No es un campeonato con marcador de muertes, es una pandemia

En cualquier discusión acerca de la realidad de la pandemia, muchos que descreen de su peligrosidad aportan como argumento en contra la (desafortunada) nota que publicó la agencia estatal Télam en febrero 2020, la que exponía que un promedio de 32.000 argentinos mueren cada año de diversas neumonías, implicando así que cualquier número de decesos menor no merece atención, dado que anteriormente ni nos hemos enterado de esos fallecimientos, mientras este año una enfermedad  que produce una cifra de muertes aún incierta ha generando cuarentenas, encierros y aislamientos en todo el mundo, generando el cierre cada día de miles de emprendimientos. Muchos empresarios piden que abran todos los negocios de una vez para que no caiga la economía, y por eso en esta nota tratamos de explicar la confusión que genera la cantidad de muertes que se producen cada año por distintas causas.

Tratando de argumentar contra ese razonamiento, es evidente que las cosas no son tan simples de exponer. Y chocamos contra una de las fronteras del periodismo, quizás del periodismo científico: Tratar de explicar una verdad no tan evidente, contra percepciones de la realidad que llevan a razonamientos del sentido común.

El frente es amplio: Algunos negacionistas rechazan directamente la existencia del COVID-19, mientras que otros aceptan que la enfermedad existe pero niegan su gravedad, afirmando que la alarma mundial está injustificada. Otros sostienen que el agente infeccioso fue creado en el laboratorio chino de Wuhan donde comenzó el brote, con la colaboración de gobiernos mundiales como China y EE. UU., producto de las empresas farmacéuticas o incluso del empresario multimillonario Bill Gates.

Asimismo, después del brote inicial de la enfermedad por coronavirus COVID-19, surgieron teorías de conspiración y desinformación con respecto al origen, la escala, la prevención, el tratamiento y otros aspectos de la enfermedad. La desinformación se difundió a través de las redes sociales y mensajes de texto, e incluso los medios estatales de algunos países.

Desde el comienzo de la pandemia, se difundieron especulaciones y teorías de la conspiración que defendían que el virus SARS-CoV-2 procedía de un laboratorio de Wuhan donde se había estado trabajando poco tiempo atrás con el RaTG13-CoV, un coronavirus de los murciélagos con un genoma muy similar al SARS-CoV-2. En febrero de 2020, el senador estadounidense Tom Cotton y Francis Boyle, profesor de derecho, sugirieron que el virus pudo haber sido una arma biológica china, aunque para numerosos expertos médicos no hay evidencia de ello. Por su parte en el Reino Unido, una teoría de la conspiración que vinculó el coronavirus a la red de telefonía móvil 5G llevó a que se incendien varias antenas. Esto puede estar relacionado con la participación que tenía la empresa china de telecomunicaciones Huawei en el desarrollo de esa red. Por su parte, la agencia rusa Sputnik analizó afirmaciones de que el Partido Comunista Chino se benefició del COVID-19 para poner fin a meses de protestas en Hong Kong y otras afirmaciones bajo la premisa de analizar si la pandemia era un arma biológica usada con fines económicos o políticos.

La Organización Mundial de la Salud ha declarado una «epidemia de información falsa» de información incorrecta sobre el virus o «Infodemia«, lo que plantea riesgos para la salud mundial. La información médica errónea sobre formas de prevenir, tratar y autodiagnosticar la enfermedad por coronavirus ha circulado en las redes sociales. Algunas afirmaciones falsas pueden ser estafas comerciales que ofrecen pruebas en el hogar, supuestos preventivos y curas «milagrosas«, como: «consumir jengibre hervido con el estómago vacío puede matar el coronavirus«, o «contener la respiración durante 10 segundos es una autoevaluación eficaz para el coronavirus» y finalmente nuestro clasico, tomar CDS tal como ha afirmado una conocida conductora televisiva.

