Orejas de pescado: teatro no tan municipal y el repudio hecho un bollo

Llegó el 20 de mayo y el Municipio de Olavarría no emitió opinión alguna sobre el espectáculo de Baby Etchecopar, que se llevó a cabo en el Teatro Municipal. Y en ese silencio, su evidente responsabilidad y complicidad. Más de una veintena de ciudadanas y ciudadanos olavarrienses se expresaron en el hall del Teatro Municipal, con pancartas en las que habían transcripto, textuales, frases de Etchecopar, en torno a sus consideraciones sobre las mujeres, las diversidades sexuales y sus justificaciones de violaciones a niñas, entre otros menesteres.

Antecedentes de cancelación del ‘espectáculo’ había. En Tandil se podía encontrar el caso más cercano: la fecha prevista para su actuación en la ciudad serrana era parte del tour que realizaría este fin de semana. Sin embargo, fue levantada y el engrudo no había terminado de fijar los primeros carteles en la calle. Localidades en las cuales se repudia la presencia de este sujeto, denunciado en varias ocasiones ante organismos estatales por sus dichos cargados de violencia de todo tipo y tenor, tampoco faltaban: en este último mes, se sumaron Chivilcoy, La Plata, Lomas de Zamora y Bahía Blanca. A pesar de que se reclamó explícitamente ante el Concejo Deliberante, que se encontraba en sesión, durante la marcha realizada por el femicidio de Luján Riva de Neira. A pesar de los documentos enviados a diversas carteras del Ejecutivo local… Cuando no hay voluntad política… O la hay, a contramano de sus propias medidas.

Las y los manifestantes intentaban dar cuenta de los graves casos de violencia de género y femicidios ocurridos en Olavarría. Intentaban, ya que las y los convecinos olavarrienses que pagaron entre 460$ y 510$ las entradas, los interrumpían de una forma tan groseramente irrespetuosa como inmadura: se reían, se burlaban, miraban el techo, al suelo, cantaban coreando el apellido del que se autoproclama ‘el último monologuista’. Estuvieron a dos centímetros de aquel cántico infantil: “No te escucho, soy de palo, tengo orejas de pescado”. Se escucharon varios ‘vayan a laburar’ y ‘vayan a lavar los platos’, incluso de boca de mujeres. No dejaban hablar a quienes se manifestaban, en una clara demostración de falta de empatía y de nulo interés por enterarse, de refilón siquiera, sobre la preocupante realidad de la sociedad en la que viven. Sociedad, la olavarriense, en la que la violencia de género trepa cotidianamente desde los abusos sexuales, pasando por las ‘ironías’ de algún edil sobre casos de violación, hasta llegar al nivel extremo de los femicidios, que lamentablemente no son pocos en la Ciudad del Cemento.

Pasados algunos minutos de la movilización en el hall del Teatro Municipal, hicieron su aparición efectivos de la Policía Bonaerense, casi tantos como el número de manifestantes. Grande fue la sorpresa para muchos cuando, de boca de una de las oficiales, se dio a conocer que el Teatro Municipal de Olavarría, parece ser, ya no es lo que era: es un espacio privado. Y no se refería a la sala en sí, que era el argumento esperable, ya que, en espectáculos de este tipo, se puede acceder al espacio si se ha pagado una entrada. No. La oficial hacía alusión al mismísimo hall de entrada. Vale recordar que las y los olavarrienses, con el pago de sus impuestos, solventan el funcionamiento de este teatro que, para eso, no parece presentarse como tan ‘privado’.  Se observa, también, a simple vista, al pararse por un rato en la esquina de San Martín y Rivadavia, el tremendo letrero de ‘Teatro Municipal’ en la fachada. Tal vez, aún no se lo han quitado, por miedo a que aparezcan los defensores del patrimonio histórico arquitectónico. Tal vez. De todas formas, ¿la oficial expresó lo primero que se le vino a la cabeza o sabe algo que no es del público conocimiento del vecindario?

Los policías pidieron a quienes se estaban manifestando que se retiraran del hall del Teatro, ya que podían seguir con el acto de repudio en la vereda, aún pública (no como el Teatro, al parecer…). Así lo hicieron, entre cánticos y la pegatina de los carteles que habían llevado (con cinta adhesiva). Sin embargo, la exposición de esos carteles, con frases de factura de Etchecopar, fue efímera: al rato de haberse dispersado la concentración, una mujer rubia (no tenemos la información de si formaba parte del equipo de producción del ‘show’ o de la productora que lo trajo al Teatro Municipal), arrancó todos y cada uno de los carteles. Y no suficientemente contenta con haberlos arrancado, los hizo bollos y los destruyó. Al consultársele en qué quedaba aquello de la libertad de expresión, con los policías protegiendo a la autora de este hecho violento, ella sólo se limitó a contestarle al par que allí quedaba: “Apurate si vas a sacar la foto, porque esos carteles no van a estar más. Además, publicá lo que quieras, si total… A esos sitios no los visita nadie, dos o tres nomás…”. No hubo mucha posibilidad para retrucar, ya que el ambiente estaba peor que caldeado.

