“Que ‘feminismo’ pierda el estigma intergeneracional, es síntoma de revolución”

Así lo definió la artivista Clodet García, en su paso por Olavarría. Un taller sobre teatro y ritualidad, junto a la presentación de ‘Desnacida’ fueron las razones, pero también las excusas para que Clodet se acerque con su arte, sus ideas y sus experiencias a estos pagos del interior bonaerense. Entre mates, Miradas del Centro dialogó largo, tendido y variado con Clodet.

Clodet García estuvo en Olavarría, hace unas semanas, invitada desde Chamula Tierra de las Artes, para brindar un taller intensivo de dos días sobre teatro y ritualidad, eje sobre el que investiga dentro de la teatralidad y sobre una modalidad antipatriarcal de hacer el teatro. En la ocasión, como broche de oro, hizo una presentación de ‘Desnacida’, a la que ella gusta nombrar como obra ‘de autora’, ya que Clodet la escribió, la dirige y la actúa.

Como para iniciar la charla, en la relación entre teatro y ritualidad, Clodet define al teatro como indefectiblemente ritual, poniendo el foco sobre qué es lo ritualizado. De hecho, el teatro comercial ritualiza “este mundo patriarcal, capitalista, colonialista, racista. A mí me interesa reapropiarme de esta ritualidad y volverla contrahegemónica, disidente, ponerle el cuerpo a ‘otra realidad’ que intentamos co-crear algunes”.

En la relación entre teatro y causa feminista y antipatriarcal, Clodet no duda: “Estamos en un momento de despertar en el teatro”. Con más de treinta años sobre los escenarios, desde hace veinticinco se posicionó como ‘antipatriarcal’: “El patriarcado se manifiesta en el teatro, con sus características, y ya no me daba lo mismo la manera jerárquica, verticalista, donde siempre había figuras de poder, encarnadas por los directores, autores, docentes teatrales, todos grandes referentes, y montones de actrices, alumnas, pero las figuras que expresan un lugar de poder estaban ocupados por varones o por mujeres muy patriarcales”. Esa posición fue su trinchera para interpelar desde el hacer, la expresión, y “desde el modo en que establecíamos dinámicas con mis compañeras y compañeros de teatro”. Desde su iniciático ‘Teatro de la Tierra’ al día de la fecha, el teatro se ha hecho cargo, paulatinamente, “de que hay una lucha y una guerra: contra las mujeres, contra las lesbianas, las travestis y las trans, y se tiene que posicionar”.

Teatro, ritualidad, cuerpas, roles y disidencias

Se llega de una época en la que el teatro trabajaba la temática en torno a la violencia de género, algunas opresiones sufridas por las mujeres y, en menor medida, las disidencias identitarias y sexuales. “Ahora, empieza a haber un ‘hacer de género’, un preguntarse sobre los roles que ocupamos, cómo decimos, cómo son las representaciones”. En el teatro como experiencia viva y comunitaria, ese ‘hacer de género’ versa sobre “cómo establecemos roles en los grupos, con los compañeros varones, con los directores, con los colegas, entre nosotras, de qué manera estamos haciendo y creando. Toda una cuestión política”. La cuestión se está abriendo y visibilizando, no porque antes no existiera, sino porque giraba en pequeños grupos y en contadas personas el cuestionamiento.

Y si hay algo inherente al teatro y la ritualidad, es el cuerpo. “Sin cuerpo, no hay teatro. A quienes le ponemos el cuerpo, el teatro tiene un modo de revelarnos nuestros condicionamientos, dolores, malos hábitos, nuestra manera de relacionarnos con nuestros cuerpos”. En el teatro comercial, los cuerpos se estereotipan, se piensan como ‘cuerpos hegemónicos’, que responden a cierta belleza, la de una elite ínfima que condiciona. “El ‘modelo’ de actriz del cánon va a ser bella, joven, rubia, flaca, alta, linda, feliz, o una madura interesante; y el varón va a ser un galán madura o que puede ser joven… ¿Y qué pasa con todos los otros cuerpos?”, deja picando en el aire Clodet… y agrega: “Y se le suma talentosa, trabajadora, buena madre, sensible, pero valiente y tantos etcéteras… Es un ahogo”.

