Mujeres a la conquista del potrero

(por Tefa Schegtel Torres) Con la explosión que está experimentando el fútbol femenino en Argentina, se descubrió la existencia de ‘Pioneras’ que en los ‘70s hasta jugaron una suerte de Mundial en México. En el centro bonaerense y durante esos mismos años, el fútbol femenino tandilense comenzaba a asomar, y esa es la historia que intentaremos recuperar de la mano de Nilda Álvarez, una de ‘nuestras pioneras’.

Vive en la esquina más alta y ventosa de Cerro Leones, en las afueras de Tandil. Nos recibe con su esposo y una de sus nietas, que ya se sabe de memoria las historias de su abuela futbolista y en la tarde gris de domingo recorta papeles para armar flores. Nilda, de 75 jóvenes años, se está recuperando de una gripe y avisa, al comenzar la entrevista: “No tengo mucho para decir” sobre el tema que nos convoca. Luego de dos horas y media de charla, las facturas seguían intactas, culpa de tantos datos y anécdotas.

Once son los hermanos Álvarez, y Nilda es la única mujer, por lo que jugar al fútbol con prácticamente un equipo completo de hombres siempre le resultó natural: “En un campito, atrás de la cantera de granito, todas las tardes, otros vecinos se sumaban, entre chicas y varones. Yo empecé a jugar ahí”. En su casa, no sólo no le hacían problema alguno: toda su familia la apoyaba y acompañaba, incluso cuando comenzó a jugar en el Agrario: “Íbamos todos a ver los partidos, en colectivo, hasta en la caja de los camiones iba la gente. El Agrario siempre fue un ambiente muy familiar. Y la propia hinchada de los clubes nos alentaba, como hacían con los equipos de varones. En eso no hacían diferencia. Si después nos criticaban, no sé, pero en el momento nos alentaban”.

Nilda, en su casa, exhibe su camiseta, con la que jugó en los ’70s en el fútbol femenino del Club Figueroa de Cerro Leones. (Foto: Tefa Schegtel Torres)

Hizo los deberes: se zambulló en la búsqueda y pone los tesoros (varias fotos en blanco y negro) sobre la mesa. También se queja, porque le faltan muchas que alguna vez prestó y nunca fueron devueltas. Llama la atención una, en cancha de La Vasconia: Nilda está pateando un penal, rodeada por todo el público que invadió el campo de juego para ver de cerca (muy de cerca) ese zapatillazo, en el marco del Agrario. “La primera vez que me llevaron a la Base Aérea, a mí me daba vergüenza entrar a jugar. Me hicieron entrar y ya después…” En esa decisión, no hubo vuelta atrás, respaldada por su enorme familia.

Sus primeros pasos ‘oficiales’ fueron, efectivamente, en el club Boca de la Base Aérea. En esos primeros pases en el Agrario, también estaban los de varias muchachas más que iban ahí, primero a oficiar de público y más tarde a hacer un partido entre ellas, con el atuendo circunstancial con el que habían aparecido: “Aunque fueras de jeans, te metían una camiseta y los botines ‘sacachispas’ de lona. Empezó así, en los ‘70s”. Nilda recuerda esos primeros tiempos en el marco de años duras críticas hacia las mujeres que tenían la osadía de jugar al fútbol. Aquellas chicas que aparecían acompañando a sus familias, y se organizaban improvisadamente para un simple picadito espontáneo, en el ámbito del fútbol rural, aprovechaban esa oportunidad de jugar, aunque fuera por un ratito, ese deporte que les gustaba… ¡y qué mejor que con pares!

Hacía ya dos años que Nilda “entrenaba” para ese club (en las instalaciones del club ‘Unión y Progreso’), y de tan evidente que era el disfrute de estas jóvenes mientras jugaban (sin importar el cómo ni el con qué), resultó que, hacia 1971, las autoridades del Agrario organizaron un torneo con equipos íntegramente femeninos: participaron la Colonia ‘Mariano Moreno’, Boca de la Base Aérea, Fluminense (una entidad más de la ciudad que del agrario) y Las Toscas (paraje cercano a Iraola. Probablemente fueron las campeonas de ese primer certamen). Para la temporada siguiente, el cuadro de la Base Aérea se había disuelto, básicamente porque maridos y novios se opusieron a que esas mujeres continuaran con la quijotada: “No las dejaron… y no jugaron más”.

