Crónicas barriales

Hace aproximadamente dos años, me convocaron desde ‘La casa de acción política y cultural  La Higuera’ y Radio Universidad FM 90.1 para ser la voz de un proyecto radial que  tenía, como protagonistas a las y los vecinxs de los barrios de Olavarría. “Territorio de Vecinos” busca visibilizar las realidades de los barrios, desde la perspectiva de sus habitantes.

(por Ornella Candia)

Pero no sólo se trata de trabajo. Para mí, fue inédito reconocerme en las historias que me contaban: muchas veces las sentí propias. Fueron varios los relatos que me identificaron a lo largo de mi recorrido. En un momento, me cayó la ficha: Soy una más. Desde mi infancia, vivo en un barrio periférico de la ciudad y mis padres son laburantes. Durante muchos años, mi viejo tenía su oficio y mi mamá fue empleada doméstica; con mucho esfuerzo, pudieron poner un almacén en el barrio. Vi crecer el barrio con los planes del PROCREAR, como muchos vecinos lo vieron en sus zonas. Sé lo que es no tener agua corriente; que se rebalse el pozo del baño cuando llueve; en los inviernos, salir a cortar leña para la salamandra e ir a los lugares con olor a humo; tener que ir a la escuela embarrada por no tener asfalto. Hasta no hace mucho tiempo me pasaba: muchas veces, me tocó llegar a la Facultad un poco embarrada porque con la bici me salpicaba.

Reconocerse en el barrio

No sólo soy la primera generación en mi familia que accede a la Universidad Pública: soy unas de las pocas del barrio que tuvo esta oportunidad. Por esto, me atrevo a escribir esta nota en primera persona, algo poco usual en el campo, pero considero que mis recorridos y experiencias en los barrios me lo permiten, ya que los pies en el barro fueron los míos y llevo con gusto ese peso en los tobillos.

Recorrí todos los barrios de la ciudad y accedimos a las localidades. Visité barrios periféricos de la ciudad, en los que el reclamo por la ausencia del Estado es una constante. He hablado con referentes sociales, con quienes tienen un compromiso barrial y social; con quienes se involucran y se organizan con sus pares por el bien del barrio, por mejoras en la infraestructura y especialmente por el acceso a los servicios públicos, por otras problemáticas que los aquejan y por soluciones a necesidades básicas que surgen en el cotidiano.

Es frecuente encontrarse con una población de jóvenes, adultos, familias con hijos de corta edad (la mayoría más de dos), con familias de madres solteras y jefas del hogar. En estas zonas, predominan oficios como la albañilería, los camioneros, los talleres mecánicos. Sin embargo, en su mayoría, las mujeres trabajan de empleadas o amas de casa.

En estos barrios, siempre está el grupito de los denominados (incluso así se autoidentifican) “pibes de la esquina”. Estigmatizados y discriminados por la sociedad, algunos tienen problemas con las drogas, no encuentran empleo, o no se los dan por “portación de cara o de apellido”. Son quienes no les sobran las oportunidades o, directamente, no las tienen. Son etiquetados por los vecinos, por las asistentes sociales, por los referentes sociales, como “los grupos de riesgo”.

La organización es clave

Es esencial y destacable el poder de organización que existe en el vecindario. Ante una necesidad, una preocupación o alguna problemática, lo normal es que se agrupen, y se solidaricen, para sacar adelante a las familias y al barrio. En estos últimos meses, los y las vecinas coinciden en que la crisis los está golpeando muy duro. Muchos se encuentran desempleados, en negro, no logran conseguir trabajos fijos, y son jornaleros o “changarines”.

Hay barrios periféricos que se encuentran más ‘desprotegidos’ o ‘castigados’ que otros. La organización de los vecinos es la clave para ‘salir adelante’. Son las sociedades de fomento, las juntas vecinales o grupos de amigos, sencillamente, que se juntan para ayudar al otro, a quien tienen al lado. Son los que se esfuerzan por achicar un poco la grieta social de la desigualdad y reclamar por sus derechos a un Estado que no los está garantizando.

Las organizaciones barriales son las que se ocupan de hacer talleres recreativos, culturales y hasta de oficio. Son los que se ocupan y preocupan, por ejemplo, de las y los jóvenes que se encuentran sin empleo o no han podido terminar el secundario. Crean espacios para las mujeres y jóvenes, procuran enfrentar la alta tasa de embarazos adolescentes y las violencias de género; realzar el autoestima y brindarles herramientas para el empoderamiento. Surge la preocupación por el analfabetismo, la indocumentación y la venta de droga a plena luz del día. La droga transita en algunos barrios como ‘moneda corriente’, teniendo en cuenta las consecuencias de su consumo, los enfrentamientos entre ‘barritas’, que, en los últimos tiempos, han terminado con jóvenes gravemente heridos y hasta con la muerte de algunos de ellos.

