La Escuela de Teatro que alumbró Olavarría en los setenta

El teatro en Olavarría está en auge con varios grupos teatrales en crecimiento y obras nuevas cada semana. Además, hay una carrera de Profesorado de Teatro en la ciudad con muchos profesores graduados y otros por recibir su título. Sin embargo, en los años setenta, el arte escénico en Olavarría fue mucho más que eso. Un grupo de artistas, coordinados por un director visionario, creó una escuela municipal que no solo produjo puestas teatrales creativas, sino también conferencias, presentaciones de películas, charlas, una biblioteca, y mucho más. Esta experiencia duró poco: de 1973 a 1976, es decir, hasta que fue cerrada por la dictadura. Pero dejó un gran impacto en quienes participaron. Es una historia que merece ser contada por el cambio que produjo en sus vidas y en el perfil cultural de la ciudad.

La novela «La escalera inconclusa» de Orfel Fariña muestra esa parte de la historia local. Allí se cuenta cómo la hija mayor de una familia olavarriense se entusiasmó por una Escuela de Teatro que encontró en un anuncio del diario.

Años después, la entonces adolescente Silvia Fariña, quien primero fue alumna y después orientó su vida al teatro, y Lucy Iguerategui, formadora del grupo, compartieron su experiencia y prestaron sus archivos para esta producción. También se incorporan las voces de otros estudiantes de la Escuela e integrantes  del elenco que se formara en su actividad.

 

En los recuerdos de Silvia, y en la novela escrita por su hermano, todo comenzó con la lectura de un pequeño anuncio en el periódico que invitaba a unirse a un grupo de teatro. Aunque sus padres no estuvieron de acuerdo al principio, Silvia logró unirse al grupo y esto condujo su vida hacia un camino más honesto, y por eso es importante rescatar su voz, la visión de una alumna que asistía al alumbramiento de una época, quizás aún sin comprenderlo.

No es que no hubiera existido el teatro en olavarria. Pero siempre había sino una mera experiencia «vocacional». En 1973 comenzó una escuela que convertiría la práctica en reflexion y análisis profundo. Y en transformación cultural.

La actriz continúa: «En una de mis primeras clases, el profesor de teatro dijo que al arte, si hay que explicarlo deja de ser arte. También medio que en la ciudad lo que era artístico se lo veía medio mal,  o sea como que uno para tenía que estudiar algo tipo contador o abogado… ‘Mirá si te va a dar de comer el teatro’. Bueno yo comí toda mi vida con el teatro. Es cierto estaba instalada esa idea, y es  muy difícil desterrar los prejuicios…«. Pero lo hizo.

 

Juan Carlos Gargiulo fue el protagonista principal en el establecimiento de esta experiencia. En ese momento, trabajaba como encargado de prensa en la municipalidad, que estaba a cargo del intendente radical Raúl Omar «Cacho» Pastor. Gargiulo, quien era periodista, fue el impulsor y gestor de la escuela. La aventura comenzó cuando él, que ya había consolidado una carrera como autor y director teatral en Tandil, su ciudad natal, logró inaugurar una Escuela de Teatro dependiente de la Dirección de Cultura de la Municipalidad dirigida por el Dr. Palanca. Gargiulo fue el director y único docente de la escuela.

Como dato de color es interesante agregar que habitaba una habitación de la casa de Tachi Iguerategui, compartiendo la vida familiar en convivencia con su marido e hijos. Ella lo recuerda como alguien reservado pero cálido, así como reviven en su memoria conversaciones profundas que mantuvieron. Incluso los niños lo conservan como una especie de padre intelectual, que contribuyó a su formación de vida.

La Escuela fue obra de muchos: Gargiulo tuvo a su lado un grupo que lo ayudó a pensar la escuela de Teatro, integrado por, entre otros : Lucy Iguerategui, Coty Laborde, Gustavo Barbato, Pancho Sosa, Adriana Tolosa, Daniel Cortondo.  Otras personas acompañaron la experiencia aunque no hicieran teatro, como Graciela Sarachu y varios más.

Quienes apuntalaron la experiencia fueron principalmente Lucy y Coty. Incluso suplían a Gargiulo en la docencia cuando Juan Carlos no podía atender las clases.

