Postales de un día que PASO

Instantes y reflexiones para intentar otras  Miradas sobre estas #PASO2017 sin confetis, guirnaldas o globitos.

(Instantáneas por Jorge Arabito) Recorro la ciudad. Me llama la atención la ausencia de pintadas a favor de Macri. Nada delata este día, más allá de algo tenso que se respira en el aire. La ciudad espera, en calma, que suceda. Llego a votar. Alguna gente en la mesa, pero todos parecen estar esperando a alguien. Me hacen pasar instantáneamente. Muchas listas. Seis de Biondini. Boleta, sobre, urna, DNI, firma, saludo, calle. Hoy me importa el contexto más que el contenido, el suceso.

Domingo de elecciones primarias. Calles y plazas vacías. Remises corriendo apurados de un lado a otro. La radio trae voces en sordina, retazos de candidatos votando en sus comunidades, testimonios y opiniones post votación, boletas faltantes, relatos de votantes tempranos que tuvieron que quedarse y ser autoridades de mesa. El sol colorea violentamente este domingo.


Sólo hay movimiento cerca de las escuelas. No sé qué están haciendo los candidatos locales ahora. Reportes telegráficos informan dónde está cada uno de los nacionales. Qué va a hacer después. Profundos analistas son consultados y hablan. Dentro de un rato, nada de lo que dicen tendrá sentido. Santiago Maldonado no fue a votar. En muchos pizarrones reclaman por él… Desaparecido está también el trabajador rural que buscan en el arroyo de Olavarría.

Una tarde de no-noticias en la televisión, en lenta espera por el cierre del comicio, y luego una carrera hasta ganar los resultados. Queda perseguir a los candidatos, a los votantes, a los indiferentes, a quienes les proveen empanadas y sandwiches de milanesa.  A las 18:56, una mujer rubia corre para entrar a la Escuela Normal antes que le cierren la puerta… Un rato después, es la masa de autos dando la vuelta al perro, y el día que se vuelve gris en tanto anochece. Algunos chicos en el local de La Cámpora y el intendente Galli o el candidato Cenizo -son tan parecidos- entrando al local de Cambiemos celular en mano. Mañana será otro día, quizás otro país…

(Crónica por Soledad Restivo) Hasta las 11 de la mañana no sabía si podría votar por cuestiones imprevistas de salud. Sin embargo, ya pensaba el primer párrafo de esta crónica: «Una jornada electoral tranquila, cubierta de rayos de sol y un clima agradable, a pesar de alguna que otra brisa. Olavarría, así como en todo el territorio nacional, vivió las #PASO2017 con normalidad. Más allá de alguna queja por faltante de boletas en alguna escuela, mesas que tardaron en abrir, gente buscando-se en el padrón por el cambio masivo de lugares de votación, les sujetes fuimos ciudadanes«.

Y entonces, me intranquilice. Y entonces me cuestioné: ¿Si no puedo votar, dejo de ser una ciudadana?

Finalmente obtuve el alta médica y ejercí mi deber y derecho cívico a las 16. Voté en la Escuela N° 51, donde todo se desarrollaba normalmente. Pero la pregunta continuó dando vueltas, hasta que encontré una posible respuesta. La participación de lxs sujetxs en el sistema democrático no se agota en lo electoral.

Creo necesario recuperar la noción de ciudadanía integral que supone a los sujetos en relación a la construcción social, la que implica el ejercicio de los derechos y deberes políticos, civiles y sociales en toda su extensión. La participación democrática se ejerce en diferentes niveles del orden social, cultural, institucional. Está ligada a la capacidad de organizarse de los y las sujetos en instituciones de la sociedad civil; y amplía de manera sustancial el abanico de posibilidades de participación e intervención de lxs sujetxs, superando a la ciudadanía ejercida en el acto electoral.

Pero también tenemos constitucionalmente consagrado el ejercicio pleno del derecho a reclamar. Y de eso sabemos lxs argentinos que lo hacemos en la calle, en el espacio público, organizados o espontáneamente frente a la vulneración sistemática de nuestros derechos básicos. Las movilizaciones por el trabajo, el #NiUnaMenos, por los derechos humanos,  entre las cuales se cuenta la multitudinaria movilización del pasado 11-08 exigiendo la aparición con vida de #SantiagoMaldonado.

Son formas válidas de la vida y la participación democrática que impiden clausurar al sujeto político en el voto. Entender que la acción democrática es acto político transformador que, incluye y supera la política, y no se agota en la formalidad de la institución del sufragio.