La seguridad se construye con pertenencia al barrio

Sobre la inseguridad, un tema que se encuentra en boca de todos y todas, la mayoría de los vecinos coinciden en que “la inseguridad está en todos los barrios”; exigen “más presencia policial”; “No podemos vivir con tanta inseguridad, aunque a mí, gracias a Dios, nunca me pasó nada” comentan otros. Cuando hablan de la inseguridad, se refieren a actos de hurto: “No podemos dejar nada en el cordel o en el patio”. Sin embargo, cuando tienen que señalar lo positivo o las fortalezas del barrio, hacen referencia a la tranquilidad que les da la pertenencia, porque “el barrio es tranquilo”. Entonces, ¿qué es la inseguridad? ¿Hay realmente inseguridad? ¿O es una sensación producida por los medios de comunicación?

Los más comprometidos con las problemáticas sociales entienden que con inclusión y educación se puede llegar a buen puerto; que aquellos que no han seguido por ‘el buen camino’ son víctimas de un sistema perverso en donde prima la desigualdad. Una desigualdad que afecta desde la infancia (cuando no hay un un plato de comida en la mesa)  hasta la contención y apoyo logístico y moral que puede encontrarse dentro del trabajo en equipo, como en el deporte, una batucada, o docentes con vocación y paciencia.

Una esquina. Una plaza. Un equipo de fútbol y patear la pelota con amigos. La murga. El apoyo escolar en la sociedad de fomento. Las calles del barrio. Todo eso y más genera sentido de pertenencia.

Las actividades en el barrio tenían por objetivo la recreación, ayudar a los pibes y pibas a pasar el tiempo, a contenerlos y enseñarles valores y hasta oficios. Últimamente, se ha sumado la tarea de brindar un plato de comida. Ya no se acercan por un apoyo escolar, o a realizar otras actividades: se acercan a comer. En muchos barrios, el incremento de merenderos y comedores es notable. Algunos son organizados por fomentistas; muchos otros surgen por inquietudes personales, otros tantos por grupos de amigos y amigas que sienten la desprotección. En los testimonios recolectados para Territorio de Vecinos, se destacan comentarios del estilo “en estos días se ve hambre”. Algunos de los comedores reciben el apoyo del municipio, pero una gran cantidad se sustenta por donaciones.

Las obras en el barrio

Otra de las inquietudes de muchos vecinos tiene que ver con la llegada del asfalto. Si bien se pavimentó en diversos barrios de la periferia, durante gestiones anteriores, muchos debieron recurrir a los reclamos. Ante la falta de respuestas, tomaron medidas más intensas, como el corte de calle, el corte de vías, hasta la quema de neumáticos. Sus reclamos siempre fueron legítimos, entendibles: es cuestión de ponerse en el lugar de esos vecinos  a los que cuando llueve, el barro no les permite salir de sus casas. Sus vehículos se encajan; los chicos tienen que ir a la escuela y llegan hasta la parada del colectivo o hasta la institución con los pies mojados con los que permanecen así durante las 4 o 5 horas de clases. Se torna complicada la cotidianidad cuando las calles de tierra no están en buen estado, sin olvidarnos de los pozos que las vuelven intransitables.

La falta de cloacas atraviesa a la ciudad completa. Involucra a barrios con asfalto y sin él, periféricos o residenciales. Es característico de la ciudad primero hacer el asfalto y luego romper todo para instalar las cloacas. La ausencia de cloacas hace que la gente conviva con pozos de baño que, ante la primer llovizna, tienden a rebalsar. Esto afecta a la salud de las personas. Pozos que se rebalsan cuando se llenan o cuando llueve. Otro de los servicios que se relaciona directamente con la salud es el agua de red. Servicio que ha llegado a la mayoría de los barrios pero que aún falta extender la red a las zonas más periféricas. Todo eso sigue siendo un reclamo constante.

Nota final en mi cuaderno

Son muchas las anécdotas que me quedan de mis recorridos y de las charlas con los protagonistas de los barrios. Sin embargo, no puedo dejar de resaltar lo que para mí es la clave de todo barrio: la solidaridad, el poder de organización que existe entre los vecinos cuando surgen diversas inquietudes, problemáticas y, sobre todo, necesidades. Solidaridad que le da ‘vida’ a los barrios, a través de eventos culturales, deportivos. Las manifestaciones culturales y las intervenciones en el barrio van desde la apropiación de los espacios públicos, verdes, los fines de semana; los torneos organizados por escuelitas de fútbol; fiestas del Día del Niño; o muestras de las actividades que hacen en los talleres, murgas y batucadas barriales, y ferias.

El barrio es un espacio de pertenencia. Es parte de la identidad de cada uno de sus habitantes. Puede haber similitudes y diferencias entre uno y otro territorio, pero los caracteriza la común-unión que se sufre, se festeja, se crea y se vive en comunidad.