The walking dead (los muertos que caminan)

Marchan los despojos humanos por extensas carreteras, huyen – o creen que huyen – del hambre y la miseria. Los esperan decenas de rejas y balas que valen más que sus vidas, según nos recuerda Galeano. Son los caminantes que abandonan su hogar en Honduras, pero también son los que se arrojan al mar en una tabla de náufragos para encontrar la costa o la muerte que los libere de la guerra en Medio Oriente. (Por Alejandro Ippolito, desde el semanario Café con Patria)

Creo que la serie “The walking dead”, en donde se muestra un escenario apocalíptico siempre ocasionado por un virus esparcido por el mundo que invade el cerebro y hace que los muertos se levanten y comiencen su peregrinaje en busca de seres vivos a los cuales devorar, incluso otras personas: no es más que una postal de esta realidad tan cruda y contundente. Un juego de similitudes perversas entre la ficción que entretiene y la verdad que golpea.

En la serie, aquellos que no han sido infectados, se organizan – y se desorganizan – en “tribus” ocasionales para cuidarse entre ellos e intentar no ser devorados por “los caminantes”. Clásicos héroes americanos – el líder y estrella principal de la serie era policía cuando el mundo era “normal” y continúa vestido de policía durante todas las temporadas – se la pasan cortando cabezas, clavando cuchillos y estacas, arrojando flechas e incendiando muertos vivientes casi sin descanso. Mientras tanto se disputan liderazgos, se crean endebles alianzas, se reúnen y se traicionan, se forjan amistades, amores y hermandades y hasta nacen algunos niños que no conocerán otra cosa que la vida amenazada por los que chocan persistentemente con las rejas de sus ocasionales fortalezas.

Se constituyen nuevas comunidades con una suerte de gobernantes buenos y otros perversos que condimentan las siempre problemáticas relaciones humanas.

No resulta demasiado trabajoso percibir las similitudes del guión circular con lo que en verdad sucede en el mundo, en estos tiempos y con otros matices, apenas unos detalles, pero que es la historia misma de la humanidad. Pero este concepto de “los caminantes” como una amenaza permanente que no matan con armas sino con sus dientes, que devoran a quien se les ponga a tiro y se descuide, abalanzándose como una manada de animales salvajes es una imagen poderosa que predispone a las potenciales víctimas a defenderse por si acaso.

EEUU, cuna de este género de historias de zombis y de muertos que deambulan por el mundo de los vivos, nos ha entregado con esta serie de FOX un anticipo de lo que sería poco tiempo después el éxodo de personas desde Honduras que pretenden llegar a la fortaleza norteamericana pasando por otros países que atemorizados cierran sus fronteras con rejas y con balas.

“El 19 de octubre, miles de migrantes centroamericanos intentaron cruzar el puente entre Guatemala y México, buscando seguridad en el norte. Los medios de comunicación emitieron los dolorosos gemidos de personas aplastadas unas contra otras y los gritos de niños. Vimos las miradas desesperadas de las madres cuando las autoridades de México intentaron hacer retroceder a la multitud de gente con bastones y gas pimienta.”

Los migrantes son presentados en todas partes como una amenaza, no son ya la esperanza colonizadora que haría grande una nación. Hoy esos primitivos colonos, devenidos ciudadanos de primera, operan sobre el imaginario social despertando el pánico moral hacia el extranjero que no viene en busca de un futuro mejor, como los antiguos colonos, sino que llegan en hordas dispuestos a devorar personas, saquear, destrozar y sembrar el caos en tierras inocentes.

EEUU ha diseminado el virus, uno muy potente llamado capitalismo salvaje, ha inyectado esta ponzoña neoliberal en países a los que enfermó fatalmente de pobreza, desigualdad, desesperación y hambre. Ahora, con espanto, observa como el resultado de sus acciones entregan este espantoso resultado que los inquieta tanto y que, como siempre, “amenaza su seguridad nacional”. Así como han instalado, alimentado, protegido y posteriormente combatido y asesinado terroritas y dicatadores en varios países del mundo que han tenido la mala suerte de constituirse sobre territorios petroleros, también han dado a luz a estas criaturas caminantes gracias a sus políticas económicas internacionales, y es que no es un secreto para nadie que el sueño americano se edifica sobre las pesadillas de otros pueblos.

No es un dato menor que ese virus letal se instale en el cerebro de las personas transformándolas en fantoches que deambulan sin sentido, los medios de comunicación son los expendedores mundiales de ese germen y con una sonda instalada en cada hogar, por más pobre que sea, realizan su drenaje de veneno permanente. Los nefastos resultados son difíciles de controlar, la subjetividad social se conforma hoy de una espesa y oscura sustancia, mezcla de mentiras y construcciones falsas que nos empujan a unos contra otros poniendo un enemigo en todas partes, especialmente en los inmigrantes, los desprotegidos, los que intentan escapar de verdaderas monstruosidades y que para peor han cometido la imprudencia de no ser blancos.

Vienen del horror y marchan hacia el horror, la mirada del mundo se posa en las acciones de cada país por donde pasan, se los tilda de violentos, de salvajes, de temerarios asesinos, violadores, delincuentes. Países que son el retrete de los Estados Unidos, como México, se suponen parte del imperio norteamericano y desconociendo que Donald Trump los quiere detrás de un muro para que no contaminen su territorio de inmigrantes indeseables, hacen los propio con los desplazados hondureños, en un juego perverso de víctimas y victimarios.

Hay una nueva corriente informativa – o desinformativa – que nos propone naturalizar las aberraciones, para que nos acostumbremos a los horrores que siembra la lógica de los mercados, que nos dice que la vida de un hombre no vale ni la mitad de la vida de un banco y que si la televisión ha juzgado a un ser humano, cualquiera de nosotros puede hacer efectiva la sentencia de inmediato.

La contrapropuesta es la organización solidaria, la cooperación entre los desplazados del mundo, no entrar en el juego de los odios laterales, con nuestros iguales, para que no nos detengamos a reconocernos como similares y podamos unirnos en contra de los poderes que solo nos destinan la pobreza y el hambre.

No hay ni tiempo ni opciones, o somos luchadores o pronto seremos muertos vivientes, mentes colonizadas, tristes caminantes.

 

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