Hace 50 años, Olavarría era futuro…

Olavarría cumple 150 años de un viaje en que ha acuñado diversos slogans: ‘Ciudad del trabajo’, ‘Capital del cemento’, ‘Capital del Turismo Carretera’ y muchos más, según la época y los imaginarios de sus habitantes. Mitos urbanos que establecían una promesa de futuro, crecimiento, desarrollo y prosperidad. Progreso que siempre tiñó sus expectativas y construyó relatos que formaron parte de su tiempo. Hoy contaremos algunas de esas historias.

Opinión (por Jorge Arabito)

Hace 50 años, un director cinematográfico terminaba su película con una gran explosión. Se había preparado la voladura de un frente de 200 metros en una cantera de dolomita… Pero las cosas no salieron como se esperaba y el hombre terminó con fracturas. El documental se llamaba ‘Olavarría ya es Futuro’ y fue dirigido por el cineasta Alberto Larrán. Este mediometraje, que mostraba las potencialidades de la ciudad, fue exhibido en todo el país como complemento de los programas, mediante acuerdos establecidos con una distribuidora nacional de filmes. Obviamente, su intención era difundir en toda la nación la pujanza local.

Por entonces, fue también importante la producción de material gráfico promocional de la ciudad. Se realizaron obleas, postales, mapas y folletos de gran calidad. En todos los trabajos encargados por la Municipalidad, la apelación principal aludía a ‘Olavarría Ciudad del Trabajo/Ciudad del Futuro’. Así se constituía en actor principal en la difusión de las potencialidades de una comunidad que se estaba convirtiendo en receptora de migraciones. Se decía que todos los días alguien se asentaba aquí.

Diseñado por el Estudio Uno y Asociados. diseño: J.G.Luayza, J.L.Vecchi – Fotografía: R. Alculumbre – Textos: O.F.Oliva. Modelo: Ana Mendía

Olavarría se identificó desde temprano con el progreso. Progreso que emanaba especialmente de la industria cementera. La ciudad se llamaba, se hacía llamar ‘Capital del Cemento’, ‘Ciudad del Trabajo’, dando lugar a la construcción de un orden urbano cimentado en la idea de actividad laboral como uno de los valores centrales. Ese era el relato de época, y en las décadas del ’60 y ’70, recordadas como el momento de esplendor de la ciudad, las Fiestas Provinciales y Nacionales del Cemento la tuvieron como escenario.

Eran tiempos actualmente añorados por los trabajadores. Los estudiosos dicen que la «época dorada» de la ciudad fue desde 1948, cuando durante la intendencia de Santiago Cañizo, y gracias al Senador Lara, se establece el impuesto a la explotación minera, que entre 1960 y 1980 constituiría el 40% de los recursos del Municipio. Pero en 1976, las empresas logran formas más ventajosas -para ellas- de pagar el «impuesto a la piedra». Por ende, lo que era el mayor ingreso de divisas a las arcas municipales se esfuma. Ese mismo año, fallece el ‘héroe mítico’ de la ciudad, Alfredo Fortabat, que con un esquema paternalista (el «sistema de fábrica y villa obrera» de Nieburg) estableció un universo obrero bucólico que poco a poco iría desapareciendo.

Algo después nos atacaría una tragedia de dimensiones catastróficas: la inundación de 1980, cuando el área céntrica fue cubierta por aguas que alcanzaron en algunos lugares hasta cuatro metros. Acontecimiento que parte en dos la historia de la ciudad, construyendo al mismo tiempo un relato de solidaridad, en el que el olavarriense emergió de la suciedad y de los escombros para abrazar a su vecino. La ciudad lentamente se levantó y con el tiempo todos recuerdan con nostalgia lo dramático del momento. Las consecuencias de las inundaciones del ’80 y del ’85 afectaron seriamente las economías de la zona: aunque la fuerza industrial de la ciudad salió indemne, el comercio sufrió.

En la década siguiente, la crisis se profundizó como una nueva inundación, agudizando las contradicciones entre el mito de la bonanza y la realidad sufrida. El trabajo es poco a poco un bien escaso y en condiciones de precariedad cada vez mayores, en tanto las agendas urbanas comenzaron a incluir otras problemáticas inéditas: aumento de la inseguridad, inadecuación o falta de servicios, pobreza e indigencia en alza, y la experiencia del vivir una ciudadanía cada vez más restringida en los usos de la ciudad crecientemente privatizada y excluyente.

En el recuerdo de los olavarrienses de más edad, todavía conviven los Emiliozzi -héroes e inventores del imaginario local- que sorprendían a propios y ajenos con su inventiva mecánica y sus hazañas en las carreteras, con el Loma Negra que jugó contra la selección rusa en la cancha de Racing, el colectivo marplatense quemado en Estudiantes en 1972 luego de un encuentro de fútbol y la prohibición a los Redonditos que el Indio solo no pudo exorcizar en 2017. Todos estos sucesos hicieron conocer a la patria chica en la comunidad nacional.