Plantel de ese primer equipo de fútbol femenino de Boca de la Base Aérea. [Foto perteneciente al archivo personal de Nilda Álvarez]

Ni lerdas ni perezosas, se reorganizaron en su propio barrio (junto a chicas que venían de la ciudad), en el Club y Biblioteca Figueroa, en 1972. En una de las fotos del equipo, se distingue claramente una de las caras graníticas del cerro de los dos leones de fondo, y se lamenta: “Ya faltan casi todas”. En esta institución, entrenaban en la cancha principal, la tenían para jugar sus partidos, y lograron mejores condiciones (también, es cierto, que muchas de ellas trabajaban en y para el Club: “No habíamos caído ahí sólo para jugar”). Como en la anterior experiencia, tampoco contaron con un profesor de educación física: “Sólo nos hacía correr y jugar con los chicos, pero no nos la pasaban para practicar y terminaban jugando más ellos. Eso era nuestro entrenamiento”.

Nilda se levanta, va hacia su habitación, y de allí trae un elemento que, a la hora de historizar sobre el fútbol femenino en Tandil, merece un lugar de importancia: una camiseta azulgrana, con el 10 cosido en la espalda. Durante la última edición de Fiesta del Picapedrero, en diciembre de 2022, esa camiseta estuvo en exposición. Camiseta intacta, a pesar del paso de medio siglo. “Una camiseta que la usamos siempre, que nos las donó Esteban Basso Aguirre. ¡Y eran nuestras, propias, no heredadas del masculino!”, destaca Nilda. Y cuenta el por qué de esos colores en la camiseta, que poco y nada tienen que ver con el azul y oro que identifica a Figueroa: “Como no consiguió con los colores del Club, y Esteban era de San Lorenzo, terminaron siendo así”. Donación que también incluyó pantalones blancos y medias celestes, pero si hay algo que no olvida de esa remera, 50 años después, es: “El calor que daba llevarla puesta! Se nos pegaba por el tipo de tela, de piqué, pero era lo que había”. Los botines, de lona, los compraron ellas.

Inauguración de la cancha del Club Figueroa, con los equipos de fútbol femenino y masculino en la cancha. [Foto: gentileza revista de historia popular ‘Cerro Leones. Un viaje por el tiempo’ N° 1, del Programa de Extensión Universitario ‘Barrios de Piedra’ y el Centro de Jubilados de Cerro Leones]

Mientras tanto, el vecindario del Cerro Leones de los 70s, así como las felicitaba (más aún cuando ganaban), también les resultaba llamativa, extraña, incómoda presencia, tan cercana y palpable de ese equipo de jóvenes jugando fútbol: “Decían eso de que el fútbol no es para la mujer. Ahora se está superando… Con lo que hoy juegan las mujeres! El fútbol femenino, en el último tiempo, se ha abierto un montón y las chicas son más libres, nada que ver a tantas décadas atrás: ¡qué ibas a ir a jugar! Yo jugaba, y si me criticaban, allá ellos. No era la única: éramos un grupo, casi todas del barrio, que nos juntábamos”.

Durante dos años, las chicas del Club del Cerro jugaron dos torneos. Luego, otra vez, la disolución y la falta de alternativas, tanto a nivel local como regional, ya que hasta Tandil llegaban muchachas de localidades vecinas para integrarse a estas pocas experiencias futbolísticas. La disolución de estos equipos condenaba a quedarse sin jugar “porque no había otros ni se armaban, no tenías con quién jugar ni dónde, en un contexto en el que a muchas chicas no las dejaban jugar (desde parejas hasta familias).

Más disperso en el tiempo y el espacio, el fútbol femenino tandilense continuó, a modo de ‘rejunte’: ante invitaciones esporádicas desde otros puntos de la zona, rearmaban y reforzaban el equipo con chicas de otros lugares, para ir más preparadas. De ese equipo, Nilda era la capitana y delegada. Varias veces viajaron a Mar del Plata (jugaron un cuadrangular -e incluso un preliminar contra el Boca de Antonio Rattin!-, en una ciudad con un gran nivel de juego y una gran cantidad de equipos ya en aquel entonces), a Ayacucho (en donde jugaron otro cuadrangular, contra equipos de La Plata y de Buenos Aires, como River, al que le ganaron 4-1: “O eran muy malas ellas o éramos muy buenas nosotras”, bromea Nilda), a Barker y a Juárez.