Lucy ha seguido en la batalla cultural desde la trinchera del teatro hasta el día de hoy. Luego de la experiencia de la Escuela, estudió teatro con Norman Brisky y  Psicodrama con Tato Pavlovsky. A partir de ello, actúa, escribe y dirige desde el año 1982. Se desempeñó como coordinadora del taller municipal de teatro entre los años 1993_2001. Miembro fundadora de Macondo Creativa Mutual de Arte Popular. En la actualidad coordina junto a Julio Benítez el grupo de teatro comunitario “Los Bufones del Andén”.

Aunque Coty fue más conocido posteriormente por su rol como músico en el áre de la lírica, donde destacó como tenor, mantuvo un pie firme en el teatro, disciplina con la que mostró siempre un permanente compromiso.

Fue profesor de canto del Conservatorio Provincial de Música de nuestra ciudad y del Coro Universitario de Tandil y también dictó clases en el Teatro Argentino de La Plata. A lo largo de su vida residió y se perfeccionó en España, Alemania y Francia, donde obtuvo diversos premios.

En España formó parte de la Opera-Cómica de Madrid y de la Compañía Lírica Española. A su regreso a Olavarría fue convocado por el intendente Helíos Eseverri, dirigió el Teatro Municipal y tuvo a su cargo la Escuela de Canto y Educación Vocal. Formó y dirigió el Grupo de Actividades Artísticas Incidentales, que presentó «El lenguaje de García Lorca» y «Las Galerías de Antonio Machado».

En su trayectoria musical fue acompañado en piano por los maestros Alfredo Rossi, Elma Castañares, Mario Fitte y Narciso Corradini. Y en Buenos Aires, por los maestros García Cid y Rícardo Zanón, entre otros. Dio clases de lírica en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y llegó a cantar en el Salón Dorado de la Alianza Francesa de Buenos Aires y en 1990, en el Salón Dorado del Teatro Colón.

En diciembre de 1974 y como experiencia en la música popular, formó parte de la experiencia musical «Sinkope» que estableció hermandad musical entre Azul y Olavarría al estar integrada por intérpretes de ambas ciudades. Coty fue indudablemente uno de los pilares de la escuela. Falleció en 1992, y actualmente una biblioteca popular lleva su nombre.

Tiempo después, una nota en el diario local afirmaba: «Cuando el año pasado la Escuela Municipal de Teatro presentó su primer espectáculo en el Museo Dámaso Arce, se desataron controvertidas opiniones; lo cierto fue que «Humanidad 2» sirvió para sentar dos precedentes importantes en Olavarría: que es posible llevar el teatro aún a lugares no del todo fisicamente aptos para ello, y justificar que la docencia teatral implementada a manera de una escuela organizada-e- limina las frecuentes improvisaciones e incoherencias en las que incurren diletantes y aficionados.

 

«En Humanidad 2′ hubo quienes vieron más de que la pieza quería expresar, mientras que otros, prefirieron, deliberadamente, de- sentenderse de una realidad con la cual podrán no conciliar, pero que de ninguna manera les es ajena. Olavarría no es una isla, y los acontecimientos de cade día indican ue la rase que se expresa en la pieza no es precisamente un jueguito de palabras«, sentenciaba el entonces titular de la escuela, Juan Carlos Gargiulo.

 

Los mismos productores escribian en el programa: «Teníamos nuestras dudas (siempre las hay llegado el momento de materializar una necesidad de expresión), acerca de lo que debíamos pre sentar como el primer trabajo de la Escuela de Teatro. En teatro existe siempre una difícil división entre lo que hay que hacer y sobre la manera de hacerlo. Los límites se confunden, aparecen borrosos. Las dudas llegan a ser, por momentos, angustiantes. Decidimos, finalmente, establecer una propuesta mediante un planteo corporal y una verbalización de textos abiertos, es decir, más allá de las convenciones teatrales conocidas. Se conversó bastante (nunca se conversará lo suficiente), acerca del planteo elegido y sobre las posibilidades que teníamos de llegar a un público sin perfiles identificatorios.. Decidimos intentar llegar «a todos», y el riesgo es, naturalmente, tremendo.