Más tranquila, esperé los resultados de una elección, primaria, en la cual está en juego más el capital simbólico que institucional, tal y como lo aseguró Aliverti en su última editorial (Marca de Radio- 12/08). En esta instancia elegimos candidatos. Es decir, no hay ganadores ni perdedores, habrá discursos y relatos sobre los resultados, pero lo concreto es, aquí dirimimos internas, primarias, de cara a la #Legislativa2017 de Octubre. Guardemos el confeti y los globos.

(Crónica por Ornella Candia) El domingo comencé la jornada electoral bien temprano. Por primera vez, iba a participar como fiscal general. Salí de casa muy entusiasmada, además de que la mañana soleada acompañaba mi buen ánimo, no sólo por lo que significan para mi las elecciones, una fiesta de la democracia, sino que me entusiasmaba muchísimo vivenciar desde adentro los comicios.

Me tocó fiscalizar la Escuela Nº 56, una institución chica, con sólo cuatro mesas. La mañana se transitó de manera muy tranquila, y así continuó durante toda la tarde. La gente hacía las colas; algunas mesas iban más rápido que otras, algunos tenían más caras largas que otros. Nunca entendí por qué para muchos significa “un peso” ir a votar. Cada vez que escuchaba alguna queja me preguntaba: ¿cómo puede ser que no valoren el derecho a elegir? Después de todo lo que se vivió con los gobiernos dictatoriales que tuvimos, aquellos que marcaron la historia mas triste de nuestro país. Y me repetía a mi misma ‘¡Hay que valorar la democracia, la posibilidad de elegir y participar!’.

En la escuela, no sucedieron hechos significativos, pero sí me sentí afortunada, porque me tocó trabajar con gente muy respetuosa. El día se hizo más ameno cuando me encontré con una gran conocida, que también estaba fiscalizando. Ella me presentó con las personas con las que estaba hablando e intercambiando opiniones. Si bien la mayoría fiscalizamos partidos diferentes, teníamos mucho en común y en muchos aspectos empatizamos. Mi jornada no fue anecdótica; al contrario, fue tranquila, aconteció entre reponer boletas en el cuarto oscuro, mates, intercambios de opiniones, reflexiones y críticas sumamente respetuosas.

En lo personal, fue una jornada propicia, fui parte de la materialización de la democracia en su máxima expresión. Más allá de los resultados generales, dependiendo de la ideología política y de las convicciones de cada unx, poder acceder al voto universal, secreto y obligatorio para mí fue y es una fiesta, o doble fiesta. En primer lugar, porque no siempre los argentinos y argentinas pudimos elegir a nuestros representantes; en segundo lugar, porque soy mujer y no me olvido que por muchos años no tuvimos la misma oportunidad que los hombres. Lograr que las mujeres accedan al derecho al sufragio fue el resultado de arduas luchas. Una conquista que no quiero naturalizar y sí reivindicar.

(Crónica por Daiana Martinefsky) Toda la semana pensando en el domingo, mi primer fiscalización general. Mi primeras PASO de ambos lados. Votante/candidata. Un crisol de sensaciones fueron presentándose hasta el domingo a las 6.30 am. Sonó el despertador y la ansiedad ya estaba ahí para acompañarme el resto del día.

Un domingo diferente, el desayuno a la pasada y arrancar para el Industrial con el poder del partido en mano junto al documento.

Un “Buen día” en la entrada de la escuela mientras miraba para todos lados si algún oficial me pedía identificación. Ni una pregunta. Eran las 7.40 y me encuentro con David, mi compañero de la jornada para cuidar los votos del partido.

Paréntesis. El espacio del que formo parte recién arranca en Olavarría. “VAMOS con la fuerza de la gente” fue nuestra premisa para la campaña, porque eso es lo que hacemos: fuerza, desde abajo, con organización y lucha, para lograr que se cumplan nuestros derechos y cuidar los ya ganados, como lo es el voto.

Ahora sí, volvemos al Industrial. Diez mesas, alrededor de 3500 votantes por empezar a llegar. Los cuartos oscuros se fueron armando sin problema. De a poco, nos fuimos encontrando entre fiscales; al ver que me tocaron conocidxs y amigxs que están en otras fuerzas pensé que la suerte estaba conmigo, y así fue. Los mates empezaron a circular y casi naturalmente nos organizamos para dar rondas todxs juntxs y demorar lo menos posible las votaciones en las mesas.

Pasadas las 8.20 se abrieron las puertas y comenzaron una a una las mesas a recibir a los primeros votantes. A las 9.30 dimos la primera vuelta y así seguimos cada una hora, hora y media más o menos. Todo sin sobresaltos, hasta que en una sola mesa falto el fajo completo de boletas de un partido. Se repuso y seguimos.

Se fueron formando las filas de vecinxs y lxs fiscales generales comenzamos a orientar a aquellxs que llegaban a la escuela preguntando por mesas que no estaban allí: “Siempre voté acá y ahora me cambiaron” o “Decía Del Valle al 5000 y vine para acá”, las frases más recurrentes durante toda la jornada.