En Argentina hay opositores al gobierno que reclaman aplicar una solución «inteligente» sin proponerla, realizando utilización política de sus acólitos: Incluso se fomentaron movilizaciones anticuarentena, con manifestaciones públicas, presencia en las redes sociales, así como medios de comunicación impulsando públicamente la desobediencia de las normas sanitarias a través de falsos usuarios y fake news. Allí confluían mayormente personas opuestas a la cuarentena debido a las consecuencias económicas que creen que esta genera por no poder trabajar, unidas transitoriamente a otro grupo que considera que está impulsada por una conspiración internacional impulsada según el caso, por el comunismo, el sionismo, o el «judaísmo mundial», veganos, sanmartinianos, denunciadores de Soros,  la biblia y el calefón.

 

Aumento de los contagios en los días posteriores a la marcha anti cuarentena del 17 de agosto

Pero la cuestión no es nueva, todo esto también sucedió para la gripe A (H1N1) de 2009-2010, cuando una serie de teorías conspirativas se generaron, entre las que se encontraba la que hablaba de que el G8 pudo usar la Influenza A (H1N1) como pretexto para distraer a la gente del verdadero problema que se presentaba: La Crisis económica de 2008-2009.

El problema principal también ha sido de comunicación. Es difícil entender los números y las estadísticas  que manejan epidemiólogos e infectólogos para proceder ante una situación tan extrema. Pocas veces la humanidad se ha enfrentado a una situación tan grave y extendida en tiempos modernos, en la que además es complicado adaptarse pasado un tiempo. Las primeras semanas de aislamiento fueron casi placenteras: En algunos lugares volvieron animales salvajes que se creían extinguidos, los músicos daban conciertos e sus balcones y todos los días a las 21 aplaudimos a los trabajadores de la salud. pero poco a poco, todo se oscureció.

El otro gran tema del virus es lo ambiguo de su pretendida baja tasa de mortalidad. Si desde el principio se hubiera difundido que mataba a uno de cada dos humanos del planeta o más, el mundo se hubiera detenido aterrorizado, y a los líderes les hubiera costado menos decidirse a cerrar y unirse. Si matara menos que los que mata, sería un problema menor.

 

Hasta en ese punto es astuto el enemigo: ¿Cuántos muertos son pocos muertos, cuántos muertos valen una economía en marcha? O dicho al revés, cuántas vidas valen una economía parada? Esa disyuntiva tiñó todas las conductas. A lo largo del planeta, las diferencias culturales establecieron una frontera, una brecha que hacía la diferencia al respecto. El gobierno cierra y acompañamos, o el gobierno intenta cerrar y nosotros defendemos con rifles nuestra libertad individual..

Para algunos analistas, quedaría claro que este año ha muerto menos gente que en el 2019. Pero la cosa es más compleja: la mayor causa de muerte son los accidentes de tránsito y de trabajo, que no se produjeron por la inmovilidad de la cuarentena. Y de gente que no se enfermó por usar barbijo y otros cuidados que surgieron por el Covid-19. Esas conductas en los años mencionados también hubieran evitado muertes por gripe común. Estos números no representan nada sin tener en cuenta esos datos.

En la Argentina hay grietas. Entre quienes creen que los epidemiólogos del gobierno son unos ineptos, y quienes piensan que la estábamos llevando bien hasta que algunos opositores con territorio decidieron abrir porque se les ocurrió, en tanto quienes no lo tenían organizaban movilizaciones callejeras contra el gobierno.  Como dijo Pedro Cahn: «¿Cuántos infectados, cuantos muertos necesitamos para volver a tener miedo

Un argumento es que la pandemia ha sido sobreestimada, por la famosa nota que decía que de todos modos, en años anteriores de todos modos, y sin que nadie dijera nada, han muerto más de 30.000 personas. Para comenzar la contestación, recordemos que en esa cifra están incluidas neumonías por diversas causas. Y solamente dentro de unos años sabremos cuánta gente murió que no debía morir. Pero además en una pandemia se enferma toda la gente junta. No gradualmente. Y colapsan los sistemas de salud. Eso dispara las muertes por ejemplo de personas con otras patologías que no se pueden atender. Es una pandemia, y la estamos atravesando.