La ciudad se fundó el 25 de noviembre de 1867. Algunos estudiantes nacidos y criados en nuestra ciudad creen que Olavarría fue el fundador de Olavarría, aunque en realidad fue Álvaro Barros. Pero el mito fundacional del poblado se fija el 6 de junio de 1888, cuando el cura de la parroquia del partido de Olavarría, Pedro Castro Rodríguez, gestionó un permiso para la inhumación de un cadáver que vendría en tren, de una mujer «muy gorda» y al que le habían encargado darle “santa y cristiana sepultura”. No era así: había matado a su mujer e hija, e intentó enterrarlas como víctimas de la peste. Lo descubrieron y murió en la cárcel.

Así, la ciudad inauguraba su devenir con un crimen de género, práctica repetida periódicamente a posteriori. Castro Rodríguez no tiene un monumento en la plaza como el de Jeremías Springfield, aunque sí hay un busto de Uriburu cercano al parque de la Memoria con una placa que lo «honra». En todos los tiempos, Olavarría intentó siempre un relato que organizara su historia. Mientras, buscaba la modernidad sumando al progreso industrial la búsqueda de radio y la televisión propia. Se construía la ciudad del trabajo, de los obreros, de los turnos rotativos, del «no hagas ruido que papá está trabajando de cuatro»…

Esquema que naufraga en los ’80, cuando se comenzaba a ver que el mote de ‘Ciudad del trabajo’ y su slogan ‘Olavarría ya es futuro’ se resquebrajaban frente a una realidad de desempleo creciente, proveniente sobre todo de las grandes fábricas cementeras y de industrias asociadas, y de un deterioro progresivo de las condiciones laborales bastante después del asesinato del abogado laboralista Carlos «El Negro» Moreno. El segundo, en los noventa, que encontraron a una ciudad en un estado de desesperanza generalizada de trabajadores que antes entraban a la fábrica para tener toda la vida asegurada allí; sueño que terminó cuando las cementeras comenzaron a tercerizar sectores periféricos, como el embolsado, para reducir el personal.

Ciudad del trabajo que soslayaba las artes, los bares y las salidas nocturnas. Cemento solidificado en los techos de las casas mineras y también en las vidas. Espesor de complicidad que precedió al hallazgo del nieto de Estela. Olavarría ciudad del silencio, ha tenido muchas caras. La amable, frente a las visitas; y la siniestra, que calla las protestas. Los barrios prolijos criando familias y la violencia contra los jóvenes creciendo cada día. La ciudad que vivió décadas gobernada por un personaje singular, vasco serio cuyo delfín hoy intenta el regreso al juego que mejor juega y más le gusta; en tanto, los vecinos buscando un cambio eligieron como intendente a un nuevo jugador del mundo de la política. La ciudad que es muchas ciudades como cualquier ciudad, gira y gira como un carrousel.

Olavarria de sus villas industriales y serranas. La de la historia chica y la de un mundo provinciano que ignora al de más allá. Cuadriculada en sus calles, avenidas e ideas. La de la vuelta del perro los sábados por la noche y el centro desierto todas las madrugadas. Sol y mate en el auto; sillón portable al Parque Mitre. Innumerables facetas que cada quien las vive según donde le toque vivir. Marcas gráficas construidas para identificarla en cada época, que con el tiempo hacen capa sobre capa.

Olavarria, ciudad amada y odiada. Estudiada por investigadores, cantada por músicos, descrita por escritores. Más allá de sus personajes característicos, según la época: el loco Tití, Charly Falconaro entrevistado, el Rosque con su bicicleta o el «Cholo» Corridoni repartiendo leche en Sierras Bayas. Centro geográfico de la provincia, situado en Sierras Bayas o en la plaza Álvaro Barros. Olavarría pueblo que alcanzó el rango de ciudad y quiso ser «capital». Capital de algo. De ‘Ciudad el Trabajo’, a ‘Capital del Cemento’ o ‘Capital del Turismo Carretera’, para postularse después a ‘Capital de la región’. Cambiando sus marcas gráficas se imaginaba elegir futuros mejores…

El imaginario de nuestros padres fundadores quizás les hizo pensar una ciudad con autos voladores, aeropuerto internacional y hotel de camioneros o faro en la llanura, cuando la telefonía celular era impensable y la televisión no se veía. De todos los nombres que la ciudad se ha inventado, aún no encuentra el verdadero, aunque, si la hubieran dejado, seguramente se habría bautizado ‘Ciudad del Futuro (estancada en el presente)’. Cumple 150 años, y pasaron 50 desde la última vez que se miró y se pensó a sí misma por primera vez. El futuro llegó hace rato, pero esa es una canción que nunca nos dejaron cantar…

Un agradecimiento a las ideas expuestas por Maribel Garcia, Rosana Sosa, Silvia Boggi y Griselda Lemiez en sus trabajos…