Sobrevivir después del fin (de Metalúrgica Tandil)

El altísimo tanque de agua se alza como el ícono de sus épocas de miles de laburantes cruzando Figueroa, hoy en la soledad que se vive en el barrio desde noviembre de 2018. A mediados de junio, comenzó el desmantelamiento del emblema de la industria tandilera. Las indemnizaciones se evaporaron en ocho meses y la situación del 90 por ciento de los ex obreros es por demás preocupante, al punto que se apersonaron en el municipio, de la mano de la UOM Tandil, para solicitar trabajo. Miradas del Centro dialogó con Graciela Pereyra y Daniel Mendieta, integrantes de ese plantel de casi cien trabajadores que quedaron sin trabajo y con sus vidas trastocadas al cerrarse el portón, definitivamente, de MT.

En el mediodía del 12 de noviembre de 2018 se escribió una página negra para la historia tandilense: se firmó el acuerdo que apagó los hornos de la fundición de hierro, que cerró el portón de la planta de Figueroa y Prat. Los trabajadores fueron indemnizados con lo ofertado por Renault. Ya en aquel entonces, desde el gremio señalaban que el Municipio no gestionó lo suficiente para que esta historia tuviera otro final: “El Intendente no hizo el máximo esfuerzo por proteger a esta empresa, necesitábamos del poder político para llegar al presidente Macri y conservar las fuentes de trabajo, por lo que es la empresa y lo que significa. No tuvimos el respaldo que precisábamos”, dijo ese día Carlos Romano, secretario general de la UOM Tandil.

Corre julio de 2019 y hay movimiento en Metalúrgica Tandil. En las oficinas, empleados administrativos siguen con papelerío y trámites. En algunos galpones, los ruidos ya no son de la labor de fundición, sino de quienes se encuentran desmantelando la planta, que sobre los sectores de noyería y hornos han hecho la avanzada. Un hombre mayor estaciona su Renault Stepway naranja, se baja y espía por entre las rejas de una ventana abierta, para ver qué queda. No es el único, pero otros tantos no se animan a acercarse ni a los alrededores: es tal la tristeza que los inunda, que hasta corren riesgo coronario. Les duele pasar por ese par de manzanas y ver cómo se desarma en tan poco tiempo una empresa (casi institución) que se forjó a lo largo de 70 años con una imagen de eternidad e indestructibilidad.

Vista al interior de una de las instalaciones de calle Figueroa, a través de las rejas de una ventana abierta.

Hasta la esquina de Ameghino y Figueroa, que durante años los convocó la propia Metalúrgica Tandil, se acercaron Graciela Pereyra y Daniel Mendieta, para ser entrevistados sobre su pasado en la icónica empresa y su actualidad. Graciela conocía Metalúrgica desde chiquita, porque su papá trabajó allí: “Siempre me llamó la atención el tanque”. En los últimos años de su licenciatura en Ciencias Físicas, en plena elección del tema de tesis, la Unicen y MT hicieron un acuerdo de trabajo con el laboratorio de investigación y desarrollo de la otrora planta de aluminio MeTan. Allí, como pasante, empezó su tesis, “analizando aleaciones para mejorar la calidad a brindarle al cliente”. Con la tesis aprobada y defendida, y título en mano, siguió trabajando, cumpliendo las nueve horas reglamentarias.

Pasaron los años y en 2011 la empresa, bajo argumentos de ‘baja rentabilidad’ y ‘altos costos de producción’, cerró la planta de Aluminio. La llamaron para entrar a la de fundición de Hierro, pospuso su desarrollo académico, y se quedó en ese Laboratorio durante ocho años, hasta el cierre de MT. “Yo estaba dedicada a física nuclear aplicada a aleaciones y acá aprendí toda la parte artesanal del trabajo con el metal. La metalurgia es una de las primeras ciencias que hizo el hombre. Su parte mística se ha perdido”, amplió Pereyra.

Vista del interior de MT desde el portón de Lisandro de la Torre y Pratt.

