Quién hirió a Cáneva (#LaColonizaciónDelAzul)

El 7 de octubre de 1906 no fue un día más para la sociedad azuleña, la inauguración del nuevo templo de culto católico alborotaba a la ciudad. Las parcialidades adeptas y creyentes se mostraban entusiastas en cuanto a las actividades programadas en torno a la inauguración de la «costosa y monumentalista” Catedral. Azul terminaba de consolidar una pata fundamental entre las instituciones de poder, y tanto miembros eclesiásticos, como así también el poder político, el ejército, y la elite social, celebraban la apertura de las puertas de este nuevo oratorio. Para los sectores dominantes era necesario afirmar la fe religiosa que acompañe y moldee el proceso de desarrollo y diversificación social de la ciudad.  Nota de Nahuel Mirande compartida desde Azul Hasta El Estallido

Durante muchos años los distintos grupos anticlericales habían influido en variados sectores del cuerpo social.  La fuerza de los libres pensadores, la influencia innegable de la masonería, los periódicos, el anarquismo y el socialismo, confluían en una vertiente poderosa a la hora de oponerse a la inserción del clero.

Los periódicos opositores repudiaban enérgicamente la obra y no tenían pelos en la lengua a la hora de plasmarlo en sus páginas. El socialismo y el anarquismo abiertamente enemigos de la iglesia también forjaban sus disidencias.

Por su parte, el antisemitismo, estaba muy arraigado en las clases altas y se expresaba con claridad en su literatura y manifestaciones políticas. En 1890 apareció en La Nación, en forma de folletín, una furiosa novela antisemita llamada “La bolsa”, de Julián Martel. En enero de 1888 (apenas ocho meses antes de morirse), Domingo Faustino Sarmiento publicó varios artículos antijudíos en El Nacional, el diario La Prensa, en distintas oportunidades manifestó su oposición a que los judíos formen comunas agrarias en Entre Ríos y Santa Fe. Y sobre todo, la «acción» del 15 de mayo de 1910, diez días antes del Centenario, cuando jóvenes de clase alta, salidos de la muy exclusiva «Sociedad Sportiva Argentina» asaltaron las sedes del Avangard, órgano del «Bund», agrupación obrera socialista judía, y la denominada «Biblioteca Rusa», para quemar luego sus libros en Plaza Congreso.

Refiriéndose al fenómeno antisemita de los represores de la «Semana Trágica», el escritor Juan José Sebreli  plantea que «el mismo odio racial que la burguesía liberal sentía por el mestizo, al que trató de sustituir por el inmigrante europeo, se volcó después hacia el propio inmigrante cuando éste se reveló inesperadamente con un dinámico elemento de agitación social»[2]. La tradición conservadora de la oligarquía chocaba con corrientes de pensamiento que emergían en el país, y Azul atravesaría esta batalla cultural de modo sumamente intensivo.

 

Una multitud intergeneracional e interclasista, posa con la flamante Catedral a sus espaldas. 7 de octubre de 1906. Autor desconocido. Fotografía cortesía de la Díocesis de Azul.

 

Los dos templos, clericales vs anticlericales
Pocos días antes a la inauguración de la Catedral,  los periódicos centraban su atención en el templo, criticando fuertemente a las autoridades eclesiásticas, como así también al acéfalo poder político municipal.  “El comercial” arremetía en una de sus habituales columnas con los siguientes dichos; “El señor cura no desperdicia ocasión para desacreditar a los libres pensadores”. “Que se ha hecho asiduo concurrente a los salones del Concejo Deliberante, donde se despacha a su placer”. “Que estará preparando un asalto a los dineros del pueblo”. “Que los 50$ que le dan para pagar la casa es dinero robado”. “Que muchos vecinos viven en pocilgas a duras penas pagan el alquiler”. “Que en breve será desalojado el edificio de la sociedad francesa, actualmente ocupado por la iglesia parroquial.” “Que cuando eso suceda, la colectividad a que pertenece el edificio, dará un baile para quitar el olor a santidad”[3].