Para Clodet, el teatro “es otra cosa: es un hacer y un ritual de los pueblos, de encuentro, con las otras, con los otros, es un espacio de transformación, de lucha, que posibilita conectarnos con la vida de una manera muy intensa”. Por esa no menor razón, la artivista remarca que un eje de la teatralidad está en la presencia: “Aún hay que insistir en el eje político que implica la presencia en un mundo que nos ausenta, sobre todo a las mujeres y a las feminidades”.

Sobre los talleres y sus participantes, Clodet destaca que el abordaje de los intensivos interpela, desde la idea de ‘propiciar experiencias’ para llenar de matices la expresión y a la hora de ponerse en situación poética. “Es un ida y vuelta: nos enriquecemos y enriquecemos la situación poética que propicia el teatro, y, a la vez, lo poético nos enriquece como seres humanos. La poesía puede ser múltiple, diversa: lo que no puede ser es opresiva”. Se trata de ponerse en situación poética y con un cuerpo poético… Y politizado: “Soy una orgullosa cuerpa gorda, disidenta, orgullosa de no entrar en el cánon hegemónico. Una cuerpa con todo un trabajo que implica estar interpelándome. No es fácil no encajar”, confiesa Clodet, que marca en su obra ‘Desnacida’ esa imposibilidad de estar en el mundo según sus reglas.

En aquellos días de este abril, se había viralizado un video en el que una nena lloraba porque, en sus propias palabras, “soy gorda”, lo que era motivo de bullying de parte de sus crueles compañeros de escuela. ¿Cómo se les puede ayudar a quienes sufren de este martirio y que tanto marca en el proceso de crecimiento? Situaciones traumáticas, de hostigamiento, que incluso se perciben hasta a nivel jardín de infantes. “Les hacen pensar que ‘ser gorda’ es mala palabra, cuando ‘ser gorda’ sólo debería significar tener una cuerpa más grande, así como hay plantas y animales más grandes y más chicos. Sin embargo, cuando la nena se dice ‘soy gorda’ con tanta carga de angustia, ese ‘gorda’ no está diciendo ‘soy una cuerpa más grande’: está diciendo ‘soy tonta’, ‘soy fea’, ‘no me aceptan’, ‘soy ridícula’… una serie de angustias terribles”.

Palabra ‘gorda’ que, cuando una crece, significa muchas otras cosas: ‘no deseada’, que ‘no tenés voluntad’. “Hasta desde un pensamiento de izquierda, ha quedado la figura de la cuerpa gorda ligada al ‘cerdo burgués’, cuando en 2018 los ricos son flacos: son Macri y Awada. Vas al Conurbano, a la periferia, a ver campesinas y campesinos, y comemos harina y grasa: vas a ver cuerpas gordas. No es que no haya gente rica gorda, pero tienen más herramientas para poder mantener un cuerpo ‘en línea’”, indicó García.

Arder y hacer arder: artivismo en las calles y en la vida

Clodet se presenta como teatrista, actriz y dramaturga, pero le gusta la amplia ‘artista’: también escribe, pinta, elije el arte como forma de expresión y de vida. Y cuando ese arte es un arte que se sabe político, politizado e interviniendo el mundo, entra en juego la palabra que la define a Clodet: ‘artivista’, resultante de la junta de arte y activismo. Clodet, desde el artivismo, resignifica todo su hacer. “Hay un artivismo de calle, muy particular, como el que tenemos en la Colectiva ARDA, pero también ‘Desnacida’ es artivismo. Es una obra política: han dicho que es una obra existencialista, que no responde al teatro convencional, una obra poética, bastante disidente dentro del teatro más tradicional; pero también es un modo de posicionarme en el mundo y de interpelar las relaciones de poder”.

