¿Te acordas del club de ajedrez «4 Caballos»?

En Olavarría una vez existió una monarquía cuyos cargos se decidían por sorteo. Fue en la década del setenta, cuando varios jóvenes ajedrecistas locales cansados que no los aceptaran en ningún club, crearon el propio. Lo llamaron «4 Caballos», y por varios años ganaron todos los premios del ajedrez local en una historia que merece ser contada.

Aunque no goce de gran prensa, el ajedrez es uno de los deportes más practicados del mundo, pero como no genera consumo no tiene apoyo de grandes industrias. O sea, al decir de los cultores, es muy popular pero no mueve dinero, pues «con un tablero tenes todo lo necesario«. En Olavarría siempre ha tenido mucho auge, y existe desde hace muchos años la Federación de Ajedrez de Olavarría, que organiza diversos torneos locales y participa en otros a nivel nacional.

El ajedrez tuvo gran impacto a partir del match entre Fischer y Petrosian que se jugó en el teatro Municipal General San Martín de Buenos Aires entre Septiembre y Octubre de 1971, en tanto en encuentro entre Fischer y Spassky jugado en Reikiavik (Islandia), que definió el Campeonato Mundial de Ajedrez de 1972 -conocido como el Match del Siglo- generó un boom tal que terminó por imponer el deporte ciencia a nivel mundial. La victoria de Fischer también acabó con el reinado soviético de 24 años del Campeonato.

Por entonces, en la ciudad se jugaban tres tipos de torneos: los oficiales de cada categoría (Primera, Segunda, Tercera y Novicios), que se realizaban una vez por año, y servían para ascender, quedarse o descender de la categoría que tuviera cada uno, los torneos abiertos, donde podía jugar cualquiera que estuviera dispuesto a pagar la inscripción, que no era demasiado barata, y los más interesantes de todos: los torneos por equipos, en los que intervenían los jugadores afiliados a los clubes de ajedrez, en representación de ellos.

Cada club ya tenía por entonces sus propios jugadores, y varios jóvenes que no eran aceptados en ninguno y se sentían rechazados por quienes consideraban carcamanes aferrados al tablero, se reunieron informalmente una noche de fines del verano de 1974 en casa de Pablo Amendola y decidieron fundar su propio club de ajedrez. Así nació «Cuatro Caballos», que sería el mayor club de ajedrez de la ciudad.

Luego de elegido el nombre, y en una demostración clara de pragmatismo, decidieron elegir a las primeras autoridades por sorteo durante un asado: escribieron cada uno de los cargos en papelitos, los arrollaron y los metieron en una caja. Después hicieron lo mismo con sus nombres que fueron a otra caja. Por último, un integrante del club, con los ojos vendados, fue sacando un papelito de cada caja, y así quedó conformada la primera Comisión Directiva del club.

El primer Presidente fue Gabriel Bertolini, e inmediatamente de conformada la Comisión, debían informar de la creación del club a la Federación de Ajedrez local. Pero a esto también le dieron un giro chacotero: Decidieron terminar con la caduca democracia burguesa y autodesignarse como monarquía, y en el párrafo dedicado a los distintos cargos, expusieron que les había parecido más adecuado adoptar un régimen monárquico, en lugar del republicano. No tendrían Presidente, sino Rey, por lo que, en las notas que les remitiera la Federación, debía dirigirse a él como “Su Alteza Gabriel I». Y seguía la lista de todos los puestos, desde Consejeros Reales hasta Bufón y verdugo oficial -una chica de 15 años-, sin omitir el de Embajador ante la Federación. Lograron escandalizarlos.

Fueron citados a una reunión, donde era obvio que no lograban decidirse entre reírse de ellos o sacarlos a patadas. De todos modos, como no lograron refutar el simple argumento: “Uds. Eligieron su sistema, y nosotros lo respetamos. Entonces, ustedes respeten el nuestro”. -Pero… ¿Le vamos a tener que decir “Su Alteza”?. «Sólo en las comunicaciones formales; en el trato cotidiano pueden seguir llamándolo Gabriel, como hasta ahora.» Y la cosa siguió un rato, hasta terminar con la aceptación del club en la Federación de Ajedrez. Eran chicos de pelo largo, ideas nuevas, y amaban jugar al ajedrez.

