Identidad y patrimonio, a cambio de café y alfajores

Aunque en tono de broma (y no por ello menos cierto), un conocido comunicador de la todavía Ciudad de las Sierras lanzó: “A Lunghi le dicen Rosario Central… porque su enemigo está en el Parque Independencia”. La gestión lunghista ha arremetido contra todo el cerro, al convertirlo en objeto de concesiones que se apropian del espacio público y que, para colmo de males, ‘refaccionan’ símbolos de Tandil de manera irreversible: la cima (terraza incluida) a la firma de alfajores 1823; y la zona del Anfiteatro a los empresarios que integran la Denominación de Origen Tandil, que desparramaron polvo de piedra hasta casi convertir esa área en una nueva plaza seca.

Reabrió el Morisco. Los tandilenses recuperamos uno de nuestros principales miradores. Luego de terminada la primera etapa de las obras comprometidas por el concesionario con el Municipio, ayer se realizó la inauguración”. Así reza lo publicado en la página de Facebook de ADNTandil, el 13 de enero último. Que “los tandilenses recuperamos uno de nuestros principales miradores” hace ruido. Queda la pregunta en el aire: ¿en qué momento lo habíamos perdido? ¿Lo habíamos perdido? ¿Quiénes?

No contentos con las reformas al interior del conocido Castillo Morisco (con demasiado blanco y luces, que con tanto reflejo no permiten contemplar a la ciudad desde esa altura… como siempre se hizo), los empresarios de 1823 Alfajores de Tandil (Daniel Pastor e hijos, que presentaron su oferta como MACAEL S.A.), los nuevos concesionarios, se ‘animaron’ a más… y evidentemente, les dejaron dar esos pasos. Las imágenes de la inauguración, publicadas en su página de Facebook, dan cuenta, al menos, de un detalle no menor: un ‘tuneo’ de cerramiento de vidrio y soportes de hierro fijado en las almenas (supuestamente para ‘reparo’ de brisas y el viento) y elevación del piso, junto a sillas y mesas de la firma empresarial, en la cima del Morisco.

‘Tuneo’ planteado como “propuesta de diseño de mobiliario” en este último pliego de licitación, obra de la Secretaría de Planeamiento y Obras Públicas, de la Dirección de Obras Públicas. Último pliego que supo estar subido a la página web del Municipio, en la pestaña de Economía, su sección de ‘Compras y Suministros’, para desembocar en Licitaciones y Pliegos. En pos de hacer honor a su mentado lema de transparencia, los hay de todo tipo y color… Pero al pliego de la Licitación Pública N°24-01-17 “Concesión del derecho de uso y explotación del Castillo Morisco y área complementaria de servicio” ya no se lo encuentra. Anteriores concesiones hicieron usufructo del interior del castillo en sí, y algo de la vereda-estacionamiento. Llegar a la cima para transformarla y adueñársela, para muchos tandileros, pasó ciertos límites y es expresión de una situación: la de la responsabilidad municipal, por acción y omisión, en el dejar hacer del sector privado sobre el patrimonio de todos.

Que el Municipio sabe perfectamente qué es lo que se hizo a esos más de 285 metros sobre el nivel del mar, lo sabe. En el área de baños públicos y kiosco, las obras dieron por resultado una oficina de información turística (donde se luce el logo del Lugar Soñado) junto a un local de ventas de productos regionales llamado El Bastión (también de la firma 1823). Consultados algunos ediles de la oposición sobre este panorama, no estaban ni enterados de lo que estaba sucediendo en ese punto tan turístico e identitario de Tandil. Por esta razón, se está planteando la elevación de un pedido de informes al respecto, ya que las dichas modificaciones no fueron vistas ni revisadas (ni discutidas ni, menos aún, aprobadas) por el Concejo Deliberante.

Un poco de historia, parece, no viene mal: para quienes no la saben; para quienes legislan y ejecutan; y para el empresariado que no tiene reparos en esquilmar lo público (con el visto bueno de algunos funcionarios del palacio de Belgrano al 400), aunque hagan del año de la fundación del Fuerte Independencia su emblema. En tiempos del centenario de Tandil, además de placas alusivas (que se colocaron en la Pirámide de la Plaza Independencia), las colectividades aportaron lo suyo: la colectividad danesa obsequió jarrones azules; los franceses hicieron lo suyo con un reloj (que luego de varias mudanzas, hoy se encuentra a metros del Palacio Municipal, sobre calle Fuerte Independencia).

Década de 1920. La Portada del Parque, junto al Castillo Morisco, en plena etapa de construcción.

Tanto la Portada del Parque (de estilo florentino) como el Castillo Morisco fueron y son DONACIONES de las colectividades italiana y española, respectivamente. El Centenario se celebró en 1923, más precisamente el 4 de abril (ocasión en que se colocó la estatua del fundador, el brigadier Martín Rodríguez), pero la inauguración de las edificaciones tuvo lugar recién en 1933. Obsequios emblemáticos, para la ciudad y sus vecinos, del presente y de cara a la posteridad. Retribución a un pueblo en plena metamorfosis, que cobijó a tantos cientos de inmigrantes que terminaron de darle forma a esa ciudad “populosa y rica” que avizoró el brigadier.