Daniel Mendieta ingresó a la planta en 2014, en un año por demás particular y trágico para la historia de la empresa, por la explosión del Horno 6 en la madrugada del 2 de enero, que se cargó las vidas de Lucas Serén, Luciano Vargas y Juan Cruz Andrade. Daniel conocía a Metalúrgica desde la cuna. El marido de su mamá trabajó allí durante 25 años, “por lo que me eduqué, me alimenté y crecí con Metalúrgica”. Iba a la Escuela 58, y al pasar todos los días por la esquina, trataba de imaginar qué habría y harían ahí dentro, “si hacía calor, por los hornos”. A los quince, empezó a trabajar como peón de albañil, pero siempre sostuvo que quería trabajar en la fábrica. “Pero vos tenés que estudiar”, le decían: es visitador médico y asistente farmacéutico, pero su deseo de trabajar en MT continuaba. Trabajó en metalúrgicas más chicas, con tecnologías que no se asemejaban en sofisticación a las de Metalúrgica.

Daniel empezó en el área de rebabado y luego pasó a la labor en hornos. “Se aprendía de todo acá, por sobre todo el compañerismo. Que hasta los jefes te cuidaran me llamó mucho la atención, no me había pasado en los trabajos anteriores”, resaltó Mendieta, que nunca olvidará su primer día y lo dicho por uno de sus jefes: “Acá convivís con el peligro”. Pensó que era una exageración, pero no: acababa de marcarse trágicamente. En máquinas y hornos, se trabajaba con mucha concentración. Terminado el turno y el fichado, afloraba la camaradería de esa gran familia que supo formarse en Metalúrgica Tandil, herencia de generaciones, dentro y fuera de la fábrica: “Había un buen ámbito laboral que no suele darse donde hay mucha gente”. Incluso, la relación de los operarios con los jefes: “Adentro se hacían respetar, pero cuando cruzábamos la puerta, eran uno más de nosotros”, destacó Mendieta.

Daniel Mendieta.

MUJER Y TRABAJADORA DE METALÚRGICA TANDIL

Graciela Pereyra, con su cámara, retrató la toma, el acampe, la marcha y los festivales, desde su amor a la fotografía y sabedora de la importancia del registro. Fue de las pocas mujeres trabajadoras en un ambiente que, desde el imaginario, siempre estuvo ligado a la labor masculina. Los archivos de la empresa datan que hacia la década del ‘60 y ’70 había un número considerable de obreras, muchas en noyería, pero luego se redujo notoriamente el porcentaje. Para Graciela, fue todo un desafío salir de la universidad y meterse a trabajar en una fábrica, encerrada, en un ambiente nocivo para la salud y en contacto con metalúrgicos, de los que se decía eran gente ‘muy cerrada’. Grata fue su sorpresa cuando jefes y compañeros (de las plantas de Aluminio y de Hierro) le dieron y respetaron su lugar y tarea.

Sector noyería (con gran empleo femenino)

Yo estaba en la posición de hacerles notar errores, si tenían, en el trabajo en los hornos, y jamás tuve un problema: siempre aceptaron lo nuevo, tanto compañeros como superiores”, detalló Pereyra. Demás mujeres estaban en el área administrativa y no tenían el contacto cotidiano con los operarios. En 2018, algunas fueron despedidas, otras aún están en la planta, en el papeleo del desguace y la remediación ambiental. Graciela recalcó que ella nunca se sintió acosada ni cosificada por jefes ni compañeros. Confesó que ingresar a Metalúrgica Tandil le cambió su forma de ser: de muy introvertida y con dificultades para sociabilizar, a una joven desenvuelta. “Hasta mis profesores de la universidad lo notaron, cuando rendí las últimas materias. Antes de MT, me iba mal en los finales porque no podía expresar lo que sabía”.

Graciela Pereyra.