Por otra parte, muy cerca de la entrada, se dispuso un cuarto oscuro especial para aquellas personas que, por diferentes motivos de salud, movilidad, embarazo o edad, tenían prioridad. El procedimiento para cada caso fue sin ningún problema.

Un fiscal general dio la nota al presentarse más tarde, mesa por mesa, para ver si su lista figuraba en la mesa. El correo sólo había enviado la boleta oficial sin copias. Entonces, este señor fue iniciando actas en cada mesa sobre la situación y retrasando la votación. Moraleja: Presentate temprano si querés asegurar que tu boleta esté en los cuartos oscuros.

El día que pintaba larguísimo se acortó y creo que fue por el clima que acompañó de una forma inesperada. Almorzar afuera y ver cómo seguía entrando y saliendo gente, con tanta buena onda, en un ambiente de camaradería, comparables al de un festejo, fue muy relajante. Los nervios de lo nuevo, de a poco, se fueron diluyendo y reemplazando con la ansiedad de la llegada de la apertura de las urnas, ver las cuentas de los votos, cuidar que todo fuera como se suponía.

Las 18hs me encontraron dando una vuelta alrededor de las mesas, viendo si quedaba mucha gente. Hicimos cuenta regresiva y aplaudimos porque la parte más extensa de la jornada salió muy bien. Faltaba el detalle de apertura de urnas.

Alrededor de dos horas y media más tarde, y luego de un día de ir y venir por los pasillos del Industrial, la jornada estaba llegando a su fin para mí, dentro de la escuela. La apertura de las urnas en las mesas que estuve transcurrieron sin sobresaltos. Uno de los presidentes (el de la Mesa 150, si no me falla la memoria) desarrolló una pizarra y un sistema de conteo con las fiscales de mesa que fue impecable. Como era fiscal general, pude pasar por varias mesas, lo que por suerte no provocó distracciones, sino que ayudó a disipar algunas dudas y mantener a los fiscales al tanto de cómo iban manejando los tiempos el resto de las mesas, lo cual ayudaba a bajar la ansiedad que teníamos todxs.

21hs, más o menos…Entre tantos números, ya perdí la cuenta de la hora… Terminamos de ver todas las mesas con mi compañero, felices por los resultados, y enfilo para el local. Ansiedad, felicidad y ambiente de vigilia a la espera de los primeros resultados.

Transitar las PASO fue una experiencia altamente enriquecedora, donde los porcentajes dejaron en claro que con menos de un año y medio de trayectoria en la ciudad venimos por un buen camino y estamos donde queremos estar: con la gente, en los barrios y trabajando para que todxs podamos tener un presente más digno.

(Crónica por Tefa Schegtel Torres, en Tandil) Despertar un domingo, antes de las 10 de la mañana, es señal de que se debe cumplir con una responsabilidad. De lo contrario, ni por asomo. A votar en familia, ni más ni menos. Y como a muchas y muchos les habrá pasado, con el cambio de lugar de votación, fuimos varios los que aprovechamos la ocasión para conocer los pasillos de un establecimiento educativo al que, ni de casualidad, conocíamos. De nombre nomás.

A dos kilómetros y medio de casa se encuentra el susodicho colegio. Y a casi cinco kilómetros de diferencia con nuestro anterior e “histórico” lugar de votación. Y así fue que partimos los tres Schegtel del hogar, a pispear dónde era que quedaba el Santo Domingo de la Sierra, no de curiosos sino por obligación, alertados de casualidad, por consultar el padrón vía web.

Salí de casa y parecía un ekeko, con el documento, el celular, la cámara y una tijera. La única que encontré, y que cortaba ‘como la gente’, fue la que usé desde los inmemoriales tiempos del Jardín. Una tijera para cortar rápida pero delicadamente, sin romper, las boletas de las fuerzas a elegir.

Padre e hijas Schegtel, alrededor de las 10, llegamos a Santo Domingo. La poca cantidad de autos en la cuadra nos generó una sensación contradictoria: no tendríamos que esperar mucho, pero que para esa hora de la mañana hubiera tan poca gente, nos resultaba extraño, raro al paisaje eleccionario con el que nos solemos encontrar un par de veces cada dos años.

Al llegar a ese terreno desconocido para esta tríada, ingresamos a una gran sala pasillo semidesierto, de no ser por las mesas y sus correspondientes autoridades. A tal punto el vacío, que guardé la cámara, ante un panorama que no era el que mejor representaba una jornada eleccionaria. La breve fila de espera en la mesa 258. La ya tradicional confusión de mi hermana respecto a nuestros números de orden, un clásico que desconcierta a fiscales y afines.