«Humanidad 2» es, de alguna manera, una suerte de «teatro periodístico«, la dramatización del drama ecológico, la tragedia de una sociedad que se fagocita así misma. Más allá de las pautas estéticas propuestas, el público sacará sus conclusiones. «Humanidad 2» es una manera de rescatar un sistema de pensamiento. Y para el actor de teatro rescatar es rescatarse.»

 

Por su parte Carlos Laborde, puntal de los alumnos fundadores de la escuela, expresaba: «El método de capacitación teatral no busca hacer actores (que por otra parte resultaría imposible, pues ningún curso de teatro «fabrica» actores), sino gente de teatro, lo cual es mucho más Importante«; «Gente de teatro» complementaba Lucy Aguayo «significa capacitar pioneros del arte dramático más que meros declamadores sobre la caja escénica«.

Mabel Laborde y Nancy Matos, que integraban el grupo de primeros alumnos de la escuela, expresaban, casi a dúo: «Pero no es fácil: constancia, dedicación y una autodisciplina permanente son elementos importantes que sacar más un papel a flote o solucionar un problema de movimientos«.

La Escuela, por entonces en pleno curso, contaba con 27 alumnos de primero, segundo y tercer año, que «trabajan (ese es el término correcto), tres horas de martes a viernes y más de cuatro horas los sábados y domingos para asimilar los rudimentos de un arte que ostenta dos mil años de antigüedad

Entre quienes pasaron por  la Escuela podemos nombrar entre muchos otros, además de los fundadores, a Marcela Gregorini, Laura Massolo, Diana y María Marta Seijo, Chichina López, Susana Asenal, Graciela Zappala, Elba Carrera, Marcelo Valeri, Mónica Buscaglia, Lucy y Tachi Iguerategui, Osvaldo Villareal, Pili Torres y Miguel Arauco en escenografía y Cecilia Rendón en coordinación.

Algunos de ellos ya no se encuentran entre nosotros, como Emmy Sondón, Carlos Matos, Miguel Arauco o Coty Laborde.

 

Sin embargo, esa práctica educativa no estaba por entonces exenta de preocupaciones acerca de la reflexión acerca de la disciplina, dado que los problemas de dos años de estudiar teoria o práctica parecieran no ser nada comparados con la problemática que debe enfrentar el teatro del siglo XX: «La circunstancia más dificil del teatro actual» sentenciaba Gargiulo,  residía en que «hay un teatro viejo para un público nueve; eso obliga a buscar nuevas formulaciones para llegar a la platea, a un público que confundido o a sabiendas, ama a los actores y no ama al teatro, y buena culpa de todo eso la tienen el mal cine, una pésima televisión y un radiofonia idiotizante. Además, el radioteatro -que nunca tuvo que ver con el teatro- sigue haciendo estragos, y a Olavarría también le llegó a turno«.

El teatro es una herramienta maravillosa para decir para para pensar para jugar, si la gente supiera todo lo que te puede dar el teatro, yo creo que no dejaría de hacer teatro tomándoselo así, como una manera de plantarse frente al mundo, expresarlo que uno siente, lo que uno piensa, lo que uno cree que debería ser…

Silvia Fariña recuerda que «nos decía muy a menudo vayan sientan sí convocados a toda manifestación artística porque todo el arte está vinculado vayan a ver una pintura aunque nunca hayan pintado escuchen una música aunque disten mucho de la actividad musical… Así que nos despertaba bastante el tema toda índole, de índole artística pero no excluyente. El perfil que yo tengo de Gargiulo que fue el gran maestro el gran, gran maestro tenía mucho conocimiento de teatro y de teatro de todos lados entonces siempre echaba mano a ideas que para  osotros o para mí eran muy nuevas muy innovadoras todo descansaba todo sobre sobre él y sobre su motor y el motor de todo cuando el no estuvo  no lograron realizarlo porque era él y la escuela es el docente...» Parada en el hoy, todavía afirma contundente: «Nosotros  trabajabamos todos los días de 9 a 11 de la noche, inclusive sábados y domingos ensayámos…»

 

 

La escuela preparó a sus alumnos concienzudamente. Alumnos y obra como una instancia indivisa. «Humanidad 2» fue la primera puesta en escena. La obra de teatro produjo conmoción, habia una falta total de costumbre de ver ese tipo de teatro en olavarria, y demás incluia el sermón de la montaña. Algunos entendieron que eran ateos y estaban maltratando la figura de cristo. Esa obra todavía se recuerda por quienes pudieron verla. Por sus textos, su puesta, su vestuario.