Consultado por Chequeado, el presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), Omar Sued, explicó: “Una pandemia no necesariamente significa más muertes. De hecho, en el mundo mueren muchas más personas por otras causas. Sin embargo, pandemia es cuando una nueva infección se transmite entre humanos y tiene una afectación global. El ébola no causó a nivel mundial grandes muertes, pero la COVID-19 provocó medio millón de muertes en cuatro meses, mucho más de lo que se preveía cuando se la declaró pandemia”.

Por su parte, el infectólogo Lautaro de Vedia, ex presidente de la SADI, señaló: “La definición de epidemia es cuando se produce un número superior a lo esperado de una enfermedad en un lugar determinado. Pandemia es cuando engloba a países de varios continentes”.
En este caso, el coronavirus “es epidemia porque hay un número por encima de lo esperado: no se conocía la enfermedad y de golpe aparece un número mayor de casos. Y es pandemia por la extensión que ha tenido”, explicó. Además, agregó: “Es peligrosa su expansión porque si bien mayormente los casos son benignos, hay un porcentaje que pueden ser fatales y poner en riesgo la vida de muchas personas. Y también por la masividad de la infección, que afecta a muchos órdenes de la vida”.
 
¿De que muere la gente cuando no hay pandemia?
Lo vamos a contestar según un trabajo del Dr. Martín Lombardero, en el que, basándose en que los últimos registros son del año año 2017, con 341.688 defunciones en nuestro país. ¿Cuál es la principal causa de muerte hoy en Argentina? Ayer y hoy, en Argentina y en el mundo desarrollado, la principal causa de muerte es la de origen cardiovascular, que incluye los infartos, los que parecen haber aumentado por las condiciones de encierro (con aumento de todos los factores de riesgo y disminución de ejercicio físico aeróbico) y el miedo a la pandemia en si misma (además del miedo a la crisis económica) como gatillo de enfermedades cardiovasculares.: 280 individuos fallecen por día por problemas cardiovasculares (97.219 al año).   La 2da causa de muerte en Argentina son las enfermedades por tumores (cáncer). En 2017, 65.488 (19,2% del total) fallecieron por esta enfermedad que hoy en muchísimos casos se previene con diferentes protocolos de diagnóstico precoz…. ¿Cuántos de estos diagnósticos precoces que salvan vidas hoy no se están haciendo?
 La 3er causa de muerte en Argentina es “la enfermedad respiratoria” cuyo principal exponente es la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, con Enfisema y Bronquitis Crónica como principales causas), con 64.869 fallecidos en 2017, un 19% del total¹. En invierno y antes de la pandemia, es ampliamente conocido que las terapias intensivas tienden a saturarse con pacientes con infecciones respiratorias por virus estacionales (influenza, rinovirus entre otros) y bacterias oportunistas. Particularmente en invierno en un año normal, es relativamente difícil conseguir una cama en terapia intensiva por las frecuentes complicaciones de enfermedades “estacionales”, siendo muchas de ellas de reagudizaciones de EPOC agravadas por infecciones respiratorias.

La edad avanzada (mayor de 75 años), es un agravante ya que infecciones por el rinovirus (el virus más frecuente en reagudizaciones) o el virus influenza (gripe) pueden complicar el cuadro. Existen datos que muestran que hasta el 40% de pacientes EPOC avanzado pueden fallecer por infecciones respiratorias estacionales (virus o bacterias). Y existen otras enfermedades respiratorias cuyo final puede ser una infección respiratoria «oportunista».

El último Informe de Estadísticas Vitales, publicado por la Dirección de Estadística e Información de Salud (DEIS) de la cartera de Salud, reportó que en 2018 murieron en Argentina 31.916 personas por infecciones respiratorias (neumonía e influenza, este es el valor que publica la nota de Telam), de las cuales 1/3 (13.246) fueron mayores de 85 años.  Ahora bien… suponiendo que, de los 31.916 fallecidos por infecciones respiratorias en Argentina del año 2018, el 70% (22.341) lo hayan hecho durante el invierno, (es decir infecciones respiratorias estacionales) la mortalidad en esta época del año seria de 124 pacientes por día.