Esta provocación sería una invitación, un pie de guerra en la idiosincrasia comunal de la época. Los posteriores reclamos por parte de este periódico no cesaban en su intensidad. Siendo oportuno aclarar, que durante el proceso de edificación de la catedral, también, se estaba llevando a cabo la construcción del Colegio Normal.

Las críticas por las demoras y al parecer falta de interés político en la construcción de la escuela exacerbaban el ánimo de los grupos de libres pensadores, como así también, de socialistas y periodistas opositores. “El Comercial” volvía a atacar; “Los enemigos de la escuela normal son los interesado en la pronta terminación de la iglesia, porque será la gran casa del negocio, donde sin exponer capital ni pagar impuestos fiscales, se realizarán pingues ganancias”3.

El enojo se acrecentaba, debido a que, el municipio aportaba un suculento dineral a las arcas parroquiales, dejando de lado las necesidades urgentes que acaecían a las clases populares. La elite azuleña presumía y comandaba, no solo las comisiones pro templo, sino también, a los representantes comunales que sin consulta alguna otorgaba sumas de dinero a la causa de la fe enfureciendo a las parcialidades de contribuyentes disidentes.

En síntesis “El Comercial” alentaba el desarrollo de la educación laica como herramienta cultural, del saber y de la ciencia, y despotricaba contra la fe religiosa, “antros y cavernas”, esa era la consideración antagónica que este periódico ofrecía a sus lectores.

El arco opositor a las obras parroquiales era amplio, los sectores agrupados como “libre pensadores” eran una fracción de la «elite intelectual», – la mayoría de ellos masones-. Por otro lado, estaban los “pensadores libertarios” y revolucionarios de orientación anarquista y socialista. En los primeros, la mayoría de los integrantes eran patrones o profesionales acomodados, los segundos en su conjunto obreros de los diversos gremios. En 1906 el anarcosindicalismo y el sindicalismo revolucionario estaban en pleno auge, mientras que la masonería en Azul hacia algún tiempo que se encontraba en un párate y con conflictos internos, o al menos eso expresaba uno de sus miembros. Sin embargo, a pesar de no realizarse teñidas había alrededor de 300 masones iniciados radicados en Azul.

Dentro de este “arco opositor” encontramos corrientes antagónicas, incluso aun más distantes entre sí. A pesar de encontrar un factor común en su enemistad con la iglesia, el oficialismo, y las doctrinas, la cuestión de clase pesaba más.

Los mensajes en los periódicos locales aumentaban progresivamente su ímpetu a medida que se acercaba la fecha inaugural de la Catedral, disparaban contra vecinos liberales conversos, ya que, “por aparentar” se doblegaban  colaborando con la celebración. De  misma forma ejercían presión sobre Bernardo Irigoyen, padrino de la iglesia.

Los liberales azuleños advertían que tal figura no aceptaría el padrinazgo ceremonial por el siguiente motivo;…“idearon los señores curas en comprometer a él SR Gobernador Dr. Irigoyen a que viniese también, nombrándolo padrino de dicha ceremonia religiosa; con esta luminosa idea… no pueden ignorar, como no lo ignora nadie,  que el Dr Ignacion Irigoyen es masón, y por consiguiente un liberal ilustrado. A pesar de las altas influencias puestas en juego, el buen señor no se ha dejado sorprender y ha declinado ese señalado honor en el señor presidente de la cámara de diputados. De manera que esta ceremonia  estará o no lúcida el próximo domingo, pero por lo pronto en cuanto a su galanos cálculos, se les ha pelado feo la frente”[3]…

A su vez, advertían que el diputado Vega, quien sería el encargado de apadrinar la ceremonia, era uno del par de diputados que no habían jurado ante los santos evangelios, (el otro había sido el diputado socialista Alfredo Palacios).

