El grupo musical olavarriense «prohibido» por la dictadura: ‘Zona Militar’

Eran jóvenes, eran músicos exitosos y estaban cumpliendo su sueño de estar en la cima de la popularidad. Pero un golpe de realidad los exilió de ese paraíso, y lo más sorprendente es que fue por el nombre del conjunto en sí, no por sus temas o su posición política. El grupo se llamaba ‘Zona Militar’, hacían música bailable, y aunque habían conquistado el ambiente de su ciudad y estaban comenzando a sonar en todo el país, su denominación los perdió. Esta es la historia de cómo un nombre puede tener un gran impacto en la carrera y en el destino de un grupo musical y en su sueño de alcanzar el éxito, en tiempos en que el país fue asaltado por la última Dictadura.

‘Zona Militar’ nació a principios de la década de los setenta, tocando en todo tipo de lugares de la región centro de la provincia de Buenos Aires. Comenzó su carrera el 4 de setiembre de 1971 en el tradicional «Baile de la Sociedad de Músicos de Olavarria» en el Club Racing. Velada de la que formaron parte otras 22 orquestas de todos los ritmos: desde típica, tropical, jazz, hasta música beat y rock.

Los integrantes originales eran: Pedro Manuel en 1ª guitarra; en 2° guitarra y voz, Alberto Doleschan; Carmelo Amata en teclados; en el bajo, Manuel Cesáreo Nuñez Diaz; y Jorge Paiz en la batería (que había sido de la formación del grupo ‘Acuario’).  Posteriormente el grupo fue cambiando integrantes: Néstor Aires (teclados), Osvaldo Moreno (bajo), Eduardo Benz (voz) – Mario Díaz (voz), Carlos De Trochi (batería), Rubén Lagleyze (bajo y batería) y Juan Carlos González (primera guitarra).

La anécdota sobre el origen y elección del nombre de la banda es discutida: Paiz cuenta que fueron a hacerse fotos de promoción por la ciudad, y una de ellas tuvo por tablado un edificio asignado al Ejército, situado en inmediaciones de la Estación del ex Ferrocarril Provincial. Ese edificio tenía un cartel que identificaba al lugar como ‘Zona Militar’ y quedó en las imágenes. También se dice que su razón de ser remite a que algunos miembros del equipo hicieron juntos la «colimba». De todos modos, el nombre gustó y quedó.

Incluso, llegaron a contar con los servicios de una modista que les realizaba trajes entallados, camisas coloridas u otras vestimentas que los identificaban en las actuaciones.

Tocaban en casi todos los bailes del pueblo, muchos en los que eran elegidas «Reinas» como la de «La Salud», o la de Olavarría,  seleccionada entre las postulantes de los clubes, Unión Clasistas, peñas, sociedades de fomento y otras instituciones.

En 1972 grabaron su primer disco doble en los Estudios ERAMI de Ernesto Miglierina, en Olavarría. Este fue presentado en un baile en el Club El Fortín y tenía cuatro temas: «Muchacha de ojos azules», «A mi vida, una canción», «Hoy quiero estar contigo» y «Esa lágrima es mía». El sobre que contenía el disco estaba ilustrado por una fotografía a color de Raúl Alculumbre (reconocido fotógrafo integrante del Foto Club Olavarría), tomada en la playa del Ferro Carril Roca. La edición de 500 discos se agotó inmediatamente.

En 1974 el grupo vuelve a modificarse para contar con una nueva formación: Juan Carlos González en guitarra, Pedro Manuel en segunda guitarra, Osvaldo Moreno en bajo, Néstor Aires en teclados, Jorge Paiz en batería y Mario Díaz en voz.

Eran famosos en una ciudad que les estaba quedando chica; en la que caminaron por avenidas paralelas a otros géneros musicales de la época, como el folklore o el rock, entre cuyos referentes fueron respetados, a pesar de tocar en bailes y no en formato recital.

Al decir de Paiz, en esa época el 90% de la gente los escuchaba a ellos, que se consideraban «herederos» de grupos como ‘Los Iracundos’ por su estilo; mientras el porcentaje restante era seguidora de músicas más progresivas.

