Un tren que para, un derecho que se evapora

El neoliberalismo ha demostrado detestar la colectividad. Los pasajeros del tren somos una colectividad, durante años hemos viajado en coches rotos, sucios, con frío, sin ventanas y poca luz, baños rotos y mugrientos.

Opinión (por Soledad Restivo)

Niños acurrucados bajo las frazadas y sobre los bolsos, mujeres cuidando sus cargas, vendedores, compradores, familias enteras con termos- galletitas-tupers-mamaderas, jóvenes guitarreando, los sin boleto y el sector fumadores. Una gran colectividad que se congrega en los andenes de cada estación esperando y arribando a destinos nuevos, establecidos, conocidos, aventureros.

Los bonaerenses nos quedamos sin trenes de pasajeros y, pareciera que, nos acostumbramos a que el Estado no resguarde ni asegure nuestros derechos. El 30 de Junio de 2016 la gobernadora Eugenia Vidal suspendió los siete ramales que aún funcionaban en la Provincia de Buenos Aires, y desde entonces 100 ciudades del interior sufren el aislamiento que impone la falta del transporte ferroviario, en tanto casi 2400 trabajadores ven con preocupación el futuro de sus puestos laborales. La inactividad deja huellas de abandono y deterioro en infraestructura  y vías.

La gestión Pro-vincial argumentó que la suspensión de  los servicios de Ferrobaires  era en pos de “preservar la seguridad de usuarios y operarios” y ante el estado crítico del sistema creó una Unidad de Traspaso para que Nación se haga cargo. La empresa estatal, Trenes Argentinos Operaciones, cubre dos ramales: Constitución-Bahía Blanca y Retiro-Junín, con una frecuencia semanal cada uno. Olavarría se ubica en la mitad del ramal Constitución- Bahía, y de cinco frecuencias quedó solo una por semana  que es cumplida por las formaciones chinas inauguradas en septiembre de 2015.

El transporte público y sus condiciones impactan sobre los sectores populares, su movilidad social y el acceso a otros servicios, afecta directamente la toma de decisiones en libertad en función de costos y tiempos. La carencia y las malas condiciones del servicio crean una situación de profunda desigualdad. Sin trenes, o con servicios reducidos, los pasajeros quedamos a merced del monopolio que han construido las empresas de ómnibus en las diferentes rutas de la provincia. El costo del  pasaje en tren es de 270 pesos, mientras que un pasaje en colectivo puede costar 600 o más.

Ramales de trenes en la Provincia de Buenos Aires

Los vecinos de Brandsen, Pigüe, Saavedra, Chascomús, Ranchos, Torquinst, Capitán Sarmiento, Tandil, Laprida, Pringles, Púan y Sierra de la Ventana, se organizaron en asambleas populares y reclaman  “Que vuelva el tren”. Ellos observan con claridad que los trenes de carga recorren las vías permanentemente sin inconvenientes y las empresas transportadoras informan que añaden servicios con cargas “peligrosas”. Los asambleístas se preguntan “las vías están en condiciones para cargas que pueden afectar nuestros pueblos pero ¿no para las personas?”. Recordemos que las vías están concesionadas por empresas que realizan transporte de cargas como Ferrosur Roca.

Mar del Plata, destino turístico y comercial si los hay, acaba de recuperar el servicio y tarda 7 horas en hacer el recorrido hasta constitución, 3 horas más que en 1960. Tandil recuperó el servicio  en junio de 2012 y lo perdió en 2016, la suspensión momentánea.

En Olavarría aún no se escuchan voces alzando el reclamo cantante y sonante. Somos varios muchos quienes hemos sido perjudicados, viajeros, trabajadores y buscas, estudiantes, pacientes. Nos los pasajeros tenemos derecho al tren y a nuestra colectividad, está en nuestra capacidad de organización que no se nos evaporen. Paradójicamente, solo si, no perdemos el colectivo podremos recuperar nuestras vías, hoy privatizadas.

 

NOTA RELACIONADA:

Y la estación espera, a un año de la suspensión «momentánea»

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El  ferrocarril es, desde su invención y a lo largo de la historia un transporte vital en la economía mundial y de las

regiones. La red ferroviaria argentina llegó a ser una de las más grandes del mundo con n 47 059 km de vías, sigue siendo la más extensa de Latinoamérica.

En 1961 con el Plan Larkin, Arturo Frondizi, suprimió 4.000 km de vías, ramales e instalaciones. El segundo gran desguace lo hizo  Onganía, dejó 11.089 cesanteados y clausuró 237 estaciones y 2.981 km. de ramales. Con la dictadura cívico-militar-eclesiástica de 1976 comenzó una reducción acentuada del sistema en la que dejaron de circular muchos trenes de pasajeros, no se realizaron  inversiones y la infraestructura comenzó a colapsar.

Carlos Menen sentenció “ramal que para ramal que cierra”, en 1991 Ferrocarriles Argentinos fue virtualmente desarticulada y se dio en concesión la red ferroviaria. A partir de 1992  se licitaron los servicios de cargas y se transfirió la responsabilidad sobre los servicios interurbanos de pasajeros a los gobiernos provinciales, formándose empresas como Ferrobaires. Centenas de pueblos quedaron aislados y surgieron los parajes fantasmas que pueblan el interior profundo de la Provincia de Buenos Aires.