación de la ciudad: la clínica Chacabuco y el Sanatorio Tandil. Florencia Bruggeser en representación de la primera, de la que el actual intendente fue director durante muchos años y donde aún mantiene absoluta influencia; y Jorge Gentile, infectólogo de prestigio, por el Sanatorio.

El contador Gastón Morando, presidente del Sistema Integrado de Salud Pública; el intendente Miguel Lunghi; el vicepresidente del SISP, Matías Tringler; y el Jefe de Gabinete, Oscar Teruggi. [Gentileza: El Diario de Tandil.com ]

En junio, y con ausencia de casos a la vista, la ciudad pasó a la Fase Cinco, y se abrió toda la actividad, quedando sólo restringidas las reuniones sociales y deportivas masivas. El tandilero medio volvió a sus rutinas y si cualquier desprevenido caía en Tandil, pensaría que era testigo de una realidad utópica: aquí no había pandemia. En las redes sociales, en los almacenes y esquinas, circulaba el chisme de que las ‘fronteras’ supuestamente cerradas eran un colador, y los fines de semana era común ver turistas preguntando alguna dirección o dónde comprar regionales. De vez en cuando, saltaba en algún medio alternativo (nunca en El Eco y sus satélites) que con un poco de dinero cualquiera entraba a la ciudad; y si no había guita pero sí astucia, por los caminos vecinales se llegaba muy sencillamente al centro de la ciudad. Fotos, videos, testimonios directos. Nada se dispuso para evitarlo, y se hicieron ominosos oídos sordos cuando el nombre del responsable municipal fue acusado directamente de coimas para dejar entrar foráneos sin ningún permiso ni testeo. La vida en la ciudad era franca algarabía, y los cuidados personales fueron cada vez más laxos: pocos barbijos, reuniones, masividad en comercios, y todo lo que hace a la negación y el olvido, acicateados por el poder ejecutivo local que en sus partes diarios de política pandémica siempre daban ‘Cero’ en casos de covid.

Pero empezaron a surgir ojos avizores: los números no cerraban. Al analizar cada parte con los anteriores y posteriores, había registros que se perdían en el fondo de los tiempos. Empezaron a circular algunos rumores, como que una mañana el doctor Gentile fue encerrado en un pasillo del Sanatorio Tandil por buena parte del personal del nosocomio, para decirle directamente que dejen de mentir con eso de que no había casos, cuando ahí mismo tenían pacientes enfermos. La respuesta aparente fue que “bueno, algunos se pierden debajo de la alfombra, porque no hay que alarmar”.

El lunes 17 de agosto, el doctor Gentile, haciéndose eco de lo dicho unos días antes por otro funcionario municipal, el Jefe de Gabinete Oscar Teruggi, que declaró imitando a su jefe en el modo, ese decir campechano de hombre de pesadas gónadas que “después de 150 días de pandemia ningún DNU nos va a decir lo que tenemos que hacer acá”, floreó su masculinidad en alegre montón con los manifestantes que se amucharon en la Plaza del Centro, para marchar y gritar contra la cuarentena, la reforma judicial, las vacunas, la yegua, el 5G y el guiso de mondongo.

El infectólogo estrella del pago chico, el que todos los días firma el parte donde venía diciendo hasta tres días antes que no había casos y a partir del 15 de agosto sólo dos, tres, cinco; el que firma los protocolos donde dice a todos los tandileros que hay que mantener distancia social, usar barbijo, lavarse las manos, no reunirse más de diez personas; el que es la figura médica más respetada en tiempos de pandemia, “la eminencia médica” que con su rostro severo nos conmina a hacer las cosas bien, aunque en privado y apretado en un pasillo asuma que “algunas cosas se pierden bajo la alfombra”; el doctor Jorge Gentile marchó, gritó, coreó contra la yegua, caminó, se abrazó, agitó banderas, junto a mil tandileros más igual de levantiscos en defensa de la República y sus instituciones, en alegre montón, en la marcha del lunes 17 de agosto. Las fotos lo muestran departiendo a centímetros de personas que en su mayoría, por franja etaria, están en el sector de riesgo, y muchos de ellos sin siquiera barbijo.

