El verdadero origen, un poco más allá de los dinos
Luego de dos intentos fallidos, finalmente el domingo 23, con una llovizna no prevista, se inauguró el Parque del Origen. Junto al Gigantosaurio, el Riojasaurus, el Ankylosaurus y el “Amargasurus” (sic), funcionarios municipales descubrieron la piedra fundacional. El marco fue brindado por el dique del Ramal H, los fantasmas de las inundaciones recientes y el crecimiento de la construcción en ciertas alturas “excepcionales”.
(por Tefa Schegtel Torres)
Según la definición dada desde el palacio de Belgrano al 400, el Parque del Origen es un nuevo espacio verde, desarrollado por el Municipio, en las proximidades del dique del Ramal H. Parque surgido de la “colaboración de empresas y particulares, principalmente la empresa Plavicon (que donó la pintura para la realización del mural sobre el murallón del dique) y Marcelo Alonso”, que aportó los dos dinosaurios más grandes.
En la gacetilla enviada desde la Dirección de Comunicación y Prensa, se resalta que estas intervenciones, de la Dirección de Espacios Verdes Públicos, son parte de “un plan para mejorar el entorno”; de una “puesta en valor de todo el predio”; de la generación de “lugares de recreación, encuentro, integración, para las familias de la ciudad”. Desde esa cartera, esperan que “los vecinos se apropien del lugar, que lo utilicen, lo disfruten y por sobre nos ayuden a cuidarlo. Son espacio de todos y debemos cuidarlos entre todos”, recalcan.
Intervenciones que, al parecer, sirven “para mejorar el entorno del lugar”, se encuentran alrededor de una obra hidráulica de gran magnitud: el murallón de contención del Ramal H, inaugurado por el intendente Lunghi y el gobernador Scioli, en 2012. Ya en aquel entonces, la razón de existir de ese dique era clara, evidente y concreta. Incluso, ya era visible a pocos metros de la enorme estructura: la construcción y el lobby inmobiliario sobre las sierras.
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Los más memoriosos tandileros, hacía rato, no veían una inundación de la dimensión de la del 19 de mayo último. Zonas que no tenían el riesgo ni cerca, como el centro, vieron sus calles convertidas en literales arroyos durante varias horas. Como mínimo, se hizo una operación imposible el cruzar la vereda; como máximo, el caudal desembocó al interior de las casas. La avenida Marconi fue lo más parecido a una postal veneciana. De esas fatídicas horas resulta que la sola proximidad de alguna que otra nube en el horizonte renueva la preocupación.
Si hay una entidad social y artística que visibiliza problemáticas tandileras, esa entidad es Flor de Murga. Sus integrantes invitaron a una fogata de San Juan y centraron la llama en solidarizarse con el Barrio de Las Ranas y de otras zonas de Tandil que sufrieron el rigor de la inundación de este mayo. Quienes se acercaron a la plaza de Las Heras y Saavedra, en la noche fría del 29 de junio, llevaron paraguas. El lema era “acá lo que sobra es agua”. Murgueros y vecinos, entre antorchas, baile y la dichosa fogata, juntaron firmas para reclamar la realización de las obras necesarias “para que la ciudad no se inunde como pasó la última vez”. No faltó el comentario al pasar: “a los paraguas hay que abrirlos antes de que llueva”.
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Luego de años de reclamos del vecindario del Barrio Falucho y alrededores, en septiembre de 2012 se cortó la cinta que dejó formalmente inaugurado el dique del Ramal H. En aquella ocasión, desde la Asamblea Ciudadana por la Preservación de las Sierras manifestaron que, si bien era necesaria la concreción de ese dique, dado el nivel de la construcción sobre el faldeo serrano (de-aquel-momento) se tendría que construir hasta el Ramal Z, ya que con eso sólo no alcanzaría para evitar inundaciones. Hubo quienes se rieron y hasta tildaron de exagerada la conjetura. Al mirar en dirección a las sierras, a muy pocos metros, se veían asomar varias casas en el horizonte, desde donde desembocarían las aguas a encauzar.
“¿Cuántos diques más vamos a tener que pagar para contener el agua que bajará más rápido por el avance de la construcción? ¿Por qué siguen dejando y/o promoviendo que se modifique la cobertura vegetal de las áreas rocosas?”, vuelve a preguntar la misma Asamblea, cinco años después. Los manejos inmobiliarios que provocan inundaciones parecen no querer menguar su marcha; y en ese lodo, agentes privados y funcionarios municipales, por acción y/u omisión.