LA PREVIA AL DÍA QUE APAGARON LA LUZ

Sobre cómo observaron el funcionamiento de la fábrica en los últimos meses de su historia, Mendieta reconoció: “Siempre escuchaba que la fábrica estaba por cerrar: por la contaminación, por haber quedado en el medio de la ciudad… Yo hacía oídos sordos cada vez que empezaban con eso”. Aún así, no obvió que había paralización de actividades de dos o tres horas: “Sabíamos que lo íbamos a pagar, que la íbamos a pasar mal, y pensábamos que el costo era la suspensión, como había pasado muchas veces, de varios meses, donde se fundía una vez por mes”. La reducción de personal era una posibilidad, “pero no más que eso. No esperamos llegar a ver cómo la desarman”. Muchos pensaban jubilarse allí. Querían su trabajo y su ambiente de laburo, atravesado por las diferencias generacionales: había operarios de más de cincuenta años hasta jóvenes de 18, recién egresados de la secundaria.

Graciela compartía con sus compañeros esa fe de que la fábrica seguiría en pie y no cerraría: “Cuando hicimos la toma, pensé que lo íbamos a dar vuelta”, aunque también reconoció que esos últimos meses fueron muy bravos, “de mucha depresión en las caras de todos”. Poco antes del anuncio de la suspensión de septiembre de 2018, fotografió los procesos en fundición y hornos, con la venia de sus jefes. Sin saberlo a ciencia cierta, sus fotos se convirtieron en las últimas imágenes del trabajo en Metalúrgica Tandil.

Un Renault 12, pasando por el portón de Figueroa y Ameghino.

En 2018, se anunció una suspensión de un mes. Las y los obreros creyeron que sería una más de las que ya habían sorteado, pero jamás se les cruzó que sería la última. Cumplida su primera semana, las y los laburantes se enteraron por los medios que los habían echado. El zócalo del programa matinal del multimedios de Yrigoyen al 500 rezaba: ‘Cierra Metalúrgica Tandil. Todos los trabajadores despedidos’. La furia ante la falta de respeto de comunicar así la decisión atravesó a buena parte de quienes conocieron su nueva condición. “Pensé que era cosa del periodismo, pero nos llamaron a una reunión y nos confirmaron que era verdad que Metalúrgica Tandil había cerrado”, recordó Daniel. A Graciela le cayó una catarata de mensajes de familiares, entre preguntas y afirmaciones ante la novedad del cierre. Luego, la reunión: “Fue peor que recibir el telegrama de despido. Al telegrama ya lo teníamos previsto. Ese jueves a la tarde fue una de las peores cosas que nos pasó a todos. Más aún ahora, en la situación en la que estamos”.

DE LA TOMA, EL ACAMPE Y LA MARCHA

Sobre Figueroa al 500, quienes espían desde las ventanas enrejadas, cuando logran enfocar, distinguen el logotipo de Metalúrgica Tandil pintado en una pared, testigo silencioso de aquellas épocas de pleno empleo y de estos días de desguace. Todavía quedan en los alrededores los rastros de la lucha contra el cierre: uno de los portones de Lisandro De La Torre y Pratt conserva la pintada de ‘Fábrica Tomada’; el engrudo pudo más que el tiempo y aún se dejan leer los carteles de los propios laburantes y de la UOM. A casi un kilómetro, en pleno centro tandilero, los carteles colocados en la marcha del 16 de octubre de 2018 también resisten. Huellas que Renault no pudo tapar, como sí lo hizo con las denuncias de vaciamiento que se pintaron sobre los paredones externos del predio fabril cuando la toma.

Daniel Mendieta habló de la angustia y la decepción que se vivían en la fábrica en esos últimos meses de 2018: “Creíamos que a esto lo podíamos revertir. Pecamos de ingenuos”. Semanas antes del anuncio de la suspensión, más precisamente el 7 de septiembre, sin ser conscientes de que se trataba de su último Día del Metalúrgico, el gerente general les dijo que “los números de la fábrica eran excelentes, impresionantes”, que “eran las mejores cifras en años”: “Todos lo aplaudimos. Estábamos contentos, pensando que no iba a haber suspensiones y se iba a mantener el personal. Veinte días después, la suspensión. Y diez días después de eso, nos echaban”, manifestó Daniel, con el dolor en la voz. En pleno acampe, ese gerente salió a la calle y le llovieron todos los insultos habidos y por haber: “Nos mintió en la cara, cuando él sabía la verdad de esos números”.