Las redes sociales estallaron mostrando la foto. Los medios locales en silencio ominoso. Pero la cuestión trascendió a los medios nacionales y la bronca del tandilero que no pertenece ni quiere pertenecer a esos sectores sociales tan afectos a la ropa de Cardón y la 4×4, se hizo escuchar. Y empezaron a surgir datos de “yo sé que tal tiene covid”, “y aquél otro también”, y así. No se puede tapar el sol con una mano y la situación, tarde o temprano, reventaría como un grano lleno de pus.

La reacción del Ejecutivo Municipal, que no silba alto sin pedir permiso al intendente Lunghi, fue emitir un comunicado firmado solamente por Morando y Tringler defendiendo la capacidad y bonhomía del médico Gentile, algo que nadie puso en duda. Lo que se cuestionaba era su ética, no su capacidad médica ni su carácter. Pero los ánimos se caldearon aún más y la sociedad nuevamente mostró su grieta eterna, esta vez entre los que pretendían hacer como que no pasó nada de nada y no molesten al doctor; y los que cuestionaron su ética, su proceder, pero por obvia consecuencia, el modo de manejar la salud local en pandemia. Es algo de puro sentido común: ¿cómo puede el pueblo de Tandil confiar en lo que firma en un parte de salud alguien que salta por encima de lo que él mismo dictamina para ir a una reunión social de casi mil personas?

El escándalo resonó en el interior del núcleo duro del oficialismo y la fragmentación entre los que querían seguir sosteniendo que no pasaba nada, argumentando que lo evidente era solo una proyección de “los peronistas que no nos dejan gobernar”; y los que sin pertenecer al sector político, pero sí al de salud, dijeron: “yo no voy a condenar mi trayectoria y mi matrícula en pos de intereses políticos que me son ajenos”. Ese debate se extendió más allá de las 20, hora en que diariamente se emite el parte sanitario que ese día se esperaba con más ansiedad que nunca. A las 20:40 finalmente publicaron el comunicado, diciendo que habíamos pasado, solo en 24 horas, de cinco enfermos de Covid a cuarenta, y que había casi ochenta con resultado de hisopado en espera. Semejante explosión no fue de un día a otro, solo fue un blanqueo de lo que ya sucedía, o de un fragmento. El 21 se sumaron siete casos más pero los que están en espera de resultado treparon a 112, siguiendo la premisa de siempre: dejar en una nebulosa un resultado que podría ser más escandaloso, largándolo en cuentagotas a medida que se reponen los declarados. El motivo, siempre, es no cambiar de fase y seguir siendo obedientes a las premisas de la Cámara Empresaria, la de Hoteleros y Gastronómicos, a la Comisión Turística y a la gente de campo. La estrategia siempre fue esa: negar casos; y si se declaraban, que fuese por goteo, cosa que nunca sean los suficientes para salir de Fase 5.

Eso estalló el 20, la urgencia de cambio de fase es absoluta, y muchos tandileros están actuando motu propio encerrándose en sus casas, cerrando comercios, restringiendo actividades. Las redes sociales hacen lo que no hace el gobierno municipal, y tomaron las riendas de la información. Se pasan datos que se chequean y difunden: “tal farmacia avisa a sus clientes que por un caso de Covid entre sus empleados, estará cerrada. Quienes hayan concurrido entre tal día y tal día, mantengan precaución”. Y así. La suma sigue sin ser acorde con lo comunicado por el Ejecutivo y el Comité de Salud. Se dispusieron albergues en el gimnasio de la Universidad y en un Centro Deportivo para las personas que no puedan mantenerse enfermos en sus casas. Se cree que son más de mil. El mismo médico Gentile, en apurada conferencia de prensa al estallar parte de la verdad, y sin tener que responder preguntas molestas, dijo que es probable que el 15% de la población haya estado o esté contagiada. El mismo que marchó el 17 con mil personas alrededor, el mismo que hasta unos días antes firmaba que no había casos.

Nadie renunció, nadie lo hará. Ni siquiera hay un trazo de pedido de disculpas, algo. Tandil es una estancia donde hay patrón, encargados, peonada y vacas. Miguel Ángel Lunghi todas las mañanas controla que todo funcione como él dice, para eso es el patrón. La mayoría de las vacas, miran sin decir ni mu.

