Poderes divorciados

Poderesdivorciados

Reconocemos por nuestra formación cívica que existen tres poderes centrales que son el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Con el correr del tiempo y a la luz de ciertos acontecimientos por demás evidentes, se invistió a los medios de comunicación – más específicamente, al periodismo – con la categoría de cuarto poder. Hoy podemos decir de forma categórica que el de los medios es el primer poder y detrás se reúnen los subordinados poderes del Estado. Por lo menos esto es lo que sucede en los potreros del mundo bajo regímenes neoliberales totalitarios como el de Argentina.   (Opinión Por Alejandro Ippolito)

Observará usted que jamás se nombra al poder popular. Son escasas las referencias al poder ciudadano, más allá de alguna organización intermitente. Las nominaciones a ese poder de la gente son, la mayoría de las veces, despectivas y connotan odio, rencor, desprecio y violencia.

Pocas veces, en años de democracia, se ha podido apreciar un divorcio tan marcado entre la ciudadanía y el gobierno. Es alarmante el nivel de distanciamiento entre los miembros del poder Ejecutivo y la gente común, aquellos que engrosan las filas del enclenque populacho que los patrones de estancia y la jauría de CEOs tanto desprecian. Los encuentros esporádicos entre el pueblo y los gobernantes se dan, por lo general, en contextos de reclamos y represión. En muchas ocasiones, al mejor estilo de las relaciones humanas contaminadas por la perversión, reina la mentira por un lado y el miedo por el otro.

Las últimas medidas tomadas por desesperación, ante el desplome de los números oficiales en las mediciones de imagen de Macri y asociados, no son otra cosa que el ramo de flores que el marido golpeador le lleva a su esposa lastimada una y otra vez jurando que “no volverá a pasar”.

Es notable observar los numerosos puntos de contacto que existen entre la relación enfermiza de una pareja signada por la violencia de género y las prácticas de este gobierno.

Por empezar, la mentira es la llave que abre la puerta de ingreso en ambos casos. El “candidato” se presenta como simpático y amable, galante y seguro, considerado y afecto al diálogo. Una vez conseguido el favor de la dama – o del votante – se sella la unión con una sencilla ceremonia notarial que podemos llamar casamiento, conviviencia o votación según el caso.

Al poco tiempo y con la relación formalizada, el perverso suele obedecer a su naturaleza mostrándose tal cual es: violento y opresor. La única respuesta para toda situación es el palazo y el encierro. Luego, cuando existe alguna posibilidad de perder lo conseguido, el perverso vuelve a responder a su esencia fingiendo arrepentimiento y de rodillas suplica el perdón de su víctima, la cual suele ceder cuando no cuenta con la suficiente información, seguridad y recursos para escapar de esa asfixiante y peligrosa relación.

Ya sabemos todos cómo continúa esta historia, nuevas mentiras y más violencia hasta que sobreviene el trágico final.

Hoy estamos en la etapa de las flores falsas para invitarnos a olvidar lo moretones y comenzar de nuevo. Con el cuerpo lacerado por los ajustes, el endeudamiento, los tarifazos, los despidos y la represión; vemos como nos proponen seguir apostando a esta relación, prometiendo con los ojos llorosos que no va a volver a suceder, que todo lo malo ya ha
quedado atrás, que este es el camino correcto y que ese sujeto psicópata y feroz es lo mejor que nos podría pasar, lo que nos merecemos.

Si sabemos todo esto y volvemos a rendirnos frente a las mentiras, si volvemos a ceder ante el perverso descarado y nos enternecemos oliendo el ácido perfume de las flores del engaño, ya no seremos las víctimas sino los victimarios. No podremos suponernos en el mismo lugar que la pobre mujer que no tiene a dónde escapar, a la que nadie ayuda, la que nadie oye ni protege. En este punto ya no nos parecemos porque nosotros sí tenemos opción, nosotros podemos salir de este infierno si nos decidimos y hacemos lo que es urgente. Lo deseable sería que todos tuviéramos la misma posibilidad de librarnos de aquello que nos lastima. Sin embargo vemos demasiadas veces, como en una abominable pesadilla, como la mujer golpeada llega para hacer la denuncia a alguna dependencia del Estado y del otro lado del mostrador está aquel que la maltrata, la imagen repetida de su verdugo en cada rostro de ese lugar como un espejo demencial.

También nosotros estamos viendo el mismo rostro en muchos de aquellos que dicen venir a librarnos de este gobierno que nos ha destrozado, como si no hubieran votado las leyes antipopulares, como si no hubieran negociado en contra de los trabajadores, como si fueran recién nacidos de la política, como si no fueran parte de lo mismo desde siempre, como si no conformaran una mafia al servicio de intereses foráneos. En definitiva, como si no supiéramos quiénes son y de dónde vienen, qué han hecho y qué se proponen.

Basta de aceptar ramos marchitos de salvajes arrepentidos, es hora de librarnos de los violentos y empezar a sembrar nuestras propias flores.

 

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