El grupo de trabajo de esta obra fue integrado con actuaciones de Emmi Sondon, Carlos Laborde, Silvia Fariña, Lucy Iguerategui, Nancy Matos, Susana Asenal y Mabel Laborde. En posteriores funciones a esos  roles se agregarían  Graciela Sarachu, Rogelio Sosa en actuación. La voz en locución era de Virginia Castell y el diseño de túnicas de Miguel Arauco.

Los integrantes de la Escuela entendieron que podían ser el núcleo de una transformación cultural para la ciudad, y emprendieron diversas actividades que no escatimaban el compromiso social. A principios de octubre del 74, organizaron unas muestra de teatro, «Expo-Teatro 74», en la que habia exposicion de material de embajadas, que habían sido laboriosamente solicitadas por correo y más tarde serían un dolor de cabeza y también se representaba «humanidad 2», su obra emblema.

 

En el programa de la muestra se expresaba: «En teatro, en el interior del país, siempre se está empezando»; el axioma parte de una larga experiencia obtenida a través de múltiples pero desparejos esfuerzos llevados a cabo por la docencia teatral en las provincias. El punto crítico del problema tiene su génesis en la estructura cultural con la que se mueve el país. La Capital Federal sigue siendo el monstruo devorador de productos culturales que la metrópoli manufactura a su gusto y antojo: un par de migajas cae al interior del país. Y no siempre la calidad marcha del brazo con la cantidad.

 

 

Olavarría, en este aspecto, no se diferencia de otras localidades: también aquí «hacer teatro» es «cosa de locos», cuando no una frivolidad destinada a escapar al ocio provinciano, y más de una vez para volcar en el teatro necesidades de expresión que la sociedad impide hacerlo en la dinámica de la vida cotidiana. Por eso la «EXPO-TEATRO 74» no debe interpretarse como un acontecimiento aislado de la labor docente que cumple la Escuela Municipal de Teatro: para los alumnos de la escuela, esta muestra es una clase más; para el público, una posibilidad de ir acostumbrándose «a lo teatral». En resúmen: de ir haciendo del teatro un hábito tan frecuente como el cine, por ejemplo. El camino no es, por cierto, fácil. Las circunstancias no están dadas para que así sea. Pero la Escuela Municipal de Teatro quiere forjar «gente de teatro» más que meros declamadores moviéndose sin ton ni son sobre la caja escénica; es decir: albañiles más que arquitectos, para esta nueva estructura teatral que queremos para Olavarría.»

Además de las obras teatrales, a la Expo Teatro la engalanaron exposiciones del material que recibian y recopilaban: material de embajadas, fotografias, posters, discos, etc.
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Ese encuentro se reiteraría en 1975. Y se articularía con otras expresiones artísticas. Por ejemplo, la invitacion a artistas plasticos para pintar en base a obras de teatro. Así lo expresaba un comunicado emitido por la Escuela Municipal de Teatro, y que firmaba su director,  Gargiulo: «Tal como fuera difundido oportunamente, la Escuela Municipal de Tentro ofreció a alumnos de pintura de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Azul y a artistas plásticos de la zona sus ensayos de tres obras breves próximas a estrenarse para organizar un certamen pictórico sobre los temas de las tres piezas teatrales aludidas. La idea de esta realización, nacida de una de las alumnas de la mencionada escuela plástica y con el apoyo de profesores y pintores de la zona, resultó una excelente positiva experiencia,  seguramente sin antecedentes similares en el pais…»

 

También inauguraron una frondosa biblioteca, nutrida con los mejores libros de la disciplina y material recibido de embajadas. Así se anunciaba su inauguración, en un tono que es también registro de época: «La Escuela Municipal de Teatro ha comenzado a formar su biblioteca teatral. En tal sentido se procedió a la adquisición de 41 volúmenes, de los cuales, 33 corresponden a piezas teatrales, y los 8 ejemplares restantes se refieren a teoría, montaje teatral, filosofía, del teatro, etc. El total de piezas teatrales incluidas en los 33 ejemplares asciende a 71 obras de autores nacionales y extranjeros. Entre los autores figuran los siguientes: Moliere, Payró, García Lorca, Esquilo, Cocteau, Camus, Sartre, Tirso de Molina, Brecht, Hauptmonn, Ionesco, Stanislavsky, De La Ferrere, etc«.