Mendieta miró los portones de Figueroa y Ameghino, y recordó la toma de la fábrica. Por sobre todo, el encontronazo con la policía, luego de saltarlo y abrirlo. En medio de la tensión, un agente quiso ‘trompear’ a Daniel: era su compañero de banco en la escuela. “Las vueltas del neoliberalismo y el encuentro de clases: antes nos juntábamos como ex compañeros, pero lo que hizo es imperdonable”, reflexionó, y agregó: “Reclamábamos nuestro derecho constitucional al trabajo, defendiendo nuestras fuentes de laburo y todo lo que significaba Metalúrgica Tandil para la ciudad, su historia y la de la región”.

De los tiempos de la toma y el acampe, Graciela Pereyra se llevó el asombro del enorme apoyo de la sociedad, en relación a la apatía serrana: “Siempre se acercaba alguien para dejarnos algo para comer. No estábamos cobrando, y los que nos quedábamos al mediodía, estuvimos semanas tomando mate como almuerzo”. Como sus compañeros, Graciela la pasó difícil, en plata y en incertidumbre. Con esas acciones de lucha propuestas por los laburantes, “nos unimos más con quienes no teníamos tanto trato. En mi caso, con los chicos de noyería y de mantenimiento. Nos saludábamos pero no conocíamos nuestras historias ni a las familias”.

Un cartel de tiempos de la marcha del 16 de octubre, en pleno centro de Tandil.

Durante la toma, Mendieta durmió varias noches en la fábrica. Vivió el acampe durante las 24 horas de los días en que se desarrolló. La unión forjada en aquellas jornadas de lucha hoy pervive: “nos cruzamos en las calles y nos vemos de otra forma, nos reconocemos”. Daniel analizó que en esta coyuntura de “gobiernos hambreadores, neoliberales, que nos saquean y destrozan, quieren hacernos entender que esta crisis es para salir adelante, que hay que reinventarse con las herramientas que se puedan”; y subrayó: “Trabajo fue lo que reclamamos siempre, hasta el día de hoy. Metalúrgica Tandil nos dio la enseñanza de lucha y garra”.

LOS ROLES DEL ESTADO Y DEL GREMIO

Postales de ayer y de hoy, con mis compañeros metalúrgicos. Después de tantos meses del cierre de la fábrica, sin conseguir empleo fijo, viviendo de changas que escasean, no encontramos otra opción que ir a pedir trabajo al municipio. Cada uno con su situación particular e historia a cuestas, atravesando estos difíciles momentos, unidos otra vez«, punteó en redes sociales Graciela Pereyra, este 2 de julio. A ocho meses del cierre, de los casi cien obreros despedidos de Metalúrgica Tandil, cerca de cincuenta (de entre 35 y 50 años) sufren problemas económicos muy serios, tienen alguna changa esporádica o nada de trabajo.

Ex metalúrgicos junto al secretario general de la UOM Tandil, al salir de la reunión en el municipio, el pasado 2 de julio.

Del Estado, en sus tres niveles, para intentar mediar y torcer la voluntad de Renault Argentina para con Metalúrgica Tandil y sus empleados, Mendieta fue categórico: “Pésimo. Desde el nacional, estaba planeado, como todo lo que está pasando en el país. Lo sucedido con MT es apenas un engranaje”. La complicidad estatal con los empresarios también la atribuyó a la Provincia y el Municipio. “De Lunghi esperábamos otra respuesta, eran muchas fuentes de trabajo”. Los últimos operarios de Metalúrgica Tandil creyeron que pesaría lo que representaba la empresa y su historia para conseguir otro final, pero no. Mendieta nunca vio llorar a tantos hombres juntos como el día de la histórica marcha del 16 de octubre. La bronca acumulada por el vallado policial en Rodríguez y Arana, esquina de la concesionaria Renault (vaciada para la ocasión), y en el palacio municipal, provocó un mar de lágrimas en la cantada del himno. “Vamos a pedirle trabajo al Intendente y no nos quiere recibir. ¿De qué se esconde? Si nunca lo agredimos, siendo lo más a mano que tenemos, porque al Presidente nunca lo vemos”, marcó Mendieta.

