MENTIRAS III.

Tandil amaneció, hoy sábado 5 de septiembre, con una solicitada firmada por ocho integrantes responsables de las unidades de terapia intensiva de los tres centros de salud locales. Los doctores Diego Marino, Carlos Servini, Rubén Horacio Franchino, Marcos Marciante, Martín Beldarrain, Pablo Marino, Alejandra Caputto y Lorena Perazzi salieron al cruce de algunas informaciones oficiales municipales, advirtiendo que Tandil no está al margen de lo que sucede en el resto del país, con un sistema y sobre todo, con un personal de salud al borde del colapso físico, emocional, de insumos y recursos y que tan crudamente quedó expuesto en el comunicado del personal de terapia intensiva nacional que se difundió en los días precedentes. Reporte semanal de Ivy Cángaro que compartimos…

En Tandil hay pluriempleo y recarga horaria por encima de la media, lo que genera dos situaciones de riesgo: un mismo profesional cumple funciones en el Hospital y en alguno de los centros de salud privado, lo que hace que, en caso de enfermarse y quedar fuera de labores durante el tiempo de recuperación, son dos o las tres instituciones las que quedan sin un profesional. Eso, además, sin contar el agotamiento que significa laborar horas de mas, corriendo de un sitio a otro; con el agravante emocional de trabajar en estas condiciones en pandemia.

Pero además, esa labor ni siquiera es reconocida económicamente (no pensemos ya en la total ausencia de reconocimiento de la población toda, que aplaudía a una hora estipulada cuando eran los europeos los más agotados en sus recursos, pero que ahora, cuando los nuestros merecen reconocimiento a su extenuante labor, lo ejercemos yendo a tomar cerveza a los bares abiertos y generando más circulación viral).

La frase que cito es copia textual del documento de los terapistas de Tandil y dice: “a los médicos intensivistas del Hospital se les adeudan licencias por vacaciones desde 2018 por falta de recursos humanos” y agregan: “el sistema podría colapsar (‘los respiradores no se manejan solos’) .Esta situación de carencia de profesionales intensivistas fue advertida a través de un documento en septiembre del año pasado a las autoridades sanitarias y al señor Intendente, con todos los detalles”

Y una se pregunta: ¿si en septiembre de 2019, hace justo un año, esto se comunicó al intendente Lunghi quien, como médico, debería conocer y reconocer mejor que muchos el asunto, como es que un año después y en plena pandemia, dice los terapistas locales están en mucho mejor condición de que la media regional? ¿Cuál es el patrón comparativo? ¿Por qué no nivelar para arriba? El argumento suena a: “a vos no te va tan mal, gordito”, entendiendo que sobrepeso es salud y abundancia de comida, y comparando a alguien mal alimentado, con alguien que no come.

En el diario El Eco de hoy, convertido en el órgano oficial del lunghismo, el informe oficial dice que los terapistas erran en sus propias y vitales percepciones, porque “A criterio de las autoridades locales, la citada cantidad de especialistas cubre ampliamente las necesidades de la unidad de terapia intensiva del centro asistencial público y cumple con los estándares y recomendaciones para la prestación del servicio.” En síntesis: no se quejen porque todo puede ser peor aún, o como dijo Mauricio Macri: “no me vuelvan loco porque loco no sé qué puedo hacer”.

El gobierno municipal fue presuroso en salir al cruce de los médicos que velan por nuestra salud en condiciones precarias; pero siguen sin ratificar o rectificar –en un mutismo que ya es marca- lo declarado por Gastón Morando, responsable máximo de la Salud Municipal, en el mismo medio, en El Eco de Tandil, el miércoles 27 de agosto de 2020, cuando publicó textualmente:

“El crecimiento de casos positivos de coronavirus preocupa a la población en general en Tandil y por eso volvió la consulta frecuente sobre la respuesta que puede dar el sistema de salud de la ciudad a la demanda que se origina.