 

 

Si bien la biblioteca había sido formada para datisfacer a la misma escuela, también incorporaba material de otras disiciplinas, como cine, ballet, pntura, ceramica, arquitectura, antropolgia y literatura. Al final de la experiencia contaba con 347 obras teatrales, 43 copias de libretos y 25 libros de teoría teatral, así como 300 programas de espectaculos teatrales. Como símbolo de época, podían consultarse los «sobres culturales», grandes sobres con recortes sobre geografia, economia, politica y otros datos que puediera ser de utilidad a alumnos de diversos niveles.

 

En su apogeo, una laudatoria nota en el diario expresaba: «Tres horas por día, de martes a viernes, y cuatro horas los sábados y domingos, constituyen el sistema de trabajo de este activo grupo de altan nos actores, para quienes el teatro es una forma de expresarse ante una sociedad de la cual se sienten responsables. La Escuela Municipal de Teatro funciona en el local de la escuela primaria N 1

El artículo continuaba. «Cuando el año pasado la Escuela Municipal de Teatro presentó su primer espectáculo en el Museo Dámaso Arce, se desataron controvertidas opiniones; lo cierto fue que «Humanidad 2» sirvió para sentar dos precedentes importantes en Olavarría: que es posible llevar el teatro aún a lugares no del todo físicamente aptos para ello, y justificar que la docencia teatral implementada a manera de una escuela organizada- elimina las frecuentes improvisaciones e incoherencias en las que incurren diletantes y aficionados.

«En ‘Humanidad 2’ hubo quienes vieron más de lo que la pieza queria expresar, mientras que otros, prefiricron, deliberadamente, de-entenderse de una realidad con la cual podrán no conciliar, pero que de ninguna manera les es ajena. Olavarria no es una isla, y los acontecimientos de cada día indican que la rase que se expresa en la pieza no es precisamente un jueguito de palabras», sentencia el titu- ler de la escuela, Juan Carlos Gargiulo.

Lo cierto es que la escuela de teatro, desde su creación en 1973, venía desarrollando una proficua labor de capacitación teatral a nivel actoral y, paralelamente, una serie de actividades culturales de interés inmediato: ciclos de charlas, de divulgación cinematográfica, exposiciones del material teatral y hasta un programa que se difundía por la emisora local atestiguaban un dinamismo que no reconocía descanso.

Hicieron una obra por año. El publico los acompañaba. Algunos, incluso no tenían coincidencia ideologicamente con ellos, pero les eran incondicionales. «No sé si alcanzamos a crear un publico, porque estuvimos tres años y nos fuimos. Con el coty,  por ejemplo después seguimos colaborando, y es un desprendimiento pero esa relación de trabajo y amistad se inició en la escuela,  de alguna manera de alguna manera este este grupo de teatro y por ella esta obra fue como el puntapié para la cierta parte de la cultura de Olavarría», recuerda Lucy.

 

A «Humanidad 2» le siguieron otras dos obras. La primera de ellas «Historia de María y José«, estaba basada en «Los de la mesa 10» ‘del argentino Osvaldo Dragún, un planteo popular de superficie que había tenido repercusión 20 años antes. La Escuela de Teatro hizo un amplio replanteo de la pieza, especialmente teniendo en cuenta que las circunstancias sociales, económicas y aún políticas que en su momento justificaban el contexto estructurado por Dragún no eran ya las mismas. Una bullanguera barra de amigos hacía las veces de «coro» narrador (remendando el estilo griego de las primeras tragedias helénicas), mientras María y José-moviéndose en pasado y presente casi simultáneamente- revivivian sus circunstancias conflictivas, es decir, lo dificil de las relaciones familiares y aún con la sociedad.

