¿De qué hablamos cuando hablamos de Autogestión?

Muchas veces utilizamos palabras que parecen no ser necesario definirlas porque sus significados, por así decirlo, están dotados de una cierta transparencia. Sin embargo, no siempre todxs entendemos lo mismo cuando las utilizamos, ni son meros sinónimos de otros términos similares. Por María, para LA SAL EDITORA.

Hacia algunas definiciones pertinentes. 

La autogestión es una de esas palabras de las que se habla mucho pero se entienden muy poco. Porque no todxs quienes hablan de autogestión entienden, o quieren decir lo mismo. El que exista cierto vacío sobre el significado de este término sirve para la confusión. Para mí, y voy adelantando mi posición, la autogestión es mucho más que un concepto descriptivo que nos habla de una de las formas posible de gestión. La Autogestión se basa en las ideas de Autogobierno, Autonomía e Independencia, que no son meras palabras, sino ideas-fuerza que ponen en juego el binomio unidad/democracia. Hablamos entonces de autogestión cuando estamos frente a proyectos organizados horizontalmente, basados en los principios de democracia directa, gestión colectivizada y sin jerarquías.

De dónde viene el término autogestión y algunas limitaciones que se han dado en las experiencias recientes.

El término de Autogestión es relativamente nuevo. Nació al calor de los movimientos insurreccionales que estallaron hacia finales de la década del 60 en varios países de Europa y América Latina, como el Cordobazo en la Argentina, y que tuvo su epicentro en el mayo francés del año 68,con el protagonismo de les jóvenes y trabajadores.

En la Argentina, las distintas experiencias autogestionarias que venían gestándose desde mediados de los años 90, se generalizan después de las masivas movilizaciones de diciembre de 2001 cuando surgieron las experiencias de asambleas barriales, fábricas recuperadas y tomas de edificios abandonados. Si bien el movimiento fue marcadamente heterogéneo, podemos decir generalizando que estas experiencias autogestivas tuvieron un gran auge hasta la caída de Duhalde, y luego del 2003 comenzó su declive, hasta prácticamente desaparecer la gran mayoría de ellas.

Este declive puede caracterizarse por los cambios en el contexto político y en el éxito del Kirchnerismo de institucionalizar nuevamente el país, luego de la devaluación y la intentona represiva que llevaron al fracaso de Duhalde, quien de todas maneras pudo realizar el trabajo sucio para que luego el gobierno de Kirchner lograra, por medio de concesiones y cooptaciones al movimiento popular, que la gran mayoría de las personas y colectives que estaban movilizades, depositaran nuevamente su confianza en el Estado y sus instituciones.

Pero la declinación de estas experiencias autogestionarias tiene, principalmente, motivos internos que son importantes a tener en cuenta para comprender cuales fueron sus limitaciones. En cuanto a las Asambleas Barriales y los espacios recuperados Socio-comunitarios, la falta de salidas concretas, reales, viables llevaron la mayor de las veces al inmovilismo. En lo organizativo, si bien se logró funcionar de manera horizontal en la toma de decisiones, se fracasó, las más de las veces, en establecer responsabilidades. Nadie era responsable de nada y la voz de cualquiera valía lo mismo en un sentido radical. Se daba una discusión crucial sobre algo muy importante y quien nadie nunca había visto en su vida, deba un discurso de una hora y esa palabra valía lo mismo que cualquier otra. Ese supuesto horizontalismo se demostró inviable. No hay posibilidad de que funcione ninguna organización de esta manera porque las discusiones se empantanan en un continuo empezar cada vez que alguien “nuevo” toma la palabra, y el tomar la palabra debe ir acompañado de ponerle el cuerpo. Pero además, al caer en un horizontalismo radical se veía con malos ojos cualquier forma de delegación y organización, que se transformó en un límite claro porque no hay organización duradera sin división de tareas y sin delegación y determinación de responsabilidades individuales. Esto no quiere decir que había que imponer jerarquías. Hay muchas formas de establecer responsabilidades y tareas sin jerarquías, por medio de la rotación y revocabilidad de todas las responsabilidades, y el mantenimiento de la toma de decisiones por asamblea.

Las experiencias de fábricas recuperadas pasaron por situaciones similares a las de las otras formas socio-comunitarias que surgieron al calor de los acontecimientos, y que son muestra de la intensa creatividad social y política de aquel momento. Sin embargo, merecen un párrafo aparte porque aportan, por su complejidad y por estar directamente relacionadas al mundo de la producción, algunas cuestiones que son centrales para pensar el concepto de autogestión.