De la prensa local, al menos el vespertino Nueva Era daba cuenta de la existencia y cubría el peregrinar de estos equipos femeninos de fútbol, incluso sus viajes por la región. Nilda observa el pequeño grabador con el que la estamos registrando, y revive la sorpresa que sintió en oportunidad de salir del túnel del Estadio ‘San Martín’, a punto de pisar la cancha, ya con la cabeza en el partido… y de repente, una lluvia de micrófonos. Como capitana y primera en aparecer, no tuvo escapatoria, frente a una situación que jamás experimentó en el ámbito rural del fútbol agrario. También se apena: en una mudanza, perdió los recortes que había guardado, de las notas que le hicieron entre 1972 y 1975.

Equipo de fútbol femenino del Club Figueroa, y un de las caras del Cerro de los Leones de fondo. [Foto perteneciente al archivo personal de Nilda Álvarez]

CUANDO NO HABÍA CON QUIÉN JUGAR

Entre los deberes, nuestra entrevistada aprovechó para leer e informarse de la actualidad del fútbol femenino, y también de su historia en el país. Así se enteró que “en nuestros tiempos, hubo una Selección Argentina, las ‘Pioneras’, en una nota que le hicieron a una señora que tiene 70 y pico de años, flaquita y canosa, que contaba las pe-ri-pecias que pasaban”, dice, con bronca e indignación, y asegura que en esa época ignoraba absolutamente que eso también estaba pasando, no estaban enteradas de la existencia de ese equipo de fútbol que en México se convirtió en el primero en ganarle a un seleccionado inglés. A propósito de ‘pioneras’, Nilda rescata en su testimonio a ‘La Bicho’ Valdegrama: “Era una jugadora genial, jugaba muy bien, de 7. Vino a jugar con nosotras cuando hacíamos ese ‘rejunte’. Era mayor que yo. Jugó con nosotras en Mar del Plata. Vino a ofrecerse, y nosotras llevábamos un montón, para que jugara un rato cada una”.

Más tarde, y de manera más ocasional, se hacían también torneos en Gardey, de Fútbol 5, en el gimnasio, ya con otra tanda de jugadoras, más chicas que Nilda. Se organizaban partidos, por ejemplo, para recaudar plata para instituciones, entonces jugaban las mamás de la Escuela contra las del Jardín: “¡Se armaba cada quilombo! Era más bravo”, se ríe. Cual futsal y en cancha más chica que la de Fútbol 11, también jugó en el Club Gimnasia: “Se jugaba con la pared, para hacerse autopases, cruzarla, y no había lateral”.

Nilda y algunas de sus compañeras del equipo de Boca de la Base Aérea. [Foto perteneciente al archivo personal de Nilda Álvarez]

Sin embargo, a sus 28 años, más que abandonarlo, el fútbol la abandonó, “por no tener con quién, no porque no quisiéramos jugar. Eso era lo peor. Nos la hubiésemos arreglado de cualquier manera: con un botín menos, con un pantalón peor… El tema es que no había competencia. En equipo, debemos haber jugado cuatro o cinco años. Fue muy poquito tiempo, pero para nosotras fue mucho, una linda muy experiencia”.

En sus tiempos en el Agrario, sus sobrinas iban a los partidos y varias acompañaron la aventura de la tía: “Jugaban un poquito porque tenían que hacerse, ir forjándolas para no largarlas así nomás”. Un plan que, además, servía para tener suplentes ante el cansancio: “Como no teníamos preparación física, terminábamos fundidas, más si jugabas de volante”. Hace unas décadas atrás, en el Club Gimnasia, se armó un equipo de fútbol de chicas, entre ellas su sobrina Natalia (Álvarez Pascucci), y Nilda era la directora técnica. Su sobrina (y ahijada) Nati, de hecho, asegura que ama el fútbol por el rol, pasión y experiencia de su tía.