Aprovechamos para recordarle, a esa mujer, que esos medios que, según ella, son los más visitados, hegemónicos de cada ciudad, ‘casualmente’ son a los que la productora de este ‘espectáculo’ les desembolsa sus buenos morlacos. No sólo para promocionar la ‘actuación’, sino también para que estos eventos de rechazo social no sean cubiertos. Por más plata que desembolsen Baby y su producción, Baby queda. Y a pesar de que el multimedios tradicional olavarriense no publicó, en su momento, los repudios realizados al respecto por el Frente Ni Una Menos de la localidad, como tampoco la nota de su propia pluma Silvana Melo sobre la historia local y los recientes casos de abusos sexuales a dos menores en el local de una agencia de viajes, el acto de denuncia de este domingo apareció cubierto por el medio centenario. A su manera, claro.

En la crónica del dicho medio, se hace referencia a que “las presentaciones de Etchecopar ya han sido repudiadas en otras ciudades”. Y más que repudiadas, también: han sido canceladas y no en un solo lugar. En Tandil, recordemos, Etchecopar se iba a presentar. A las pocas horas de pegarse los afiches en varias ‘carteleras’ callejeras, y siendo el escenario elegido para aquella ocasión el del Centro Cultural Universitario (también espacio público y estatal), la cantidad de rechazos que recibió hizo que se desistiera de esa presentación. Se supone que fue «un error», aunque no quedó del todo claro de quién.

El final de la crónica del diario se vuelve complicado de calificar: “Tras la intervención policial salieron del Teatro y continuaron con su manifestación en las puertas del mismo. Según se pudo saber, no hubo ningún tipo de incidente ni daño”. Sólo les faltó agregar un ‘sorpresivamente’. ¿Y por qué tendría que haber habido algún incidente o daño? Tranquilas, tranquilos: el único daño, efectivo, fue la quita y destrucción de los carteles que expresaban la voz de varias y varios olavarrienses que no se pudieron dar una vuelta por el lugar. Lujan, Verónica, Natalia, Tamara, Graciela, Olga, Mara… y la lista de víctimas de la violencia machista en Olavarría sigue. La misma violencia que Baby Etchecopar destila. Pero ninguna pared ni instalación resultó dañada. Eso tranquiliza a muchos… y muchas.

De leyes infringidas y denuncias varias

Varias organizaciones repudiaron, tal lo expresado en sus comunicados de los días previos a este domingo 20, la presentación del ‘show’ de Baby Etchecopar, no sólo en Olavarría en sí, sino en su Teatro Municipal. Y he ahí uno de los ejes del rechazo: el que se realizara en un lugar público, estatal, subvencionado por todas y todos los olavarrienses. En un contexto de la gravedad que subyace la violencia de género en el partido, que el Municipio avale este tipo de espectáculos poco hace a la prevención de esta problemática, como poco se condice con la política de género que dice sostener. Lo más parecido al acto de tirarle leña o kerosén al fuego en que está sumida Olavarría, con varias decenas de casos de abusos y violaciones que aún esperan justicia, con casos de femicidios sin resolver y con los criminales paseándose, con total impunidad, por las calles de la Ciudad del Cemento.

Repudiaron el discurso machista, xenófobo, misógino, discriminador, homo-lesbo-transfóbico, incluso defensor de genocidas, que Etchecopar reproduce, reivindica y multiplica en sus intervenciones en los medios de comunicación. “Consideramos que como figura pública y comunicador actúa de manera absolutamente irresponsable incitando a la violencia a través de sus dichos en relación a los sectores más marginados de la sociedad”, señalaba un documento del Frente de Mujeres de La Cámpora Olavarría.

Desde todos los sectores que emitieron comunicados, se aclaró que ese repudio y rechazo a la presentación no se trataba de un acto de censura, sino de una herramienta “de la que disponemos como ciudadanas para manifestarnos en contra de lo que este personaje representa: la intolerancia hacia las identidades de género, la discriminación hacia las personas en situación de vulnerabilidad y un discurso violento y retrógrado”. Por ende, el problema no es la libertad de expresión, sino sus expresiones cargadas de violencia. Vale recordar, en este punto, que el ‘espectáculo’ de Etchecopar incurre en violencia simbólica (artículo 5º de la Ley 26.485 de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales) y transgrede la Ley 23.592 (la llamada Ley Antidiscriminación).

Sólo para realizar un ejercicio de memoria, las y los olavarrienses que pagaron entre 460$ y 510$ la entrada a este ‘show’, lo abonaron a una persona que carga con un gran número de denuncias en su contra. Sólo por dar algunos ejemplos, nos podemos remitir a la realizada por la Fiscalía contra la violencia hacia las mujeres (UFEM), por discriminación, instigación a la violencia e intimidación; la del Instituto Nacional de las Mujeres (INAM), por ejercer violencia simbólica y discriminación contra las mujeres; la de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, por homofóbico (desde la Comunidad Homosexual Argentina, por violar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual –Ley 26.522-, que claramente en sus artículos 3 y 70 establece que no pueden promover ni incitar tratos discriminatorios basados en la orientación sexual de las personas), y por los dichos sobre el femicidio de Micaela García, cuando aseguró: “Si tu hija de 12 años sale mostrando las tetas, con un tatuaje, y haciendo trompita, hay una provocación”. En este último caso, a modo de disculpa, agregó: “Aclaré que esto no justificaba la conducta de ningún degenerado, pero que nosotros como padres tenemos que preservar a las chicas con las fotos que suben a Facebook y con quienes chatean. Ese es mi discurso y lo voy a ratificar”. Un ‘pero’ que tanto invalida como sincera.

En cuestiones de género, NO es NI (para el Estado)

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