Fue el comienzo de una larga y feliz aventura: desde ese momento, y hasta 1981, intervinieron en infinidad de torneos, y con el tiempo los ganaron todos. Pero no fue tan simple. Antes tuvieron que abocarse muy seriamente a estudiar, lo que hacían en el “galponcito del fondo” de la casa de los padres de uno de ellos, donde aprovechando una mesa grande y unos bancos largos pudieron reunirse para discutir en cualquier horario, sin molestar a nadie. Pero al principio eran unos kelpers, dado que los torneos de categorías ya se habían jugado, y en los interclubes ni se daban por enterados de su existencia, por lo que decidieron organizar un torneo interclubes ellos mismos, e invitar a los demás, como única manera de intercambiar jaques y fianchettos. Cuatro clubes aceptaron la invitación para un torneo que tuvo algunos problemas de organización -porque eran tan pocos que debían levantarse en mitad de un juego para resolver cuestiones de organización- y del que salieron cuartos. Pero de ahí en adelante, los invitaron a todos los torneos…

El flamante club, que no cobraba ningún tipo de cuota societaria, ni afiliación, ni exigía condiciones difíciles lo que producía que muchos se afiliaban inmediatamente. A los nuevos miembros les atraía la posibilidad de recibir clases del juego, y el ambiente más distendido que el de otros clubes. En esa época, los clubes de ajedrez contaban, como mucho, con 9 o 10 integrantes, pero «Cuatro Caballos» creció pronto hasta contar con más de 90 jugadores. En ese camino, el crecimiento fue colectivo, y esa era era la base de «Cuatro Caballos». Así, se agregaron diversos proyectos y logros. Uno fue la edición de una revista, que tuvo muy buena acogida en el ambiente. Otro, la realización de un sistema de ranking, que terminó siendo aprobado y adoptado por la Federación Argentina de Ajedrez, lo que significó un logro importantísimo para un grupo de gente tan joven.

El traspié que los alejó de las luchas políticas al interior de la Federación fue la imposibilidad, a fines de los setenta, de conformar la Comisión Directiva. Los integrantes de «4 Caballos» sostenían que la designación no podía hacerse «a dedo», sino que correspondía que los elegidos fueran realmente los mejores jugadores, y para ello habían desarrollado el sistema de ranking. Como se consideraban los mejores jugadores de la ciudad, entendieron que -ante la renuncia de la Comisión Directiva- debían reemplazarlos.

Sin embargo les esperaba una trampa: le propusieron a los seis jugadores mejor rankeados del club, representar a la ciudad en el Torneo Argentino por equipos, que se iba a desarrollar en Pergamino con el argumento de que si bien había en la ciudad no menos de diez jugadores con mayor puntaje que ellos, no podían viajar por cuestiones laborales o familiares. Se fueron a Pergamino y entretanto, como casualmente la elección de las nuevas autoridades de la Federación se iba a realizar en esa fecha, según cuentan la votación fue amañada de tal modo que terminó en empate, y el desempate lo dio el representante de mayor edad. Que no los benefició. A la vuelta del Torneo -en el que habían quedado últimos- y luego de enterarse de las elecciones, decidieron no meterse más en ese baile para dedicarnos sólo a lo que les gustaba, que era jugar.

El final de este club fue coincidente con la despedida de la juventud. Los integrantes fueron terminando el secundario, y muchos emigraron a universidades lejanas, otros empezaron a trabajar, muchos se casaron, y poco a poco el club se fue despoblando. Por supuesto, cuando los que habían emigrado volví a visitar a los parientes, solían reencontrarse en la confitería del Hotel Savoy para repetir esas noches de ajedrez rápido, pero paulatinamente también eso se fue perdiendo porque cada uno tenía su propia vida, sus preocupaciones y proyectos en mente. Todo menos tiempo libre

De esta experiencia solamente quedan recuerdos dispersos. Pero en lo que sus integrantes coinciden es que comprobaron que en un juego individual, a partir de la unión todos mejoran. Y mientras la experiencia duró todos se convirtieron en mejores jugadores: Todos ascendieron a primera categoría inmediatamente, a partir de la motivación, la educación, la mística que compartían. Del mismo modo, cuando el club terminó, muy pocos siguieron jugando seriamente.

Un recuerdo a quienes fueron los primeros integrantes del inolvidable club «4 Caballos»: Pablo, Eduardo Ayestarán, Gabriel Bertolini, G. Burgeois, Julio Cáceres, el «huevo» Camplone, Raúl Garay, Gabriel Iglesias (el turco), Daniel Pianciola, Daniel Puertas (el negro), Daniel Santellan (el cabezón), Juan Álvarez y Daniel Vieira. Se agradece la información suministrada por Daniel Puertas y Juan Álvarez en la producción de esta nota.