Es que, vale decir y recordar, muchas veces, los grupos de la primera camada del rock tocaban en bailes, y ahí se solían encontrar todos. De hecho, en cierta ocasión, ‘Zona Militar’ compartió escenario con ‘Arco Iris’ en el Club de Sierra Chica. El circuito de bailes y el de recitales se cruzaba.

Recorrieron completa la campaña de la región del centro bonaerense. Tocaban en todo tipo de celebraciones e instancias sociales, urbanas o camperas. En los diarios de 1975 se encuentran avisos de las romerías y fiestas con música en vivo en los que ‘Zona Militar’ aparecía sin descanso, con enorme asiduidad. Lugares de todo tipo a donde Paíz viajaba a dedo para conseguir presentaciones, hasta durmiendo en estaciones de servicio con tal de lograr el objetivo: llegado a cada pueblo, paraje o club de campo, pedía hablar con el presidente de la entidad, de la Sociedad de Fomento o con quien fuera. Era buen vendedor, entrador y lograba eso que se proponía. Los integrantes del grupo bromeaban con que dejaban una novia en cada lugar y cada vez que volvían allí aprovechaban a visitarlas. 

Por fin, en 1976, Alberto Matrella (propietario de Discocentro Olavarría) llevó a un promotor de la discográfica RCA Victor a escuchar un ensayo del grupo: le impresionó lo suficiente como para invitarlos a Buenos Aires a firmar un contrato por tres años para grabar y editar dos discos simples y un Long Play. En ese momento, se sumó a la formación el baterista Carlos Detrochi, en tanto Jorge Paiz se convirtió en el productor general de la banda.

Ese disco llevaría «Un brindis por mamá» en el lado A y «Al fin entre mis brazos» en el lado B. Fue registrado en el estudio Netto usando flamantes equipos Fender. El técnico de grabación fue el conocido Jorge «El portugués» Da Silva. En el grupo recuerdan que en esa misma época estaba allí Gustavo Santaolalla registrando «Mañanas campestres». Ya por entonces la voz del cantante Mario Díaz identificaba cabalmente al grupo. 

En apenas dos semanas, se vendieron 25.000 copias del disco y se convirtieron en un éxito nacional del que cobraron las regalías, porque la discográfica apostó fuerte a su difusión. Se escuchaba en todas las radios, en el subte, en negocios de avenida Corrientes, mientras se vendía muy bien en Salta, Jujuy y La Rioja. En esos tiempos, el modo de medir el éxito de un grupo era a través de los pedidos de las disquerías, especialmente del interior.

Estuvieron en ‘Pantalla Gigante’, el programa de Juan Alberto Mateyko, por Canal Once, transmitido desde el Sheraton Hotel, con un desfile de moda de Pata Villanueva de pretemporada de verano. Eso les posibilitó luego hacer una gira por La Pampa.
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En ese mismo año, Boca Juniors salió campeón del torneo de fútbol y grabaron en un simple dos temas de Lalo Fransen con producción de Palito Ortega, como ‘Los Panters’: lado A «Los Xeneizes», lado B «El ‘Loco y su ballet”, dedicado a Hugo Orlando Gatti, arquero de ese equipo. Aunque no figuran en los créditos, esa participación les enorgullece.

Estaban llegando a la cima… y la caída fue muy dura. Ya vivían en Buenos Aires, les tocaba volver a Canal Once, pero los llamaron de RCA para decirles que no fueran a la emisora a hacer su show: aparentemente, había llegado una orden de la Secretaría de Prensa y Difusión, de prohibición del nombre y, por ende, del grupo. Y así terminó todo.

 

Todas las contrataciones se cayeron al no poder usar más ‘Zona Militar’. La discográfica canceló el contrato y no pudieron seguir viviendo de la música. Todo el sueño se derrumbó de manera repentina, súbita e irremediable.