A partir de observaciones de los médicos en la práctica diaria, ya que todavía no hay datos, actualmente se ven muchas menos internaciones por esta enfermedad que en años anteriores y que ahora fueron reemplazados por enfermos infectados por COVID-19. ¿Dónde están los EPOC reagudizados de esta época?  Claramente, todas las medidas adoptadas en los últimos 120 días han hecho disminuir la circulación de virus estacionales. La cuarentena, el aislamiento estricto de personas mayores, uso universal de máscaras, distancia óptima y el cuidado de pacientes con EPOC en sus domicilios, trajo como consecuencia que este grupo de pacientes tenga menos visibilidad, y veamos en los centros de salud menos reagudizaciones por virus/bacterias estacionales.
Es decir, hoy en las terapias intensivas, los pacientes con enfermedad respiratoria grave son COVID-19. Básicamente, es una enfermedad que se suma, las demás personas no deciden no enfermarse este año. Y como siempre, como humanidad que somos, siempre importan los que fallecen, que no deberían haber fallecido. Además, muchos que fallecen lo hacen luego de ocupar bastante tiempo camas de terapia intensiva que son cada vez más escasas.
Haciendo una estimación hipotética  (dato de fines de julio) si tuviéramos 100 fallecidos/día de COVID-19 durante los próximos 2 meses en Argentina, dato ya superado por la realidad, tendríamos alrededor de 10.000 fallecidos a fin del invierno versus un aproximado e hipotético 22.341 fallecidos con infecciones respiratorias estacionales en un invierno “habitual y sin pandemia”. Cabe destacar que ambos comparten la misma franja de edad de riesgo (mayores de 75 años).
Al 24 de julio, el promedio de fallecidos por COVID-19 en Argentina era de 18.7 fallecidos/día (total de entonces, 2807) en 5 meses de pandemia y merced a una larga cuarentena que no generó pico de contagios anticipados. Pero después los valores aumentaron con lo que se puede afirmar como probable hipótesis, que la mortalidad global del COVID-19 en Argentina pueda ser semejante y hasta menor a la de los fallecidos por infecciones respiratorias estacionales graves de años anteriores sin COVID. O sea que si en 2018 el total de fallecidos para infecciones respiratorias por virus y bacterias oportunistas (y no) fue de 31.916, y suponiendo que este año solo tengamos un 30% de ese total, es decir 9.574deberíamos llegar a 22.342 fallecidos/año de COVID-19 para equipar el numero total de fallecidos “por enfermedad respiratoria infecciosa global” en 2018.

Es una estimación con un escenario de COVID-19 que no esperamos tener. Recordemos que los fallecidos con infecciones por enfermedad respiratoria grave de otros años fueron estimados sin cuarentena ni medidas de distanciamiento, que ahora se están efectuando. Y que también la mayoría de los centros tienen una clara disminución de pacientes EPOC en seguimiento). Por otra parte, si comparamos con enfermedades como la gripe por influenza, es difícil estimar la tasa de letalidad por infección (Índice IFR) en virus influenza, porque la inmensa mayoría que tiene esta enfermedad, ni consulta ni se hace un test diagnóstico. Además, la media anual estimada de muerte por virus Influenza publicada por la OMS ha sido estimado en 0,1%. (1/1000). En cuanto al COVID-19, los últimos datos de 27 países muestran más de 600.000 fallecidos en 6 meses, aunque se estima que extraoficialmente fueron más. La tasa de letalidad (IFR) estimada de COVID-19 estaría entre 0.1-1.08% y fue estimada “universalmente” en 0.64% (6 pacientes cada 1000 infectados)

No hay dudas que “hasta ahora” el COVID tiene mayor mortalidad que la gripe estacional. Y en ambos virus el gran factor de riesgo es el ser mayor de 75 años.

Pero… de todas maneras hay datos que las hacen hoy poco comparables: COVID-19 es con cuarentena, medidas preventivas y sin vacuna, y la Gripe/Influenza es la inversa de lo descripto: sin cuarentena, sin medidas preventivas y con vacuna.

