“Cara de buen tipo”, entre prejuicios e infiernos grandes

Escuché que no hay que poner puntos suspensivos porque existe un punto final”, escribe Gisela Echarri, al iniciar los agradecimientos de su novela. Cara de buen tipo es la ópera prima de esta joven olavarriense. “Mi idea es hacer un llamado de atención, para que se puedan visualizar esos ‘caras de buenos tipos’ y sus actitudes”.

(por Tefa Schegtel Torres)

La autora lo resalta y muchos de los que leímos su obra también: “Lo importante es que circule”. Porque a partir de un caso se trasciende y se pintan otros tantos, vislumbrados a la luz del día, como si se trataran de lo más natural del mundo. Sin embargo, en tiempos en que se grita bien fuerte que vivas nos queremos, desnaturalizar actitudes violentas es la tarea. Una novela de capítulos cortos y lectura ágil bien puede servir a la causa.

Como breve reseña, Cara de buen tipo es la historia de una pareja. Hasta ahí, nada especial, una historia más. Sin embargo, una serie de indicios terminan por desembocar en una relación que incluye todo tipo de violencias: emocional, psicológica, física. A lo largo del relato, Manuela y Aníbal, los personajes principales, como en una suerte de metamorfosis monstruosa, sufren una transmutación, un cambio que los lleva hacia el lado más salvaje.

Cara de buen tipo, de alguna forma, es una obra colectiva. La ilustración de tapa fue trabajo de un amigo “al que le dije más o menos lo que quería que dibujara, y me lo regaló”. En el génesis, la obra llevaría el nombre “El traje de Dios”, por una canción de Lisandro Aristimuño, que parece hablar de una persona perversa. “Hasta que escuché ‘Cara de buen tipo’, en un recital, y le pregunté por el título a una persona a la que no conocía y ahora es un gran amigo, a quien admiro. Le comenté que estaba escribiendo una novela y que quería pagarle por el derecho de uso de ese título. Se puso muy contento y me dijo: ‘Te lo regalo. Ya no me pertenece’. La letra en sí misma no tiene que ver con la historia de la novela, pero el título sí. El título resume todo”.

Y la gran pregunta, en medio de una charla amena, entre mates que se ensillan y lavan: ¿Por qué ‘Cara de buen tipo’? “Seguramente pasa en otras ciudades, pero en Olavarría tenemos muchos prejuicios con las caras de las personas. Juzgamos por si la persona tiene un tatuaje, si tiene un aro, por la apariencia, por cómo está vestida, por los lugares frecuentados, por los amigos, por si se tiene formación académica o no. En la novela, un personaje dice que la gente se asusta de su persona y que lo juzgan por la cara, porque tiene cara de ser mala persona. Precisamente, el personaje principal de la novela… tiene ‘cara de buen tipo’. Hay muchas personas que tienen caras de buenos tipos o de buenas tipas. La cara tiene mucho que ver en cuestiones de prejuicio. La mirada es la mirada del otro, ya lo dijo Lacan”.

Líneas arriba, se hacía mención a que Cara de buen tipo puede ser definida como una obra colectiva. Eso también vale para el proceso de escritura. “Fue un proceso corto, que llevó todo un verano. Ya tenía la historia en la cabeza. La tarde del 29 de noviembre de 2016 empecé a escribir. Primera vez que escribía ficción, porque siempre escribí textos académicos. En un momento pensé en quién me iba a corregir esto. Me recomendaron a Guillermo Del Zotto, a quien solo conocía como escritor local. Lo conocí personalmente el 1ero de diciembre, y le llevé copias del primer capítulo, para que me ayudara a armar la estructura de una novela y poder terminarla”.

Así comenzaron sus idas y venidas al taller. “Me corrigió y me enseñó cosas que yo tenía olvidadas, a nivel escritural: cómo se construyen los tipos de diálogos en una novela, la verosimilitud literaria, los narradores. Le llevaba en papel lo escrito: una copia para él, y yo leía en voz alta. Él me hacía las correcciones, tanto gramaticales como en lo literario”.

En la soledad de su casa, Gisela hizo de un ejercicio sugerido por Del Zotto un ritual: escribir para ella y leer en voz alta. Siempre que lo hacía, era para otros. “Nunca me había escuchado a mí misma, y eso modifica mucho: a nivel emocional; a nivel gramatical, darme cuenta de los errores cometidos en una prosa, en un punto seguido, en una coma. Fue un descubrimiento y es un buen ejercicio que aconsejo, no sólo para la ficción”.

Acompañada por Del Zotto, Gisela define ese proceso de escritura como “de mucha intensidad, de mucho compromiso laboral, social”. Y tanta intensidad, desprendió algunos lagrimones: “cuando la empecé a escribir, en el centro de la novela, y en el punto final, antes de la página de agradecimientos”. El punto final lo puso en febrero e inmediatamente empezó con las averiguaciones para su publicación. “Hablábamos con Guillermo (Del Zotto) y no podíamos creer que fuese tan complicado hoy publicar un libro, en encuadernación, en tinta, en todo. Antes era más accesible económicamente y con mayor libertad de decir”.