La denominada autogestión sin patrón o gestión obrera, no pudo superar en la mayoría de los casos los problemas relacionados a las jerarquías, manteniendo hacia su interior la división entre trabajo intelectual y manual, lo que volvió la toma de decisiones asunto de una minoría. En otros casos, se dio una especie de “autogestión desde afuera”. Es el caso de la “autogestión” impulsada por partidos políticos, en los lugares donde fueron dirección de la toma, y que mantuvieron relaciones de poder encubiertas, ya que se controlaba desde afuera la toma de decisiones por dichos partidos.

A estos problemas hay que sumarle que en muchos casos estos emprendimientos debieron hacerse cargo de las deudas de las empresas que habían sido vaciadas por los antiguos patrones, lo que condicionó sus posibilidades de desarrollo. El aislamiento llevó, además, a que muchas de estas experiencias no pudieran sostenerse en el tiempo. La subsunción indirecta al capital es una realidad, ya que no se manejan ni los precios de los insumos ni los precios de ventas, teniendo que competir en el mercado como una empresa capitalista cualquiera, lo que ha llevado a una autoexploración y una sociabilización de las pérdidas que terminan beneficiando más que debilitando al capital.

Heterogestión y Autogestión.

Estas experiencias son muy positivas. Pero nos señalan también los límites que son necesarios tener presentes. Es importante partir de una definición concreta de qué es lo que entendemos por autogestión. Porque no todos los emprendimientos socio-comunitarios pueden ser entendidos bajo este término. Las experiencias de gestión obrera o gestión desde afuera pueden, por ejemplo, ser consideradas como formas de Heterogestión más que de Autogestión.

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Hay otras formas de heterogestión que son directamente impulsadas desde el Estado o las mismas empresas neoliberales, y que también se disfrazan de autogestión. Desde los gobiernos, por ejemplo, se habla de autogestión cuando impulsan una consulta popular, se da alguna forma de descentralización o dan algún organismo gubernamental autarquía. Estás experiencias de participación no dejan de estar dirigidas de arriba hacia abajo por los gobiernos, y no tienen otro fin que el de mantener el control Estatal, es decir de reproducir las asimetrías de poder. En cuanto al cinismo de los capitalistas es muy conocido. Cuando ellos hablan de autogestión es para pedirles a sus esclavos que tomen decisiones en sus unidades productivas, sobre el proceso del trabajo, buscando por medio del autocontrol de los trabajadores y sus “decisiones creativas”, aumentar la productividad de las empresas incrementando la plusvalía y las ganancias de los capitalistas.

En todos estos casos hablamos de heterogestión porque, aunque mostrando una aparente amabilidad, lo que se busca de manera encubierta es acrecentar la dominación, por medio de tareas administrativas e iniciativas económicas, que son en apariencia más democráticas que las prácticas habituales del capitalismo.

Las diferencias entre Autogestión y Heterogestión están dadas por la participación en las decisiones que tienen los individuos. Se define participación como la capacidad de incidencia e iniciativa propias en las decisiones que nos afectan, personal, grupal y colectivamente. Todo tipo de decisiones. En todos los casos de heterogestión, puede haber diferentes grados o niveles de participación, pero en todos los casos se producen relaciones jerárquicas y asimétricas en la toma de decisiones. La autogestión es lo opuesto e implica la participación en igualdad de todxs en la planificación y en los procesos de toma de decisiones que nos afectan individual, grupal o colectivamente.

Autogestión versus Dominación

De lo expuesto hasta aquí se puede decir que la participación posee dos extremos que son la dominación y la autogestión. La dominación es una relación social jerárquica que puede darse en todas las esferas de la sociedad y que da cuenta de las desigualdades estructurales que incluyen relaciones de mando/obediencia, dominador/dominado, alienanción, explotación, etc.

Mientras que la autogestión se funda en la búsqueda de otras formas de vida social y es la forma más radical de democracia: la democracia directa. Por tanto es participativa y no alienada. Su base son las relaciones igualitarias entre todes, lo que implica el respeto a la diversidad. Su aplicación generalizada implica la sustitución de un sistema de dominación por una sociedad igualitaria/libertaria. Es importante en este sentido señalar que la autogestión, entendida de esta forma, no es un fin en sí misma. Ni tampoco un medio. Sino más bien un método organizativo que busca unir teoría con práctica. La autogestión como metodología organizativa busca que cada individuo pueda ser sujeto y no objeto de las alternativas que le conciernen. Va mucho más allá de su aplicación al angosto mundo de la producción y se vuelve esencial para desarrollar todas las esferas de la vida social. De esta forma se vuelve modelo alternativo de sociedad.

Esta nota forma parte de la cuarta edición de la revista autogestiva Madre Tierra