¿Y Cuál es la causa de muerte más frecuente en menores de 35 años en Argentina? Los accidentes viales siguen siendo la causa más frecuente. En el 2019 la mortalidad anual fue de 6.627 (datos de luchemos por vida.org) lo que equivale a 19 fallecidos/día. De acuerdo a datos del gobierno de la ciudad de Buenos Aires la mortalidad por accidente vial cayó un 56% en abril 2020 (cuarentena estricta) vs abril 2019. Y hoy los politraumas de accidentes viales no se ven en las terapias intensivas como en una época normal.

Entonces: ¿De qué nos morimos en tiempo de Pandemia en Argentina?

1. La causa nro. 1 sigue siendo la Enfermedad Cardiovascular. A los 280 fallecidos diarios de años no COVID, la pandemia generaría un exceso de mortalidad, difícil de estimar pero que podría rondar un 20% (50 a 60 fallecidos por día que se agregan a los 280 diarios). Aún no se sabe cuánto influirá el estrés negativo en la tasa final de enfermedad cardiovascular (como ya ocurrió en 2001, cuando aumentaron por el estres de la situación las muertes por estas causas).

2. Tampoco se sabe cómo y cuánto va a repercutir el menor diagnóstico precoz de tumores que no se está descubriendo en pandemia. En los próximos años se conocerán datos de cuánto influyó (y si es que influyó) en la mortalidad total la falta de estudios preventivos. Además de las personas que no están pudiendo hacer un seguimiento correcto de su cáncer.

3. Aun sin datos oficiales, la mortalidad de la nueva infección respiratoria del  COVID-19, se neutraliza y contrapone en número y hasta ahora, con la menor mortalidad observada en este invierno por infecciones (virus y bacterias) estacionales (como la gripe por influenza).

Los datos sobre las muertes confirmadas de COVID-19 tienen otras peculiaridades. Por ejemplo, los testeos del virus pueden variar entre jurisdicciones, y también ha habido desacuerdos entre las autoridades sobre cómo se deben contabilizar las muertes en primer lugar. Esto hace que obtener una imagen exacta sea sorprendentemente complicado. Aunque es imposible saber el verdadero número de muertes todavía de COVID-19 (y quizás nunca lo sepamos exactamente), está claro que en algunos países las muertes diarias han alcanzado tasas del 50% o superiores a la media histórica de los períodos de tiempo.

 

4. Por otra parte, y lógicamente, disminuyó el número de fallecidos por accidentes de transito. 

En el mundo aún se discute la cuarentena estricta. Pero cuando se realiza en un momento estratégico, óptimo, el resultado es beneficioso y con una ecuación salud versus economía que lógicamente debe ir en detrimento de la economía. Pero en algún momento, cuando se alargan «demasiado», para la percepción de los ciudadanos, las cuarentenas comienzan a no ser obedecidas por algunos; el beneficio comienza a revertirse y no hay manera que no circule el virus en una comunidad moderna.

O sea, aunque no deseemos estar en esta realidad y no podamos salir, estamos atrapados en una pesadilla de la que no es posible simplemente despertar. Es similar a una invasión por parte de un ejército extranjero o una catástrofe climática. Eso está pasando acá aunque invisible. Estamos en una pandemia global, con circulación comunitaria en la que están muriendo amigos y familiares. ¿En Sarajevo cuando acechaban los francotiradores en la avenida Mese Selimovica, habría ciudadanos que saldrían a la calle a pedir por la libre circulación?  Si salías a la calle te mataban.

No es una cuestión de políticos, sino de salud. Hay pobreza, pero antes que todo hay muerte. No se sostiene racionalmente el argumento de quienes desean abrir a pesar de los costos. ¿Entonces por qué sucede? ¿Por qué fracasan las estrategias para frenar los contagios en Argentina? Este es un punto álgido y Daniel Feierstein lo explicó en un hilo de Twitter. En algún momento se naturalizan los contagios, las muertes, y resumiendolo, la respuesta no es médica sino sociológica. El razonamiento es el siguiente: la gente no se banca más la cuarentena y la incumple igual. Por lo tanto, lo que debemos hacer para contener la ola de contagios es autorizar lo que de hecho ya se hace pero solicitando que se cuide y apelando a la «responsabilidad ciudadana».