 

Una hilera de uniformados de la Polícia de Azul custodian el acceso a la Catedral, prontos a marchar en un desfile a pocos años de la inauguración del templo. Fotografía cortesía de la Hemeroteca de Azul.

 

Mientras tanto, lucha de clases
En nuestra ciudad, el sindicalismo revolucionario y el anarquismo estaban en el cenit de su desarrollo, varios gremios se habían declarado en huelga, llegando a declararse la huelga general. El año 1906 es uno de los años más turbulentos y violentos de la historia local, la disputa entre autonomistas y mitristas había llegado al extremo. La administración municipal se encontraba intervenida casi permanentemente, el fraude electoral era escandaloso, y la corruptela moneda corriente. El 26 de noviembre de 1906 se produce la masacre del concejo deliberante, donde cae abatido el presidente del mismo Eufemio Zavala y García. El menú de la política azuleña era el mismo que el del país, se estaba cocinando un manjar que no tendría posibilidad de degustar el obrero.

Retomando  la cuestión de patrones y obreros, a pocos días de la colocación de la piedra fundamental del  templo, “El Imparcial” narraba una trifulca entre obreros y el empresario Vicente Aballone; “Cosas de la huelga: Ayer de mañana el obrero Juan Rodina, que trabaja en la obra de la calle Bolivar esquina Rauch provocó al contratista de dicha obra Vicente Aballone, trabándose a lucha con este, quien le propino algunos trompis. Ambos fueron conducidos a la comisaria siendo puesto en libertad Aballone, previo pago de multa. Rudina ha quedado detenido”[3]. Posteriormente los obreros echarían claridad al asunto, planteando que la policía torturó al trabajador en las oficinas del comisario y que le permitieron al patrón llevar adelante el interrogatorio.

Hasta aquí todo parece indicar que el director de «El Imparcial», Rodriguez Ocon, tenía una cuestión muy particular con ciertas organizaciones obreras.

…“El socialista vindicador ha saltado como los muñequitos de caja de sorpresa y abre los brazos en forma de cruz, ofreciendo en su regazo tibio y amable a las desdichadas víctimas de la explotación laboral”… (El Imparcial, periódico de Azul, 17 de octubre 1906, contra el dirigente del sindicalismo revolucionario, Bartolomé Bossio)

La opulencia terrateniente y patronal gozaba de una vida lujosa en las mansiones del radio céntrico, mientras que la clase trabajadora estaba hundida en una feroz miseria, son incontables la cantidad de paros, boycotts, asambleas públicas, y trifulcas entre obreros y patrones. Según “El Imparcial” , ¾ partes de los barrios eran pobres.
En 1906, “El Imparcial” decía:

(…) «Azul, que por fuera parece tan rico y prospero, tan favorecido de fortuna  y en cuyos bajos fondos sociales, la miseria las enfermedades y el hambre, hacen sin embargo grandes estragos que son mitigados apenas por la caridad publica. En presencia de este cuadro de tan sombrío contorno, no cabe sino invocar una vez más los sentimientos filantrópicos, nunca desmentidos ni siquiera puestos en duda de la buena sociedad de azul”(…) [4]

La convergencia de factores, y la tensión política fenomenal del periodo fueron construyendo un clima de inestabilidad que se expresaría en acciones concretas contra la iglesia, su significación en los pleitos sociales y la representación de sus adeptos.

 

Los choques y enfrentamientos
El cura Villamayor en su libro “El Padre Caneva” define a los liberales y masones de la siguiente manera: “logias liberales y masones sin sentido nacional y popular, que odian nuestra costumbres, nuestras tradiciones y la iglesia que las defiende, se lanzan como lobos al corral de ovejas”[4].

Tenemos aquí un clima espeso, hay una batalla ideológica que se presenta por varios frentes y que tiene de fondo un justificativo material. El «culto a la razón» por un lado, la revolución social por el parte de los anarcos y sindicalistas revolucionarios, y la cuestión de la fe católica como pata fundamental del aparato ideológico del estado bajo la mirada de un régimen oligárquico y autoritario.