Primeros años de la Portada y el Castillo Morisco en el paisaje tandilense. Foto de Carlos Pierroni (gentileza: archivo de José Luis Betelú)

Postales de todo tipo, color y época dan testimonio del usufructo colectivo de la cima y de cómo ella forjó a la identidad tandilera desde lo turístico. ¿Quién no tiene alguna foto en esa cima, ahora elevada, rodeada de vidrio, y tomada por sillas y mesas, que nada tienen que ver con el estilo morisco ni con la esencia misma de la donación? No hay nacido y criado, ni venido y quedado, que no haya oficiado al menos una vez de guía turístico, y que no haya llevado a su contingente de amigos y parientes a esa cima. “Una de las mayores atracciones turísticas del destino y símbolo asociativo para la ciudad y sus habitantes. […] Es sin dudas ‘el’  mirador de la ciudad”, define la Memoria Descriptiva del pliego ahora ‘borrado’ de la web.

Y como tampoco les ha sido suficiente con tomar la terraza, también se hicieron de la torre, donde está la escalera techada que conecta con el puente a la cima del Castillo. Torre que se convirtió en depósito de la firma concesionaria, cerrada en varias ocasiones con cadenas y candados en sus accesos.

A esta situación en plena cima, se le suma el talado, quema y derribo de árboles, y la apertura de algunos atisbos de calles y senderos, a escasos metros detrás de la cima, lo que también es objeto de denuncias y críticas. Ante estos accionares, son novedad los carteles colocados en los estacionamientos de la subida y la bajada al Cerro, en donde se prohíbe estacionar ante peligro de derrumbe y/o desmoronamiento. Un peligro que evidentemente no existió en los más de ochenta años de constante transitar hacia el Castillo, y que extrañamente hoy sí se materializaría. Vale la pregunta sobre la magnitud de estas obras, a tal punto que, en casi un siglo de vida turística, el ‘peligro’ habría aparecido ‘de repente’…

A esta altura de la nota, sobresalen la arrogancia y la soberbia de los privados, junto a las ambiciones y la ostensible impunidad de la gestión del ‘Lugar Soñado’, de cara a la llegada del bicentenario de la ciudad, en desmedro de la historia tandilera y su verdad. En ocasión de la inauguración de esta primera parte de las obras, hubo quienes fueron testigos de esta frase, eyectada de la boca de uno de los ‘alfajoreros’: “Nuestra marca posicionará al Morisco más fuertemente, dado que nuestro producto ya es nacional”. El Castillo Morisco, medio y no fin: instalar la marca 1823 Alfajores, atropellando la historia y el valor patrimonial del “Mirador Panorámico por excelencia de Tandil, […] indiscutible icono para la ciudad”, como se indica claramente en diversos pasajes del pliego de licitación recientemente ‘desaparecido’ de la red. El lucro privado, haciendo uso (y destrucción) de un paseo público y de edificios de casi cien años, donados por colectividades inmigrantes, emblemas de la tandilidad.

El desafío será ir hacia el desarrollo sin perder la esencia, nuestra idiosincrasia y forma de vida. Y esta cuestión nos compete a todos los tandilenses. Que este nuevo cumpleaños de Tandil, entonces, nos encuentre trabajando con todas las voces construyendo igualdad, democracia, desarrollo y futuro”. Así cerraba el intendente Miguel Ángel Lunghi su discurso del 4 de abril de 2011, por los 188 otoños de la (aún) Ciudad de las Sierras. Alocución dada, precisamente, en plena cima del Parque Independencia, a escasos metros de la estatua ecuestre del brigadier Martín Rodríguez.

Pasaron casi siete años de esas palabras soltadas al viento y rescatadas en algún medio; y a espaldas del fundador y su caballo, los ojos de tandileros y afines se desayunan con un corralito de vidrio (con la estampa de “1823 Alfajores de Tandil”) que ‘enjaula’ al principal sector de la terraza, la torre morisca cerrada con candados y almenas que ya no sirven de tales. Si esto se hizo con un símbolo de Tandil por todos conocido y asiduamente visitado y visto, a plena luz del día, ¿qué queda para aquellos rincones de Tandil que no cuentan con la misma visibilidad? Para cuando nos percatemos, será demasiado tarde…

Mientras tanto, quienes se creen dueños de la historia y de los símbolos de Tandil (desde su fecha fundacional, la forma del Fuerte Independencia hasta el mismísimo Morisco), continúan hasta en la infernal siesta veraniega en su avance destructor. Tal vez, la situación en la cima del Parque termine por oficiar de punta de un iceberg pronto a develar…