Pero podríamos decir que lo que suponen los médicos (y los funcionarios) sobre el comportamiento social en pandemia es lo que Weber llama «acción racional con arreglo a fines»: calculan que el riesgo de contagiarse es preferible al de quedarse sin otras actividades.  Aunque eso podría sonar plausible (no sensato) para quien necesita trabajar porque podría verse sometido al hambre o a la pérdida de bienes, en modo alguno explica el caso de quien sale a tomar una cerveza, hace el asadito con los amigos o visita a la tía, foco de los contagios. La población en una catástrofe NO actúa según esa racionalidad ajustada a fines sino que se ve atravesada por acciones afectivas (tercer tipo en Weber) vinculadas a mecanismos de defensa psíquica como la negación y la proyección.

Para alguien en estado de negación, decirle que vamos mejor, que abrimos actividades y que no habrá colapso es el mejor modo de lograr que ratifiquen la negación. ¿Por qué ? Porque después de estudiar las respuestas ante la catástrofe, lo más regular que se puede encontrar es precisamente que la acción humana en esos casos tiende a la negación y a la proyección. Nadie quiere aceptar la posibilidad de su muerte o la de sus seres queridos. Eso explica también el odio en las respuestas anti cuarentena. Por ejemplo: en casos en que sobrevivientes del genocidio nazi lograron escapar de la deportación fueron golpeados y acusados de mentirosos en los pueblos donde intentaban contar lo que sabían o habían vivido.

Algo parecido ocurrió en la dictadura argentina, cuando la sociedad intentaba autoconvencerse de que los desaparecidos estaban en Europa, que los militares no podían haber asesinado a tanta gente, que quizás los mandaban a “granjas de recuperación”, que las denuncias constituían parte de una “campaña antiargentina” o que los argentinos éramos “derechos y humanos”. Los dirigentes políticos se encuentran así en un dilema: deben decirle a la población lo que no quiere escuchar y se arriesgan a ser el foco de odio y proyección, con lo que implica en pérdida de imagen y votos, ya que puede tener su costo político. Psicópatas como Trump o Bolsonaro directamente se transforman en la fuente del proceso de negación («es una mentira demócrata», «es una gripecinha», entre otros tantos delirios).

Aquí los intensivistas nos gritan que ya no pueden más, que no tienen cómo contener el nivel de casos diarios, pero les responden con el R de 1,0x, con la creencia mágica en que «ya llega el pico» o con la desesperanza de que «no podemos hacer otra cosa». Nada aporta suponer mala intención. «No creo», dice Feierstein, «que nadie quiera que mueran argentinos. No sirve echarle la culpa a un político, al otro o a la población. Simplemente no estamos comprendiendo lo que pasa, cuanto menos a nivel de los comportamientos sociales.» ¿Por qué bajó el pico en Italia o España? R. Etchenique lo identificó con precisión: por la «inmunidad de cagazo«. El miedo de la gente pudo vencer al mecanismo de negación. Pero eso tampoco es permanente ni automático y los rebrotes lo demuestran. La negación es persistente. Como dijo Pedro Cahn: «¿Cuántos infectados, cuantos muertos necesitamos para volver a tener miedo

Y una forma de negación actual es pensar «Como en España bajó pero tienen un x% de infectados debe ser que el x% es la inmunidad de rebaño, apenas lleguemos a ese número va a bajar«. Pero ni aquí ni allí funciona así… Vean los mensajes oficiales y los medios en esos países en ese tiempo. Alcaldes gritándole a la población que ya no sabían qué más hacer y que si no se quedaban de una buena vez en sus casas perderían a sus seres queridos. Contrasten eso con los mensajes oficiales argentinos: «estamos bien, la situación está controlada, ya pasamos lo peor, la semana q viene baja, el sistema de salud va a resistir, no habrá colapso, esto nos permite dar un nuevo paso«, ratificaciones de los sistemas de negación.