 

El planteo y la progresión dramática eran simples, de manera tal que el interés fue el de contar una simple historia a la manera de una charla de café, pero dejando a cargo del espectador el interrogante a menudo sin respuesta acerca de quien o quiénes deben asumir la responsabilidad de esa dificultosa y por momentos estéril relación entre padres e hijos o para ser más amplios, entre gente grande y gente joven. «Historia…», ya en 1975, había llamado la atención a la gente adulta y también a la juventud, en tanto, como queda dicho, la pieza posibilitaba en el espectador una espontánea necesidad de diálogo acerca de un tema que, directa o indirectamente, a todos tocaba.

El grupo de trabajo de esta obra fue integrado por Graciela Sarachu, Rogelio Sosa, Carlos Laborde, Mabel Laborde, Lucy Iguerategui, Tachi Iguerategui, Araceli López, Laura Massolo, Silvia Fariña y Hugo Villarreal. El equipo técnico eran Eduardo Aguayo Mónica Buscaglia y Cecilia Rendón. En el ciclo 1976-77 en la actuación se sumaría Nora Arraga, Adriana Tolosa y Marina Giacomelli. En técnica de sonidos Alfredo Moreno, iluminación Eduardo Aguayo, coordinación Cecilia Rendón y el apoyo técnico de Beatriz Domínguez, Daniel Cortondo, Nora Ferreyra y Hector Giacomelli.

La otra pieza llevaba el título de «El Poeta«, y en ella , mediante un trabajo de la Escuela de Teatro, se procedió a una reactualización del contexto, ya que la obra está basada en un «Sainete Moderno» de Enrique Wernicke, dramaturgo y cuentista argentino. ¿Qué le puede pasar a un poeta de los años cuarenta metido a creativo en una agencia publicitaria?; esta pareciera ser la fábula que sirve de «cáscara» a la obra. Sin embargo, la parábola no desea detenerse ahí: más allá del poeta y de sus tribulaciones (que lo llevan una tragicómica a circunstancia final), el «mensaje» final intenta algo más: dejar sentada la esperanza que de la publicidad (la publicidad alienada y alienante) sucumbiera ante el dictado de una nueva forma de pensamiento que generara una nueva forma de vida.

Posteriomente y con el paso de las funciones esta obra tambien fue replanteada. El trabajo de readaptación estuvo centralizado en el texto general y, particularmente en el desenlace de esa «pequeña tragedia» de la sociedad que vive el matrimonio compuesto por la esposa y un desarraigado poeta, superado por el paso de la historia de las cosas y aún de su propio espíritu.

La agencia de publicidad en donde el viejo poeta sufre toda clase de tribulaciones y aún de humillaciones, adquiere ahora un matiz diferente del año pasado: personajes absurdos, diálogos compulsivamente corrosivos no exentos de humor abren nuevas posibilidades de trabajo actoral a los nuevos integrantes dela escuela teatral integrados a la entidad en el ciclo de capacitación 1976.»

El grupo de trabajo de esta obra fue integrado por Lucy Iguerategui, Juan Carlos Gargiulo, Carlos Laborde, Rogelio Sosa, Mabel Laborde y Graciela Sarachu. Los técnicos fueron Mónica Buscaglia, Hugo Villareal y Silvia Fariña. La voz fuera de escena era de Carlos Laborde.

Todas las obras fueron adaptadas y dirigidas por Juan Carlos Gargiulo. Quienes integravan la Escuela con más experiencia formaban parte de los elencos, y los más nuevos acompañaban como alumnos.

Ambas obras claramente iban mas lejos del espectaculo pasatista, y en muchas ocasiones se presentaban con repercusión. Generaban horas de debate posterior a las presentaciones entre los olavarrienses interesados en la cultura. Se representaron en muchas oportunidades, formando un programa triple de obras breves, e incluso en el marco de funciones solidarias a beneficio, por ejemplo de la cooperadora del hospital municipal, o jornadas de solidaridad con las familias de Villa Monica bajo el lema: «solo el pueblo salvara al pueblo».