Llegó el momento de ingresar a la dimensión del Cuarto Oscuro. Marearme entre listas; el pánico a tener que salir a decir que faltan boletas y ralentizar; encontrar las elegidas y recortar con toda la delicadeza; dirigirme al tacho de la basura y encontrar que varios de los que me precedieron hicieron uso del mismo instrumento (o, al menos, de la misma acción) de corte. Cerrar el sobre y enfilar hacia la urna, para allí depositar una decisión y una ilusión.

Las calles transitadas, mucha gente a pie y otros tantos obstaculizando el paso en la angostura de nuestras calles, intentando estacionar con nulo éxito. Todo esto, en las cuadras próximas a los establecimientos educativos.

Volver a casa y retomar la ida, esta vez hacia un punto aún más alejado del Barrio de la Estación: el paraje El Molino, sorteando la caminata lunar de pozos y cráteres de las afueras de las Cuatro Avenidas, más allá de la ruta 226. Llegados a ese paraje prácticamente rural, el barro en la entrada de la escuela y las camionetas estacionadas sin ton ni son. Una fila de gente ocupando la breve puerta de la institución presagiaba lo que íbamos a encontrar en su interior. Cierta complicación para encontrar la mesa indicada, pero bastante agilidad y rapidez de las autoridades de las mesas y predisposición de quienes ingresaban al Cuarto Oscuro para no hacer esperar a quienes continuaban en la cola.

Eran las 12 y ya había quienes se estaban ocupando de correr el rumor, entre mesas y pasillos, de un supuesto gran triunfo del lunghismo “cambiante”. Doce del mediodía y un boca de urna que a duras penas podía asomar. En tiempos de post-verdad, en donde documentar y hablar con datos concretos no está muy cool, primerear es la tarea.

Minutos después de las 18, ya circulaban mensajes de whatsapp entre los celulares de algunos comunicadores, que aludían a un supuesto empate técnico en el terreno de la elección de senadores nacionales en la provincia de Buenos Aires. Minutos después de las 18. No había pasado media hora siquiera del cierre del acto eleccionario. Aunque, como en el ballotaje presidencial de 2015, más allá de que terminó en una diferencia de un punto, se comenzó con la tejeduría de varios puntos de distancia entre primero y segundo, que en este caso son los mismos personajes: Cambiemos y Unidad Ciudadana, respectivamente.

Otra vez el mismo mecanismo. Iniciada la difusión de esa sensación, con un ínfimo o nulo asidero en la realidad (ante las pocas mesas escrutadas en ese primer momento), se comienza a organizar, en un rincón de Puerto Madero, en pleno corazón metropolitano, la fabricación de una imagen de celebración y victoria que luego se propaga, impunemente, a cuanto punto de la República Argentina se nos pueda ocurrir. Y ante ese mandato capitalino, el cassette se pone en Play entre los partidarios locales. Lo primordial no se pierde de vista: primerear mediáticamente es la tarea, por sobre todo en un horario especial para el territorio televisivo, jugando con la ansiedad de los televidentes… o del electorado.

Una vez instalada la postal, y una sensación de contundencia y rotundez con esa instalación en la retina, parece ya no importar nada. Al fin y al cabo, los medios tradicionales se harán cargo de terminar de afinar los detalles para que así se publique en la tapa del diario del lunes. Y si la diferencia se achica, si con suerte se publica, se hace en un recuadrito, en una página a mitad del diario, y de ser posible, par.

Mientras tanto, el reloj se clava en las seis de la mañana, en el 95% de lo escrutado a nivel provincial, y un noventa y largo en los municipios. El problema no es esperar, el problema es finalizar. Si es por el tiempo, durante un siglo nos manejamos con el mismo sistema, el analógico, el material, el de la boleta palpable en el sobre y el lengüetazo que lo sella. Así, con sus interrupciones golpistas en el medio, se supo mantener la democracia. Sin embargo, el mejor equipo de los últimos 50 años, representado en la orden dada desde el Ministerio del Interior, frena la carga de datos del escrutinio. Lo frena en el 95%, a centímetros de completar la totalidad. Ese mismo “mejor equipo” se apura en compararla con la rapidez de la obtención de los resultados de la elección en Capital Federal. Y nuevamente, reflotan la supuesta (y fabricada) necesidad del voto electrónico, tan afecto a fraudes y hackeos, y tan lejano a fiscalizaciones y control. Pero en estos tiempos, claro, se privilegia la inmediatez y la primicia, antes que a la mismísima verdad de la milanesa. Una verdad que no es cualquier verdad, sino una que de su chequeo dependerá el futuro de todos y todas. De todas formas, los pingos se verán en octubre…