¿Te acordás del C.U.D.O.?

Entre noviembre de 1978 y fines de 1990, la esquina de Lamadrid y Gral. Paz, de Olavarría, fue el lugar de encuentro cotidiano de los estudiantes secundarios, terciarios y universitarios que cursaban en la ciudad. Se llamó “Club Universitario de Olavarría”, pero fue conocido familiarmente como “C.U.D.O.”. En su breve vida, trazó una historia que merece ser contada para los que no la vivieron o ignoran su existencia.

Preparando guirnaldas para el baile de la primavera.

En dictadura, los centros de estudiantes no estaban bien vistos, por lo que se constituyó como “club”, con la finalidad explícita de “reunir a los estudiantes universitarios para participar en la vida social, cultural y deportiva de Olavarría”. Aunque no era una agrupación gremial, la discusión acalorada en sus mesas fue tanto el origen de muchas movidas políticas durante la recuperación democrática, como de amistades y amores. Fue, sin querer y sin proponérselo, un espacio de resistencia, de encuentro y convivencia entre estudiantes de distintas carreras.

Donde hoy existe un moderno edificio en el que funciona el correo y un polirrubro, se estudiaba, comía, charlaba, y también estuvo la primera fotocopiadora de Ingeniería. En ese salón que estaba abierto de la mañana a la noche, había kiosko y cantina con TV por cable, guitarra, diarios y revistas, cancha de ping pong y de voley en el patio. Por las noches, se sucedían torneos de truco, recitales, funciones de teatro y, a veces, unos bailes fenomenales. Para muchos de sus habitués, fue la mejor época de su vida.

El patio del CUDO.

Y cuando una video y un TV color costaban lo mismo que un auto chico, en el CUDO había “videocasetera libre”. Eso significaba que aquel que quería ver una película, la alquilaba en el videoclub y la veía solo o con amigos, en horarios tan bizarros para la cinefilia como las 11 de la mañana o las dos de la tarde.

El CUDO también daba contención a los estudiantes que venían de otras ciudades y que no tenían estufa ni espacio en las piecitas que alquilaban para juntarse a estudiar, o no podían gastar una consumición en un bar para juntarse. Había una sala de estudio con luz, mesas grandes y calefacción en el invierno para quedarse leyendo apuntes o ver el partido. Por eso mismo, también encontraban su lugar los que andaban de marcha y terminaban parando allí, porque se comía barato a la noche. Incluso, en algún momento, se pensó en hacer una disco en su pequeño sótano…

El grupo vocal «Añoranza» también tocó en el CUDO

El núcleo “duro” del CUDO eran estudiantes de la Facultad de Ingeniería, que pasaban los veranos haciendo con sus manos las reformas edilicias necesarias. Al principio, fueron remisos a que estudiantes del Instituto Superior de Formación Docente (básicamente Educación Física) o Ciencias Sociales formaran parte de la Comisión Directiva, pero con el trato continuo de organizar fiestas juntos quedó claro que todos tiraban para el mismo lado.

La banda «44 segundos» tocando en el salón del CUDO.

En octubre de 1990, y luego de una batalla campal ocurrida durante un recital en el que, según cuentan las reconstrucciones orales posteriores, no se contrató la seguridad adecuada, las dueñas del local decidieron concluir el préstamo. Entonces, un territorio compartido para los estudiantes de Ingeniería, los terciarios, Educación Física, Trabajo social y una naciente Facultad de Ciencias Sociales, se quedó sin corazón, y quizás esas culturas diferentes no volvieron a encontrarse nuevamente de un modo tan productivo como en ese lugar.

Recoger la memoria de las historias que sucedieron ahí, significa empezar a recuperar una leyenda chiquita, que sin embargo tiene lugar permanente en el corazón de los que pasaron por ese edificio. Amistades, amores, momentos inolvidables… Anécdotas que muchos guardan en el alma y que pueden participar en textos, o en fotos que muestran a todos más jóvenes.