Ahora diríamos que «los cancelaron». Y eso fue un golpe mortal para el grupo, ya que habían alcanzado el éxito nacional con su primer sencillo y estaban en su plena promoción. La decisión del Secretaría de Prensa y Difusión fue tomada en el marco de la última dictadura cívico-eclesiástica-militar que había asaltado el gobierno del país en ese entonces. Desde ese organismo consideraron que el nombre del grupo podía ser interpretado como… una apología de la violencia! Cuando eran exactamente lo contrario. No se llamaban ‘Zona Liberada’ ni mucho menos ‘Zona Comunista’: por el contrario, posiblemente los muchachos pensaron que, de alguna manera, ese nombre los pondría a resguardo.

Tocaban el cielo con las manos, pero en plena promoción radial, televisiva y gráfica del disco, luego de la prohibición, debieron volver a Olavarría con toda la tristeza y el desánimo encima. Como dice Paíz: «Vos estás jugando en Boca, River y volvés a jugar al Fortín o a Racing de Olavarría, o a Estudiantes. Es volver a lo mismo, a lo que ya hiciste… A nosotros nos empezó a pasar eso, como que estábamos volviendo para atrás.»

A pesar de haber logrado mantener su popularidad en la ciudad de Olavarría y en la región, la prohibición del nombre ‘Zona Militar’ tuvo un impacto demoledor en la carrera de los músicos. Aún en ese contexto, su canción «Un brindis por mamá» seguía sonando en las radios y vendiendo copias, pero sin la promoción que habían tenido hacía poco tiempo atrás.

Ante esta situación, los integrantes del grupo se vieron obligados a buscar una manera de «re-bautizarse». En una votación abierta (en la que participaron sus seguidores), finalmente eligieron el nombre de ‘Los Francos’. Bajo esa nueva identidad, se presentaron en un baile en el Club Racing de Olavarría al que asistieron más de 4000 personas, superando el récord de concurrencia de Sandro (de los artistas más populares de la época) y donde el locutor fue el recordado Ariel «Negro» Ocampo. Esto quedó sellado como algo histórico para la comunidad.

Sin embargo, algo se había quebrado, por sobre todo en el plano de la difusión nacional. Ya no estaban en RCA. A pesar de intentar seguir adelante con el nuevo nombre-proyecto, la carrera del grupo no logró recuperarse completamente del golpe. En 1977, regresaron a Buenos Aires a grabar su primer «Long Play» en los estudios de Francis Smith (autor de éxitos como «Estoy hecho un demonio», líder de ‘Safari’ y creador de ‘Los Ángeles de Smith’), con la dirección musical de Fernández Melo (autor de temas como «Salta pequeña langosta» y todos los éxitos de Bárbara y Dick), con la participación especial en batería del baterista local Roberto Peyrano.

Sin embargo, no lograron la misma repercusión, por falta de una campaña de prensa adecuada que les diera presencia. Después de unos meses de actuaciones esporádicas en Capital Federal, decidieron regresar definitivamente a Olavarría, donde tocaron en toda la zona hasta 1980, año en que el grupo se disuelve.

El grupo «perdió» al perder el nombre por el que fue conocido. Los temas que «triunfaron» eran interpretados por ‘Zona Militar’. ‘Los Francos’ no lo lograron. El cuadro toma aspectos aún de más sinsentido al tratarse de un grupo que lejos estaba de ser contestatario y de protesta: sus músicos no profesaban ideología revolucionaria alguna, no eran militantes políticos. Eran personas que simplemente querían trabajar de músicos, «hacer pop para divertirse» y pasarla bien. Y no encontraron la manera de seguir.

Al volver a la ciudad, estos músicos debieron dedicarse a otros menesteres para sobrevivir: un guitarrista que era carpintero volvió al oficio; el otro retomó su trabajo en una farmacia; Paiz negoció su reingreso a la casa de ropa ‘Topaz’ y posteriormente se dedicó a la publicidad y al rubro textil; otro integrante se orientó a la fabricación de instrumentos, el trabajo en fábrica o la actividad comercial; y el cantante (que era también el compositor) se radicó en Bolívar, donde se llevó la denominación de ‘Los Francos’ para reiniciar el grupo con otros músicos.