Los modos de dirimir ideas se trasladaron a enfrentamientos físicos en 1904, durante la primer procesión de Caneva “movilizados pretendieron cerrarle el paso a la procesión del nuevo párroco” dice Villamayor. La columna pretendía recorrer el perímetro de la Plaza Colon (hoy San Martin), alrededor de doscientas personas acompañaban la celebración, escoltados por la policía, cuando aparentemente, desde los balcones del Teatro Español comenzaron a caer proyectiles, acompañados de insultos, hiriendo en la cabeza a Caneva. Esta vez la policía intervino llevándose detenidos a varios de sus agresores. “fueron las armas de masones y anarquistas” dice el párroco en su libro.

Dos años después de aquel enfrentamiento, la ciudad se preparaba para la inauguración de la catedral, lo que era el acontecimiento del año. Para ello, la organización pro templo esperaba con anhelo  la llegada de importantes figuras del rubro político, como así también, al obispo Piaggio de la catedral de La Plata y a los padrinos o delegados por los mismos. Ese 7 de octubre era una inmejorable vidriera para mostrar el desarrollo y el progreso material de una ciudad, que en apariencia se mostraba “opulenta, modernizada, culta, y solidaria” pero que hacia sus márgenes abundaban la miseria, el cólera. En medio de esta situación, el gremio de albañiles azuleño, se encontraba de paro, en boycott al contratista de la construcción Vicente Aballone.

Las parcialidades disidentes, los marginados y explotados que no encajaban en los sentimientos entusiastas de la doctrina religiosa, y  esperaban con recelo la ceremonia inaugural.

La mañana del 7 de octubre de 1906 la ciudad amaneció sorprendida por una serie “escraches”, en manos de “vándalos” según la prensa. Los periódicos denunciaban que, las puertas de la catedral estaban manchadas con alquitrán y lodo, algunos locales comerciales también habían sido atacados, y no se salvaron algunas casas particulares. Los periódicos apuntaron a los sindicatos.

Rodríguez Ocón, director y redactor del “Imparcial” estaba enemistado con los grupos izquierdistas, por ende, no dudó en pedir mano dura y represarías a la policía. El mismo Rodríguez Ocón, que vapuleaba al clero con sus punzantes publicaciones ahora se colocaba en su defensa, aludiendo que estos atropellos ya se venían realizando desde hacía un tiempo, …”la policía debe perseguir  a los autores de estos desmanes como a delincuentes comunes, porque no son otra cosa, puesto que no se respetan la propiedad ni la familia, ni los lugares de culto”[4]…

A los pocos días el mismo propietario del periódico volvía a meter el dedo en la yaga, situando bajo presión a la policía, y reprochando no haber hecho nada por los sucesos “vandálicos” en el templo.

Como se termaría plasmando más adelante en la historia, Cáneva vino a plantarse en el ring de la idiosincrasia pueblerina,  a reforzar la imagen del clero y su injerencia en los aspectos públicos. El nuevo obispo comenzó a fortalecer la institución católica con adeptos, disputando la hegemonía ideológica de los libres pensadores, y proponiéndose limitar la organización de los sectores subalternos.

Las trifulcas se convirtieron en un clásico de época, coincidentes con ceremonias conducidas por este líder religioso. Otro ejemplo de esto fue el Corpus Cristi del año 1907, que se destacaba para el mundo religioso por la presencia de Cáneva como primer obispo azuleño. La policía ya contaba con que organizaciones preparaban movilizaciones en forma de protesta, de hecho los cuerpos policiales habían tomado precauciones.

