Contra la estigmatización de la Gorra de las y los pibes

La Marcha de la Gorra tuvo su tercera edición en Tandil, en la tarde de este viernes 7. El punto de partida fue la Plaza del Tanque, en Mitre y avenida Santamarina, donde las distintas organizaciones que integran el colectivo debatieron en talleres sobre las distintas expresiones de la violencia institucional y su realidad en los distintos rincones de la Ciudad de las Sierras.

Como sucedió con varios eventos en muchos puntos del mapa argentino, las sucesivas suspensiones de la final de la Copa Libertadores hizo que posponer se convirtiera en moneda corriente, y también alcanzó a la Marcha de la Gorra en Tandil. Finalmente, el 7 de diciembre llegó y con él su realización, resultado de la labor del colectivo integrado por varias organizaciones, abierto a que se sumen cuantos quieran participar y discutir el tema. Desnaturalizar, problematizar y frenar los innumerables hechos de violencias institucional y policial, muy presentes en los barrios: vecinos de barriadas populares puestos contra la pared o que los agentes les exhiban las armas cuando los demorados no están infringiendo nada, y así provocar para la reacción.

Que hoy los jóvenes de los barrios no puedan estar acá también tiene que ver con la violencia institucional, con el no acceso al transporte público. Tandil es muy excluyente”, señalaron integrantes de la organización de la Marcha. A jóvenes de hogares municipales no se les permitió participar, pero no se quedaron callados: algunos denunciaron que prefieren la cárcel a esos institutos, porque, al menos, tienen asegurada una comida. Una ciudad en la que los hechos de violencia se tapan: a las y los pibes no los dejan hacer malabares en ciertas esquinas, la policía los corre, y donde la violencia, en todas sus presentaciones, también atraviesa a las mujeres.

De los talleres, participaron estudiantes universitarios y secundarios, de la agrupación Vientos de Libertad (centro barrial que trabaja con ‘consumo problemático’), de Patria Grande, de Lobo Suelto, de La Poderosa, del MPE, de La Mella, de la JP Evita, de Unidad Ciudadana, y artistas callejeros, entre otros. Muchas y muchos participaban por primera vez de esta Marcha que busca visibilizar la problemática de la violencia hacia los jóvenes en una ciudad que se pretende ‘soñada’.

La Marcha de la Gorra, surgida en Córdoba en el contexto crítico de los ’90 de la mano de organizaciones políticas, gremiales, educativas, culturales y sociales, encuentra en su título la ambigüedad de una gorra que está bien y otra que está mal, sobre la que recae la estigmatización social y mediática de sus portadores: por su vestimenta, su forma de hablar, su barrio de proveniencia y su cara (al ‘mejor’ estilo lombrosiano). Caro Moreira, del MPE y del Colectivo de la Marcha de la Gorra Tandil, contó a Miradas del Centro, sobre el caso de Tandil, que la primera, en 2016, fue una marcha con gran convocatoria, “pero sólo fue una marcha. En la de 2017, luego de la marcha, hubo talleres sobre violencia estatal, violencia institucional y violencia policial; lo popular, radios abiertas y talleres de teatro, todos llevados a cabo por los pibes y las pibas”. En esta tercera edición, se planteó que esa instancia de encuentro, diálogo e intercambio, se diera antes de la marcha, para “construir colectivamente nuestras reivindicaciones, expresarnos, y así el grito que queremos que se escuche sea más fuerte”. Ante el avance neoliberal y el recrudecimiento de la represión y el ajuste, “nos vemos en la necesidad de organizarnos, para que la resistencia y las respuestas sean colectivas”.

Se reflexionó no sólo sobre el estigma y el señalamiento, sino también sobre el rol del Estado en este modelo neoliberal (un Estado represor, no garante de derechos), sobre cómo se organiza y segmenta la ciudad en función de la mirada y la necesidad del turista. “Les jóvenes de nuestros barrios son víctimas de la estigmatización mediática, de la violencia institucional y de la pobreza, fruto de un sistema desigual donde no se garantizan sus derechos”, había marcado el Colectivo organizador de esta Marcha en un primer comunicado, donde también se subrayaba que Tandil “no está aislada de la situación que atraviesa el país, aunque algunos traten de instalar en el imaginario que Tandil es la ‘isla perfecta’. Les jóvenes, les trabajadores de la economía popular, les migrantes, les militantes, les vecinos de los barrios populares, vivimos día a día la ausencia del Estado. Ausencia que se transforma en violencia”.

