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No se les ocurre otra cosa, no pueden otra cosa. Mienten desde que abren los ojos hasta que los cierran – si es que alguna vez duermen -. Se han juntado entre ellos, se han rejuntado, se han pegoteado desafiando la ciencia que dice que solo los polos opuestos se atraen, ellos se atraen porque son del mismo polo, la misma mugre, la misma miseria con diferentes ropajes y banderías falsas como sus promesas. Macri y Pichetto son exactamente lo mismo, hasta tienen el coraje de reconocerse “peronistas” en algún rincón de sus putrefactas vísceras.

(Opinión Por Alejandro Ippolito)

Y suponen que con seguir repitiendo hasta el hartazgo aquello de “JUNTOS” van a conmovernos, va a lograr que de verdad tenemos un proyecto que nos contiene, que pueden marchar juntos los patrones con los obreros que detestan, los oligarcas con el pobretaje que aborrecen, los millonarios con los desocupados que son su placer morboso, ese del que se sienta a un festín descomunal frente a los que mueren de hambre a pocos pasos.

¿Juntos? ¿Quiénes? ¿Cómo? ¿Desde cuándo? “Juntos por el cambio” y entonces resulta que ahora la idea es cambiar de ellos mismos, y cambiar por lo mismo pero peor. Si algo podía hacer de ese espacio de delincuentes que se constituyó como gobierno hace casi cuatro años un lugar más oscuro y abyecto, era Pichetto.

De forma natural este mercenario que no es un traidor sino un infiltrado, un facho que se siente libre al fin para mostrarse tal cual es, un xenófobo, un machista recalcitrante, un discriminador con un discurso que atrasa más de cien años y que sin embargo sigue vigente en la subjetividad de una clase que aglomera lo peor de nuestra especie.
Pichetto es el Bolsonaro que Macri quiere ser, es la imagen que le devuelve el espejo desde ese reflejo que es Brasil bajo el fuego de la barbarie de otro títere impresentable.

Y Vidal. El hada Campanita de la política impecable no es otra cosa que la caricia falsa sobre el moretón recién plantado.

La caja de bombones del perverso que llega después de la trompada sobre el cuerpo de una mujer destrozada. La falsedad corporizada que no se cansa de desparramar su cinismo por las redes y se saca una fotito “hogareña” y patriótica con la bandera como cortina mal colgada delante de una ventana de su madriguera en la base militar que la protege de la incomprensión popular.

 

María Eugenia Vidal Cuenta verificada @mariuvidal 20 jun. “¡Feliz #DiaDeLaBandera! En casa la colgamos en el comedor que es donde más tiempo compartimos en familia. ¿Vos pusiste tu en tu casa? ¡Mandame tu foto!”

Nos invita la dulce Mariu con la bandera colgada al lado de unos cuadros en inglés como una sutil metáfora de este gobierno entreguista y vendepatria arrodillado frente a los imperios del mundo y el ´máximo usurero y depredador que es el Fondo Monetario.

No les alcanza con todo lo destrozado, siempre le queda una gota más de sangre al pueblo para que el depredador continúe su faena. Macri no puede ser otra cosa que ese monigote destartalado e ignorante que flota entre algodones de dineros mal habidos y realidades paralelas. A la pobreza no la entiende, se la contaron y no la entiende, se la mostraron alguna vez desde atrás de un vidrio blindado y no la entiende. No la entiende ni le importa. Hasta creo que la disfruta porque no hay nada mejor para un millonario que pavonearse frente a la pobreza y sentirse a salvo. De qué sirven los millones si no hay un pobre cerca, en algún lado, que suplique por un hueso de la mesa del poder.

Y ni siquiera ese hueso llega, nunca, nada, jamás.

Pichetto es Vidal y es Macri, está cómodo en esa madriguera colmada de mediocres y estafadores, es su lugar de pertenencia, sus movimientos serpenteantes lo han llevado a la tierra prometida, por fin está en casa abrazado por sus iguales.

Despreciado en su propia tierra, Río Negro, ha preferido cambiar de río y meterse en aguas turbias e inmundas de un riachuelo político que es el gobierno de Cambiemos que pretende ser su propio heredero en este año.
Pero ya no son Cambiemos, porque cambiar para ser lo mismo quedaba desprolijo, pero “Juntos por el cambio” no resulta muy brillante tampoco para un signo político que supone que con una frase idiota alcanza para convencer a un electorado pretendidamente idiotizado por los medios y las campañas sucias en las redes.

Tengo la esperanza de que esta vez no alcance con una plataforma con tres promesas solitarias – de las cuales no cumplieron ninguna – y que de una buena vez y, aunque sea en defensa propia, el condenado no le bese la mano a su verdugo y acomode el cuello plácidamente sobre la picota con una sonrisa idiota entre los labios.

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