El accionar policial también fue blanco de crítica: apenas tomaron la fábrica, “saltamos el portón y cuando lo abrí había como treinta policías. Nunca los vi llegar ni actuar tan rápido”. Los metalúrgicos les cuestionaban a los ‘defensores de la ley’ el proteger a un capital extranjero, “a un tipo que se está fumando un habano en Francia”, y atacar a los laburantes, sus propios vecinos. Accionar policial que también relacionaron con las respuestas dadas desde gestión lunghista: “Nos violentó insultándonos, mandándonos a la policía de la manera en que la mandó el día de la marcha. Éramos sólo trabajadores y familias”. Llegaron a la municipalidad, se toparon con un doble vallado policial dentro del palacio, “como si fuésemos una horda de delincuentes que reclamábamos algo que no correspondía”, mientras en calles aledañas se movilizaban más agentes. “Fue todo una gran provocación que nos dolió. No se los voy a perdonar nunca a Lunghi ni a Macri, por ser de Tandil”, indicó Mendieta.

Reminiscencias de la toma, en el portón de Lisandro De La Torre y Pratt.

Respecto al gremio, Graciela Pereyra expresó que siempre tuvieron el acompañamiento de Carlos Romano, el secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) Tandil. “Desde la UOM nacional vinieron un par de veces, pero no éramos los únicos en problemas”, señaló. Daniel Mendieta reveló que compañeros suyos quedaron con bronca para con el sindicato, pero acentuó, a nivel personal, que “Romano hizo todo lo que se pudo hacer”; y que los metalúrgicos de MT tuvieron el OK de la UOM local para llevar su plan de acción. “Todas las actividades, la toma, espectáculos, festivales, el acampe, la junta de firmas, ir al Congreso, salieron de nosotros y tuvimos su apoyo para garantizarlo gremialmente. Cuando se hizo el acuerdo, le dimos el OK para que saliera con lo mejor para nosotros”, marcó Graciela.

Con lo único que Mendieta no concordó con Romano y con la mayoría de sus compañeros fue cuando, en el marco de la conciliación obligatoria, les plantearon terminar la toma y abandonar la fábrica. “Algunos dijimos que había que seguir dando lucha desde adentro, para visibilidad y de hermandad, pero muchos dijeron que no, porque nos pedían un gesto de buena voluntad, cuando nos habían ofertado chirolas en plena toma que parecían un insulto”, marcó. Graciela y Daniel reconocieron que podrían haber sido “más malos y haber cortado calles como Figueroa, rutas como la 226, que íbamos a tener aval”. Pero quisieron que fuera lo menos violenta posible, aún cuando la tandilinguería desclasada les espetó comentarios como ‘vayan a laburar’, ‘agarren una pala’. Trato que reciben hasta estos días. “Escuchar esos comentarios es violento, más cuando estamos reclamando que queremos seguir trabajando”, afirmó Daniel, y agregó Graciela: “Ninguno va con ganas de pedir trabajo a la municipalidad”.

Hasta estos días, el gremio, con Romano a la cabeza, sigue siendo de los apoyos más fuertes de los ex trabajadores de Metalúrgica Tandil. Varios ex metalúrgicos y sus familias se acercaron a fines de junio a la sede de Montevideo y Rodríguez a por un hombro, una mano, ante el crítico contexto de meses sin conseguir empleo (estable o alguno siquiera). La UOM Tandil gestionó una reunión con el Ejecutivo local para que escuchara, de primera fuente, esa realidad desesperante, y aporte algún viso de solución. “Algunos no tienen para comer, otros están destrozados y se están enfermando porque no tienen trabajo”, informó el propio Romano.

