Dos por el precio de una, «Halt and Catch Fire» y «Mr Robot»

Como discurso cultural, las series de televisión dialogan con las principales tendencias de la sociedad contemporánea, entre las que no puede faltar la tecnología. Si nos proponemos usarlas como dispositivos para pensar el presente, hay varias posibilidades: especular cuales series son “tecno”; qué es la tecnología en ellas, qué imagen dan  o cual es su proyecto. Más allá de la aparatología imprescindible para realizarlas, algunas series de TV articulan un diálogo muy rico y sugestivo con la tecnología.

Y no pensamos solamente en las de ciencia ficción, sino también en aquellas en que lo tecnológico es motor fundamental de la historia. La imagen de tecnología que algunas series proveen, sirve para pensar escenarios sociales posibles o imposibles, sean series “de culto” o no. Mundos impensables para la cultura por fuera de gadgets o pantallas multisistema.

En este contexto, elegimos hacer dialogar dos series que se miran a los ojos entre la década del ochenta y la nuestra: “Max Headroom”, que tratamos en una columna anterior, y “Halt and Catch Fire” (HACF) con «Mr Robot”, que explora la actualidad. En la primera, obra emblemática de los ochenta, ambientada en el universo visual de Blade Runner y ubicada “20 minutos en el futuro”, se imagina un presente distópico en el que la televisión domina todo como instrumento de un sistema autoritario y es ilegal apagarla. La segunda nos remite a la imagen de la tecnología como logro corporativo y describe la lucha de una pequeña empresa por desarrollar el primer clon de un PC IBM en los ochenta. Aquí hay familia, empresa, comunidad de pares.  Recordemos que la serie “Max Headroom” trata acerca de las aventuras del periodista televisivo Edison Carter que recorre la ciudad denunciando el crimen y la corrupción con su arma: una cámara portátil que le permite transmitir desde cualquier lugar y bajo cualquier condición, en un mundo donde todo está informatizado y conectado a una gigantesca red controlada por el poder. Cada persona está registrada en una base de datos, en la que borrando algunos archivos se puede lograr que cualquiera sea considerado inexistente o que figure como prófugo de la policía. Pero a esta red acceden solamente algunos privilegiados, el gobierno, los hackers, o los «blanks», que se borran a sí mismos para escapar del sistema. Lo que nos mostraba la serie era ese ominoso mundo de solitarios que nos esperaba a la vuelta de la esquina.

El imaginario ochentoso de HACF, en cambio se construye desde otra perspectiva. Aquí hay familia, empresa, comunidad de pares.  Y lo que se relata es la ambición por lograr que algo impensado sea posible. Ambientada justamente en la época en que “Max Headroom” fue realizada, pero la informática real recién se estaba construyendo, esta historia “basada en hechos reales que no ocurrieron nunca”, nos cuenta como la pequeña empresa informática ficticia Cardiff Electric, intenta construirse un camino en la industria creando un clon de la computadora de IBM.

Según una definición de época, «Halt & Catch Fire” (HACF) era una instrucción en código máquina que obligaba a todas las instrucciones de la computadora a competir por la supremacía simultáneamente, lo que hacía necesario el reinicio del ordenador. Era un tiempo en que los ordenadores servían para calcular más que para comunicar, y se anhelaba llevar una máquina a cada escritorio, o sea convertirla en una herramienta de trabajo al alcance de cada persona.

El modelo que tratan de desarrollar los empleados de la Cardiff Electric  es una computadora portátil, apenas «transportable» en realidad.  El procedimiento que emplean debe resguardarlos del juicio que podría hacerles IBM, que para prevenirse de que copien su código fuente lo ha publicado en el manual, como manera de proteger los derechos de autor, por lo que los protagonistas toman el único camino posible: la ingeniería inversa. Tomar al ordenador de IBM como una “caja negra” y sin mirar su código fuente viendo lo que hace y reescribir el código a ciegas para que haga lo mismo en una situación de entrada de variables similar. Como tratar de entender la psicología del vecino mirando lo que hace cuando se asoma por la ventana o sale por la puerta, sin poder interrogarlo. Y lo lograron.

La posibilidad de soñar una máquina que modifique la experiencia de las personas es el horizonte de este equipo. Algunos para hacerse ricos o famosos, otros para resolver el vacío de sus conciencias, los más simplemente para tener trabajo por otro y otro día… El desencanto profesional que ha dejado en un punto muerto al matrimonio del ingeniero Gordon Clark, el eterno presente del tiburón corporativo Joe MacMillan  y la vida aún sin rumbo de la programadora Cameron, son las patas del trípode en el que se articula y sostiene una serie que recorre como espiral ascendente el sueño perpetuo del progreso tecnológico. Cada día, nuestro ordenador será más rápido, más pequeño, y su código será más perfecto. pero nunca será suficiente.

Esta serie articula dos factores fuertes hacia la audiencia: la nostalgia tecnológica, pues todos los que conocen algo de computadoras la comentan con esa sonrisa del diario del lunes en su perfil de Facebook; y lo “cool” que se ha vuelto la cultura geek de los 80s en su música, sus vestimentas, sus juegos. Por encima de todos ellos, flamea la bandera de la ambición sobre los campos de batalla entre las empresas tecnológicas, cuando el sector informático comenzaba a liderar una industria recién en surgimiento.

Vistas en conjunto, ambas series giran en sincronía y se articulan en el presente. El negro horizonte cyberpunk que destilaba hacia el futuro su desencanto se articula con la mirada que hacemos hoy hacia esa misma época en tanto reconstrucción en HACF.  Dialogando con ella, se encuentra “MrRobot”, en la cual un asocial joven administrador de sistemas que trabaja para la empresa de seguridad cibernética E-Corp (con logos similares a los de Enron), por las noches se convierte en un hacker que hace justicia usando las redes.

Un grupo de activistas hackers llamados “fsociety” se pone en contacto con él para acabar cibernéticamente con el capitalismo, haciendo colapsar el injusto sistema financiero mundial. “MrRobot” articula las utopías libertarias de la tradición hacker con la ominosa presencia de las corporaciones actuales en nuestra sociedad.

La construcción narrativa de esta serie apela al narrador no fiable. Vemos lo que sucede a través de Elliot, cuya voz en off describe lo que sucede, pero más tarde entendemos que no todo es como nos lo ha contado. Quizás lo sucedido, o algún personaje solo esté en su cabeza, como en film “El club de la pelea”. El discurso que embebe los acontecimientos también establece un sistema de veracidad cerrado, que se restablece varias veces a lo largo de la historia, obligándonos a volver a ver varias veces los mismos sucesos con una mirada diferente.

Los hackers golpean el sistema financiero mundial y hacen caer las economías globales, lo que quizás no sucedió. Las drogas duras se eliminan con drogas blandas. Las empresas no se suicidan, pero sus ejecutivos colapsan al ritmo de los mercados. No hay ternura ni amistad en este mundo corporativo de destellantes tipografías electrónicas sobre pantallas oscuras como la noche que cobija múltiples conspiraciones.

Esta cáustica mirada además dialoga con la miniserie inglesa de capítulos independientes “Black Mirror”, que exhibe también una amarga perspectiva con respecto a la tecnología que inunda nuestro presente. Sobre la paranoia que produce, su impacto social y político, aunque con una cuota de humor negro que establece un nivel de lectura aparentemente más liviano, pero que es también una reflexión acerca de las fronteras morales de esa ciencia omnipresente en nuestra sociedad.