Vecinas y vecinos que sufren el “verdugueo” de las fuerzas represivas, “avalado por el sentido común”; que viven en carne propia la discriminación y el aislamiento, “por falta de políticas públicas para garantizar los derechos básicos al vivir en una sociedad”. Vecinas y vecinos convencidos de que pueden ser protagonistas de su historia y que pueden cambiarla. “Mi cara, mi ropa y mi Barrio no son delito. Ser migrante no es delito. Porque no somos peligrosos: estamos en peligro, y debajo de cada gorra hay un pibe y una piba con historia”, remarcaban.

CUANDO LA VIOLENCIA INSTITUCIONAL NO SE HACE TAPA

Previo al inicio de las rondas de debate, circuló un cartel de apoyo a Emanuel Córdoba, joven detenido en octubre último por robar una mochila en 2016. Supo cumplir su arresto domiciliario en la asociación ‘Vientos de Libertad’, de la CTEP, por lo que se exige una prisión domiciliaria allí que no le ha sido concedida por el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 10 de Lomas de Zamora. Tribunal en el que trabaja como fiscal Paula Martínez Castro, madre del abusador Rodrigo Eguillor, que no permite a Córdoba el cumplimiento de su condena en Vientos de Libertad. También fue compartida la experiencia del Colectivo Contra la Violencia Institucional, que se formó en Rauch a principios de este 2018, cuando el 2 de enero, como ya es tradición, se juntan las y los egresados secundarios, pero la celebración de este año se tiñó de represión policial, con balas de goma. En esos días, el intendente Maximiliano Suescún (Cambiemos) adujo que no hubo violencia institucional y que la policía actuó bien. Ambos casos dan cuenta de la urgencia de construir desde lo colectivo y desde la unidad con otras organizaciones.

Los grupos reflexionaron, en base a recortes periodísticos, con la lupa en el tratamiento de la juventud en los elementos de titulación, en las imágenes, y sobre lo que se considera seguridad y lo identificado con la inseguridad. También se hizo hincapié en que es complicado encontrar noticias respecto a violencia institucional en medios locales: cuando sucede en el hospital, en las escuelas, o casos más gráficos como cuando agentes policiales le quiebran un brazo a un pibe… cuando no lo matan. Casos en que a las víctimas de estas violencias el Estado no les brinda siquiera un mínimo de amparo legal.

Las conversaciones giraron sobre el hecho de que, si bien no es una gran urbe, en los barrios de Tandil se viven situaciones de abusos de poder muy graves y de manera recurrente. Sin embargo, en la ciudad no se visibilizan, se los oculta, y contribuyen a naturalizar la criminalización de la juventud, junto a la feminización de la pobreza. También se hizo referencia a lo que viven las y los vendedores ambulantes y artistas callejeros, a quienes la policía les confisca instrumentos y mercadería. Se discutió en torno a pensar otro tipo de seguridad y sobre el rol de la policía hoy día: si está para prevenir el delito… o para administrarlo. Desde el movimiento de mujeres, se relacionó la violencia institucional que decanta de políticas públicas y del uso desigual del espacio público, mientras el Estado crea más desigualdad y violenta.

Las y los allí presentes analizaron el hecho de que no hayan ido las y los pibes de los barrios, en relación al acceso limitado al transporte público, como a qué tan identificados se encuentran con lugares como esa plaza. Por ello, entre las propuestas, surgió la de trabajar en los barrios, mediante festivales, recorridos, cines debate y materiales, para aportar y unirse en la organización de la marcha, para compartir experiencias y ponerlas en común entre las barriadas. Asimismo, surgió la posibilidad de generar propios medios de comunicación y no callarse; organizarse y resistir colectivamente, para exigir más trabajo y oportunidades; reclamar no más gatillo fácil ni pibas asesinadas por la sociedad patriarcal; construir estrategias para prevención y cuidado; unir a los barrios en la calle; empoderar sin infantilizar.

También se llegó a la conclusión de que la violencia institucional es un negociado para el Estado, útil para afianzar su sistema de dominación y control. A las 18.30, las columnas iniciaron la marcha, desde Mitre hacia Rodríguez, para culminar en la Glorieta. En plena tarde de Black Friday y poco volumen de personas caminando el centro, mientras las caras de las y los transeúntes se intercalaban entre lo atónito y la indignación, los manifestantes recalcaban a quienes quisieran escuchar que Mauricio Macri quiere llenar el país de policías, cuando la mano dura no es la salida, sino el trabajo y la educación para los pibes de la Argentina. Llegados a la Glorieta, se leyó el documento preparado por las organizaciones del Colectivo en conjunto, se invitó a quienes estén interesados en la temática (particulares y entidades) a ser parte de la organización de la Marcha del venidero 2019, y se disfrutó de la música de Adrián, un joven artista callejero.

