¿Te acordas del experimento de Zoonosis Azul?

 A fines de los ochenta se realizó en Azul un experimento digno de ciencia ficción: Inocularon 20 vacas con el virus de la viruela recombinado con el de la rabia en el Centro Panamericano de Zoonosis. Se buscaba generar una vacuna para ambas enfermedades. Pero la prueba fue en secreto y a cielo abierto, se hizo tener contacto a algunos trabajadores con los animales y la leche de esas vacas se vendió a la comunidad. Todo se tapó y olvidó con el tiempo, pero es una historia que merece ser contada.

En la investigación estuvieron involucrados la Organización Panamericana de la Salud (OPS) a través del Centro Panamericano de Zoonosis de Argentina (CEPANZO) y el prestigioso Instituto Wistar de Filadelfia, el más antiguo en investigación biomédica de Estados Unidos. Buscaban una vacuna contra la rabia que fuera producida de la misma manera que la de la viruela, a la que llamaron vaccinia-rabia. Pero no contemplaron el peligro de liberar al medio ambiente una modificación de la rabia que se contagiara del mismo modo que la viruela. O sea estuvieron a poco de producir el ambiente apto para un apocalipsis zombie (vacuno, claro) en las pampas. Escenario que quizás continua repercutiendo en enfermedades que aparecen actualmente sin explicación ni control en la zona.

El experimento realizado en 1986 fue clandestino y no autorizado. Intervinieron los laboratorios Merieux de Francia y el instituto Wistar de EEUU. En una época en los albores de la investigación con transgénicos, insertaron el gen de rabia en el ADN del virus de la viruela para luego probar su poder inmunizante sin inactivarlo, de modo que se pudiera multiplicar entre la población expuesta. La idea era distribuirlo en cebos que fueran consumidos por la fauna silvestre y de esa manera se les inmunizara contra la rabia.

Sin autorización del Servicio Nacional de Sanidad Animal argentino se decidió probar a campo en nuestro país la efectividad contra la rabia de una vacuna recombinante a virus activo genéticamente modificado, que se llamó vaccinia-rabia, a sabiendas que el virus variólico modificado era un agente exótico potencialmente peligroso. En realidad la agenda secreta del experimento era estudiar el mecanismo y la facilidad de contagio de la enfermedad. Por eso se prepararon grupos “testigo” de vacunos, algunos de los cuales fueron inoculados con el nuevo virus para observar su evolución, mientras otros no, algunos de estos últimos en contacto directo con los primeros y otros aislados.

Pero la cosa no terminaba allí: durante el proceso, se ordenó a un grupo de empleados ordeñar a esos animales, y la leche obtenida se suministró a otro grupo de empleados —ninguno de los cuales, en ningún momento, supo que era parte del experimento— y el sobrante se comercializó en la ciudad.

Todo salió a la luz cuando el investigador argentino Mauricio Seigelchifer que estaba becado en el Instituto Wistar difundió lo que se estaba haciendo en Azul. La prensa internacional difundió las pruebas en el CEPANZO, y la historia llegó hasta a la primera plana del New York Times. Seigelchifer fue despedido de Wistar, y en Buenos Aires el Ministerio de Salud de la provincia armó una Comisión investigadora para seguir el caso. Su informe fue lapidario: “El experimento se está realizando en condiciones de seguridad inaceptables para todos los participantes y de riesgo de diseminación de un virus recombinante desconocido en la naturaleza”, decía, en tanto recomendaba medidas urgentes. El ensayo se detuvo inmediatamente, y las vacas utilizadas en la experiencia fueron sacrificadas y enterradas bajo 1600 kilos de cal viva.

Seigelchifer seguiría otros caminos: a fines de los 90 pegó el salto desde la investigación y la academia al emprendimiento propio, y fue socio fundador de PharmADN, un laboratorio de biotecnología que fabrica anticuerpos monoclonales para medicamentos oncológicos y enfermedades autoinmunes, tema relacionado con el hallazgo de César Milstein, premio Nobel de Medicina, en 1984.

Los integrantes de la APDH Olavarría se enteraron del tema y, sin otro interlocutor identificado pidieron explicaciones al director del INTA local, quien ni siquiera se dignó responder.

Con el tiempo, el experimento de Azul moriría en el olvido. Y como ultimo acto de una obra macabra se desataron los cabos sueltos: Descongelaron los sueros de las vacas en los que se debían buscar los anticuerpos contra la rabia, se mezclaron los rótulos de las muestras y en 1990 toda la documentación sobre el caso desapareció misteriosamente de la caja fuerte del Ministerio de Salud y Acción Social de la Nación, según una investigación periodística de los noventa de Mauro Federico (El medico del Conurbano) y Miguel Bonasso (Pagina 12).

De todo ello queda la duda acerca de lo que sucedió con el virus, los animales que estuvieron en contacto con este ganado, los terneros que estas vacas lecheras tenían al pie, así como qué pasó con los ordeñadores que contrajeron el virus o como sus familias, que durante meses consumieron la leche de esas vacas.

En 2002 intrigó a la región el misterio de las mutilaciones al ganado vacuno, que la ciencia relacionó con una muerte natural sumada a la obra del ratón hocicudo rojizo, explicación que no convenció a renombrados investigadores de los fenomenos paranormales. Ellos no se olvidaban de lo ocurrido en Zoonosis Azul.

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En otra oportunidad, más de 100 personas fueron afectadas por una “enfermedad vírica de origen desconocido”, en la zona de Chillar, en el mismo partido de Azul. Según los primeros informes médicos, la enfermedad se trasmitía rápidamente de persona a persona. El Ministerio de Salud de la provincia envió dos especialistas, que tomaron muestras y confirmaron que se trataba de una enfermedad desconocida y altamente contagiosa, al punto que los dos profesionales se contagiaron sólo 12 horas después de haber evaluado los primeros pacientes. Sin embargo, como la evolución de todos los enfermos fue óptima, y ningún caso era de gravedad, las autoridades minimizaron los riesgos. Nada mas se investigó acerca de la extraña afección.

El peligroso experimento de Zoonosis Azul fue tapado por el olvido. Pero quizás sus consecuencias esperan dormidas para estallar en cualquier momento en que se den determinados factores para formar la tormenta perfecta. La caja de pandora de la manipulación genética es un camino sin retorno, y posiblemente ya haya sido tomado.