DE SOBERBIA, IMPUNIDAD Y DESUBICACIÓN

Si luego de leída la introducción de esta nota (con apenas un racconto superficial) y el escrito de Ivy, a las, los, les lectores les parece que el panorama tandilero está complicado, debemos adelantar que está aún peor. La vecina María Ganderatz, en sus redes sociales, alertó sobre una situación que roza la intimidación por parte de un funcionario público. Funcionario que no es otro que el mismísimo contador Gastón Morando, otrora secretario de Economía, y en este contexto de pandemia presidente del Sistema Integrado de Salud Pública, a quien parece que no le gustó mucho el que Ganderatz haya compartido la publicación de Ivy Cángaro. Compartió la vecina: “A tal punto, que me envió varios mensajes privados, entiendo que tratando de intimidarme. En primer lugar, espero que nadie del Gobierno del Dr. Lunghi ni del Sistema de Salud Pública de Tandil tome represalias conmigo o con algún miembro de mi familia por esta y las anteriores publicaciones, ante posibles contagios y/o síntomas. Los hago responsables de cualquier situación que involucre mi bienestar y el de mi familia en este contexto de pandemia por el virus COVID-19”.

Captura de pantalla de algunos de los mensajes enviados por Gastón Morando, vía ‘mensaje privado’, a María Ganderatz.

Agregó Ganderatz: “En segundo lugar, y tal como se lo manifesté al Lic. Morando, me parece de cobarde escribir mensajes privados, tratando de intimidar a una mujer que no tiene injerencia alguna en los asuntos de políticas públicas y sólo expresa su opinión. En tercer lugar, hoy más que nunca estoy convencida de que las personas cambian. El Poder las transforma. Pero sepan, Señores y Señoras que leen todo lo que escribo, que lo voy a seguir haciendo. No me van a hacer callar. Salvo, claro, que empiecen a hacer las cosas bien. No voy a pedir la renuncia de nadie, pero debería”. Bajo el posteo de la vecina, otros usuarios de redes anoticiaron que sufrieron el mismo modus operandi por parte de Morando y afines. Por el momento, el resto de la ciudadanía espera alguna aclaración a este asunto, por parte del Municipio o del mismísimo Morando, quien en sus redes se autodefine como “radical seguidor de Leandro Alem (liberal de centro izquierda)”, identificado “con los valores de la libertad, la igualdad, la solidaridad, la ética y la tolerancia”, y dice gustarle mucho “la política y la música”.

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Mientras tanto, en un Tandil de ‘otra dimensión’, en el palacio de Belgrano al 400, en este maremagnun de relajo social, ocultamientos e imposición de relato oficial, con su formación de ‘hombre de la salud’, el otrora pediatra y desde hace dieciséis años intendente de Tandil continúa en el envío de gacetillas, casi a modo de súplica para que el vecindario cumpla con las normas de prevención. Y aún a sabiendas de que se llega a esta situación gracias a que él entiende que no se debería volver sobre las restricciones del inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio; y al hecho de que a las y los vecinos ‘se les complica cumplir’, sigue insistiendo con la ‘responsabilidad individual’, figura irreal que bien le sirve a la gestión comunal para desligarse de sus propias responsabilidades. Recordar que mientras la punta del iceberg da cuenta de 58 casos positivos, los informes comienzan a registrar una cifra en el recuadro de fallecidos por Covid19.

En esa misma entrevista del domingo, publicada en El Eco de Tandil (a la que sólo le faltaba el cintillo de ‘contenido patrocinado’), a la hora de un atisbo de autocrítica, según el jefe comunal “para nada hicimos las cosas mal”, ni en lo relativo a los controles en los ingresos a la ciudad ni en la cantidad de hisopados realizados. Además de intentar una comparación con países que aparentaban recuperados, el propio intendente le preguntó a su entrevistador: “¿Qué hicimos mal? ¿Cómo fue que entró el virus?”, cuando las respuestas las debiera dar él y su equipo. Mientras hacía referencia a un sector al que pudieron “pescar y controlar los contactos” (y aún así, insiste en la ‘responsabilidad ciudadana’), habló de casos autóctonos, que no saben (o no quieren blanquear o admitir) cómo se contagiaron, y reconoció la existencia de la circulación comunitaria; también aludió a cuarentenas que no se pudieron hacer. En ese punto, apuntó los misiles en dirección al conurbano y a la gente humilde hacinada, “importante sector de la población que no la puede cumplir”. ¿Serían de ese extracto social las y los turisteantes que recalaron desde Capital Federal y alrededores, en la que hace décadas era ‘la serrana gentil’? Permitámonos la duda…