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A esto se suma el “efecto delay”: los muertos de hoy no expresan la gravedad de la situación de hoy sino que tienen 20 días de retraso (los días promedio que existen entre el contagio y la muerte). Otro elemento anti intuitivo es el sesgo exponencial, sobre el que nos alertan a los gritos los matemáticos: pasar de 4 a 8 en 25 días es una cosa, pasar de 10.000 a 20.000 en esos mismos 25 días es otra. Cuando se observa la gravedad, a veces es tarde para producir un giro de la situación, como resultado del sesgo exponencial y el efecto delay.

Agregar «no dejemos de cuidarnos» produce cero efecto ante lo previo. Esa parte ya no se escucha. Quienes saben nos informan que las cosas están mejor y abren actividades, por lo tanto incluso quienes no sucumbían a la negación lo hacen: «el intensivista debe ser un exagerado»
No estoy llamando, sigue Feierstein, a reproducir los gritos españoles e italianos, pero sí a comprender que nuestros principales enemigos son la negación y la proyección, como en toda catástrofe. Y que eso no se resuelve ni con camas ni con respiradores, concluye.

 

Agenda de los medios versus realidad. El pico mediático se padeció mucho antes que el epidemiológico. La gente comenzó a cansarse de escuchar hablar de la pandemia y decidió que ya estábamos en la «post-pandemia». Pero eso no resolvió el problema, e incluso hubo marchas «contra» la pandemia.

Volviendo al texto de Lombardero, de persistir la idea de la ecuación salud versus economía con largas cuarentenas, habría que aplicar el mismo criterio y también cerrar todo lo que aumente dramáticamente los factores de riesgo cardiovasculares: fast-food, tabacaleras y distribuidoras de cigarrillos, bebidas azucaradas, los “snacks”, los embutidos y hasta carnicerías que no vendan carne magra…. y más aún… poner en cuarentena a todos aquellos que tengan sobrepeso hasta que adelgacen, dado que es una de las condiciones de riesgo.

¿Por qué? porque en la Argentina se mueren 280 personas /día de enfermedades del corazón y es la primera causa de muerte. Pero no es posible hacerlo… no es lógico ni siquiera razonable. Entre otras cosas, por las fuentes de trabajo y la economía que se pierde. Con el mismo razonamiento, para evitar las muertes por accidente de tránsito en los jóvenes, no deberíamos darles el registro automotor a los menores de 35 años hasta que cumplan 35 años. Como es lógico de suponer, esto no es tampoco aceptable ya que repercutiría en la economía y en sus derechos y libertad de acción.

Deberemos aprender a convivir con este nuevo coronavirus, con campañas de buen hábito de bioseguridad, usos de máscaras oro-nasales, distancia, lavado de manos, ventilación, ejercicio físico, cuidar el grupo más vulnerable, rastreo de contactos, testeos y aislar solo los focos, y demás medidas que se irán flexibilizando según evolucione el COVID-19.

En alguna medida, disponer la cuarentena para frenar una epidemia es como realizar propaganda política en elecciones. Si la haces no es seguro que ganes, pero si no la haces, seguro perdés…  Entretanto Argentina superó las 10 mil muertes en poco más de 170 días. El sistema no colapsó gracias al aislamiento oportuno. En Italia, esa cifra se alcanzó en tres semanas y debieron elegir a quien le daban el respirador. La cuarentena sirvió, y mucho.

Tomás Orduna, médico Infectólogo y jefe del Servicio de Patologías Regionales y Medicina Tropical del Hospital Muñiz, dice que lo que se logró con la cuarentena al retrasar el pico de infectados, además de preparar al sistema de salud, fue dar tiempo para que los médicos aprendan algunas cuestiones mínimas del manejo para salvar a los pacientes graves:
1) oxígeno a tiempo
2) anticoagulación
3) uso mínimas dosis de corticoides.
Con eso han logrado que sobrevivan pacientes graves que en marzo habrían muerto…

Si seguimos ignorando, o naturalizando, el crecimiento de casos, el virus será incontrolable y terminaremos lamentando las miles de muertes que antes evitamos cuando por el corte temprano todo se dio más lento por la cuarentena efectiva durante abril. Después, al desmadrarse todo y por la apertura y falta de control se aceleró la subida del pico. Las terapias de todo el país están por colapsar. Este autor cree que si no hacemos un cierre a fase 1 por lo menos por dos meses, estaremos ante un desastre sanitario. El pico de infecciones no ha pasado, está siempre por venir.