Ante las ‘intervenciones’ en el área rocosa que da continuidad al Cerrito y comunica con el Ramal H, “las autoridades deberían informar a la comunidad sobre las obras que está desarrollando y/o autorizando”. Una zona que aún “conserva parte de la cobertura vegetal y es de suma importancia para regular la escorrentía de las aguas”, afirman los asambleístas.
El dique del Ramal H insumió gran cantidad de recursos de la ciudadanía, para disminuir los riesgos de inundaciones, al menos, en el Barrio Falucho. Sin embargo, como se observó en esa lluvia copiosa de mayo, construir sobre áreas serranas claramente contribuyó a una bajada del agua más rápida y en mayor volumen. Por redes sociales, circularon varios videos en donde quedaba gráfico el mentado efecto de ‘tobogán’, cuando en las alturas hay cemento en lugar de suelo serrano, para absorber el agua de las lluvias, cual ‘esponjas naturales’. Lluvias que demostraron y desnudaron la gravedad del panorama: las obras existentes estuvieron al límite de su capacidad y, aún así, se inundaron muchas zonas de la ciudad.
“Sería negligente permitir o realizar obras que modifiquen las áreas rocosas y la cobertura vegetal natural”, resalta la Asamblea, así como solicita al Municipio que “se abstenga de modificar esta área, así como todas las que cumplen la misma función. Si lo que pretende es un uso recreativo, basta con que garantice el acceso público para que los tandilenses podamos caminar la ciudad y apreciar su naturaleza, sin necesidad de artificializarla”. Tandil cuenta con espacios para construcciones e ‘intervenciones’ urbanas, sin que sea tan alto el costo a pagar (y que ya paga): por seguir perdiendo áreas serranas y por aumentar el riesgo de inundaciones.
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Hay quienes dicen que, a lo largo y ancho de estos 14 años de gestión lunghista, existe un cierto modus operandi para la valorización (monetaria e inmobiliaria) de algunas zonas de la ciudad. Reside en la creación de parques y paseos, basada en el paso de topadoras (que arrasan con la flora autóctona) y la ‘plantación’ de ‘adefesios’. El Parque del Bicentenario (con su poco local cóndor) y el Paseo de los Pioneros, parecen ser apenas algunos ejemplos.
El Parque del Origen tuvo su ceremonia de inauguración. Varias familias se acercaron a la zona de Larrea y Tacuarí. El intendente Miguel Ángel Lunghi recorrió y destacó, según la infaltable gacetilla, que en este nuevo espacio verde se podrá “aprender, porque las réplicas tiene una pequeña reseña de su historia”, marcó el jefe comunal. Entre castillos inflables, payasos, el Senador Provincial Carlos Fernández, malabaristas, maquilladoras, lluvias y lloviznas, espectáculos circenses, el Jefe de Gabinete Mario Civalleri, personajes infantiles, y parte de su equipo de gobierno, Lunghi señaló que “nos pone muy contentos ver cómo las familias de la ciudad se han apoderado de este espacio”. Agregó que “todavía falta que termine de crecer el césped y completar el mural que se está pintando sobre el murallón de contención de las aguas del Ramal H, que está quedando muy lindo y le dará más colorido al entorno”.
El Parque del Origen. ¿Del origen de la vida? Para algunos, puede que sí, aunque en el corazón de la paleontología se encuentran en pleno y agitado debate al respecto. ¿Del origen humano? No. ¿Del origen tandilense? ¿Del origen de qué o de quiénes? Levantando la vista, por sobre la mandíbula del Gigantosaurio, sin ser muy avispado, ni tener mucha perspicacia ni vista de águila, las casas asoman, rodean el horizonte. Muchas más construcciones de las que existían (y ya eran varias, en septiembre de 2012) al inaugurarse el dique del Ramal H.
Por lo sucedido el pasado mayo, no son pocos los que asocian el nombre de este nuevo parque al origen de… las inundaciones. Con la esperanza de pifiarle, por el bien de la ciudad toda, esperemos no cruzar, dentro de unos años, al ‘Amargasurus’ (sic), haciendo la plancha, por la zona del Club Independiente; o al Ankylosaurus, arrumbado en alguna casona de Mitre al 500, por la fuerza de aguas que bajarán turbias, irrefrenables e imposibles de encauzar.