Maricel Aiscurri, Gisela Echarri y Guillermo Del Zotto, en la presentación de Cara de buen tipo, en Insurgente.

Si el proceso de escritura de la novela, el escribir ficción, fue rápido, lo que más costó vendría después: encontrar personas comprometidas socialmente con la temática, para su publicación. “Averigüé en editoriales de Capital Federal y me salía muchísimo dinero. Imposible pagarlo en cuotas: no tenía ni tengo el efectivo que pedían. Busqué imprentas de Olavarría: una se negó porque, supuestamente, era mucho trabajo. Me pasaron presupuestos que excedían los de las editoriales porteñas. La última opción me había presupuestado y habían dicho que sí, pero…”. Y en ese ‘pero’, la continuación del periplo: “Leyeron la novela y no les gustó. A mí me parecía genial, porque el arte también es eso: aunque no guste, de alguna forma el mensaje llegó. Para mí, no hay peor cosa que ser indiferente, que no te pase nada con una obra”.

Esas personas que dieron el no en la línea de partida, dejaron sola también a la diseñadora gráfica Maricel Aiscurri, que tenía tantas ganas como la propia autora para que la obra viera la luz. Maricel ya tenía hecho el trabajo, el primero en formato libro. En el espacio Insurgente se enteraron de lo ocurrido y se montaron en un gran compromiso con el libro, por el arte en sí mismo, por la temática, más allá de lo personal. “Juan Weisz me dijo que me quedara tranquila, que en Insurgente tienen compromiso social y que el libro iba a salir”.

Así las cosas, Luz Jara y Maricel Aiscurri tomaron la posta y el trabajo salió a pura garra, a puro pulmón, con una dedicación tal que lograron publicar el libro. “Con mi novela, inauguraron una editorial, La Sal Editora”. Y los agradecimientos de Gisela hacia Luz y Maricel no se hacen esperar: “Quienes quieran publicar, recurran a La Sal Editora, porque las chicas laburan de manera muy responsable, son accesibles y muy comprometidas”.

Gisela permite toda crítica literaria. “Que me digan que lo que escribí es una porquería, que sinceramente no les gustó, es genial: el mensaje llegó. Gente que me dice que lloró un montón, que se han sentido mal al leerla. Aún así, me han felicitado, diciéndome que es bueno que haya podido escribir esto. También la leyó uno de los dueños de la librería El Faro de Alejandría, la única librería en donde lo dejé. Me dijo que la novela le produjo desazón, con su crítica y el por qué, aunque la historia, como está escrita, le gustó. Mis amigos, que vivieron ‘la novela’, que estuvieron en ese proceso de mi vida, leen la novela como novela y se sorprenden”.

Gisela Echarri, Maricel Aiscurri y Luz Jara, en Insurgente, la tarde de la presentación de Cara de buen tipo.

Para Gisela Echarri, la literatura es arte y el arte es lucha, relacionada con compromiso social. “No puedo despolitizar al arte. La persona que toma una fotografía, que pinta un cuadro, que canta, que hace teatro, no la puedo ver por fuera de la política, como tampoco una marcha. Va más allá del gobierno de turno. En este momento, estamos con éste que clausura, censura, omite… En Olavarría, en la zona, en el país, están cerrando las puertas del arte. Están cerrando e intentando clausurar espacios culturales como Insurgente, Chamula. En Azul y Tandil ocurre lo mismo. Una gestión a la que le molesta toda manifestación cultural y de lucha”.

Es imposible disociar Cara de buen tipo con el marco de luchas como “Ni Una Menos”, que hoy ocupan la agenda pública. La autora no es indiferente a ello. De hecho, apoya a “las luchas feministas independientes, que quizás en los medios no son tan visibles, pero sí en su labor cotidiana”. No le gusta hablar del término ‘victimización’ ni considerar a la mujer como víctima, sino que prefiere poner el foco en ayudarla en su transformación, con herramientas. “El arte deja un mensaje y tenemos que defenderlo. No considero al arte como una terapia. El arte es otra cosa. Pero, si al leer la novela, a alguien le ayuda y puede sanar…” Y aclara que lo suyo con la novela fue “un proceso personal”, pero prefiere no llamarlo “sanación”.

Gisela reconoce que “hay quienes no quieren que me exponga con la novela. Es cierto que se me cerraron muchas puertas, pero no por el libro, sino antes”. Sin embargo, ahora la realidad es otra y con su obra se le están abriendo otras posibilidades: “Estoy contactándome con mucha gente para presentar el libro”, cierra Echarri.

Los ejemplares de Cara de buen tipo son vendidos por su propia autora y en la librería olavarriense “El Faro de Alejandría” (Necochea 3147). Y, ojalá, con esta novela se aporte a la causa de que el mensaje circule, se difunda y se ayude a la detección de tanto “cara de buen tipo” cuyas apariencias engañan.

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