 

También establecieron contacto con internos del penal de Sierra Chica, agrupados en el «Grupo experimental de teatro», quienes habían solicitado a la comuna apoyo técnico y asesoramiento. Organizaron conferencias, entre las que se contaron la de Nestor Nocera titulada «¿Qué es el teatro?» y la de Conrado Ramonet llamada «El trabajo del actor». Asimismo, realizaron funciones cinematográficas en conjunto con la entonces existente Cinemateca Municipal o con material solicitado, como la exhibición de los cortos del realizador canadiense McLaren, que por entonces producían un fuerte impacto.

 

 

La Escuela llevó a cabo un programa radiofónico de una hora llamado «Teatro, Olavarría y el mundo», que representó la primera experiencia de este tipo a nivel provincial. Más tarde, el departamento artístico de la emisora local, LU32 Radio Olavarría, en colaboración con miembros de la Escuela, produjo una versión radiofónica de «La Pasión», basada en el evangelio según San Mateo y representada como un poema dramático. Fue en este proyecto donde debutó Gustavo Barbato. Posteriormente, se preparó una emisión basada en el poema «Fundación mitológica de Buenos Aires» de Jorge Luis Borges, una obra que «fusiona poesía e historia de una manera única», según el diario local.

El golpe militar del 24 de marzo de 1976  desplazó a Pastor para reemplazarlo por Carlos Portarrieu. Presionado por la administración Portarrieu -El intendente de la dictadura- Gargiulo renunció a la Escuela de Teatro en julio de 1977 para después regresar a Tandil, donde fallecería años más tarde.

Expuso su pensamiento en una desesperanzada carta que le publicó el diario local, en la que lamentaba la existencia en Olavarría de un medio indiferente para con el teatro. leída hoy esa carta suena rara, porque soslaya a a los verdaderos responsables de la situación. Y se volvió a Tandil. Palanca, el director de Cultura debió exiliarse en México.

Según relata Gustavo Barbato, actualmente residente en Bariloche y docente de teatro, los miembros de la Escuela que permanecieron en Olavarría intentaron resistir a los cambios. La Municipalidad les había otorgado un espacio para su biblioteca, pero este estaba en peligro. Por consejo del director, decidieron dividirse la biblioteca entre ellos para evitar que desapareciera por completo, lo que hicieron durante una emotiva ceremonia cargada de tristeza.

Sin embargo, el gobierno impuso una condición para su continuidad: todas las obras debían ser aprobadas por el Teniente Verdura, quien estaba a cargo del regimiento. Para algunos miembros de la Escuela, esto fue el límite de lo que podían aceptar.

 

Esos, entre los que se contaba Gustavo Barbato, Daniel Cortondo, Daniel Puertas, Adriana Tolosa y otros, se fueron y constituyeron una entidad a la que llamaron «Teatro de la calle», justamente porque, estaban en la calle. Pero sin apoyos no lograron generar los espacios suficientes para seguir trabajando con continuidad.

Otros, como Lucy intentaron quedarse a resistir desde ese lugar.  Coty ya se había ido. Y así termina la escuela de Teatro, cerrada por la dictadura. Además de que la Escuela ERA Juan Carlos Gargiulo, les exigian cosas que para ellos eran imposibles de realizar.

El golpe militar ocupó así todos los espacios posibles. Físicamente pero también con mandatos que hacían que todos vivieran a un paso de la muerte. Como cierra Barbato, «si no hubiera sido así la Escuela todavía existiría«. Aunque de hecho, varios de quienes estuvieron allí decidieron comenzar un camino individual a través del teatro.

 

Luego que la escuela fue cerrada, quienes eran sus alumnos intentaron continuarla en forma colectiva, pero les fue imposible. No eran tiempos adecuados. Era peligroso a un nivel dificil de entender ahora, y era demasiado.

Tiempo después, los diarios reflejaban el descubrimiento de una fenomenal «infiltracion marxista» en la localidad. Eran los restos de la biblioteca de la Escuela, especialmente el material cultural que enviaban desde más allá de la cortina de hierro, los paises de Europa del Este, que seguía arribando.