Rodriguez Ocón relataba desde su periódico “circulan rumores que han llegado hasta la policía, de que se prepara una movilización hostil a la procesión que se realizará hoy, con motivo de la fiesta del Corpus Christi. No creemos que dicha manifestación de produzca”… “Sabemos que la policía ha tomado medidas para garantizar, el más perfecto orden en esta procesión y procederá severamente contra los que quieran turbarlo”…

Al día siguiente, en nombre de los liberales de Azul, la editorial del diario “El Imparcial” publicaba un severo repudio a los sucesos perpetuados contra la colectividad religiosa local. Aludiendo a la libertad de pensamiento y de creencias, “versiones que hemos recogido, aseguran que al salir la procesión del templo, partió un grito entre la muchedumbre estacionada cerca del Teatro Español, un viva a la libertad de consciencia, lo que originó el accionar de la policía. Arrestando a algunos ciudadanos que más tarde recobrarían su libertad”[5]. En la columna religiosa marchaban “distinguidas familias”, y según los periódicos el enfrentamiento se da entre “movimientos  del orden social” y la policía que estaba esperando una mínima expresión para poder reprimir. “Si bien un silbido, o un viva, creemos, no constituye un delito punible, asume en ciertos casos una forma de agresión, o lo que es lo mismo una provocación, cuando en una manifestación se lanza un grito destemplado, que es la característica de la protesta violenta en las manifestaciones libertarias“[5].

A los medios y a la policía les llegó la información de que el día de la procesión habría una manifestación en su contra, sea por su carácter anti-autoritario, sea en contra de las elites,  contra el destino de los fondos públicos a la iglesia, por pujas sindicales, o todas estas cuestiones en su conjunto. Las fuerzas policiales a cargo del comisario Luis Aldaz ya se habían entrecruzado en anteriores situaciones con los grupos sindicalistas. Las políticas nacionales y provinciales miraban con desprecio este tipo de movimientos, eran enemigos públicos, y la avanzada represiva a los largo y a lo ancho del país no era mezquina a la hora de repartir golpes, detenciones, y torturas. Aldáz amedrentaba a los manifestantes en declaraciones con medios locales, exclamando aplicar duras penas a los detenidos, que rondaban entre los tres meses a un año de prisión. Además se encargaba de aclarar que todos aquellos que turbaran una manifestación pública recibirían el mismo castigo. Los descargos en los periódicos obreros demostraron que lo del comisario fue más que amenazas.

 

Formación de la Policía de Azul, presuntamente, en el patio del Palacio Comunal. Autor y fecha desconocidas (circa 1920/30). Fotografía cortesía de la Hemeroteca de Azul.

En resumen

Una época histórica fastuosa de dominación social, política y económica que dirimía espacios de poder social de manera virulenta. El caudillismo reinaba en los municipios y la delgada línea de la legalidad se depositaba en interventores adeptos a la provincia o a la nación. Tiempos violentos de cambios abrumadores en la conformación de una sociedad civil y urbana burguesa, que conglomeraba elementos sociales antagónicos. Conflictos que desnudan la transformación de un Azul que en pocos años había sufrido una metamorfosis, desde la decadencia de la ciudad frontera a una ciudad con rasgos capitalistas, modificando la trama social, las relaciones productivas, en lucha por la hegemonía cultural y llenando nuevos espacios de poder heredados de las viejas estructuras. Para el peón son años malos, pal rico carne, pal pobre palo.

Fuentes

[1] Primer manifiesto electoral del Partido Socialista en 1896, 29 de febrero de 1896 Partido Socialista en su periódico «La Vanguardia» Bs As
[2] La Semana Trágica de 1919: huelga, lucha y represión (Parte III) Leonidas Cerruti Izquierda Diario
[3]»El Comercial» diario de la ciudad de Azul, Hemeroteca Juan Miguel Oyhanarte, El COMERCIAL TOMO 1906.
[4] «El Imparcial» diario de la ciudad de Azul, Hemeroteca Juan Miguel Oyhanarte, EL IMPARCIAL TOMO 1906.
[5]»El Padre Caneva» 1974  Cesar Henán Villamayor Capitulo V  

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