A Paola y Silvina, hijas de Nilda, les gusta el fútbol, pero nunca tuvieron lugares para jugar ni practicar. Participaron de los Torneos Juveniles Bonaerenses en 1997, y apenas pudieron armar un equipo con chicas de toda la ciudad: “¡Lo que costó! Nadie quería jugar y ese grupito no alcanzaba a completar para anotarse y competir. Fuimos a Mar del Plata, fui de delegada y a Silvina, con doce años, la llevé de suplente. No jugó nunca, pero era para rellenar y poder participar”. En esa época, estaba empezando Guillermo ‘Memo’ Depietri a entrenar y dirigir fútbol femenino. Por su escuela, pasaron muchísimas chicas, entre ellas Clarisa Huber, que con casi 40 años juega en la Primera de Boca y es fundamental para el equipo. Pero ese ya es otro capítulo de toda esta historia…

LEGADOS Y FÚTBOL QUE SE VEN

Sobre el fútbol femenino actual, Nilda confiesa que al de Tandil no lo sigue mucho, aunque sí sabe de la gran cantidad de equipos que están compitiendo, incluso en el agrario; y la emociona ver en las canchas de alquiler la cantidad de chicas que van a jugar: “El fútbol femenino, hoy, está y se ve”. De la Primera nacional, mira los partidos que pasan por la TV Pública (sí sigue a Boca, club del que es hincha); y sabe de algunas jugadoras de la Selección Argentina. Le encanta el juego de las alemanas y las norteamericanas, y acota: “En Estados Unidos, el fútbol masculino no tiene tanto desarrollo, pero el de mujeres sí, y es uno de los mejores. Lo tienen en las escuelas desde hace décadas, pero acá, todavía falta. Sí hay ‘escuelitas’, sé de muchas chicas que van”.

En ese sentido, Nilda analiza: La mujer juega muy bien al fútbol. Diferencias siempre hay con el fútbol masculino, porque los hombres han jugado durante más tiempo, tienen dedicación plena, los tienen con todo y sin que les falte nada. A las mujeres no las tienen en esas condiciones y con esa preparación: no son pagas como ellos, no pueden vivir de eso y tienen que trabajar sí o sí de otra cosa”.

Desde su experiencia de tiempos social y culturalmente más complicados y críticos para las mujeres en general y para el fútbol femenino en particular, Nilda les remarca a aquellas chicas de todas las edades que hoy quieren jugarlo y todavía no se animan, que el fútbol es un deporte como cualquier otro. Que lo hagan y cumplan su sueño. Sabe de nenas que van al Figueroa y que ya están yendo a escuelitas: ella las insta a que sigan, a pesar de todo y de todos, “porque es hermoso jugar al fútbol. Tienen que aprovechar a hacerlo ahora, de chiquitas. Nosotras no lo pudimos hacer porque no había nada, hacíamos lo que podíamos, pero dentro de nuestras posibilidades también hicimos y nos pudimos divertir: la pasábamos muy lindo, sinceramente”.

En 2022, el Club y Biblioteca Figueroa de Cerro Leones celebró sus primeros cien años. Mucha gente regresó al barrio, a propósito del aniversario especial, y no hubo una sola persona que se la cruzara a Nilda y en la conversación no saliera el recuerdo de cómo jugaba. A ella no le gusta decirlo, pero toda persona que tuvo el privilegio de verla jugar, recuerda sus gambetas, tiros libres y golazos… Incluso, uno olímpico! (en un partido contra las muchachas de la colonia ‘Mariano Moreno’)! “Todo esto me llevó a pensar que algo habré dejado para que me recuerden tanto y así”. Flavio García, activo y enérgico vecino del Cerro, a toda persona que turistea por la barriada, se le acerca y le cuenta alguna historia de Nilda haciendo magia y siendo precursora en las canchas: “Dicen que me duelen las rodillas de los golpes que me pegaron. Pero… ¡quién me quita lo bailado!” Y mientras sacamos las fotos para esta entrevista, Nilda y la pelota se reencuentran, confirmando ese romance eterno.

Nilda y la pelota, amor inquebrantable. [Foto: Tefa Schegtel Torres]

[Nota realizada en el marco de la cátedra ‘Edición y Gestión de Medios Gráficos’ 2023, de la carrera de Periodismo de la Facultad de Ciencias Sociales – UNICEN]

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