La lógica del rebaño

El mundo se reparte entre lobos y corderos. Se lo digo así, de golpe, y creo que usted ya lo sabe pero también comprendo que nadie quiere reconocerse como cordero, con esa proverbial imagen de mansedumbre y miedo.

(por Alejandro Ippolito, desde el semanario Café con Patria)

Pero el mundo se reparte de esa manera y no hay posibilidades de cambiarlo por ahora. Veamos entonces los matices de este sistema de cazadores y cazados. En principio diremos que el alambrado no está puesto allí para proteger a los corderos sino para que no escapen, para aprisionarlos y controlarlos. No es un dato menor. Hay corderos que confunden encierro con seguridad y de esa forma son entregados a los caprichos del lobo.

Hay corderos que solo saben correr, desesperados ante la amenaza, se separan del rebaño que huye del ataque. El lobo, cuando atraviesa la cerca identifica al solitario, lo persigue y lo alcanza sin mayores problemas. Y hasta aquí podemos referir una situación llana de lucha de fuerzas desiguales y siempre con idéntico resultado.

Pero resulta ser que hay corderos que le abren la tranquera al lobo para que entre, negocian su salvoconducto entregando al rebaño en bandeja. El lobo, entonces, no encuentra oposición para sus deseos y se pasea disfrutando su poder. Los corderos no lo miran a los ojos, se distraen con el paisaje y poco a poco se van acostumbrando a su presencia, bajan la guardia, pastan a su lado y hasta pueden llegar a suponer que ese que viene a devorarlo no representa gran peligro, pastan a su lado y el lobo los deja que se acerquen hasta que su naturaleza lo llama irremediablemente.

Hay corderos que no distinguen entre otros corderos y el lobo, suponen que todo es lo mismo, no se enteran que les va la vida en su ignorancia. Y por eso es necesaria la presencia del pastor, que proteja al rebaño del lobo y de sus propias limitaciones y que mantenga a la fiera a raya para que no tome el control del predio. Ese pastor es el Estado.

La tragedia es cuando el pastor y el lobo son la misma cosa. Cuando quien debe cuidar y alejar todo peligro, asegurar el alimento, la salud, el resguardo; es el mismo que viene a destrozar a dentelladas a los miembros del rebaño, más tarde o más temprano, a todos por igual. Alguien dijo por ahí que el capitalismo es un cordero y un lobo decidiendo qué van a cenar, y es así.

El pastor que oficia de tal sin traicionar su oficio y sus principios, que vela por la seguridad de todos los corderos y aleja a los lobos sin mediar ninguna negociación en favor de las bestias; aparece cada tanto. La mayoría de las veces el lugar del pastor lo ocupa una oveja sin fuerza ni posibilidades, un títere o cómplice de los lobos. Otras veces son los propios lobos los que se adueñan del lugar y entonces, inevitablemente se produce la masacre.

Seguramente usted experimenta en este punto la efervescente rebelión interior que le grita que no es un cordero, que es un hombre o una mujer, que no pertenece a un rebaño sino a una sociedad, que existe la Justicia y los derechos, que un ser humano no se puede entregar a los designios de aquellos que siempre tienen hambre. Usted no quiere ser invitado a ese festín en calidad de plato principal y es comprensible.

Pero el mundo se divide entre lobos y corderos y los buenos pastores no abundan. Y cuando aparecen son perseguidos, asediados, enjuiciados y proscriptos. Lo lobos ya no persiguen a los corderos, ni se molestan, les hablan al oído y los convencen. Les enseñan a desconfiar del pastor que los protege y a tenderse en el suelo frente a ellos para ser esquilados y comidos sin mayores resistencias. Los lobos del mundo son, apenas, un puñado. Son los dueños de territorio, son los que ponen el alambrado, los que administran el agua y el pasto, los que ponen las vacunas o las niegan, los que favorecen a los corderos obsecuentes con pasturas más tiernas y condenan a los demás a la sequía y la miseria. Venden la lana, la carne y los huesos de aquellos que no comprenden que aquello que le cuentan los lobos al oído es una mentira.

De esa forma el cordero maldice a su pastor y le ofrece el cuello a su verdugo. Es la imagen más contundente de la desidia y el engaño. Por eso será que algunos cuentan ovejas para dormirse, en esa existencia monótona y absurda se agota la vida de un rebaño.

El secreto está en la unión, la persistencia, la ausencia de traición, la búsqueda permanente del bien común, la dignidad. Reconocer a los lobos disfrazados de corderos resulta esencial, por más que nos sonrían dulcemente, como la gobernadora Vidal. De nosotros depende que el lobo se quede con hambre.

Este y otros tantos escritos, los encontrás en el semanario Café con Patria. Suscribite enviando un mail a cafeconpatria@gmail.com