¿Y de qué hablamos cuando hablamos de Colectiva ARDA? Nació en 2016, de las ganas de juntarse en ‘lo abierto’, del accionar cada tanto, “de la necesidad de pensarnos y pensar los signos estéticos que tenemos, de generar una experiencia, como para el teatro, en otros escenarios y con otras personas”. El 8M, por ejemplo, unas ochenta mujeres artivistas, sin provenir en su mayoría del teatro, generaron una experiencia artística.

Nosotras generamos un taller de preparación, apoyadas en una acción activista diseñada: no es una escena, y aunque odio la palabra performance, vendría a ser eso, un arte de acción”. En base a esa experiencia compartida, en donde les resulta “coherente decir eso, deseamos decir eso, nos hace bien y nos moviliza decir eso, es lo que queremos expresar, y poner eso que ensayamos y que generamos entre nosotras en el mundo, después lo compartimos a otras, a otres, en las calles”. Una experiencia transformadora, individual y colectivamente, que se pone en el mundo, y afecta, gustando o no, a otres en las calles.

Aún en plena acción, las artivistas ven la respuesta del otro. Uno de los ejes trabajados por Clodet, en el teatro y en la colectiva, es la presencia, “el caminar en presencia: estar en una marcha, no sólo arengadas por la manada, no sólo con el celular y comentando lo que vemos, sino estar plantadas, paradas, expandidas, ocupando el cuerpo”. No casualmente, uno de los ‘mantras’ de ARDA, con el que agitan al marchar, dice: ‘Ocupa de la calle, ocupa de mi cuerpa, ocupa del deseo’. “Ocupar(se) ante tanto que nos desaloja. Ocuparse y estar en las cuerpas, genera un modo de estar: a veces, vamos caminando en silencio y la gente empieza a aplaudir; otras, paradas en silencio, vemos gente que llora”. Vestidas de violeta y negro, con cintas violetas, con sus pañuelos verdes, agitan y contagian una energía de estallido, de celebración, convencidas de que siempre alguien se pliega en esas ritualidades disidentes y feministas.

 

¿Y por qué ‘ARDA’? “Fue una palabra con la que empezamos a jugar, descartada al principio pero que siempre volvía… ‘Arda, arda’, y parecía como de un lenguaje desconocido. También, por lo relacionado con el fuego, y porque nos puso en la decisión personal y grupal de que el fuego cambie de mano, y que haga arder lo que ya tiene que arder y caer”, revela Clodet.

El 8M y los pañuelazos hablan de una explosión intergeneracional en las calles: chicas muy chiquitas que ya salen a marchar; mujeres grandes que marchan desde hace décadas, junto a otras de su misma generación que jamás marcharon y hoy se expresan. “Lo veo como una maravilla, como un estallido. Se ha expandido, se ha multiplicado, se nos está desbordando felizmente el feminismo”. Algo la puso feliz y le llamó la atención del último 8M a Clodet: “pudimos hablar de feminismo”. Luego de años de encuentros nacionales en los que se interpeló la palabra ’feminismo’ (aunque cada vez menos), en el 8M y el Paro de Mujeres, se habló de huelga feminista. “Que la palabra pierda el estigma, que se acerque y se multiplique en la diversidad de edades y generaciones, es, para mí, síntoma de revolución. Aviso”.

Clodet pasó por Olavarría, como parte de su camino por descentrar, ya que cree profundamente en descentrar. “Yo soy porteña, me he descentrado hacia el Conurbano, trabajo en 9 de Julio, enredándome y viajando por distintos puntos del país. Cada vez que me corro del centro, siento que estoy donde hay que estar”. Vino a la periferia a hacer periferia, porque para Clodet, eso es coherente, está bien, y es lo que elije hacer desde su artivismo.