Los médicos lo dicen claro en cuánto los dejan hablar:  Recordemos que en Olavarría, hace 20 días renunció la jefa de terapia intensiva.del hospital y se fue a vivir a otra ciudad. Nadie lo informó. Y no existe plan de contingencia. El cuello de botella local son los profesionales de la salud, que están muy justos en cantidad. Los profesionales han propuesto alternativas para dar descanso y reemplazar a los agotados, pero no han obtenido respuesta. Actualmente en todas partes estamos contando las camas libres de Terapia… y nos olvidamos del personal a cargo. En ese sentido debemos hablar de unidades operativas… O sea camas +médicos +enfermeras +kinesiólogo +mucama. Ahí es donde se achica el número… Los años que se requiere para formar terapistas y enfermeros de terapia. Y mantenerlos en el sector público con bajos salarios. Además de los contagiados o aislados que están fuera del trabajo… Se va achicando el panorama. Y se necesitan más respiradores.

El tiempo, y un mejor análisis, serán necesarios para determinar un recuento de muertes más exacto de COVID-19. Quizás mueran menos personas este año que las 32.000 de 2018 por influenza. Pero la pandemia es real. Están falleciendo personas que debían seguir con nosotros, que todavía no habían cumplido su ciclo.

Respecto de la comparación con las muertes en otros años, Queda claro entonces que no se pueden sumar peras con manzanas: Son escenarios distintos, multivariables, que no se pueden comparar. Además, las cifras de influenza se suelen estimar, dado que mucha gente la supera sin ir al médico, en tanto las del COVID-19 se considera que están subvaluadas por las limitaciones continuas de la capacidad de la prueba o los resultados falsos negativos. O sea si una persona muere sin hacerle exámenes que determinen su contagio, y el protocolo no determina que esa muerte sea considerada por COVID, nunca se sumará a la cuenta.

Una regla del periodismo es que las muertes que no sucedieron no serán noticia. Es historia contrafáctica hablar de muertos que no han fallecido. Recordar que otros años con influenza no tuvimos distanciamiento social, y este año tenemos Covid sin vacuna. Otro año podemos estar con vacuna para ambas, o luchando con alguna nueva enfermedad, más o menos benigna.

En este contexto, médicos, enfermeros, científicos, académicos y dirigentes sociales alertan sobre la catástrofe invisibilizada, llamaron a tomar conciencia, pidiendo a gobernadores e intendentes cesar la campaña en nombre de libertades que nunca perdimos.  Concretamente proponen ofrecer mensajes de predictibilidad y planificación, que permita a nuestra sociedad organizarse y comprometerse activamente en un plan de acción conjunto con el Estado.
En este sentido, se conoce que la estrategia de aplicar restricciones selectivas, planificadas e intermitentes a la movilidad ha dado frutos en distintas partes del mundo. Nuestros investigadores e investigadoras cuentan con herramientas matemático-computacionales para apoyar el diseño de estas políticas públicas basadas en datos y evidencia científica. Estos diseños incluyen una estrategia extensiva de rastreo de contactos estrechos de personas con síntomas compatibles con Covid-19 para su aislamiento preventivo.

En realidad, todos somos antipandemia. Excepto las dos primeras semanas de cuarentena que éramos felices, pero no lo sabíamos, después todo ha sido un túnel oscuro. Y aunque lo queramos, no va a terminar pronto. El aislamiento que practicamos desde principios de marzo fue un ensayo para lo que viene AHORA.

La curva de contagios puede aplanarse o quedar en una meseta alta. Pero como en la guerra, no tiene gracia ser el último muerto…  #QuedateEnCasa

 

Fuentes:

¿De qué nos morimos en Argentina en tiempos de pandemia?

Chequeado

Tweets Daniel Feierstein