 

 

El material en su momento pedido seguia llegando por correo al Museo. pero ahora su recepcion producía escozor. La nota produjo terror entre los teatristas, ahora encerrados en el exilio interior de sus vidas cotidianas. El lenguaje de la nota actualmente revuelve el estómago, especialmente en la referencia al Dr Palanca, la mención irónica a su exilio y al mencionar que la Escuela «sólo espóradicamente» funcionaba en esa dependencia.

Julio Cortés, otro teatrista que comenzó su carrera en la ciudad pero actualmente de trascendencia nacional, si bien no pasó por la Escuela porque era un poco más jóven, recuerda que años más tarde él organizó un curso de teatro patrocinado por Cultura de la Nación que se dictaba en el Museo Damaso Arce, en el que participaron Jorge Hayes y Graciela Cabal. Durante esa experiencia se enteraron que existía una caja con los materiales restantes de esa biblioteca, que había comenzado a inventariar Laly Ribalta, una de las asistentes al curso. Revolvieron el edificio hasta que la encontraron y la destinaron a su puesta en valor.

Cortés apunta que existió otra experiencia de teatro que oficia como puente entre «La Escuela» y la actualidad. Durante la gestión de Nancy Librandi como Inspectora de Educación y mientras Gustavo Monforte era presidente del Consejo Escolar de Olavarría, intentaron rescatar  junto con Osvaldo Farías un proyecto de Escuela de Circo Teatro provincial de tipo terciario que ya estaba creada, y que habían presentado ellos con la inspectora anterior, Marcela Grandberg, pero que faltaba implementar.  De esa Escuela se llegaron a hacer cursos de formación docente en el Teatro Municipal,  a cargo de referentes de la disciplina como Coco Romero y los hermanos Videla.

Lo curioso de esa naciente institución educativa surgida durante la presidencia de Menem, fue que aunque incluso llegaron desde Provincia los bancos y las sillas, que quedarón en depósito en el Teatro Municipal, la Escuela «no salía». Años más tarde se enteraron  que -como las rutas que en los papeles aparecen asfaltadas pero en la realidad no están- en La Plata la Escuela figuraba como funcionando, pero en los papeles sus cargos docentes y el directivo estaban en Artes Visuales, que administrativamente no tenía profesores. O sea que una escuela tenía docentes pero no alumnos y la otra tenía alumnos pero no docentes. Esa Escuela de Circo Teatro jamás pudo abrirse, aunque sentó las bases para el Centro De Produccion y Educacion Artístico y Cultural 1 o  CEPEAC 1, que actualmente funciona en Junín y Colón… Durante la preparación de un congreso en el 2001, pudieron identificarse en un depósito del Teatro Municipal algunos de esos bancos, todavía con las estampillas de Provincia.

Volviendo a la Escuela Municipal, Lucy recuerda con tristeza: De obras, pudimos hacer Humanidad 2″, «la historia de maría y josé» y «el poeta» y se terminó, se terminó la escuela… No teniamos una militancia politica, Apoyabamos si al gobierno de ese momento. al que habiamos votado. Apoyabamos ese proyecto… Posteriormente,  la Escuela Superior de Teatro que alguna vez se soñara para Olavarría pasó a ser en tandil, y ya se circunscribió al ámbito universitario digamos para vislumbrarlo desde el punto de vista académico. Y también recordar a Palanca, quien era el director de cultura. Y se tuvo que exiliar

Lucy concluye: «El arte es arte pero la escuela de teatro hizo su puntapié inicial su puntal y para olavarría fue trascendente…  un VIVA eterno a la escuela a la Escuela de Teatro de ese momento.

Y entonces va un saludo desde esta orilla del tiempo desde la que miramos a esos jóvenes cuyos caminos se cruzaron en un momento de iluminación, que al apagarse los dejó perdidos en la oscuridad de los años de plomo.

Sin saberlo en ese momento, dejaron un fuego encendido para quienes venían detrás. Mucho del panorama cultural y político actual, en el que tras años de encierro la ciudad del cemento comenzó a derrumbar el muro que separaba trabajo de conocimiento y cultura en una tierra de llanuras sin fin, se los deba a Juan Carlos Gargiulo, los jovenes que lo acompañaron y la Escuela de Teatro Municipal, que aunque desaparecida, sigue iluminando como un faro que marca la costa desde la que todos alguna vez partimos para encontrar el camino.