Según detalló el presidente del Sistema Integrado de Salud Pública de Tandil, Gastón Morando, el detalle es el siguiente:

* Camas potenciales: 24 del sistema público y 18 del privado. En total, 42.

* Respiradores: 22 del sistema público y 11 del privado. En total, 33.”

Está totalmente chequeado que las camas de terapia intensiva del Hospital Municipal Ramón Santamarina son SIETE, y los respiradores, también SIETE.

La potencialidad se da con el anexo posible de cinco camas de la Unidad Cardiológica, por lo que la cuenta “potencial” sería de DOCE camas, pero nunca 24.

Siguen sin aclarar el yerro propio o ajeno. Algo absolutamente simple de chequear: con que Morando se presente en el Hospital y filme, por ejemplo, las 24 camas y los 22 respiradores, evitaría la circulación de miedos y suspicacias en una población que ya bastante angustiada está por el panorama mundial, por la posibilidad de enfermarse, por la precariedad económica y por la ausencia de comunicación oficial accesible. No lo hace ni Morando ni nadie del gobierno municipal, más aferrados a “ofenderse”, como si fuese lo suyo una cuestión personal, y no un deber público asumido hace diecisiete años y para el cual fueron propuestos y elegidos por el voto algunos, por la decisión del intendente otros. Trascender lo personal, para cumplir su función pública, es un deber, no un privilegio caprichoso que acepta o no.

A la situación de terapistas planteada hoy en un comunicado, se suma el comentario off the record de decenas de personas que cumplen funciones sanitarias, y que temen hacer pública su situación por temor a represalias, despidos, maltrato. Muchos de ellos ya pasaron antaño por situaciones así, por lo que el temor es real. El personal de menor rango, por ejemplo, las mucamas del Hospital Ramón Santamarina, no estarían siendo provistas de barbijos N95, imprescindibles para entrar a las salas de enfermos de covid a limpiar las instalaciones, puesto que estarían reservados solo a médicos, según habría dicho el responsable de mantenimiento del área.

Los camisolines descartables, por ejemplo, son de dos calidades: unos de más grosor, otros de menos. Los más gruesos, que deben descartarse, serían lavados junto con sábanas y demás insumos que vuelven a las salas. ¿Cuál es el motivo más que la mezquindad y la inoperancia? Mucho de ese personal, además, cumple funciones también en el sector infantil del nosocomio, por lo que la posible circulación del virus no estaría evitándose si se aplicara un protocolo de trabajo un poco más lógico. De hecho, surgió un caso en las dependencias de salud mental, precisamente por esa circulación de personal.

Mientras en el ámbito de la salud suceden estas cosas, el doctor Matías Tringler, responsable del Sistema Integrado de Salud Pública, apareció en varias ocasiones, esta semana, en el diario oficialista El Eco de Tandil. En dos de sus intervenciones, fue para justificar y potenciar la apertura de los gimnasios, no prevista en la fase cuatro que transitamos. Fue en total sintonía de la exigencia de la Cámara Empresaria, que conminó a gobierno y población, ante la caída de las ventas comerciales, a salir del sistema de fases y abrir absolutamente las actividades, lo que refrita sin humor la frase simpsoniana que dice: “¿Cómo podremos salir de este pozo? ¡Cavando!”

En otra de las notas sin preguntas ni repreguntas que le hicieron en el medio, el doctor Tringler argumentó su esperanza de poder sostener lo anterior, al decir que “los casos están bajando en número”. La realidad es que lo que bajó, inexplicablemente, fue el número de hisopados, pasando de un promedio diario de 75, a 25. Claramente, si hisopan pocos, pocos serán los resultados positivos, lo que no significa en absoluto que la curva decrezca. Con ese criterio, si dejasen de hisopar, la enfermedad desaparecería.