El intendente Miguel Ángel Lunghi. [Gentileza: Rody Bechi, desde El Eco de Tandil]

En otro extracto, casi de ciencia ficción, de la entrevista de El Eco de Tandil, Miguel Lunghi indicó: “No quiero tener un solo fallecido de Covid. Hay que cuidarse. Pero acá tenemos que convivir con lo sanitario, lo económico y lo psicológico. No podés vivir encerrado. Entonces tenemos la posibilidad de estar en una ciudad que si nos cuidamos, cumplimos con las normas, podemos tener todo abierto haciendo una vida casi normal. Porque la normalidad recién llegará con la vacuna, que la tendremos el año que viene, lo que te están pidiendo es que no te reúnas, que uses barbijo, que te laves las manos y haya distanciamiento social y esperar un poco. Hay circulación comunitaria. Nos tenemos que cuidar más que nunca, pero no podemos volver a marzo, a cerrar todo otra vez y sólo seguir con lo esencial. Cómo hacemos para echar para atrás todo. Miremos Uruguay, allí se dio una libertad responsable”.

Así como habló de la pandemia sanitaria (“que veníamos muy bien y ahora nos está dando un lindo baile, pero bueno, lo vamos a controlar” -el ‘lindo baile pero bueno’ ya cuenta con una persona muerta-), la psicológica (“la gente no puede seguir encerrada”) y la económica (“que es más difícil”, sin hacer referencia alguna a la verdadera ‘pesada herencia’ que legó el macrismo del que fue/es parte); también comentó, al pasar, que si bien la ley provincial lo inhabilita para otra reelección, según Lunghi la ley podría ser cambiada. Sí: en pleno brote de casos, en plena ebullición de la pandemia, puso sobre la mesa un tema tan así de urgente, cuando faltan más de tres años para ese tipo de elecciones. Cargó, además, contra el presidente Alberto Fernández, al señalar que “asumió diciendo que venía a terminar con la grieta y hoy tenemos cada vez más”. Aún en este panorama de honda preocupación vecinal ante el destape de olla de la real dimensión de la llegada de la pandemia al pago chico, Lunghi insistió con aquello de que Tandil será ‘la mejor ciudad intermedia del país’ (como si de un campeonato se tratara), mencionando al campo, el software, Cagnoli, y a industrias en proceso de aggiorne… “como la metalmecánica”. En fin…

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Cual pasada en limpio: en este peculiar contexto de PANDEMIA, vale recordar que Tandil no es una isla ni un supuesto paraíso, ni marmoteces del estilo. Encima, otra vez, no nevó (porque ese sí era un tema de hondísima preocupación, no como el de la ‘circulación comunitaria’). Ante la evidencia clara, contundente, manifiesta, material y concreta de los errores e inoperancias, las y los funcionarios municipales (trabajadores del Estado, en función y para bien de la comunidad) debieran no descansar ya sobre la entelequia de la ‘responsabilidad ciudadana’. Deben hacerse cargo, de una buena, realista y saludable vez, de esta situación a la que han llevado. Con el relato del ‘todo está bajo control’, cuando con sólo poner un pie en los alrededores del centro se demostraba lo contrario, no se hace magia ni se tuerce esta realidad que pone en peligro a la salud de las vecinas y vecinos tandileros (y de la zona). Vecindario que, ante estos hechos, no debe relajarse ni medio segundo ni medio milímetro en los cuidados y prevenciones. Las vacunas están prontas, ya en el horizonte; pero, por el momento, la más efectiva es la de quedarse en casa (junto al distanciamiento social, el lavado de manos -no el de ‘no hacerse cargo’-, y el uso del barbijo/tapabocaynariz).

‘No nos descuidemos ni un instante’, reza la frase con la que el Municipio de Tandil encabeza los informes diarios de situación desde marzo. Sin embargo, con todo lo expuesto, ya no queda tan claro si ese pedido de ‘no descuido’ tiene que ver con la prevención del coronavirus, o con que no se filtre la información de este Tandil real, alejado del que se relata y pinta como ‘Lugar Soñado’.

Florencia Bruggesser, Matías Tringler, Gastón Morando y Jorge Gentile, en una de las conferencias de prensa brindadas por el Sistema Integrado de Salud Pública, en estos tiempos de pandemia de Covid19. [Gentileza: El Diario de Tandil.com]

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