Los cursos de capacitación ofrecidos por Renault (de gasista y electricista) están, han servido, pero trabajo no hay y la consultora Adecco, que prometió insertarlos laboralmente, no ha dado señales al respecto. “Los chicos están dispuestos a salir a cortar el pasto, a pintar, pero no hay trabajos”, insistió Romano en los medios. El 2 de julio tuvo lugar ese encuentro con el Ejecutivo: no con el Intendente (que estaba con Macri y Vidal en la inauguración mediática del anuncio de obras de la Ruta Nacional 3), sino con el secretario de Desarrollo Local, Raúl Moyano, y el director de Industria, Comercio, Servicios y Emprendedores, Mauricio Madarieta. Más allá de las ‘ayudas’ propuestas desde el Municipio, como el compromiso de reformular programas como el PromoJoven y ampliar la franja etárea, y conectarlos con empresas privadas “a un costo menor”, según estimó Moyano; el ofrecimiento de asistirlos en la compra de herramientas a quienes están con los cursos de capacitación; y el evaluar que tengan prioridad si surgen vacantes en lo público, la decepción volvió sobre los ex empleados de MT: “Nos falta el apoyo del Intendente. Desde que cerró la fábrica nunca hizo nada por nosotros”.

Empapelaron Tandil con currículums, en estaciones de servicio, supermercados, tarjetas de crédito, hasta el último kiosco de los confines del partido… pero no hay forma de conseguir empleo. “Necesitamos trabajar. Es lo que siempre reclamamos. No queremos que nos regalen nada”, aseguraron los ex operarios luego de la reunión. “Se habla de tomar gente en el municipio, pero a futuro, y el futuro para nosotros es hoy”, reclamaron. Trabajo no hay y parece complicado manifestárselo a los funcionarios del Municipio de Tandil, que se topan con la realidad al salir del palacio, pero no la logran ver tan claramente, tal como Madarieta dio a entender, al referirse a estos recientes ex metalúrgicos: «Son jóvenes, pero dicen que en la sociedad se complica para conseguir trabajo y, en algún grado, tienen razón«.

EL CIERRE Y SUS EFECTOS COLATERALES

Quienes conformaron la última camada de la ‘familia’ de Metalúrgica Tandil fueron obligados a abandonar la fábrica, no así su grupo de Whatsapp. Allí se comparten informaciones, pareceres, pedidos y lamentos de la realidad que viven. Entre casos complicados que atraviesan las y los laburantes, el de un joven que vivía con su mujer y su bebé, que había comprado un auto 0KM en MT y tuvo que vender el plan de esa compra e irse a vivir con sus padres, en una casa de dos habitaciones y superhabitada.

A la propia Graciela, finalizado el conflicto y depositada la indemnización en el banco, sus problemas con el stress le jugaron una pasada extrema que la dejó internada durante un mes: “Aunque no quieras, te afecta en algún lado, por sobre todo la mente”. Antes de divisarse las suspensiones, empezó a estudiar ‘ciencias de la computación’, para insertarse en el mercado laboral de la industria del software serrano: “Conseguí una entrevista en una empresa y me mandaron a formarme en algo específico. Estoy en eso, pero me está llevando mucho tiempo”. También hace fotografía de eventos y da clases particulares: desde hace meses, en ninguno de esos ámbitos le ha salido una mínima changa. Si bien les pagaron la indemnización (que incluía un 110%, tres salarios y 160 mil pesos de cobertura médica por un año), a Graciela no le reconocieron los cinco años trabajados en MeTan: “La plata, sin trabajo, se te va como agua, por más que la administres”. Se suman el stress de usarla a cuentagotas “por no saber hasta cuándo vas a vivir de eso” y gastos impensados. A la gran mayoría, esa plata se le ‘evaporó’ con la sola devaluación.

Mendieta estudia gasista matriculado. “Estamos a la deriva. Muy pocos compañeros tienen trabajo estable”, subrayó, y denunció la situación de quienes pisan los 40 años: “Para las empresas, ya son viejos y se tienen que reinventar”. Por estos sobrados motivos, se movilizaron para pedirle alguna solución al Municipio: “La situación es angustiante”. A estos trabajadores, las críticas que más hirientes (más agresivas que constructivas) han sido las provenientes de gente que los conoce: “Tienen que entender que estamos pidiendo trabajo, que es un derecho constitucional. No estamos pidiendo que nos regalen nada, ni una casa ni el sueldo”.