Para la confección de esta nota varias fotos las aportó Gabriela Guenzatti, quien fue la primera presidenta del CUDO, y también brindó su testimonio acerca de los comienzos: «El evento más importante que organizamos fue recuperar el baile de la primavera para los estudiantes secundarios. Conseguimos el gimnasio de Estudiantes y junto a los estudiantes de La Plata nos largamos a la gran aventura. Semanas de noches haciendo guirnaldas e inflando globos, pensando cómo íbamos a poner el guardarropas (que no alcanzó ni para la mitad de los que asistieron a esa mega fiesta), y finalmente un 21 de setiembre se hizo y fue un gran éxito. Tanto fue lo que recaudamos que pudimos comprar una fotocopiadora e instalarla en la Universidad y así evitamos a muchos la molestia de ir al centro a sacar fotocopias. Y también pusimos un kiosco!!! Con una heladera usada que era rosa!! » 

Su relato continúa con detalles acerca del trabajo en la casa: «Agrego al relato de Jorge que la casa la recibimos inundada y destruida (como todo en Olavarría después de la inundación), y nos pasamos tardes y noches enteras recuperando lugarcitos para poder tener un lugar para los estudiantes.  Claro que, además de trabajar como burros teníamos nuestra recompensa, partidos interminables de ping pong, truco y tute. Asados multitudinarios, cualquier evento era bueno para juntar unos pesos.»

El recuerdo de Gabriela también es una postura acerca de rol político que jugó el CUDO en la formación política de muchos: «Los que me conocen y vivieron esa etapa de mi vida, Marcela Cuniolo, Marcelo Marchioni, Susana Bairo, Jorge Daniel Bonavetti, Silvia Blando, Marcela Lagleyze, Alberto Di Martino, Graciela Dominguez y seguro que me olvido de muchos, saben que fue un momento especial de nuestras vidas. Mi primer acercamiento a la «política» cuando no se podía hacer política. Unos cuantos jóvenes idealistas y solidarios que gracias a unas buenas señoras que nos prestaban esa casona (no pagamos alquiler) pudimos aportar nuestro granito de arena.»

El relato de la entonces estudiante de ingeniería concluye con un emocionado recuerdo de la actividad en esos años: «Hicimos mucho, muchísimo en años en que era muy difícil hacer cosas. También sufrimos el desprecio de los que entraron a la política en el 83 con la democracia que nos tildaron de «colaboracionistas» con los milicos. Nada más lejos de eso. Y tuvimos que pelearla y mucho para poder quedarnos con ese espacio. No hacíamos política porque no podíamos, es más, de ese grupo de jóvenes hoy hay radicales, cambiemos, peronistas, kirchneristas, socialistas. Lo que nos unió en ese momento eran las ganas de hacer cosas por los otros.»

Quienes tengan recuerdos para compartir, pueden enviarlos a miradasdelcentro@gmail.com . Y si desean rescatar ese espacio, también pueden escribir imaginando cómo sería el CUDO del siglo XXI.

 

Audio de la obra de teatro «La Patagonia Olvidada»… Así era la atmósfera sonora del CUDO:

 

Crónica histórica cantada de Osvaldo Gómez, con Daniel Alcoleas, Ruben Petricio y Osvaldo Gómez, puesta en escena de Carlos Massolo, grabada en cassete por Marcelo Perhuil durante una presentación en el Club Universitario de Olavarría (CUDO) a mediados de los 80s. Publicarlo aquí en exclusiva es un mínimo homenaje a un emocionante trabajo, de necesario rescate del olvido…  Se relatan los hechos referidos a la huelga obrera en Santa Cruz en los años 1920 y 1921, que culminan con la matanza de 1500 obreros. Osvaldo Bayer la rescató como algo auténtico y agradeció al autor haber utilizado con tanta nobleza sus investigaciones y las de otros.