Curiosamente, no es posible encontrar documentación gráfica de la comunicación oral hecha desde el sello RCA al grupo informándoles que estaban prohibidos. No están entre las listas de los grupos silenciados, las famosas «listas negras» ni mencionados en otras dependencias. Sabemos que se censuraron canciones, incluso cantantes como Mercedes Sosa, o grupos como ‘Los trovadores’, básicamente por su posición ideológica o el contenido de sus canciones. No conocemos otro caso de un grupo «comercial» meramente vedado por su nombre. Un misterio a investigar con más profundidad.

El grupo tuvo reencuentros y homenajes, como en 1991, cuando se reunieron a beneficio de Cáritas ‘Monte Viggiano’. Para ese entonces, habían sucedido cambios de importancia en el grupo: las voces de Gustavo Eliseo, Eduardo Benz y Mario Díaz; la guitarra de Juan Carlos González; Osvaldo Moreno en bajo; los tecladistas Héctor Paroli y Néstor Aires; Rubén Lagleyse en bajo y batería; y la participación especial de Roberto Peyrano. Como sonidista participó Carlitos Caneré; y en fotografía, iluminación y efectos, Miguel Angel Martín.

En el interín, fallecieron tres ex integrantes: Manuel Cesáreo Núñez Díaz, Héctor «Panchito» Paroli, y el sonidista Mario «Marito» Trevisan.

En octubre de 2006, hicieron un recital a beneficio «con toda la nostalgia», para conseguir ayuda económica para la rehabilitación de Cecilia Bravo, quien necesitaba una operación.

El 4 de setiembre de 2021, se cumplieron 50 años del génesis de ‘Zona Militar’, y el grupo recibió por fin su homenaje. Fue en el Concejo Deliberante de Olavarría, iniciativa del bloque Foro Olavarría (del interbloque Frente de Todos). Un jueves de sesión, el HCD distinguió con el galardón “Honor al Mérito Ciudadano” al grupo musical ‘Zona Militar’ en un reconocimiento que había tardado cinco décadas en llegar desde aquel lejano 1971.

Al respecto, el concejal Eduardo Rodríguez sostuvo entonces que: “Por el estilo y la impronta musical, se convirtieron en embajadores de Olavarría en toda la provincia de Buenos Aires y con representación nacional, animando los tradicionales bailes, romerías y fiestas con música en vivo”. 

Aún hoy, según cuentan en LU32 (la radio AM de Olavarría), el tema más pedido para el día de la madre es “Un brindis por mamá”. Paiz, baterista y manager del grupo, cuenta que tiene miles de anécdotas de sus actuaciones registradas en su memoria, y las está escribiendo en un libro que piensa publicar.

Al recordar la historia de ‘Zona Militar’, algunos sentirán una mezcla de nostalgia y emoción: nostalgia por aquellos días de música y baile; y emoción al pensar en todo lo que esta banda significó para la música regional. Aunque ya no están juntos, esa música sigue sonando en sus corazones, y siempre recordarán con cariño a aquellos talentosos músicos que los hicieron vibrar con su arte en lejanos tiempos de juventud.

Sin embargo, lo que les sucedió es casi desconocido para el común de la gente. Por lo mismo, cuántas otras historias similares habrá que ignoramos. Por eso, fue necesario escribirla e importante difundirla… Como canta el Taki Ongoy: «¿Qué hubiéramos sido, si hubiéramos podido ser en toda nuestra plenitud?«. Nunca lo sabremos. Quienes podrían ser llamados «Los Iracundos Olavarrienses» quedaron en el recuerdo.  «No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió«, cantaba Sabina y es lo que los músicos habrán rumiado en interminables reflexiones. Es otra de las historias mínimas, capilares, de destrucción de sueños que nos dejó como pesada herencia la última dictadura. 

Por eso, escribir esta «historia triste historia» en un tiempo desolado es poner un pequeño ladrillo para construir la comprensión de cómo un régimen de terror infringe daño en todos los ámbitos, incluso entre quienes no parecían estar en el foco de su atención. Un grupo de música bailable y varias vidas que quedaron sin la posibilidad de cumplir su sueño. La memoria también es lo que no pudo ser…