La incertidumbre, lejos de ser disfrutada como propuso el senador oficialista Esteban Bullrich, ha causado insomnio, nerviosismo y hasta problemas cardíacos en estos ex obreros. Angustia y ansiedad forman un combo explosivo: “Te la pasas pensando qué hacer, cómo… La ruedita en la cabeza no para y no te deja vivir”, explicó Graciela. Daniel aportó: “No tenemos estabilidad ni tranquilidad. Nos estamos reinventando y no es fácil. Si cuesta siendo joven y con secundario, imaginen para los que tienen 45 años y más”.

‘Estilo Chatarrero’ se lee en el frente del camión que acaba de salir de MT.

EPÍLOGOS INDESEABLES

Los operarios metalúrgicos siempre agradecieron a la ciudadanía de Tandil el acercarse, acompañar y defender su lucha: “Aparecían con paquetes de yerba. Nos ayudaron muchísimo, pero llegó un momento en que ya no podían, y no teníamos un mango”. Mendieta y Pereyra se emocionaron al recordar la marcha del 16 de octubre: “Dicen que fue una de las más grandes en la historia de Tandil. La gente salía a la vereda a aplaudir, a lo largo de toda la calle Rodríguez”. Jornadas de lucha en las que también participaron los ex empleados: “Parece trillado, pero es que Metalúrgica Tandil es una gran familia”. Una familia en la que, al ingresar, los obreros más experimentados oficiaban de ‘escuela’. Mendieta evocó el hincapié que le hicieron en seguridad: “Había sido el accidente de los tres compañeros del Horno 6 y el tema estaba a flor de piel. Te cuidaban mucho, desde los jefes hasta los compañeros, como una forma de expresarte cariño”.

Se escucha gente trabajando al interior de Metalúrgica, y no son los ecos allí guardados a lo largo de 70 años. Se divisa el andar de un clark amarillo. Son los operarios de Depósito Juncal, la empresa marplatense encargada del desguace. Minutos después, sale un camión, del que sobresalen hierros y chapas, ‘chatarras’ en el presente de un Tandil que supo ser feliz, con destino incierto hacia Mar del Plata. Sin tocar el techo, por estar cubierto de amianto (material tan contaminante como cancerígeno), durante cinco meses, de lunes a viernes, esos empleados estarán en la tarea del desmantelamiento durante diez horas por día.

Qué pregunta difícil”, alegaron Graciela y Daniel, cuando les preguntaron cómo ven la ciudad sin Metalúrgica. “Dicen que acá van a construir un shopping, un barrio… Trato de guardarlo en la retina”, indicó Mendieta, y añadió: “En octubre, está la posibilidad de revertir la situación. Ojalá vuelva un gobierno con ganas de que el pueblo esté bien”. Graciela sumó: “Y que reactive la industria. ¿Cómo se empieza una empresa como MT de cero? En poco tiempo, imposible”. Pereyra contó que, a poco de trabajar en la planta de fundición de Hierro, sus compañeros no entendían lo que significaba el cierre de Aluminio, de la que hoy sólo quedan algunas paredes: “Con el tiempo entendieron por qué estábamos tan mal por la decisión política de cerrar y llevarse todo de una fábrica como MeTan, que era muy desarrollada tecnológicamente, ‘limpia’ en lo ambiental, con investigación financiada por organismos internacionales”.

Graciela se lleva de Metalúrgica Tandil el aprendizaje, en su campo científico, del arte de la metalurgia: “Más allá del conocimiento científico que se debe tener, hay que saber trabajarlo”. También aprendió a ‘bajar’ la jerga sobre los procesos físicos, a modo de divulgación científica, a sus compañeros: “No se puede pasar cierto porcentaje de un aleante, no porque un cliente lo diga, sino porque en la estructura pasan cosas que afectan a la calidad del material. Así lo fueron entendiendo y se trabajó mucho mejor”. A propósito de la metalurgia como una de las primeras ciencias y artes de la humanidad, Pereyra indicó que un año antes del cierre, le encargaron un mural: “Representé a Hefesto, Dios griego de la Metalurgia, con un fondo de cosmos y el origen de la metalurgia, hasta el trabajo aplicado actual, donde se necesitan piezas de fundición para el progreso”. Quien supo ser la encargada del Laboratorio lamentó la pérdida de la metalurgia a nivel país y mundial: “Se pierde la mano de obra calificada. No formas a un metalúrgico en unos meses ni en unos años: es todo un desarrollo. Es más fácil formar científicos”.