DOCUMENTO DE LA 3era MARCHA DE LA GORRA TANDIL

Nos encontramos en la Tercera Marcha de la Gorra de Tandil, somos los pibes y las pibas de los barrios, somos la juventud, somos las mujeres, trans y travestis, somos los y las estudiantes organizados/as, somos los y las migrantes, somos los trabajadores y trabajadoras de la economía popular, feriantes, vendedores y vendedoras ambulantes, las disidencias sexuales, somos las trabajadoras sexuales. Somos el sector de la sociedad estigmatizado, marginalizado, perseguido, criminalizado y hostigado. Somos el enemigo que intentan construir. Somos lo que se busca ocultar del ‘Tandil Soñado’.

Hoy ganamos el espacio público mediante la lucha, la unidad y la organización. Hoy no nos van a pedir documento ni a llevar detenidos/as por estar en el centro; no nos van a retener nuestras cosas porque trabajamos en la calle, ni nos van a reprimir por nuestra orientación sexual. Este 7 de diciembre, nuestras gorras, las viseras, copan el centro de Tandil. Hoy, los y las perseguidas, alzamos la voz en esta marcha: NO SOMOS INVISIBLES, ACÁ ESTAMOS. ¡SOMOS PARTE DE LA CIUDAD!

No ajeno a este contexto resulta la educación. Ese ideal que alguna vez sostuvo el Estado benefactor está en crisis, en peligro. ¿Por qué tenemos que defenderla? Por sobre todo, es un derecho conquistado y eso no se negocia. Es el único modo de no fragmentarnos, de no generar mayores brechas sociales, del intercambio intercultural constante. La educación pública no tiene mayor interés que el mero conocimiento. Tan importante y fundamental para un país.

No existe mayor espacio de construcción colectiva que los espacios públicos. No nos agotemos en esta lucha. La formación pública es la única garante de los valores fundados en la igualdad, equidad y accesibilidad. El conocimiento siempre será el acto más revolucionario, el más real y justo… ¡La educación como derecho, lo público como condición!

Sabemos que el fin último de las políticas de seguridad actuales es criminalizar la pobreza. Las fuerzas de seguridad se encargan de estigmatizar, perseguir y disciplinar a los y las jóvenes de las clases populares y lejos están de condenar a los responsables de las grandes redes delictivas. La mayoría de las personas privadas de la libertad en nuestro país lo están arbitrariamente, sin condenas firmes. El patriarcado pena más fuertemente a las mujeres, y la justicia patriarcal mantiene innumerables casos de presas por abortar o por sobrevivir a la violencia machista, así como deja libre de culpas a nuestros femicidas, como pasó con quienes abusaron y asesinaron a Lucía Pérez. No queremos más muertas ni presas.

Proponemos una seguridad democrática, que incluya a todos los actores de la sociedad, y NO una seguridad punitiva de ‘mano dura’ que rompe cada vez más con el tejido social, segmentando y estigmatizando a los pibes y las pibas de los barrios populares.

La persecución a militantes populares comienza a convertirse en práctica sistemática que pretende instalar miedo y desarticulación de los espacios colectivos de organización y militancia. Hoy también, hace más de mil días que Milagro Sala sigue injusta e ilegalmente presa por ser mujer, pobre, indígena, militante social que desafía a los poderes y la política.

La implementación de este modelo de país, en el que se piensa a un sector de la población como descarte, no es posible sin la estratégica y fundamental complicidad del accionar de los medios masivos de comunicación y hegemónicos. Son ellos quienes tienen una gran responsabilidad en la construcción de los discursos estigmatizantes y condenatorios que un gran sector de la sociedad termina por naturalizar y reproducir.

Hoy marchamos para reclamar por todo esto, pero también marchamos para mostrarle a la sociedad que las pibas y los pibes NO SOMOS PELIGROSOS, SINO QUE ESTAMOS EN PELIGRO. Marchamos porque tenemos derecho a trabajar, para gritar que también somos la ciudad y para explicar que el miedo que te venden, lo pagamos nosotros/as. Queremos protagonismo de los pibes y las pibas, así como participación de las organizaciones sociales en la construcción de políticas públicas vinculadas a las niñeces y juventudes. Queremos tierra, techo y trabajo para nuestro pueblo. Para garantizar la seguridad de nuestros pibes y pibas, queremos espacio público para jugar, educación pública y popular, acceso a la alimentación y salud de calidad. No al ajuste en educación. Basta de vulnerar nuestros derechos en las aulas. ESI para todos y todas. Justicia por todos los pibes víctimas de gatillo fácil. Basta de disciplinamiento a las disidencias y a las trabajadoras sexuales. Basta de persecución a la economía popular y a la cultura. No al decreto que da luz verde al gatillo fácil. A LA VIOLENCIA INSTITUCIONAL, ORGANIZACIÓN POPULAR.

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