Lo cierto es que el porcentaje de enfermos por sobre hisopados, está muy por encima del límite de colapso explicado por la OMS, que es del 20%. Aquí hubo días que esa cifra trepó al 47% de enfermos entre los hisopados. Pero de todos modos, ese escaso número de hisopados solo acrecienta la cifra de las personas a hisopar, que están fluctuando diariamente entre las 150 personas.

Si se hisopan 20 diarios, como sucedió en la semana, y la espera es de 200, cada persona a hisopar demoraría diez días entre que se pide el hisopado y en día que se realiza, lo que podría dar claramente un resultado negativo, puesto que entre que tuvo síntomas, se pidió el hisopado y se realizó, perfectamente podría haber cursado la enfermedad y dar negativo. No se explica la demora si no es en espera de esa negatividad, puesto que personal de Unicen declaró en la semana que no solo podría abastecer a los requerimientos locales por reactivos y personal, sino que además cumplen con pedidos de localidades regionales. Por lo tanto, no se entiende cómo en Unicen pueden abastecer pedidos de otras ciudades, y acá argumentan que no se hacen porque no hay mediadores ni recursos. Todo esto sin contemplar, además, el número descomunal de personas a las que se les niega la posibilidad de hisoparse aun presentando síntomas o proximidad con enfermos.

Uno de estos casos que están por fuera de los protocolos que el mismo Municipio dice implementar, es el que hizo público la señora Andrea Silvina Pérez, que siendo ella personal del mismo Hospital Municipal, contó textualmente lo siguiente: «La verdad que no se ni entiendo el protocolo del covid, Ayer me dieron el alta sin hacerme un segundo hisopado para mi tranquilidad, de mi familia y compañeros, le dije que no me sentía bien y me mandaron hacer deporte.

Hoy tuve que ver a mi médico de cabecera por dolor de garganta y cuerpo con lo cual me revisa y me dice que tengo la garganta roja y que tengo que volver a hisoparme. Voy al sanatorio con lo cual habla con un infectólogo y decide no hisoparme por q cumplí los 14 días y por protocolo no se puede hisopar que el hisopado me puede dar tres veces positivo, ahora yo me pregunto si me puede dar tres veces positivo que me garantiza que no puedo contagiar? La verdad no entiendo nada…. un desastre todo realmente.

Este testimonio pone foco sobre algo sorprendente en los partes de los últimos días: la velocidad de recuperación de muchos enfermos. De a catorce por día, superando con creces la cantidad de enfermos. Hablé con un par de esas personas a las que se les dio el alta: ninguno fue hisopado para demostrar la negatividad. Ello implica el riesgo de seguir portando el virus, sin síntomas, y salir a trabajar o circular sin precaución, pues “ya estuvieron enfermos”.

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El velo está corriéndose, y si durante años hubo un enorme segmento de la población que confió o hizo la vista gorda a manejos poco claros ahora, cuando la cuestión no es una “picardía” con un plazo fijo o un terreno flojo de papeles que se pierde, sino la vida de uno y sus seres queridos, esa vocación de silencio y negación, deja de ser incluso en los sectores más oficialistas. Prueba de esto fue el resultado de la encuesta semanal del diario El Eco, hecha con la aparente intención de sostener al gobierno, y resultó contraria a esos intereses.

Casi un 60% de los votantes, que es un segmento favorecido de la población y mayoritariamente oficialista, dijo que el gobierno no hizo lo suficiente por evitar la cantidad de víctimas locales de la pandemia. También hay que poner el foco en la generación de “fake news” que nunca se sabe de dónde surgen, pero suelen ser convenientes al poder de turno: muchas de ellas dan información exagerada, mentirosa, cuestionando o asustando, con el fin de desestimar denuncias serias. Es del manual duranbarbesco que muchos siguen: salir a asustar para que cuando el miedo se justifique, todos lo ignoren.

Cuando todo esto pase, porque tarde o temprano pasará, muchos tendrán que rendir cuentas de lo hecho y lo pensado: el poder económico, el político, el mediático y sus actores responsables.