Mural realizado por Graciela Pereyra, en 2017, en el interior de Metalúrgica Tandil. (Foto: Liliana Torres)

A las generaciones futuras les llegarán ecos de lo que fue Metalúrgica Tandil. “Que la recuerden como el ícono que fue, y por la lucha de muchos obreros que la quisieron mantener en pie”, concluyó Mendieta, y les pidió a quienes vendrán: “Cuestiónenlo todo. Sean rebeldes y mejoren lo que está mal. No permitan estos gobiernos que destrozan y cambian la vida de la noche a la mañana”. Pereyra destacó el carácter pacífico de la lucha y el hecho de que, durante la toma, se invitó a la sociedad tandilera a conocer por dentro las instalaciones de la fábrica fundada por emprendedores como Santiago Selvetti, Fernando Monsalve, Francisco Erausquin y Germán García en 1948: “Si uno no trabajaba acá, era imposible pasar. Mucha gente así dio cuenta de lo que era y significaba realmente este ‘monstruo’ que se ve desde la calle”. Para finalizar, Pereyra subrayó: “Lo intentamos todo, no quedó una idea sin hacer para que Metalúrgica Tandil no cerrara”.

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Para 2020, otra empresa se encargará del desarme de galpones, talleres, oficinas, para encaminarse hacia el cierre definitivo. Se indicó con precisión qué va a desguace y qué debe preservarse, por ser parte de lo que se vendió en marzo último (vía Global Remates), por traspasarse al interior del grupo Renault, o por conservar algún valor. Parte de lo vendido fue adquirido por otras firmas metalúrgicas, en actividad algunas y otras prontas a producir.

En el monitoreo del desguace de Metalúrgica Tandil sí está presente el Municipio de Tandil, a través de la Dirección de Medioambiente. Está enfocado enérgicamente en la remediación del pasivo ambiental que deja la fábrica en sus terrenos, para que el Ejecutivo lo encuadre en una Zona Especial de Interés Urbanístico (ZEIU), y reservarse así su intervención ante la presentación de algún proyecto inmobiliario. Ya lo declaró Raúl Moyano, secretario de Desarrollo Local: “La determinación del pasivo ambiental se basa en el posible uso comercial o de construcción de viviendas”. Negocio inmobiliario que fue denunciado en el marco de la lucha por evitar el cierre de MT, y fue señalado como explicación de la aparente ‘inacción’ de la gestión radical de cara a la defensa de esa fuente de trabajo histórica de la industria de Tandil.

Mientras tanto, en Tandil, dos fábricas redujeron los turnos de trabajo a cuatro horas y afectó a 19 empleados. Interviene el Ministerio de Trabajo provincial. El Municipio está al tanto, porque el secretario general de la UOM Tandil acercó notas a la Secretaría de Desarrollo Local (a cargo de Raúl Moyano) para tramitar una ayuda para esos obreros. Esa respuesta brilla por su ausencia.

A nivel nacional, la industria metalúrgica es de las más afectadas. Se calculan más de 20 mil trabajadores suspendidos. Las pymes que aún resisten están ahogadas por los tarifazos, la prisión fiscal y la caída del consumo. Ya en el último abril, la capacidad instalada se redujo al 37,6%. La Unión Obrera Metalúrgica exige con urgencia declarar la ‘Emergencia’ para el sector. En estos cuatro años, la UOM perdió casi 60 mil puestos de trabajo.

Cuando se terminó de teclear esta nota, a la carpeta de ‘Correo No Deseado’ llegó un mail de Renault Argentina, con promoción de bonificaciones “únicas e irrepetibles”, “facilidades cuando nadie te la hace fácil” (SIC). Paradojas y cinismo del empresariado que digita vaciamientos a miles de kilómetros de sus consecuencias, sin importarle en lo más mínimo la historia ni la raigambre de la fábrica de la que supieron hacerse, y menos aún el futuro incierto de sus ex empleados; y de cierta dirigencia política cómplice, al encontrarse a ambos lados del mostrador. Otro despliegue más de maldad insolente…

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